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CIENCIA POLÍTICA

Los artífices de la emancipación

El liberalismo y las revoluciones constitucionalistas signaron el pensamiento político de los protagonistas de la Independencia de Brasil

Domingos Sequeira / Wikimedia CommonsEl monarca portugués João VI en un cuadro de 1803Domingos Sequeira / Wikimedia Commons

El liberalismo, particularmente entendido como la corriente de pensamiento que en aquel momento propugnaba la transformación de las monarquías absolutistas en Estados representativos, fue el punto de partida de las articulaciones políticas que involucraron a los principales artífices de la Independencia de Brasil. Esto equivale a decir que el enfoque en el individuo, el derecho a la propiedad y la libertad orientó las concepciones que surgieron en el país, reflejando las revoluciones que habían tenido lugar en Europa y la consiguiente demanda por la adopción de sistemas políticos en los que los poderes soberanos estuvieran delimitados por constituciones.

En aquellas primeras décadas del siglo XIX, los principales actores políticos de Brasil eran partidarios de las ideas de la Ilustración, formuladas en el siglo XVIII en oposición a la hegemonía de la Iglesia, al argumentar que los individuos debían regir a la sociedad sobre la base de la racionalidad y el conocimiento. La historiadora Miriam Dolhnikoff, de la Universidad de São Paulo (USP), entiende el pensamiento liberal entonces vigente como una derivación de la Ilustración, ya que buscaba repensar las relaciones económicas y los derechos individuales. “Sin embargo, hay que tener en cuenta que no había, ni hay, un único liberalismo, sino diferentes posibilidades de pensar la economía y la política. En aquella época, los políticos que se llamaban a sí mismos liberales podían defender la monarquía constitucional o un sistema republicano, algo que en el siglo XIX se consideraba radical”, ejemplifica Dolhnikoff.

El ideario liberal que guió a los protagonistas de la Independencia brasileña se remonta a la Revolución Francesa (1789-1799) y al fin del absolutismo en ese país, que tuvo eco en otros regímenes monárquicos de Europa. Así, tras la caída del emperador francés Napoleón Bonaparte (1769-1821) entre 1814 y 1815, los debates políticos en el continente europeo comenzaron a girar en torno a la adopción de constituciones en los países hasta entonces gobernados por monarquías absolutistas. “En aquella época, el pensamiento de teóricos como los franceses Henri-Benjamin Constant de Rebecque (1767-1830) y François-René de Chateaubriand (1768-1848) fue fundamental para el desarrollo de los nuevos regímenes”, explica la socióloga Isabel Lustosa, de la Universidad Nueva de Lisboa.

Con la llegada de la Corte portuguesa a Brasil, en 1808, los ideales del liberalismo impulsaron el desarrollo de críticas al sistema colonial vigente, que pasó a ser considerado retrógrado por líderes como Rodrigo de Sousa Coutinho (1755-1812), principal ministro de João VI (1767-1826), el monarca del Imperio portugués. “Inspirado en las ideas de la Ilustración, De Sousa Coutinho vio un gran potencial económico en la América portuguesa y abogaba por la aplicación de reformas modernizadoras, basadas en el conocimiento científico”, dice Dolhnikoff, recordando que fue director de la Academia de Ciencias de Lisboa y era allegado al naturalista José Bonifácio de Andrada e Silva (1763-1838), quien ocupó diversos cargos en el gobierno portugués y en el brasileño. En la concepción del ministro, era necesario acabar con los monopolios del sistema colonial y promover la modernización de la agricultura mediante el uso de nuevas técnicas. “Las reformas impulsadas por Coutinho tras la llegada de la Corte a Río de Janeiro interesaron a las elites lusoamericanas que aún no pensaban en la Independencia”, explica Dolhnikoff.

Hélio Nobre y José Rosael / Museo Paulista de la USPJosé Bonifácio de Andrada e Silva, quien ocupó diversos cargos en los gobiernos portugués y brasileño, retratado por Oscar Pereira da Silva (1922)Hélio Nobre y José Rosael / Museo Paulista de la USP

Como reflejo de la circulación de ideas difundidas por la Revolución Francesa y a raíz de acontecimientos como la Independencia de Estados Unidos, en 1776, se gestaron en Europa movimientos contrarios al poder absolutista de los monarcas. Dos de ellos tuvieron lugar en 1820 y repercutieron en América: la Revolución de Cádiz, en España, y la Revolución de Porto, en Portugal.

“El principio ideológico del pensamiento de los protagonistas de estas rebeliones era que el hombre, y ya no Dios, constituía el valor fundamental de la política. Hasta entonces, la perspectiva teológica había sido la base de los gobiernos, y ahora el ciudadano pasaba a ocupar ese lugar”, dice la historiadora Zília Osório Castro, de la Universidad Nueva de Lisboa. Es en ese momento, señala, cuando surgió el constitucionalismo contemporáneo. “En la Revolución de Porto, por ejemplo, los rebeldes, llamados vintistas [veintistas], clamaban: “¡Constitución o muerte!”. En 1821, victoriosos, la primera medida que tomaron fue redactar una Constitución que dejó huellas en toda la realidad portuguesa del siglo XIX”, analiza Castro.

Por otra parte, ella recuerda que aunque los vintistas defendían la soberanía del Parlamento, y ya no la del rey, combinaban las ideas reformistas con los valores tradicionales. Por ello, apoyaron el mantenimiento del régimen monárquico en Portugal y no el cambio a un sistema republicano, como ocurrió en Francia en 1792. “Los actores de la Revolución de Porto querían acabar con los privilegios de la nobleza y veían en la Constitución la forma de lograrlo”, explica la historiadora. Con el establecimiento de las Cortes de Lisboa, el nombre del Parlamento que pasó a gobernar el Imperio portugués a partir de enero de 1821, Portugal vio desaparecer un valor fundamental de la vida política del país, que era la soberanía del monarca. Para Castro, la sustitución de la soberanía real por la soberanía parlamentaria tuvo un significado revolucionario en el contexto político del Imperio portugués.

Dolhnikoff, de la USP, puntualiza que la Revolución de Porto reivindicaba el liberalismo político –al sostener que la monarquía debía ser representativa– y el liberalismo económico, según el cual era necesario gestionar la economía con menos injerencia gubernamental. “Se estableció un nuevo tipo de relación entre el Estado y la población. En lugar de súbditos, las personas empezaron a ser vistas como ciudadanos con derecho a ir y venir y a la propiedad”, dice. Según ella, después de la Revolución de Porto, la circulación de las ideas de la Ilustración y del liberalismo se expandió en Brasil. “La flor y nata de la sociedad comenzó a apoyarse en estas corrientes teóricas para interpretar las condiciones locales y defender sus intereses”, informa la historiadora Marisa Sáenz Leme, de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en su campus de la localidad de Franca. Un ejemplo de las ideas que circulaban localmente en aquella época eran las del filósofo y economista británico Adam Smith (1723-1790), quien propugnaba la valorización del individuo y limitar el rol del Estado en la sociedad.

Joseph Beaume / Wikimedia CommonsUna pintura del francés Joseph Beaume muestra a los rebeldes de la Revolución de Porto, ocurrida en 1820Joseph Beaume / Wikimedia Commons

Así, los lusobrasileños y los portugueses que vivían aquí, como Bonifácio, comenzaron a participar en la Corte. “Al amparo de las ideas iluministas y reformistas circulantes en la Universidad de Coímbra, este grupo tenía características políticas conservadoras y apostó por la modernización de la monarquía, pero no por el establecimiento de una Constitución que delimitara cabalmente los poderes del monarca en relación con los del Legislativo”, explica el historiador Jorge Vinícius Monteiro Vianna, quien defendió su doctorado sobre el tema en la Universidad Federal de Espírito Santo (Ufes) en 2019. En oposición a la Corte, se formó otro grupo en torno de la figura del periodista y político Joaquim Gonçalves Ledo (1781-1847), vinculado al comercio interior de Río de Janeiro y sin la formación académica de la Universidad de Coímbra. “Estos eran críticos del absolutismo y partidarios de la idea del liberalismo, manifestando ideas del contractualismo moderno, según las cuales el Estado debía funcionar como una institución contratada para gestionar los intereses públicos e individuales”, compara Vianna. Según él, este grupo planteaba propuestas que los políticos vinculados a Bonifácio consideraron “peligrosas”, porque daban lugar a una ampliación de la noción de soberanía popular. “El llamado grupo Coimbrão quería que el Estado fuera un vector de modernización de la sociedad. Eran dos fuerzas opuestas”, dice el historiador.

A principios de 1822, se desarrolló otro importante debate en el Parlamento portugués alrededor de la diferencia de nacionalidad. En Brasil, la gente se consideraba portuguesa de América y empezó a reclamar la igualdad de derechos con los portugueses de Portugal. Según esta lógica, la Constitución debería beneficiar uniformemente a todo el Imperio portugués, algo que no fue del agrado de las elites de Portugal. “Entonces estallaron las desavenencias al respecto del lugar que debía considerarse el centro del Imperio”, describe Castro. A causa de estas divergencias, los políticos asociados a Ledo comenzaron a presionar a Pedro I (1798-1834) para que estableciera una Legislatura en Brasil que permitiera la redacción de sus propias leyes, adecuadas a los intereses de las elites locales. “Como ya existía una legislatura en Portugal, los portugueses consideraron a este evento como una primera señal de ruptura”, continúa la historiadora de la Universidad Nueva de Lisboa. Según ella, en los meses siguientes empezó a cobrar forma la idea de ser brasileños.

Aunque el grupo de los coimbrenses y el de Ledo unieron fuerzas circunstancialmente en 1822 para presionar a Pedro I a que permaneciera en Brasil y no regresara a Portugal, tal como pretendían las elites portuguesas, las desavenencias volvieron a acentuarse con el paso de los meses. El grupo de Ledo comenzó a ser tildado de republicano, lo que era sinónimo de radicalismo, y esto irritó a la opinión pública. Perseguido y reprimido por Pedro I, el grupo no tardó en disolverse. Cuando se declaró la Independencia, les correspondió a los políticos vinculados a Coímbra estructurar el nuevo gobierno. “Por mucho tiempo, los historiadores de la época interpretaron al liberalismo como incompatible con la esclavitud, considerándolo como un mero ejercicio de retórica. Hoy en día, sin embargo, se entiende que tanto en Brasil como en Estados Unidos se instauró una vertiente esclavista de liberalismo”, dice Dolhnikoff. Prueba de ello, dice, es que los ideales liberales del campo económico se movilizaron incluso para defender el régimen esclavista, con las elites sosteniendo la necesidad de garantizar el libre mercado en el tráfico negrero.

Hélio Nobre y José Rosael / Museo Paulista de la USPUna sesión de las Cortes de Lisboa, en un cuadro de 1922 del brasileño Oscar Pereira da SilvaHélio Nobre y José Rosael / Museo Paulista de la USP

Corrientes interpretativas
El pensamiento político en torno a la Independencia dio lugar a diferentes líneas de interpretación que repercutieron en las disciplinas de la historia y la sociología hasta nuestros días. En consonancia con las reflexiones oficiales desarrolladas en el ámbito del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño (IHGB) en el siglo XIX, uno de esos intérpretes fue el historiador, militar y diplomático Francisco Adolfo de Varnhagen, vizconde de Porto Seguro (1816-1878). En su análisis pionero, la Independencia de Brasil tuvo un sentido de continuidad, debido al origen portugués de la familia imperial local. Esta perspectiva se basaba en la idea de que la unidad territorial brasileña estaba asegurada incluso antes de la emancipación amparándose en la supuesta comunión de las tres razas (blancos, negros e indígenas) que vivían aquí.

En cambio, los pensadores vinculados a otra línea interpretativa, si bien compartían la idea de que la Independencia había sido un proceso natural y no de ruptura, no consideraban que la unidad territorial hubiese estado plasmada de antemano. Uno de los exponentes de esta corriente fue el jurista e historiador Francisco José de Oliveira Vianna (1883-1951), quien en la década de 1920 sostenía que la sociedad brasileña exhibía una cierta tendencia a la disgregación y que solamente un Estado fuerte garantizaría la unidad territorial del país. “Según este punto de vista, la Corona era un elemento externo fundamental para asegurar el proyecto de unidad nacional”, explica el politólogo Bernardo Ricupero, de la USP y actual director presidente del Centro de Estudios de Cultura Contemporánea (Cedec).

En la década de 1950, el jurista Raymundo Faoro (1925-2003), de Rio Grande do Sul, rebatió este análisis, desestimando la necesidad de un Estado fuerte para asegurar la cohesión de Brasil. “Para Faoro, por el contrario, el Estado era un opresor de la sociedad”, precisó Ricupero. Para concluir, al mencionar interpretaciones más recientes, rescata las miradas del historiador Caio Prado Junior (1907-1990) y del sociólogo Florestan Fernandes (1920-1995). Ambos consideraban que la Independencia propició la emancipación política, pero acabó por crear un Estado que conservó las estructuras económicas y sociales de los tiempos coloniales. “Florestan Fernandes y Caio Prado consideraban a la Independencia como una revolución, pero sostenían que el proceso político posterior funcionó como una amalgama entre lo nuevo y lo antiguo”, concluye el politólogo.

Proyectos
1.
Dimensiones regionales y perfiles sociopolíticos en las concepciones de la soberanía en Brasil durante el Primer Reinado. La cuestión de los controles fiscales y militares (nº 17/02845-9); Modalidad Ayuda de Investigación – Regular; Investigadora responsable Marisa Saenz Leme (Unesp); Inversión R$ 26.800
2. Gobierno representativo y legislación electoral en Brasil en el siglo XIX (nº 13/08217-9); Modalidad Ayuda de Investigación – Regular; Investigadora responsable Miriam Dolhnikoff (USP); Inversión R$ 74.417,09

Revista
LUSTOSA, I. y VARGUES, I. (comp.). Revista História das Ideias – Imprensa, Independência e Constituição. v. 40, 2ª edición. 2022.

Libro
DOLHNIKOFF, M. José Bonifácio: O patriarca vencido. São Paulo: Companhia das Letras, 2012.

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