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Homenaje

Los caminos de Amelia

Los trabajos de la investigadora van de la física a la educación, de la historia a la política científica

LUCIA MINDLIN LOEBAmélia Império Hamburger fue una investigadora en física que publicó algunos trabajos importantes en el exterior, cuando estuvo en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, a finales de los años 1950. Pero fue en la intersección de la física con las diversas áreas de las ciencias humanas que ella ganó mayor renombre al publicar estudios y libros acerca de la preservación del patrimonio científico, la epistemología y la política científica y tecnológica, además de haber organizado archivos de interés histórico en el Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (IFUSP). “Ella decía que optó por la física pensando en ayudar al país en un futuro”, comenta el también físico Ernst Wolfgang Hamburger, a quien ella conoció en la USP y con quien estuvo casada durante más de 50 años. “Sucede que su visión no era puramente cientificista. Lo que mayormente le interesaba era el aspecto social de la ciencia”. Amélia falleció a los 78 años el pasado 1º de abril, como consecuencia de un cáncer.

La investigadora se graduó en 1954 en la USP y trabajó con los físicos Philip Smith y Oscar Sala en el acelerador de partículas Van der Graaf. Dos años más tarde viajó para realizar una maestría en Pittsburgh. En 1958 publicó como coautora un artículo en el primer número de la recién creada revista Physical Review Letters, acerca de las reacciones nucleares en el carbono C14 y en el C13. Un segundo trabajo, más completo, fue publicado en la revista Physical Review en 1960, año en que regresó a Brasil.

De su matrimonio con Ernst nacieron cuatro hijos en cinco años, entre 1960 y 1964 (el quinto nació en 1970): Esther, antropóloga, Sônia, productora cultural, Vera, directora de arte, Carlos (Cao), cineasta, y Fernando (Feco), fotógrafo. Amélia fue una de las fundadoras de la Sociedad Brasileña de Física en 1966, en una circunstancia singular. “Ella se recuperaba de una hepatitis, en su hogar, y había sido nominada por colegas, junto con Oscar Sala y Ross Douglas, para redactar la proposición de estatutos de la nueva sociedad. Los dos fueron a su casa y se sentaron al pie de la cama para que ella los ayudase con el estatuto”, cuenta Ernst.

En función de la pésima situación política en razón del golpe militar, la familia viajó a Pittsburgh, en donde residió entre 1965 y 1967. En ese período, Amélia realizó un posdoctorado en la Universidad Carnegie Mellon con una peculiaridad, ya que no había hecho previamente un doctorado. “Varias opiniones sensatas de la USP admitieron que Amélia era una investigadora que, aunque no hubiese completado un doctorado en física, poseía el conocimiento y la experiencia suficientes como para ser reconocida como doctora”, relata Ernst. Ella investigó las propiedades de los cristales magnéticos a bajas temperaturas. “Pero al cabo de algún tiempo, quiso regresar”, dice. La decisión fue traumática. El matrimonio terminó detenido por los organismos de represión en diciembre de 1970. “Nuestro último hijo tenía apenas con 8 meses de edad y eso la preocupó mucho a Amélia. Estuvo poco tiempo en prisión, pero fue torturada y quedó perturbada”.

Luego del episodio, ambos lograron reanudar sus carreras en el Instituto de Física de la USP (IFUSP). Amélia se abocó al posgrado de enseñanza en física y escribió y dirigió a estudiantes al respecto de las cuestiones epistemológicas, principalmente las relativas a los tópicos de la física clásica y la física cuántica. “Se preocupaba por reforzar nuestras instituciones académicas y políticas y con todas las cuestiones involucradas con la enseñanza”, dice Silvio Salinas, docente e investigador del IFUSP. “Sus trabajos en epistemología e historia de la ciencia estuvieron motivados por intereses al respecto de la enseñanza de la física y en la preservación del patrimonio de la ciencia en el país”.

REPRODUcción LUCIA MINDLIN LOEBSu preocupación con la memoria científica la instó a organizar el primer volumen de la Obra científica de Mario Schönberg (Edusp, 2009), ganador del Premio Jabuti en 2010, en la categoría Ciencias Exactas, Tecnología e Informática. Interesada en la política científica, la investigadora organizó dos libros sobre la historia de la FAPESP: FAPESP, uma história de política científica e tecnológica (FAPESP, 1999), con Shozo Motoyama y Marilda Nagamini, y FAPESP 40 anos. Abrindo fronteiras (Edusp/ FAPESP, 2004). También fue una de las organizadoras de A ciencia e as relações Brasil-França 1850-1950 (Edusp/ FAPESP, 1996) y publicó con Renina Katz el libro Flávio Império (Edusp, 1999), sobre su hermano, arquitecto, escenógrafo, director de teatro y artista plástico.

“Amélia fue una gran amiga que llevó una vida de incansable actividad en aras de la ciencia en Brasil”, expresó el director científico de la FAPESP, Carlos Henrique de Brito Cruz. “Siempre defendió el valor de la investigación básica y el progreso de la ciencia, en el sentido más amplio y no utilitario que esta expresión pueda poseer. Fue científica, militante y, por si fuera poco, en compañía de Ernst, crió una familia de personas educadas e inteligentes. Su ausencia será muy lamentada”.

El presidente de la FAPESP, Celso Lafer, demostró idéntica congoja. “Amélia Hamburger contribuyó de manera notable a la organización y difusión de la memoria de la FAPESP”, dijo. “El historiador francés Pierre Norat se refiere a la importancia de los sitios de la memoria que necesitan y deben ser preservados. La FAPESP se ha convertido, con el correr de los años, en un importante sitio de la memoria de la investigación científica y de la ciencia en el estado de São Paulo, con repercusión nacional. El trabajo de la profesora Amélia contribuyó para la construcción de ese lugar patrimonial y para mantener viva el alma de la institución”.

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