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Buenas prácticas

Los jóvenes son más temerosos de denunciar la mala conducta

Un grupo de expertos en integridad científica de Holanda y de Noruega entrevistó a 1.100 investigadores de ocho universidades europeas y constató que los más jóvenes son los menos proclives a denunciar casos de mala conducta. Los investigadores comprendidos en un rango de edad entre 21 y 39 años refirieron haber informado solamente un tercio de los desvíos éticos de los que fueron testigos. En tanto, los académicos con edades superior a los 40 años reportaron la mitad de los casos y aquellos cuya edad iba de los 50 a los 59 años, el 65% de los casos.

El estudio salió publicado en la revista Science and Engineering Ethics. “Uno de los requisitos fundamentales para el funcionamiento de la ciencia es informar los casos de mala conducta y hacer que las instituciones los investiguen y sancionen cuando eso sea necesario”, dijo uno de los autores del estudio, Serge Horbach, investigador de la Universidad Radboud de Nimega, quien también trabaja en el Centro de Estudios de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Leiden, instituciones ambas de los Países Bajos. “Cuando omitimos hablar abiertamente de esos casos, obstaculizamos ese proceso”, manifestó en la revista Chemistry World. Según Horbach, los investigadores más jóvenes se sienten más vulnerables a las repercusiones que podría acarrear una denuncia e infieren que tienen más que perder, aunque también declaran que desconocen los procedimientos apropiados para formalizar denuncias. Algunos justifican su silencio refiriendo que no observan disposición en sus superiores por tomar acciones correctivas.

La propensión a la denuncia se reveló mayor entre los investigadores con empleos estables (un 59% del total) que entre los que ocupaban cargos temporales (un 31%). En cuanto al género, entre los varones el 51% informó los desvíos de los que fueron testigos, en comparación con el 45% de las mujeres. El trabajo también reveló que los científicos denuncian con mayor facilidad a los casos notorios de mala conducta que involucran, por ejemplo, plagio y falsificación de datos. Pero aquellos problemas que inspiran interpretaciones dudosas, tales como las disputas concernientes a la adjudicación de autoría o el uso selectivo de datos, son menos informados.

En el estudio se recomienda apuntalar la capacitación que se les brinda a los jóvenes investigadores sobre integridad científica, educándolos para informar los episodios de mala conducta. “Eso podría servir para fortalecer uno de los mecanismos de control más importantes de la ciencia, aquel por medio del cual los colegas verifican los resultados unos de otros”, dicen los autores.

Daniele Fanelli, quien estudia la mala conducta científica en la London School of Economics, en el Reino Unido, hace hincapié en un efecto colateral indeseable del estímulo a la denuncia de desvíos. Según Fanelli, muchos de los informes de desvíos éticos están motivados por rivalidades personales y profesionales entre científicos. “Es necesario hallar un equilibrio entre la protección a quién denuncia y la exigencia de un estándar de evidencias adecuadas, para garantizar que las acusaciones se hagan con integridad, y no en forma malintencionada o banal”.

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