Alrededor de 50 dirigentes de organizaciones de fomento de la investigación científica de 45 países se reunieron en São Paulo entre los días 1º y 3 de mayo para debatir políticas de financiación a la ciencia y compartir experiencias durante el 8º Encuentro Anual del Global Research Council (GRC), una entidad creada en 2012 para estimular la cooperación entre agencias y sembrar buenas prácticas de gestión. La reunión estuvo organizada conjuntamente por la FAPESP, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina y la German Research Foundation (DFG) de Alemania.
El tema del evento fue el desafío de responder a expectativas crecientes de gobiernos y sociedades con relación a los beneficios económicos y sociales de la investigación científica, y afrontar las exigencias para que la selección y el análisis de los resultados de los proyectos científicos se orienten por el impacto que pueden alcanzar. En los últimos años, los sistemas de evaluación vienen viéndose presionados a medir de forma más amplia los efectos positivos generados por la investigación. En lugar de atenerse exclusivamente a la calidad de los proyectos, a la robustez de sus resultados y al mérito de los investigadores –criterios que orientaban el avance de la ciencia durante mucho tiempo–, la evaluación ha venido incorporando otras dimensiones, como la posibilidad de cimentar políticas públicas y de generar aplicaciones con valor comercial o potencial para mejorar la calidad de vida de las personas. Eso ha creado nuevas tensiones en el trabajo de las agencias de fomento, que se vienen intensificando en distintos países.
Una declaración de principios suscrita por los participantes del evento mostró los contornos de ese desafío. En ese documento se dictamina que ninguna investigación está exenta de impacto, pero se remarca que las ganancias pueden aparecer de varias formas, como el avance del conocimiento, la formación de profesionales de alto nivel y la producción de innovaciones. Aunque consideran naturales y legítimas las exigencias de que la inversión pública produzca resultados palpables, los signatarios observan que el impacto no siempre es previsible: puede ser más o menos intenso que lo esperado o tardar más para ocurrir que lo que se desearía. Destacan además que los descompases entre la expectativa y la realidad no representan una flaqueza de los sistemas de ciencia y tecnología, ni tampoco un déficit de calidad de las investigaciones.
El físico Carlos Henrique de Brito Cruz, director científico de la FAPESP, recordó que los beneficios de la investigación aparecen en ocasiones tardíamente, y mencionó a Google como ejemplo de la dificultad para medir el impacto. “Sus dos creadores fueron becarios de la National Science Foundation [NSF] en 1994, en un programa que apuntaba a crear bibliotecas digitales y métodos para la clasificación de libros. En 1998, desarrollaron el algoritmo que hace el ranking de las páginas de internet. En 1999, intentaron vender la empresa por 1 millón de dólares, pero nadie se interesó. Bajaron el precio a 700 mil dólares. Nadie la quiso. Si fuéramos a evaluar el impacto de Google en aquel momento, se lo consideraría un fracaso”, reflexionó De Brito Cruz, a quien en el encuentro lo eligieron como presidente del Governing Board del GRC.
La astrofísica France Córdova, directora de la NSF, la principal agencia de apoyo a la investigación básica de Estados Unidos, enfatizó que es más valioso demostrar la importancia de un proyecto para las personas que tratar de adivinar qué impacto tendrá. Según Córdova, la preocupación con los beneficios de la ciencia permea el trabajo de los investigadores. “Alrededor del 50% de las propuestas que recibimos mencionan impactos tales como el de aumentar la representatividad de las mujeres o de personas con bajo nivel socioeconómico. O presentan alguna estrategia para la capacitación de la próxima generación”, afirmó.
Sociedades conscientes
De acuerdo con la declaración de principios, afrontar de forma positiva con las expectativas sobre los impactos económicos y sociales es importante para volver a las sociedades más conscientes de los beneficios de la ciencia y aprovechar mejor esa contribución. “En alguna medida, los éxitos de la ciencia llevaron a las naciones a creer en el poder del conocimiento para desarrollar sus sociedades”, sostuvo el biólogo Molapo Qhobela, presidente de la National Research Foundation, de Sudáfrica. “A medida que mostramos que ese poder cambia la vida de la gente, ellas esperan que eso ocurra y pasan a demandar más”.
La cuestión central reside en encontrar un equilibrio entre la financiación a investigaciones con impacto económico y social, que responden a la exigencia de retorno de la financiación pública a la ciencia, y a proyectos de investigación interesados primordialmente en hacer avanzar el saber. “Hay que considerar tanto los retornos sociales y económicos como la virtud de la investigación orientada por la curiosidad, volcada a ampliar las fronteras del conocimiento, como elementos esenciales para fomentar el desarrollo de ecosistemas nacionales vibrantes de investigación”, consideró el filólogo alemán Peter Strohschneider, presidente de la DFG.
El GRC aboga por la primacía del mérito científico en la selección de proyectos por financiarse y recomienda separar los procedimientos de evaluación de excelencia y los de impacto. De acuerdo con la declaración, el beneficio económico y social es un criterio útil para inducir la investigación aplicada, pero puede generar efectos colaterales indeseables si se adopta de modo indiscriminado en ciencia básica; puede llevar a un investigador a evitar, por ejemplo, presentar un proyecto de amplio alcance o arriesgado por recelo de que vaya a evaluárselo mal.
El ecólogo Klement Tockner, presidente de la Austrian Science Fund (FWF), la agencia que financia investigación básica en Austria, explicó que su institución rechaza la adopción del impacto social como criterio para la selección de proyectos, pues eso comprometería el ímpetu de los investigadores de correr riesgos y el interés de la institución de invertir en investigadores transdisciplinarias. “Consideramos que nuestra responsabilidad apunta a que la investigación encuentre los más altos estadios de calidad y excelencia”, afirmó, aclarando que Austria tiene otra agencia de fomento dedicada a las aplicaciones de la ciencia.
Una base científica en todas las disciplinas permite afrontar nuevos retos que surgen en el seno de la sociedad
La declaración de principios hace hincapié en la necesidad de invertir en investigaciones de todos los campos del conocimiento, incluso en áreas que pueden no despertar interés de la sociedad en un momento específico. Eso sucede porque la naturaleza de los desafíos cambia a lo largo del tiempo y hay que estar preparado para enfrentarlos. “Mantener una amplia base de conocimiento es un prerrequisito para responder oportunamente cuando surgen nuevos desafíos de la sociedad”, dice el documento.
El encuentro también dio voz a otras discusiones. Representantes de agencias de fomento de América Latina debatieron la necesidad de ampliar la financiación para el mantenimiento de grandes instalaciones científicas, como la fuente de luz sincrotrón brasileña Sirius, que se está finalizando en Campinas (estado de São Paulo), y el Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones (LAHN), en Ezeiza, en el Gran Buenos Aires. “El costo de mantenimiento es muy alto. Será necesario obtener recursos de diversas fuentes para que esas infraestructuras estén permanentemente al servicio de multiusuarios de la comunidad científica latinoamericana e internacional. Para ello habrá que asegurar una mayor cooperación entre las agencias de fomento a la investigación de la región”, sostuvo Jorge Tezón, gerente de desarrollo del Conicet, la principal agencia de fomento de la investigación científica de Argentina.
La importancia de ampliar el espacio de las mujeres en la investigación también movilizó a los participantes del encuentro. El Grupo de Trabajo sobre Género de GRC compiló 53 casos de promoción de la participación femenina, distribuidos por 28 países. Unos de los ejemplos fue el de la NSF, que desde 2001 invirtió 315 millones de dólares para ampliar la inclusión y la equidad de género en la fuerza de trabajo científica de Estados unidos. En Nueva Zelanda, el Consejo de Investigación en Salud logró ampliar en un 16% el contingente de investigadoras candidatas en uno de sus programas al invertir en estrategias para prevenir sesgos de género en la evaluación de proyectos. Otra iniciativa, de la National Natural Science Foundation of China (NSFC), elevó a 40 años la edad límite para participar de dos de sus programas. Con ello, la cantidad de inscripciones femeninas creció un 51%, y que la maternidad, como se sabe, suele retrasar la carrera de las investigadoras. “Los estudios de caso ofrecen un cuadro del estado actual de la participación de las mujeres en investigaciones científicas e indican qué hacer para implementarla”, aclaró la matemática Phethiwe Matutu, de la National Research Foundation South Africa.
Acceso abierto
En un encuentro paralelo a la reunión, se presentaron iniciativas tendientes a estimular el acceso abierto a las publicaciones científicas. Mientras Brasil mostró el alcance de la biblioteca virtual SciELO, creada en 1997 y que actualmente reúne casi 300 revistas científicas disponibles libremente en la web, Colleen Campbell, investigadora de la Max Planck Digital Library, presentó la Open Access 2020 Initiative, que apuntar reasignar recursos que hoy en día se gastan con la suscripción de periódicos científicos para apoyar modelos de negocio sostenibles de acceso abierto. Arianna Becerril, directora de la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (Redalyc) –biblioteca digital que adopta un modelo parecido con el de SciELO–, habló sobre la AmeliCA, plataforma que busca promover el acceso abierto en América Latina y en el hemisferio sur, mientras el sudafricano Molapo Qhobela, presentó la African Open Science Platform, una infraestructura para la colaboración en investigación. “Los financiadores de la investigación científica no podemos resolver solos la cuestión del acceso abierto, pero constituimos un elemento esencial y debemos trabajar juntos, asumir la responsabilidad de nuestro papel en el sistema académico”, resaltó David Sweeney, presidente de la Research England, un brazo de la principal agencia de financiación de la investigación científica del Reino Unido, el UK Research and Innovation, incumbido de promover la transferencia del conocimiento científico a la sociedad. Sweeney presentó el Plan S, una iniciativa apoyada por un consorcio de agencias, por medio de la cual, a partir de 2021, todas las publicaciones científicas resultantes de investigaciones financiadas con recursos públicos pasarán a divulgarse exclusivamente en acceso abierto.
El de São Paulo fue el primer encuentro del GRC realizado en Brasil. Las tres ediciones anteriores había ocurrido en Moscú, en Rusia, Ottawa, en Canadá, y en Nueva Delhi, en la India. El próximo encuentro, previsto para mayo de 2020, tendrá lugar en Durban, en Sudáfrica, y abordará el compromiso público con la ciencia y las investigaciones orientadas a responder a los desafíos globales y regionales.
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