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Evaluación

Los impactos de la investigación científica en la sociedad

Un estudio apunta los resultados positivos de los programas de la FAPESP de apoyo a las pequeñas empresas, de fomento de las colaboraciones internacionales y de capacitación de investigadores

Alexandre Affonso

Tres programas de la FAPESP que brindan apoyo a pequeñas empresas innovadoras, al establecimiento de colaboraciones científicas internacionales y a la formación de nuevos investigadores, respectivamente, fueron sometidos a un proceso de evaluación para calcular su impacto. Y los principales aspectos destacados fueron positivos. En el caso del Programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe), que desde 1997 ha respaldado a más de 1.500 startups y firmas de base tecnológica con hasta 250 empleados en el estado de São Paulo, el balance reveló que entre los proyectos evaluados el 80 % redundó en innovaciones, cuyos efectos también se evidenciaron en la generación de empleos. Las empresas beneficiadas por el programa tenían un promedio de 8,5 empleados cada una antes de iniciarse los proyectos y llegaron a 11,1 una vez finalizado.

En tanto, el análisis de las investigaciones que se llevaron a cabo bajo el formato de colaboración internacional, en el marco de los más de 230 acuerdos de cooperación que mantiene la FAPESP con agencias e instituciones del exterior, reveló que sus resultados científicos, medidos en citas de artículos registrados en la base de datos Scopus, tuvieron un 96 % más de impacto que los proyectos de colaboración con actividad internacional también financiados por la Fundación pero no vinculados con esos acuerdos. Por último, el impacto científico de los exbecarios de doctorado patrocinados por la Fundación, medido según la cantidad de citas, fue alrededor de seis veces mayor que el de aquellos que no fueron becados, tomando igualmente como referencia la base Scopus. En el caso de las maestrías, la comparación registra una medida cinco veces mayor. “Gran parte de las hipótesis que se pusieron a prueba para verificar la eficiencia de los programas se confirmó, lo que indica que los mismos están cumpliendo su papel”, dice Sergio Salles-Filho, coordinador del Grupo de Estudios sobre Organización de la Investigación Científica y de la Innovación (Geopi) de la Universidad de Campinas (Unicamp), responsable del análisis.

El estudio evaluó los datos extraídos de fuentes secundarias, tales como bancos de currículos y de patentes, indicadores sobre cantidad y calidad de la producción científica e informaciones sobre empleo y remuneración, entre otros. Para cotejar el desempeño de empresas e investigadores financiados por la FAPESP con los equivalentes que no recibieron ayuda, se recurrió a un abordaje cuasi experimental, un método estadístico que trata de aproximar características de grupos de tratamiento y de control que no son directamente comparables.

En el caso del programa de becas, esta metodología se utilizó para analizar el desempeño de tres grupos diferentes. Uno de ellos estaba compuesto por 12.600 exbecarios de doctorado, 15.800 de maestría y 29.600 de iniciación a la investigación científica. Todos recibieron ayuda de la FAPESP entre 2003 y 2017. Otro, por 22 mil estudiantes de las mismas categorías que obtuvieron becas de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes) y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), que previamente habían solicitado becas a la FAPESP pero las mismas no habían sido aprobadas. Y el tercero, solamente estaba compuesto por 7.400 alumnos de maestría y doctorado que luego de que sus solicitudes fueran denegadas por la Fundación, hicieron posgrados sin recibir ayuda financiera.

Los becarios de la FAPESP tuvieron un rendimiento más destacado en apartados tales como la cantidad de publicaciones científicas, citas que recibieron y en el volumen de colaboraciones nacionales e internacionales. También siguieron con mayor frecuencia la carrera de investigador. Las diferencias más significativas se observaron en la muestra de los exbecarios doctorales: los de la FAPESP publicaron un 21 % más de artículos en periódicos científicos que los de la Capes y del CNPq y un 113 % más que aquellos que no obtuvieron becas. “Los datos son contundentes”, dice Salles-Filho. “Las becas de la FAPESP están asociadas a un salto en términos de citas de artículos entre los doctores, que fue de cinco a seis veces mayor que las de los que no tuvieron apoyo. Las publicaciones de los exbecarios doctorales recibieron nueve veces más menciones en las redes sociales, blogs, portales de noticias, entre otros medios, que los trabajos de aquellos que no contaron con ese tipo de ayuda. Es una medida de la importancia de la producción científica más allá de los límites del ámbito académico”.

El uso exclusivo de fuentes de datos secundarias planteó dificultades. Una de ellas implicó una limitación de la inclusión en los grupos. No se comparó a los que obtuvieron becas de la FAPESP con aquellos que recibieron ayuda del CNPq o de la Capes pero que no habían solicitado apoyo a la FAPESP, o a quienes no obtuvieron becas ni recurrieron a la FAPESP, lo que permitiría disponer de un panorama comparativo más amplio. Con respecto a los alumnos de iniciación a la investigación científica surgió otra dificultad: no había estudiantes en la categoría de los que no tenían beca en una cantidad suficiente desde el punto de vista estadístico como para compararlos con los demás grupos.

Las divergencias en el desempeño también pueden atribuirse a la formación que tenían antes de competir por las becas, dado que los procesos de selección de las agencias brasileñas utilizan criterios distintos. Para obtener una beca de la FAPESP, el perfil del postulante es evaluado por asesores y se exige que su historial académico sea excelente, además de la presentación de un proyecto de investigación sólido. En otras agencias, existen prácticas como la concesión de becas por cupos a los distintos departamentos de las universidades, que disponen de autonomía para distribuirlas entre los estudiantes de posgrado. “El efecto positivo de los criterios que adopta la FAPESP sobre el perfil de los becarios, más allá de la práctica de la revisión por pares, está reforzado por la exigencia de la presentación de informes de la investigación durante el desarrollo del proyecto”, explica Salles-Filho. Él también afirma que, en condiciones ideales, se debería haber comparado a alumnos con un rendimiento similar –los denegados por la FAPESP que por poco no obtuvieron una beca y los patrocinados por la Fundación que estuvieron cerca del umbral de rechazo–, pero no fue posible identificar esos perfiles.

Para el análisis se recurrió a un instrumento que ayuda a medir la trascendencia del trabajo de los becarios. Se trata del índice de prominencia, calculado por la plataforma SciVal, de la Editorial Elsevier, que muestra el grado de convergencia de los temas de las publicaciones de un científico o de un grupo de investigación con los asuntos más relevantes del momento en su campo del conocimiento. “No llega a ser un índice que indique investigación en la frontera del conocimiento, pero en muchas áreas se le acerca bastante”, explica Salles-Filho.

Las publicaciones de los becarios de la FAPESP fueron más prominentes que las del resto de los grupos en casi todos los temas “candentes” analizados, destacándose, sobre todo, los estudios en el campo de la astronomía alusivos a planetas y galaxias, células solares o inmunoterapia con linfocitos T. Salles-Filho dice que hay que ser cuidadoso al considerar los índices de prominencia. Hay temas en los que la investigación científica brasileña tiene una gran influencia, como en el caso de la producción de biocombustibles, pero su importancia es regional. En estos casos, la prominencia a nivel global no será tanta, pero es de gran importancia para el país.

La evaluación de las colaboraciones internacionales abarcó a la producción científica de los investigadores patrocinados por la FAPESP entre 1990 y 2018. Lo que se pretendía era observar la evolución del desempeño principalmente a partir de mediados de la década de 2000, cuando la Fundación comenzó a invertir con mayor firmeza en acuerdos de cooperación con agencias y universidades del exterior, en un esfuerzo tendiente a ampliar la internacionalización de la investigación paulista. Los acuerdos, que hoy en día son más de 230, hacen que las colaboraciones sean más sólidas, al financiar también proyectos de gran envergadura diseñados y realizados en forma conjunta y en igualdad de condiciones por investigadores brasileños y colegas de instituciones extranjeras. El primer instrumento con esas pretensiones se acordó con los Resaearch Councils (RCUK), del Reino Unido, y le siguieron otros con la agencia de investigación alemana DFG y con la National Science Foundation, de Estados Unidos. En una entrevista publicada en el mes de abril (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 290), el entonces director científico de la FAPESP, Carlos Henrique de Brito Cruz, explicó esos cambios: “Incorporamos aquí procedimientos de ellos, tales como el modo de organizar reuniones, tipos de formularios, cómo trabajar para obtener de nuestros asesores informes mejores y más detallados. Nuestro sistema mejoró por completo”. El resultado de ello fue que, entre 2008 y 2018, la participación de los proyectos resultantes de cooperaciones institucionales pasó de un 0,12 % a un 9,77 % del total de las ayudas.

La estrategia adoptada en la evaluación consistió en comparar dos tipos de proyectos de colaboración entre investigadores de São Paulo y de otros países entre 1990 y 2018: los resultantes de los acuerdos internacionales suscritos por la Fundación (572, en total) y aquellos firmados directamente por los investigadores, con el respaldo financiero de la FAPESP, pero sin el aval institucional de los acuerdos (2.055). “Lo que pretendía la Fundación era saber si las investigaciones realizadas en el marco de esos acuerdos tendrían mayor impacto o no que fuera de ellos”, dice Salles-Filho. Se probaron cuatro hipótesis. Dos de ellas no se confirmaron. En cuanto al número de artículos publicados, no hubo diferencia entre los dos grupos. De igual manera, no fue posible afirmar que los instrumentos de cooperación internacional generan mayor producción tecnológica. Otras hipótesis hallaron asidero en los datos, como la que se proponía mapear la repercusión de las investigaciones. “Al analizar la base de datos Scopus, pudo observarse que el número de citas de artículos de proyectos vinculados con acuerdos fue un 96 % mayor que el del grupo de control”, explica Salles-Filho.

En el caso del programa Pipe, se analizó la trayectoria de las pequeñas empresas innovadoras responsables de los 185 proyectos aprobados entre 2006 y 2016, y se la comparó con la de 296 empresas que presentaron propuestas al programa y fueron rechazadas. No se evaluó a aquellas compañías que nunca se mostraron interesadas en participar en el programa. Uno de los efectos principales que se observaron fue la creación de empleos en el área de I&D: las que habían recibido ayuda, en comparación con el otro grupo, tenían el doble de investigadores contratados dos años después de la finalización de los proyectos. Entre los coordinadores de propuestas aprobadas, la mayoría son investigadores con posdoctorado (un 37 %) y doctores (un 35 %). “El análisis reveló que algunos de los objetivos más importantes del programa se están cumpliendo, tales como la consolidación de una capacidad técnica en las empresas y el aumento de la cantidad de empleados involucrados en I&D, más allá de la propia generación de empleos”, dice Sergio Queiroz, docente del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp y miembro de la coordinación adjunta de Investigación para la Innovación de la Dirección Científica de la FAPESP.

La evaluación del Pipe, a diferencia del resto de los programas, se basó en datos primarios, para mitigar los efectos de la escasez de bases de datos sobre las pequeñas empresas en Brasil. Las empresas que participaron en la evaluación respondieron un cuestionario online, en el que se solicitaban datos sobre sus características, desempeño e inversión en innovación. Esos datos fueron comparados con informaciones sobre propiedad intelectual y empleo, entre otras. En más del 60 % de los casos, los emprendedores establecieron una relación de causa y efecto entre la aprobación del proyecto Pipe y el desarrollo de innovaciones.

“Nuestra empresa no existiría sin la ayuda del programa”, dice el ingeniero Antonio Massato Makiyama, copropietario de la firma Vivax, de la localidad paulista de São Caetano do Sul, que actualmente posee 10 colaboradores. “Yo tenía una idea prometedora, pero sin el respaldo del programa no habría llegado al prototipo ni salido al mercado”, dice el emprendedor, que cuenta con cinco proyectos patrocinados por el programa. En 2018, Vivax lanzó al mercado un robot portátil que ayuda a la rehabilitación de los miembros superiores en los pacientes que sufrieron accidentes cerebrovasculares. “Cuando viví en Estados Unidos trabajé en empresas del área médica, y cuando regresé a Brasil vi la oportunidad de crear el producto”, dice. El dispositivo cuesta 80 mil dólares y 11 hospitales brasileños ya lo han adquirido. El equipo de Makiyama está desarrollando ahora un robot similar para el tratamiento fisioterapéutico de las extremidades inferiores.

Una de las contribuciones del proceso de evaluación consistió en que identificó cuatro grupos diferentes de empresas –entre las beneficiadas y las que tuvieron proyectos rechazados–, cuyos perfiles suministran pistas sobre la dinámica del ecosistema de innovación paulista. Dos de los grupos están compuestos por las empresas que tuvieron el mayor número de propuestas rechazadas: uno incluye solamente a las compañías con indicadores de desempeño dentro del promedio, en su mayoría sin productos de alto valor tecnológico, mientras que el otro abarca en general a empresas desarrolladoras de software, con baja inversión en I&D.

Los dos grupos restantes concentran mayoritariamente a las empresas con proyectos aprobados por el programa. Uno de ellos está integrado por firmas de base tecnológica consolidadas, que invierten recursos en I&D y suelen mantener colaboraciones con las universidades. Y el segundo tiene el perfil típico de las startups tecnológicas, con una marcada presencia de coordinadores con título de doctor o con pasantía posdoctoral en su currículo, así como también de mujeres.

Tal como lo analiza Queiroz, las dos categorías se enfrentan a retos muy distintos. Las empresas sólidas, por lo general, necesitan ayuda para superar obstáculos técnicos, pero como ya poseen un lugar ganado en el mercado, logran afrontar ese problema formando equipos de investigación. Para las startups, lo habitual es que les sobre competencia técnica, pero ostentan una gran fragilidad en el área de los negocios. “Para combatir esa falencia, creamos el Pipe Emprendedor”, dice Queiroz, en referencia a un programa de capacitación para los beneficiarios de los proyectos Pipe, destinado a brindar aliento y una base comercial sostenible a los proyectos.

Las contribuciones de exbecarios doctorales
Investigadores de São Paulo obtuvieron premios por sus tesis

Archivo personal El biólogo Andrew Thomas…Archivo personal

Entre los ganadores del Premio Capes de Tesis de 2019, un galardón que reconoce a las investigaciones de doctorado sobresalientes en 49 áreas, había varios exbecarios de la FAPESP. La doctora en artes visuales Fabrícia Jordão, de la Universidad de São Paulo (USP), hoy en día docente de la Universidad Federal de Paraná, fue premiada por la tesis donde analizó el momento histórico de la apertura política y de la redemocratización (1974-1989) en las artes visuales. Uno de los aportes de ese trabajo consistió mostrar que hubo artistas tales como Rubens Gerchman, Cildo Meireles y Carlos Zilio que mantuvieron canales de diálogo con las instituciones gubernamentales, aunque se oponían abiertamente al régimen militar. “En aquella época había una política cultural profundamente orientada hacia la producción de símbolos y al mantenimiento del patrimonio que el gobierno consideraba estratégica, y que ayudó a fomentar una producción experimental”, dice. Según ella, sin ser cooptados, los artistas lograron influir en las políticas desarrolladas. La beca de la FAPESP le permitió a Jordão viajar por el país y estudiar colecciones en varias capitales de estados. “Fue importante para mostrar que existían redes de artistas locales conectados con el mismo movimiento de los grandes centros”.

Otro ejemplo es el del ingeniero mecánico Danilo Beli, quien realizó una pasantía posdoctoral en la Escuela de Ingeniería de São Carlos de la USP. Su tesis adquirió reconocimiento por trabajar con un tema que acerca a la física con la ingeniería: los cristales fonónicos y los metamateriales, que tienen comportamientos inusuales, como un índice de refracción negativo. Estas estructuras poseen bandas prohibidas: frecuencias en las que se encuentra bloqueada la propagación de ondas. “Esa característica les permite el filtrado y la manipulación de ondas con aplicaciones en acústica y vibraciones, tales como la creación de barreras o filtros acústicos, o bien, como sensores y materiales con capacidad de invisibilidad acústica”. Durante el doctorado, pasó un período sándwich en el Instituto de Tecnología de Georgia (Georgia Tech), en colaboración con Massimo Ruzzene. “Fue fundamental aprender lo que se estaba haciendo en el exterior”, dice. En São Carlos, Beli forma parte de un proyecto temático que estudia materiales fonónicos y metamateriales con aplicaciones en vibroacústica, coordinado por Carlos de Marqui Jr., en el cual también participa su supervisor de doctorado, José Roberto de França Arruda, de la Facultad de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Campinas (Unicamp).

La investigación del biólogo Andrew Maltez Thomas obtuvo el premio por el estudio de la relación entre la microbiota intestinal y la presencia de tumores. Mediante la secuenciación del ADN y análisis bioinformáticos, identificó en el intestino humano 16 bacterias que indican la presencia de cáncer colorrectal, abriendo el camino para nuevos métodos de diagnóstico de la enfermedad. “Recurrimos a abordajes estadísticos y aprendizaje de máquinas para analizar una gran cantidad de muestras de diversos lugares del mundo”, dice Thomas. Su interés por estudiar la relación entre las bacterias y el cáncer surgió durante la maestría en oncología, que concluyó en 2012 en el Centro de Investigaciones del Hospital A.C.Camargo, bajo la dirección de Emmanuel Dias-Neto. En su doctorado en bioinformática fue dirigido por João Carlos Setúbal, del Instituto de Química de la USP, en codirección con Dias-Neto. La investigación incluyó una pasantía sándwich en la Universidad de Trento, en Italia, en el laboratorio de metagenómica del científico de la computación Nicola Segata. En la actualidad, Thomas realiza una pasantía de posdoctorado en ese mismo laboratorio, con financiación de la Unión Europea.

Archivo personal … y el químico Flavio Kock: luego de sus doctorados con becas de la FAPESP, ambos están ahora en el exterior realizando pasantías posdoctoralesArchivo personal

El químico Flávio Kock, del estado de Espírito Santo, también realiza una pasantía posdoctoral en el exterior, en este caso en la Universidad de Toronto, Canadá, con financiación de la FAPESP. Kpck ganó el premio por una tesis sobre aplicaciones de resonancia magnética nuclear de baja resolución (RMN-BR) que resultó premiada en la categoría de Química. La obra, elaborada en el Instituto de Química de São Carlos de la USP (IQSC) en colaboración con la división Instrumentación de la estatal Embrapa (Embrapa Instrumentación) y el Centro de Imagen Molecular, vinculado con la Universidad de Turín, en Italia, demostró que la RMN-BR puede utilizarse para estudiar moléculas que se conocen como compuestos de coordinación. Eso posibilitó, por ejemplo, una rápida evaluación de la eficiencia de un nuevo agente de contraste capaz de interactuar con las células tumorales de la próstata, creando una posible alternativa para su diagnóstico. Kock obtuvo el título de grado y un máster en la Universidad Federal de Espírito Santo. En su doctorado, fue dirigido por el investigador Luiz Alberto Colnago, de Embrapa, con el respaldo de la FAPESP. “La beca fue esencial para el desarrollo de esa investigación de alto nivel y también porque posibilitó un intercambio con la universidad italiana, que realizó un gran aporte a la investigación que se realizaba en el IQSC en colaboración con Embrapa”, refiere.

Entre los exbecarios de la FAPESP premiados, hay un investigador iraní, el geólogo Saeid Asadzadeh, que hizo el doctorado en el Instituto de Geociencias (IG) de la Unicamp y actualmente es investigador de posdoctorado en la misma institución, nuevamente con financiación de la Fundación. En 2013, Asadzadeh buscaba una universidad para realizar el doctorado y un colega canadiense le recomendó al profesor Carlos Roberto de Souza Filho, de la Unicamp, como posible director de tesis. “Verifiqué la producción científica del profesor, los laboratorios del IG y me interesé”, dice. Durante el primer año obtuvo una beca de la Capes, pero insistió en competir por una beca de la FAPESP, que finalmente obtuvo a partir del segundo año de estudios. “Mi inspiración era el prestigio que otorga esa beca”. En su investigación, bajo la dirección de De Souza Filho, desarrolló un método para detectar la presencia de hidrocarburos en la superficie terrestre analizando imágenes de teledetección. Él atribuye el premio al impacto que logró su investigación, a partir de la cual ha publicado siete artículos sobre el tema en algunas de las principales revistas del campo de las geociencias. En su posdoctorado, Asadzadeh analiza datos sobre el comportamiento térmico de las rocas en imágenes captadas vía satélite, en busca de indicios de la presencia de petróleo.

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