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Geografía

Las sorpresas de los mapas antiguos

La colección de la Marina de Brasil que llegó proveniente de Portugal en 1808 revela a cartógrafos y fenómenos no muy conocidos

Detalle de un indígena disparando una flecha, encima de una de las rosas de los vientos

Museo Naval

A finales de marzo, en una de sus inspecciones semanales, la diseñadora e historiadora Fernanda Deminicis de Albuquerque encontró un detalle inesperado en uno de los mapas expuestos en el Museo Naval de Río de Janeiro, que ya había visto muchas veces: el dibujo de un indígena vendado, de menos de 1 centímetro (cm) de altura, sentado sobre un globo terráqueo, disparando una flecha. El hombrecillo estaba encima de una de las 11 rosas de los vientos que ilustran la Carta náutica do Atlântico, confeccionada en un pergamino en 1776 por el ingeniero militar portugués Simão Antonio da Rosa Pinheiro, de 88 cm de largo por 76 cm de alto.

Museo NavalAtlas des enfants, ou Nouvelle méthode pour apprendre la géographie, avec un nouveau traité de la sphère, et XXIV cartes enluminées, publicado en Lyon en 1784, una de las rarezas que se conservan en la Biblioteca de la Marina, en Río de JaneiroMuseo Naval

El mapa representa las rutas náuticas, los paralelos y los meridianos entre América del Sur y partes de África, Europa y América del Norte. “La cartografía náutica fue importante para consolidar el comercio negrero con los puertos africanos, que alcanzó su apogeo justamente en la época de la Independencia de Brasil”, dice la historiadora Íris Kantor, de la Universidad de São Paulo (USP), una de las curadoras de la exposición O Atlântico Sul na construção do Brasil independente, junto con su colega Heloisa Meireles Gesteira, del Museo de Astronomía y Ciencias Afines (Mast), y la bibliotecaria Maria Dulce de Faria, de la Biblioteca Nacional.

Cuando organizaban la muestra, que fue inaugurada en el Museo Naval en el mes de noviembre y recibió alrededor de 10.000 visitantes hasta su clausura, en el mes de junio, ellas ya habían observado otra osadía de Pinheiro. En la esquina superior derecha del mapa, había una cigüeña conversando con un zorro, en referencia a la fábula del griego Esopo (620 a. C.-564 a. C.), cuya moraleja sugiere no hacer a los demás lo que no deseas que te hagan a ti. Las alegorías con mensajes críticos de ese tipo eran bastante raras.

La exposición reunió 23 mapas y 7 atlas impresos en el Reino Unido, Francia y España, seleccionados entre alrededor de 1.000 que habían sido traídos a Brasil por la Corte portuguesa en 1808 y se conservaban en la Biblioteca de la Real Academia de Guardiamarinas. Otra obra que estuvo dos siglos guardada fue la Carta geográfica da América portuguesa, obra del ingeniero militar Tomaz de Souza, que retrata la Meseta Central y sus conexiones con las cuencas de los ríos Amazonas y Paraguay.

“La colección nunca había sido tratada en todo su conjunto”, dice Albuquerque, a cargo de la planificación y el montaje de la exposición. “La precisión y minuciosidad de los mapas son asombrosas”, apunta. “Cuatro de las cartas se refieren a la navegación de los ríos con cascadas de la región norte, como el Oiapoque, con la demarcación de los saltos de agua y los puntos en donde se debía desembarcar, carga y pasajeros, e incluso los caminos por tierra para llevar las embarcaciones, con la ayuda de los indígenas, hasta el próximo tramo navegable”.

Museo NavalCarta náutica do Atlântico, confeccionada en 1776 por Simão Antonio da Rosa PinheiroMuseo Naval

Las curadoras reconstruyeron la circulación de los mapas manuscritos, cuya impresión estaba prohibida en la América portuguesa porque contenía información estratégica. Uno de ellos es la reproducción de un mapa impreso clandestinamente en Río de Janeiro que fue copiado y reproducido por cartógrafos extranjeros entre 1792 y 1794. El original se conserva en la Biblioteca Pública Municipal de la Ciudad de Porto (Portugal).

“Los documentos y objetos de la exposición indican que los cartógrafos de Portugal participaron activamente en los debates acerca de cuál sería el método más preciso para medir la longitud en el mar, un problema que en ese entonces era objeto de un amplio debate, a partir de las pruebas realizadas con cronómetros”, dice Gesteira. Entre los instrumentos náuticos de la colección del Museo Naval, que incluye cronómetros, compases, prismáticos, globos terráqueos y otros, le llamó la atención una brújula portuguesa ricamente ornamentada, con el escudo de Portugal de 1876. El dispositivo posee una hendidura lateral donde se podía adosar otro instrumento, como un sextante, por ejemplo, capaz de indicar la declinación del sol, una información importante para que los navegantes pudieran calcular su posición.

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