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Paleobotánica

Los granos del pasado

Polen fósil sugiere la existencia de clima húmedo en el interior del nordeste brasileño hace 15 mil años

Las tres especies brasileñas de Podocarpus se encuentran entre las raras coníferas autóctonas del país las otras son las araucarias. Son más conocidas por los paisajistas, que en general las usan en proyectos de jardinería. Pero no solamente. La bióloga francesa Marie-Pierre Ledru ve en los granos de polen fosilizados del podocarpo registros valiosos de los cambios climáticos del Cuaternario, el período geológico iniciado hace 1,8 millones de años. Para esta investigadora del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD, en la sigla en francés), el polen fósil del podocarpo muestra que el nordeste brasileño, actualmente árido, hace 15 mil años era húmedo y poseía una selva verdosa como el Bosque Atlántico que recubre a algunas áreas del sudeste de Brasil. También apunta regiones donde ciertos tipos de vegetación resistieron las fluctuaciones climáticas del pasado y, quien sabe, sobrevivan a las próximas, si es que se las conservan.

Marie-Pierre llegó al Bosque Atlántico por la Amazonia. Las coníferas del género Podocarpus están en el centro de las discusiones sobre la extensión, la biodiversidad y la composición florística de la Selva Amazónica durante la última glaciación, hace cerca de 20 mil años, cuenta. Cuando vino a Brasil en 1998, como profesora visitante en el Instituto de Geociencias de la Universidad de São Paulo (USP), ella pretendía probar la hipótesis de que en el más reciente período de intenso enfriamiento del planeta algunas especies de plantas de las selvas andinas se habrían refugiado en la Amazonia, contribuyendo a la formación de su flora. Pero durante los cinco años que pasé en Brasil percibí que había especies de Podocarpus al este de la Amazonia que podrían haber entrado en ese ecosistema.

Al analizar muestras de polen de ses localidades del Bosque Atlántico ? del lago del Cazo, en Maranhão,  Cambará del Sur, en el Río Grande del Sur ?, Marie-Pierre demostró que hace 15 mil años los podocarpos ya estaban en el Nordeste y por allí se diseminaron por casi 500 años. También constató que esas plantas estaban en el cráter de Colonia, en el estado de São Paulo, hace 130 mil años, según un artículo publicado en 2007 en la Diversity and Distributions.

Más que reconstituir la flora brasileña de la época, esos descubrimientos ayudan a trazar mapas climáticos del país en diversos momentos. Los polens de Podocarpus son buenos marcadores paleoclimáticos, afirma el botánico Gregório Ceccantini, de la USP. Ellos son relativamente raros y no son transportados por largas distancias, por eso tanto su presencia como su ausencia tienen un significado preciso. Ceccantini explica que es común que el polen de otras plantas sea cargado por el viento y depositarse a millares de kilómetros de donde la especie realmente existe. No es el caso del podocarpo. Su polen fósil sólo es encontrado donde hubo condiciones adecuadas para la vida de la planta: clima o suelo permanentemente húmedos.

Obtener muestras de polen, sin embargo, no es una tarea banal. En el área a ser analizada, los investigadores apoyan en el suelo una de las extremidades de un tubo de aluminio de 10 centímetros de diámetro, suspenso por un trípode de 5 metros de altura. En seguida, un motor hace vibrar el tubo, donde todos se cuelgan para enterrarlo en el suelo. Cuando lo halan de vuelta, el tubo trae un cilindro de sedimento el testigo, que será cortado en rebanadas con 2 a 5 centímetros de espesura para ser investigadas en busca de granos de polen. Datadas por la técnica de carbono-14, esas rebanadas permiten estimar cuando cierto grupo de plantas vivió en aquel local las capas más profundas de sedimento son más antiguas porque fueron depositadas hace más tiempo. Como es difícil obtener testigos con más de 7 metros de largo con ese método, el viaje de los investigadores en el tiempo acostumbra ser limitado.

Por ser tan difícil de encontrar, el polen fósil suministra informaciones fragmentadas, que no permiten una visión más abarcadora de la distribución del podocarpo. Es como mirar puntos de una selva con una lupa sin observar el entorno. Otra limitación es que, a partir de los granos de polen, no es posible distinguir las tres especies de podocarpo (P. sellowii, P. lambertii y P. brasiliensis). Cada una tiene necesidades ecológicas distintas, que ayudan a reconstruir el clima del pasado. La primera exige mucha humedad, mientras la segunda necesita también de temperaturas más frescas.

Marie-Pierre percibió entonces que era necesario recorrer a la genética para desvendar la historia de los podocarpos brasileños y buscó la pareja de botánicos de la USP Maria Luiza y Antonio Salatino. Con la ayuda de Fábio Pinheiro, ellos extrajeron material genético (DNA) de plantas de 26 localidades del país y concluyeron que, probablemente antes de la elevación de la cordillera de los Andes, los podocarpos se diseminaban de modo continuo por toda la América del Sur, una vez que las especies encontradas hoy en Chile, en Bolivia y en la Argentina son genéticamente semejantes a las brasileñas. Después ciclos de glaciación alternados con períodos más calientes fragmentaron esa vasta selva de podocarpos en poblaciones menores. En períodos fríos y húmedos la distribución se expandía. En las épocas más calientes y secas, como la actual, los podocarpos se concentraban en los refugios, regiones menores que permitían la subsistencia de organismos con las mismas necesidades ecológicas. Análisis con marcadores de ADN sugieren aún que los podocarpos existentes en el país surgieron en el sudeste. De allá, ellos se expandieron entre 29 mil y 21 mil años atrás para la región sur y entre 16 mil y 15 mil años atrás para el nordeste.

Esos resultados también llevaron a Maria Luiza y Salatino a cuestionar la existencia de tres especies brasileñas. Ellos mostraron claramente que Podocarpus brasiliensis, restringida a una única vereda en Goiás, no se distingue de P. sellowii. Los marcadores moleculares indican la existencia en la América del Sur de dos grupos de Podocarpus: uno formado por P. lambertii y P. parlatorei, este encontrado en Argentina y en Bolivia; y otro conteniendo P. selowii, P. brasiliensis y P. saligna, de Chile, dice Salatino. Él y Maria Luiza pretenden ampliar los estudios, incluyendo muestras de la Amazonia y otros análisis moleculares. El equipo espera que el rescate de la historia evolutiva de los podocarpos ayude a prever el efecto de los cambios climáticos sobre esas plantas y a trazar metas de conservación que ayuden a otras especies a sobrevivir a los ciclos de fluctuación climática. Preservar esos refugios es importante para favorecer una expansión del bosque a partir de ellos, concluye Marie-Pierre.

El Proyecto
Distribución de coníferas brasileñas y detección de polimorfismos genéticos a través del AFLP (nº 01/07070-7); Modalidad Línea Regular de Auxilio a la Investigación; Coordinadora Maria Luiza Faria Salatino – USP; Inversión 38.080,35 reales (FAPESP)

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