En un artículo de siete páginas publicado en 1875 en la Revista Médica, el médico carioca Carlos Arthur Moncorvo de Figueiredo (1846-1901) informaba acerca del uso exitoso de una solución con cloruro de potasio para tratar a un niño con diarrea, luego de que su madre relatara que le había suministrado esa sal –se desconoce el motivo– en lugar de la fórmula que le había recomendado. Ese trabajo, descrito en un estudio de 42 páginas que publicó dos años más tarde, marca el comienzo de los estudios de Moncorvo de Figueiredo en pediatría, y de la propia pediatría en Brasil. Moncorvo padre, tal como también se lo conocía, estableció métodos de trabajo, construyó en su casa una clínica para la atención de los niños, sostuvo que había que enseñar pediatría en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro (FMRJ, que hoy en día forma parte de la Universidad Federal de Río de Janeiro) y formó médicos que robustecieron esta especialidad en las ciudades de Río, São Paulo y Porto Alegre.
Al igual que los franceses en los cuales se inspiraron, los primeros médicos que se dedicaron a la salud infantil en Brasil sostenían que los niños no eran adultos en miniatura y que ellos tenían peculiaridades que debían respetarse. Pretendían reducir la elevada mortalidad infantil: a finales del siglo XIX, por cada mil niños nacidos vivos, podían llegar a morir 460 antes de cumplir siete años, principalmente a causa de diarreas y tuberculosis.
Para mitigar otro problema, el abandono de los recién nacidos en las calles, las instituciones religiosas como la Santa Casa de Misericordia adoptaban lo que llamaban la “rueda de los expósitos”, un cilindro de madera giratorio en el cual las madres, manteniendo el anonimato, abandonaban a sus hijos recién nacidos, que luego se entregaban en adopción o se los mantenía en los conventos. La Santa Casa de Río de Janeiro registró el ingreso de 47.255 niños entre 1738 y 1888, cuando se abolió la esclavitud en Brasil, o sea, un promedio de 315 por año.
“La percepción de la infancia imperante era muy diferente a la de ahora”, dice la historiadora Gisele Sanglard, de la Casa de Oswaldo Cruz de la Fundación Oswaldo Cruz (COC-Fiocruz). En virtud de la Ley de Vientres Libres, de 1871, los hijos de los esclavos nacían libres y permanecían con sus madres hasta los 7 años de edad; al cabo, ya serían aptos para ganarse la vida por sí mismos. “El trabajo de los niños pobres, con o sin familia, era habitual en las fábricas, los talleres mecánicos y los arsenales de la Marina” dice. “Los niños que sufrían accidentes laborales también eran moneda corriente”.
Según Sanglard, como las mujeres todavía no tenían el hábito de amamantar a sus hijos –las que pertenecían a las clases bajas debían reintegrarse al trabajo inmediatamente después del parto y las de clase alta pensaban que iban a quedar con los senos flácidos–, las antiguas esclavas se ganaban la vida como amas de leche o amas de crianza. Los médicos advertían sobre el riesgo de que esas nodrizas, cuya salud no se controlaba, transmitieran tuberculosis, sífilis y otras enfermedades a los bebés.
“La pediatría surgió en el contexto de la enseñanza práctica y de una élite médica”, dice la historiadora Virlene Moreira, del Instituto Federal de Bahía, autora de un artículo referido a Moncorvo de Figueiredo publicado en la edición de abril de 2020 de la revista História, Ciências, Saúde – Manguinhos. Este se graduó en la FMRJ en 1871 y en los dos años siguientes aprendió medicina pediátrica en su práctica clínica, visitando hospitales de París y otras capitales europeas para ese menester. En 1874, ya instalado nuevamente en Río, publicó un artículo con críticas a la enseñanza médica en Brasil y proponiendo reformas tales como la introducción de asignaturas sobre el parto y las enfermedades de los niños. Durante algunos años atendió adultos y niños con trastornos gastrointestinales, su especialidad, en su clínica y en el hospital Santa Casa, antes de otorgarle prioridad a la salud infantil.
Como en ese entonces, relata Sanglard, “el Estado solamente se ocupaba de las epidemias, dejando que la gente solucionara por su cuenta las enfermedades que contrajeran, en diciembre de 1881, Moncorvo de Figueiredo y un grupo de médicos fundaron el Policlínico General de Río de Janeiro, que fue instalado inicialmente en su propia casa, en el centro de Río, para tratar a adultos y niños enfermos. Seis meses después, inauguró un espacio mayor, cedido por el gobierno, en el marco de una ceremonia a la que asistieron Pedro II y otras autoridades de la Corte, médicos y estudiantes de medicina. En ambos espacios se atendía gratis a los niños pobres, mientras que los padres de aquellos que ostentaban una condición económica mejor, abonaban la consulta.
El Policlínico contaba con 12 médicos y un farmacéutico, y se transformó en un espacio de atención –con 8.375 niños atendidos entre 1882 y 1894−, enseñanza e investigación. En 1882, Moncorvo de Figueiredo diagnosticó y trató un caso de tos ferina en un niño del Policlínico, al que le dedicó los 10 años siguientes. Su labor y la de su equipo ganaron proyección nacional e internacional, con más de 60 artículos publicados en la revista União Médica, fundada por Moncorvo de Figueiredo, y en revistas especializadas de Francia, España, Italia y Estados Unidos entre 1883 y 1901.
“El argumento principal del primer grupo de médicos que reivindicó la pediatría como un área separada de la medicina de adultos fue que las enfermedades eran las mismas, pero evolucionaban de manera diferente, porque el cuerpo de los niños tenía sus especificidades y requería otro enfoque terapéutico”, dice Moreira. En febrero de 1882, Moncorvo de Figueiredo le propuso al gobierno imperial la creación de una disciplina para las enfermedades infantiles. Seis meses después, un decreto autorizaba la creación de asignaturas sobre enfermedades infantiles y las cirugías de niños en las dos facultades de medicina del Imperio –además de la de Río, estaba la de Salvador, en el estado de Bahía.
“El nombramiento de Moncorvo de Figueiredo para la cátedra de clínica de enfermedades médicas y quirúrgicas en los niños ya estaba acordado con el ministro Manuel de Souza Dantas [1831-1894], quien aceptaría la designación sin necesidad de presentarse a concurso”, indicó el sociólogo Luiz Otavio Ferreira, del COC-Fiocruz, en un trabajo presentado en 2013 en un simposio de historia. “No obstante, parece ser que otros intereses clientelares y ciertos vínculos regionales impusieron la realización de un concurso, en el que Moncorvo de Figueiredo no quería participar por considerarse hors concours en la especialidad de pediatría”. El puesto en la facultad de Río fue ocupado por el ortopedista y senador bahiano Cândido Barata Ribeiro, recién llegado desde Bahía.
Moncorvo de Figueiredo siguió siendo independiente, con un grupo de adeptos cada vez mayor. Por los cursos teóricos y prácticos del Policlínico General pasaron médicos que posteriormente extendieron la pediatría en Río y la expandieron a otros estados. Los más destacados fueron los cariocas Antônio Fernandes Figueira (1863-1928) y Carlos Artur Moncorvo Filho (1871-1944), el pernambucano Luiz Barbosa (1870-1949) y el gaúcho Olympio Olinto de Oliveira (1866-1956).
Historiador aficionado, miembro del Instituto Histórico y Geográfico de Brasil y autor de poesías que publicaba bajo un seudónimo en periódicos de Río de Janeiro, Fernandes Figueira se trasladó a la localidad de Simão Pereira, en Minas Gerais, debido a la fragilidad de su salud, y continuó prestándoles atención a los niños. Basándose en sus observaciones, escribió un artículo sobre las enfermedades infantiles que fue publicado en 1895 y premiado por la Academia Nacional de Medicina. En 1903, lanzó el libro intitulado Eléments de semiologie infantile, de 632 páginas, en francés, que establecía las diferencias de las enfermedades en niños y en adultos, que le valió la invitación para volver a Río.
Como director de la unidad de enfermedades infecciosas infantiles del Hospital São Sebastião, en la capital fluminense), Fernandes Figueira implementó una innovación: las madres debían permanecer al lado de los niños hospitalizados. Durante 14 años, dirigió un hospital para niños erigido con la ayuda de los comerciantes en la Santa Casa de Río. Luego, como jefe de la Inspectoría de Higiene Infantil del Departamento Nacional de Salud, fundó centros de atención infantil y guarderías en los barrios de Río y en las fábricas.
Fernandes Figueira colaboró en la fundación de la Sociedad Brasileña de Pediatría en 1910 y, además de artículos médicos, escribió el Livro das mães: Consultas práticas de higiene infantil [El libro de las madres. Consultas prácticas sobre higiene infantil], publicado en 1920, en el que respondía a 107 dudas maternas. “Fernandes Figueira criticaba tanto a las amas de leche como el uso de leche de vaca, cabra o burra para los recién nacidos y abogaba por la lactancia materna”, comenta Sanglard, autora del libro Amamantação e políticas para a infância no Brasil: A atuação de Fernandes Figueira, 1902-1928 [El amamantamiento y las políticas para la infancia en Brasil. La actuación de Fernandes Figueira, 1902-1928 (editorial Fiocruz, 2016).
El pernambucano Barbosa, a su vez, fundó el Policlínico de Botafogo, inaugurado en 1899 y financiado por filántropos. En dicha clínica, se hizo cargo de la coordinación de la atención infantil después de que su hija de 6 meses falleciera a causa de una enfermedad aguda. Como director de Salud Pública del Distrito Federal, creó la Emergencia Municipal, hoy Hospital Municipal Souza Aguiar, y como docente de pediatría en la FMRJ, participó en la planificación de la construcción de los hospitales universitarios.
Heredero directo de Fernandes Figueiredo y continuador de su obra, “Moncorvo Filho amaba la estadística”, relata Moreira, del IFBA. En 1899, fundó el Instituto de Protección y Asistencia de la Infancia (Ipai), inicialmente en su casa, para tratar a los niños enfermos y ejercer un trabajo social, proporcionando alimentos a las familias pobres y haciendo hincapié en la importancia de la higiene y la lactancia materna. “Sostenía que la prevención era tan importante como el tratamiento de las enfermedades”, dice. En el Ipai, Moncorvo Filho implementó el servicio de puerimetría, para establecer lo que llamó “índice de robustez de los niños brasileños”, a partir de la medición y el pesaje de alrededor de 5 mil niños de hasta 14 años. Con base en esos registros, inventó un dispositivo, el puerímetro, para cotejar si los niños seguían el patrón de crecimiento normal.
El pediatra bahiano Alfredo Ferreira de Magalhães (1873-1943), docente de la Facultad de Medicina de Bahía, quien también publicó artículos sobre enfermedades infantiles y conocía a sus colegas de Río, abrió una sucursal del Ipai para ofrecer servicios médicos destinados los niños carenciados de Salvador y construyó un hospital para niños. En São Paulo, la pediatría avanzó gracias al trabajo del fluminense Clemente Ferreira (1857-1947), quien luchó contra la fiebre amarilla y la tuberculosis antes de dirigir el servicio de protección de la primera infancia de la gobernación del estado.
Por su parte, el gaúcho Olympio Oliveira abrió un consultorio externo para niños en la Santa Casa de Porto Alegre y enseñó pediatría en la Facultad de Medicina de la capital de Río Grande do Sul antes de regresar a Río. En el gobierno federal, dirigió el Departamento Nacional del Niño, creado en la década de 1940 para combatir la mortalidad infantil y formar a los médicos de esa especialidad en el servicio de salud pública.
“Basándose en sus estudios científicos, los médicos fueron invitados a ocupar cargos públicos y a implementar políticas de asistencia a la infancia”, dice Moreira. Como resultado de ello, a partir de 1920 adquirió consenso la necesidad del amamantamiento materno exclusivo hasta los 6 meses de edad, las ruedas de los expósitos fueron escaseando hasta extinguirse a mediados del siglo pasado, se prohibió el trabajo infantil, la cantidad de pediatras en el país creció hasta llegar a los 40.000 actuales y la tasa de mortalidad infantil hasta los 5 años de edad se redujo a 12,4 por cada mil nacidos vivos en 2019.
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