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Cientometría

Los engranajes del conocimiento

Un informe aporta datos originales sobre las características de la producción científica brasileña

Un estudio publicado en junio por el Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE), vinculado al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil, presentó datos sobre la evolución reciente de la producción de conocimiento en el país y los temas que más movilizan a los científicos. El trabajo, intitulado “Panorama de la ciencia brasileña: 2015-2020”, contabilizó 372.000 artículos indexados en ese período en la base de datos Web of Science (WoS) que tienen al menos un autor vinculado a alguna institución nacional. Esto equivale al 3,2 % del total mundial. Un dato elocuente es la velocidad a la que viene avanzando la producción brasileña: el número de papers creció un 32,2 % entre 2015 y 2020, por encima del promedio mundial, que arrojó un 27,1 %.

La investigación utilizó una metodología peculiar para mapear los temas que más han interesado a los científicos en los últimos seis años. Se le aplicó al conjunto de artículos una técnica de identificación de “similitudes semánticas”: un algoritmo que detecta las palabras más importantes en el resumen de cada manuscrito, vinculándolo con otras obras que presentan un contenido similar. El resultado fue un mapa de 45 temas o conjuntos temáticos. A la cabeza aparece la educación, con más de 16.000 artículos (obsérvese el gráfico). “La elección metodológica que hicimos nos permitió romper la estructura fija de los árboles de conocimiento que utilizan las grandes bases de datos de indexación científica y vislumbrar aspectos que suelen ser poco visibles”, dice Adriana Badaró, coordinadora del Observatorio de Ciencia, Tecnología e Innovación del CGEE, a cargo del estudio. “Este tipo de análisis, mayormente centrados en la multidisciplinariedad, pone de manifiesto las contribuciones plurales de diversos campos de investigación”.

La educación, señala, no figura ni siquiera entre las 10 áreas con mayor producción científica en la base de datos WoS. Pero cuando se identifican los papers de diferentes campos del conocimiento con resultados que convergen en el tema de la educación, en disciplinas tales como ciencia de la información, economía, artes y humanidades, la cantidad de trabajos es mucho mayor. Según este análisis, temáticas tales como identidad, diversidad cultural, género, educación especial y educación rural se abordan a la par de otros como inclusión digital, nuevas tecnologías y educación a distancia.

En las redes de similitud semántica, el segundo agrupamiento en tamaño reúne los artículos sobre biodiversidad, en un esfuerzo que moviliza a los científicos en trabajos sobre la Amazonia, el cambio climático, taxonomía y teledetección, entre otros. “La biodiversidad es el tema con más potencial para aglutinar diferentes conjuntos de saberes, desde las ciencias médicas hasta las ingenierías”, explica Badaró. A su juicio, el mapeo evidencia una articulación de los investigadores en torno de los temas importantes para el desarrollo del país, tales como salud pública, agricultura y ganadería, ciudades inteligentes, sostenibilidad, democracia y derechos.

La caracterización de las redes semánticas para analizar las tendencias en volúmenes grandes de datos no es una herramienta novedosa, pero viene ganando espacio en el análisis de la producción científica con el avance de la inteligencia artificial. Un estudio publicado en 2020 por investigadores de la Universidad Stanford, en Estados Unidos, recurrió a una metodología de este tipo para analizar el contenido de 1,2 millones de tesis doctorales y determinó que los científicos pertenecientes a grupos con baja representación en el ambiente académico, como las mujeres y las minorías étnicas, han presentado ideas innovadoras con una frecuencia superior al promedio, pero no han obtenido un reconocimiento equivalente al de las presentadas por grupos con alta representación (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 292). “La herramienta nos pareció interesante, porque justamente uno de los objetivos del Observatorio de Ciencia, Tecnología e Innovación del CGEE es analizar la producción científica brasileña con abordajes innovadores”, dice el sociólogo Marcelo Paiva, técnico de la institución.

Desde la óptica de Renato Pedrosa, investigador del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Universidad de Campinas (DPCT-Unicamp), las redes de similitud semántica pueden colaborar para complementar la comprensión al respecto de las características de la producción científica, pero no tienen la fortaleza como para sustituir la manera tradicional de estimar los temas en los que la comunidad científica produce conocimiento de alto impacto y es más competitiva a nivel internacional, el llamado índice de especialización. Este indicador muestra si la participación de los investigadores de un país en determinado campo del conocimiento es mayor o menor que la media mundial. “Las publicaciones con autores con sede en Brasil presentan un índice elevado de especialización en áreas tales como agricultura y salud pública, y últimamente se han destacado en temas de investigación específicos, como los estudios sobre el virus del Zika”, dice Pedrosa, quien coordina el Programa Especial de Indicadores de la FAPESP.

Según el investigador, lo más prudente es cotejar el mapeo semántico con otros indicadores. Él señala que el tercer conjunto temático en importancia identificado por el estudio del CGEE, integrado por los artículos sobre nanopartículas, puede dar una idea de que Brasil es fuerte en este campo del conocimiento, algo que no está avalado por otros trabajos. Un informe reciente de la Unesco, por ejemplo, analizó el desempeño de los países en seis tecnologías que se consideran estratégicas para el futuro de la industria –entre ellas, la nanociencia y la nanotecnología– y demostró que Brasil no está logrando mantenerse a la par en esta carrera global (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 306).

El estudio del CGEE incluye datos actualizados sobre otros aspectos de la producción científica brasileña. Entre 2015 y 2020, casi un tercio (el 32,8 %) de los artículos firmados por investigadores de instituciones del país fue fruto de colaboraciones internacionales. El socio principal fue Estados Unidos; en uno de cada tres de esos artículos han cooperado científicos estadounidenses. En esa lista, figuran a continuación seis países europeos: Inglaterra, España, Francia, Alemania, Italia y Portugal. Tan solo el 11 % de los artículos de investigadores brasileños con colaboración internacional tiene como coautores a científicos de alguna de las naciones que componen el bloque Brics. Los campos de la investigación brasileña con mayor inserción internacional son la astronomía y la astrofísica, con un 79 % de los artículos escritos en colaboración con instituciones del exterior, y le siguen las ciencias biomédicas (el 66 %) y la biología evolutiva (el 64 %). En cambio, cuando se analiza la producción científica cuyos autores solamente son brasileños, lo más destacado es la agricultura, con un total de 21.029 artículos, sobre un global de 372.000 obras evaluadas.

La resiliencia de la producción científica brasileña, a pesar de la pérdida de volumen de financiación de los últimos cinco años, puede explicarse con base en varios factores. Uno de ellos tiene que ver con la participación creciente de los científicos brasileños en redes internacionales. El físico Haroldo Ribeiro, investigador de la Universidad Estadual de Maringá, en el estado brasileño de Paraná, sostiene que la inserción internacional de nuestra ciencia está amortiguando las dificultades de financiación. “Hay revistas internacionales que cobran 2.000 dólares para publicar un artículo, algo que resulta prohibitivo para muchos investigadores brasileños. No es nada raro, por ejemplo, que ese costo lo termine cubriendo el colaborador del exterior”, dice Ribeiro, quien recientemente publicó un artículo sobre las características de la producción científica de más de 6.000 científicos brasileños (véase el gráfico). El buen desempeño también puede atribuirse a las inversiones efectuadas en los períodos previos a la crisis actual. “Un artículo de una revista indexada en la base Web of Science tiene un ciclo de producción que comienza varios años antes de su publicación”, dice Adriana Badaró, del CGEE. “El impacto que actualmente estamos viviendo en nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación se sentirá más en los años venideros, afectando a las investigaciones que aún se encuentran en curso”, dice.

Renato Pedrosa dice que la pandemia ha ralentizado la producción científica a nivel mundial.  Al analizar datos recientes de la base Web of Science, constató que aquellos países donde la ciencia está bastante consolidada, como Estados Unidos y Alemania, por ejemplo, produjeron menos artículos en 2020 que en 2019, marcando una caída inédita. “En Brasil y en otros países cuya producción científica venía creciendo en forma acelerada, como es el caso de China, no ha llegado a producirse un retroceso, pero sí se ha desacelerado”, sostiene. En cuanto a Brasil, dice Pedrosa, la cantidad de publicaciones en la WoS creció de 65.700 en 2019 a 68.400 en 2020. “El incremento de 2.700 publicaciones del año pasado es poco más de la mitad del aumento de 5.000 que se había registrado entre 2018 y 2019”, informa. Según él, la cantidad creciente de magísteres y doctores formados en Brasil es uno de los factores que ayudan a mantener el ritmo de la producción científica brasileña.

Prolíficos o perfeccionistas

Al analizar la producción científica a lo largo de la carrera de más de 6.000 investigadores brasileños de 14 disciplinas, el equipo del físico Haroldo Ribeiro, de la Universidad Estadual de Maringá, en el estado de Paraná, identificó patrones de comportamiento distintos en relación con la publicación de artículos. El grupo estudiado es una especie de pelotón de élite de la comunidad científica nacional, integrado por becarios de productividad del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq). Más de la mitad de ellos exhibieron un patrón de publicación dentro de la media de su disciplina, pero sobresalieron otros tres grupos: los hiperprolíficos, que produjeron muchos artículos por año, los perfeccionistas, que se destacaron por publicar en revistas de mayor impacto, y los hiperprolíficos/perfeccionistas, que conseguían publicar mucho y en revistas de prestigio. Este último grupo era claramente minoritario: sólo 114 investigadores respondían a este perfil.

Un hallazgo importante del estudio, que se acaba de publicar en la revista Physical Review Research, indica que es muy raro que un investigador hiperprolífico migre al grupo de los perfeccionistas a lo largo de su carrera, y viceversa. “Hay una clara distinción entre esas dos estrategias, que no cambian en el curso de la carrera. Un grupo busca producir en revistas de alto impacto mientras que el otro busca publicar en cantidad, lo que naturalmente diluye las posibilidades de obtener un alto impacto”, dice Ribeiro, quien llevó a cabo el trabajo con su alumno de doctorado André Sunahara. Según el artículo, la productividad promedio de los investigadores avanza 1,5 artículos por año en cada década, pero el rendimiento varía mucho según las disciplinas. En medicina, el incremento fue de 3,5 artículos por año en una década, mientras que en genética fue de 2, en agronomía, de 1,77, en matemática, de 0,44, y en ingeniería eléctrica, de 0,3.

El trabajo se basó en la información de los Currículos Lattes de los investigadores. Se analizaron 312.881 artículos publicados por ellos entre 1997 y 2015. Se realizó un cruzamiento de datos con el factor de impacto de las publicaciones, registrado en Journal Citation Reports, de la empresa Clarivate. Uno de los objetivos del trabajo, según Ribeiro, consistía en evaluar hasta qué punto se está produciendo una transición en el comportamiento, de un modelo que valora la cantidad de artículos publicados a otro que valora la calidad. “Y descubrimos que el resultado varía mucho según las disciplinas, pero no hay evidencias de una transición en curso”.

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