Durante tres años, los docentes del Instituto Imperial para Niños Ciegos de Brasil, inaugurado el 17 de septiembre de 1854 en Morro da Saúde, en la zona central de Río de Janeiro, solamente disponían de libros importados en portugués y francés para enseñarles a leer a los niños con discapacidades visuales. Su imprenta propia, la primera que imprimió en braille en Brasil, comenzó a cobrar forma dos años después, cuando uno de los alumnos del instituto y su hermano, propietario de un taller tipográfico, donaron 500 tipos (caracteres) de metal, fundidos en matrices procedentes de París. La donación animó al médico Claudio Luiz da Costa (1798-1869), segundo director de la escuela, a aumentar la presión sobre el gobierno mediante informes que insistían con la creación de “una imprenta, que necesitamos con urgencia”.
La imprenta comenzó a funcionar en 1857. Sin embargo, se trataba de un taller “improvisado”, con “pocos o casi ninguno de los materiales necesarios para los trabajos de impresión” y una prensa (de impresión) “antigua, muy pequeña y pesada”, según las quejas presentadas a las autoridades gubernamentales por el ingeniero, militar y político Benjamin Constant Botelho de Magalhães (1836-1891), director de la institución entre 1869 y 1889. En 1891, el instituto pasó a llamarse Benjamin Constant (IBC) en su honor, y se trasladó a su sede actual, un edificio de arquitectura imperial en Praia Vermelha, manteniendo su condición de institución pública, en la actualidad vinculada al Ministerio de Educación.
Al principio, los alumnos ayudaban al maestro tipógrafo Manoel Ferreira das Neves a imprimir los libros. Acomodaban los tipos en la prensa, colocaban las hojas de papel en la bandeja y empujaban las palancas para presionar los tipos contra el papel, imprimiendo en este los puntos en relieve. Tenían que sacar enseguida las páginas terminadas al exterior, porque si permanecían en la sala calurosa y húmeda podían deteriorarse.
En 1859, el taller imprimió 60 ejemplares del libro intitulado Método para tocar órgão harmônico, 10 de Diversas obras para leituras d’instrução e recreio, 16 Cadernos de música, compreendendo os métodos para o ensino de contrapunto e de tocar órgão harmônico [Método para tocar el órgano armónico, 10 Diversas obras para lecturas educativas y de recreación, 16 cuadernos de música, incluyendo los métodos para la enseñanza del contrapunto y la ejecución del órgano armónico], poesías, catecismos, fábulas y lecciones de geografía. Entre 1869 y 1872 se imprimieron 360 libros, en su mayoría de gramática francesa y portuguesa.

Archivo Nacional / Wikimedia CommonsBenjamin Constant, director y promotor del instituto que lleva su nombreArchivo Nacional / Wikimedia Commons
Como la impresión era un proceso lento, también se producían libros en el aula. Los profesores dictaban las obras escogidas y los alumnos “utilizaban un punzón, una especie de punta, para escribir y marcar el braille en el papel y en una regla, hoy en día llamada regleta, para marcar la posición correcta de los caracteres escritos con el punzón”, relata el historiador y docente del IBC Gabriel Bertozzi Leão, quien en 2023 completó su doctorado en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) sobre los primeros libros en braille en Brasil. Aun así, la cantidad no era suficiente. “Hasta el advenimiento de la República, el instituto no llegaba a imprimir libros en cantidad suficiente como para atender a sus propios alumnos”.
El instituto surgió por iniciativa del médico francobrasileño José Francisco Xavier Sigaud (1796-1856) y de José Álvares de Azevedo (1834-1854), el primer profesor ciego de Brasil, quien había sido maestro de la hija de Sigaud, Adèle Marie Louise (1840-¿?). Álvares de Azevedo estudió en el Instituto Nacional para Jóvenes Ciegos de París y regresó a Río de Janeiro en diciembre de 1850 con la intención de abrir una escuela similar.
“Muchas escuelas para ciegos de la Europa del siglo XIX utilizaban métodos de escritura en relieve basadas en el alfabeto romano lineal y algunas tenían sus propios códigos en relieve”, dice Leão. “Poco a poco, en el transcurso del siglo XIX, el alfabeto braille fue popularizándose en todo el mundo como el mejor sistema de lectura y escritura en relieve para ciegos”.
El sistema braille se inventó con posterioridad al sistema en relieve, cuando Louis Braille (1809-1852), quien de niño había perdido la vista de ambos ojos, estudiaba en el Instituto de París. En 1821, conoció el código de comunicación ideado por el oficial del ejército francés Nicholas-Charles Barbier de la Serre (1767-1841). El sistema, denominado escritura nocturna, consistía en una secuencia de 12 puntos y trazos en relieve que se utilizaban para enviar mensajes codificados en la oscuridad a los centinelas.
Braille redujo el código de 12 a 6 puntos y le añadió números, signos de puntuación y notaciones musicales. En 1829, publicó un libro con el método, en el que cada letra está simbolizada por la combinación de uno a seis puntos ordenados en dos columnas de tres puntos cada una. La A es un solo punto, el primero de la columna situada a la izquierda. En tanto, la P está formada por 4 puntos: los 3 de la primera columna y el primero de la segunda columna.

Gabriel Leão / IBCLa versión em braille de la Constitución del Imperio de Brasil, impresa em 1878Gabriel Leão / IBC
El mecánico ciego Pierre-François-Victor Foucault (1797-1871), amigo de Braille, desarrolló la primera máquina de escribir conocida, llamada rafígrafo, que imprimía caracteres romanos en relieve y permitía a las personas ciegas comunicarse con quienes podían ver. Constaba de una placa, un marco para sujetar el papel y 10 pistones, cinco para cada mano. Fue una de las precursoras de la máquina de escribir impresa y se utilizó durante unos 50 años, hasta que fue reemplazada por máquinas inventadas en Alemania y Estados Unidos.
Maravillado ante los progresos de su hija, Sigaud recurrió a sus contactos como médico de la corte para conseguirle una audiencia a Álvares de Azevedo con Pedro II (1825-1891). Cuando vio que un ciego podía leer y escribir a través del sistema braille, el emperador aprobó la idea de crear en Brasil algo similar al instituto de París. En el libro História cronológica do Imperial Instituto dos Meninos Cegos, de 1862, Costa relata que se le encargó la misión al ministro de Negocios del Imperio, Luiz Pedreira do Couto Ferraz (1818-1886), y este no perdió tiempo: “Mandó traer de París alfabetos en relieve de puntos, libros impresos allí en portugués con el mismo sistema, y todo el resto de los materiales adecuados para dar comienzo a la educación especial para ciegos”.
El instituto brasileño guardaba similitudes con su homólogo francés, como su estructura organizativa y la oferta de educación escolar y profesional, pero también algunas diferencias. “El instituto francés tenía una enseñanza laboral afianzada, con varios talleres para la enseñanza de un oficio, mientras que el brasileño, durante la etapa del Imperio, ofrecía solamente dos, de tipografía y de encuadernación, y no tenía intenciones de proporcionar atención masiva a gran parte de la población brasileña con discapacidad visual o contribuir a su autonomía”, dice Leão. “Funcionaba más como vidriera, para mostrarle a la población y a las naciones extranjeras la conquista de los valores de civismo y modernidad que supuestamente había alcanzado el Imperio”.
Mientras que la escuela de París acogía a entre 400 y 500 alumnos, la de Río de Janeiro se limitó a 30 durante mucho tiempo. Se aceptaban niños y niñas de 6 a 14 años siempre que fueran libres y tuvieran ceguera total e incurable. La escuela ofrecía instrucción primaria, educación moral y religiosa, educación musical, algunas asignaturas de la enseñanza secundaria y oficios fabriles. Un capellán estaba a cargo de la enseñanza religiosa.

Colección de la Fundación Dorina Nowill para CiegosProducción de libros en braille en 1949 en la por entonces llamada Fundación del Libro para Ciegos de BrasilColección de la Fundación Dorina Nowill para Ciegos
“Mediante la enseñanza del catecismo y el evangelio, se les impartía a los alumnos las costumbres sociales y morales de la época”, comenta Bárbara Santos, graduada en Letras y docente del IBC, en un artículo publicado en septiembre de 2019 en la revista Philologus. Según ella, la educación impartida era de “carácter nacionalista, pero también liberadora, en el sentido de proporcionar cierta independencia a aquellos cuyas expectativas de futuro eran nulas, dado que la supervivencia de los ciegos en aquella época estaba sujeta a la caridad de sus familiares o a las limosnas de la sociedad”.
Tras haber examinado documentos que datan de 1854 a 1889, la pedagoga Cássia Geciauskas Sofiato, de la Facultad de Educación de la Universidad de São Paulo (FE-USP), llegó a la conclusión de que el instituto se encuadraba en el movimiento higienista, patente en su preocupación por la arquitectura urbana y los hábitos diarios, para evitar la propagación de los agentes causantes de enfermedades infecciosas. Solo se admitía a los alumnos luego de pasar por un examen médico que comprobaba que hubieran recibido la vacuna contra la viruela ‒para ellos una exigencia, a diferencia de lo que ocurría con la población en general‒ y que no padecían ninguna enfermedad infectocontagiosa. En un artículo publicado en julio de 2024 en Revista Educação Especial, relata que hasta que consiguió su actual sede propia, en 1891, el instituto ocupaba espacios insalubres: “Se reportaron varias muertes por enfermedades, y el mantenimiento de la salud, el control de las dietas y la propia atención de los enfermos eran tareas hercúleas ante el escenario que se vivía en la institución”.
En la República, el instituto creció rápidamente, sobre todo después de que Benjamin Constant asumiera el cargo de ministro de Instrucción Pública durante el gobierno provisional. Además de facilitar el traslado de su sede al barrio de Urca, en la zona sur de la ciudad, ayudó a la dirección del instituto a incrementar la cantidad de alumnos a más de 100 y a incorporar talleres de fabricación de cepillos, escobas, colchones, almohadones y sillas.
En la actualidad, el IBC atiende a 991 personas de todas las edades. La impresión de libros, una de sus actividades principales, comienza con la selección de los títulos, a cargo del equipo de Hylea de Camargo Vale Assis, profesora de portugués y supervisora de la División de Prensa Braille. “Recibimos pedidos de instituciones públicas de todo Brasil, pero las que más piden son las escuelas de educación básica”, informa.

Hotdamnslap / WikipediaUn rafígrafo, la primera máquina de escribir para ciegos, inventada en 1841 por François FoucaultHotdamnslap / Wikipedia
Cada libro seleccionado se envía en formato PDF a los adaptadores, que transforman el texto en código braille. “Adaptamos sobre todo las figuras, los gráficos y otros elementos visuales”, comenta Luigi Amorim, profesor de matemática y coordinador del equipo de adaptación. “Cuando es necesario, también cambiamos algunas palabras, como ‘subraye la palabra tal’, en los ejercicios de los libros de texto, porque comprenden recursos visuales que dificultan la tarea para las personas ciegas”.
En la fase siguiente, los transcriptores ensamblan cuidadosamente el archivo digital en texto braille, que será leído por revisores ciegos. Si encuentran algún error, las hojas vuelven a los adaptadores y solo cuando están perfectas se las envía a una de las imprentas: una en la planta baja, en la parte trasera del edificio, para los grandes tirajes, y otra más pequeña en el segundo piso, con impresoras modernas para tirajes más sucintos.
Cada año, el equipo editorial transcribe alrededor de 200 títulos e imprime más de 60.000 ejemplares de libros didácticos, libros paradidácticos y revistas, que se envían a las escuelas a las que asisten personas con discapacidades visuales. Según Assis, desde su creación, el instituto ha impreso más de 4 millones de páginas en braille.
En octubre, el IBC abrió las inscripciones para la primera edición del Club del Libro en Braille – IBC, cuyos miembros tendrán reuniones virtuales a distancia con frecuencia trimestral para leer y comentar libros en braille. Ya con 315 socios, la primera reunión se llevará a cabo a principios de este año. “Hay una gran demanda del público ciego para la lectura de libros”, dice Assis. “Cuando dejan la escuela, muchos pierden el acceso a los libros. Queremos satisfacer este anhelo de lectura ofreciendo el libro de la ronda de conversaciones y algún otro libro de nuestro catálogo”. La primera obra sometida a debate será Ponciá Vicêncio, [2003] de Conceição Evaristo.

Enrico di Gregorio | Colección de la Fundación Dorina Nowill para CiegosEn funcionamiento: impresoras para grandes tirajes en el IBC (a la izq.) y digitales en la Fundación Dorina NowillEnrico di Gregorio | Colección de la Fundación Dorina Nowill para Ciegos
Otras imprentas
Otros institutos similares recién surgieron en el siglo XX: en Recife en 1909, en Minas Gerais en 1926 y en São Paulo en 1927. El IBC fue el único que produjo libros para ciegos hasta 1946, cuando en la ciudad de São Paulo fue creada la Fundación del Libro para Ciegos de Brasil, que a partir de 1991 fue rebautizada Fundação Dorina Nowill para Cegos. Luego de crear la institución, la educadora Dorina de Gouvêa Nowill (1919-2010), ciega desde los 17 años a causa de una infección ocular, dirigió la Campaña Nacional de Educación para Ciegos, el primer organismo nacional para este tipo de discapacidad en Brasil, y puso en marcha programas tendientes a implementar servicios para personas con discapacidad visual en todo el país y prevenir la ceguera.
La fundación produce libros en varios formatos. “Los libros de texto y literarios impresos en sistema braille y tinta facilitan su lectura simultánea por personas videntes e invidentes”, dice la licenciada en marketing Carla de Maria, gerente de la división Soluciones de Accesibilidad de la fundación. Otro tipo de formato son los audiolibros. “Antes se hacían con artistas y voluntarios que prestaban sus voces para narrar y grabar libros literarios, revistas y otros materiales. Hoy en día la producción se ha profesionalizado y se realiza en estudios de grabación”, añade. La biblioteca online Dorinateca, creada en 2023, reúne 5.559 títulos en braille y en audio a los que se puede acceder en forma gratuita.
El pedagogo Andriel dos Santos Rodrigues, docente en Paço do Lumiar, estado de Maranhão, coordinó un estudio que enumeró 23 recursos tecnológicos auxiliares de la alfabetización ‒entre ellos los lectores de pantalla, que convierten texto en audio, los software de reconocimiento de voz y escáneres táctiles, que convierten las imágenes y textos en formato táctil‒, en un artículo publicado en septiembre de 2024 en la Revista Ibero-americana de Humanidades, Ciências e Educação. Él y los demás autores de este trabajo destacan que, a pesar de los avances, “los prejuicios, la falta de una formación idónea de los docentes y la escasez de material didáctico accesible” pueden acrecentar las dificultades de alfabetización de las personas con discapacidad visual. Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), en Brasil hay 506.000 personas ciegas y 6.000.0000 con escasa visión.
Algunas iniciativas propugnan la publicación de nuevos materiales para este grupo de la población. En 1985, la Asociación Nacional de Editores de Libros y el Ministerio Público Federal crearon el Portal del Libro Accesible, a través del cual las personas ciegas pueden sugerir títulos específicos y editoriales. En 2015, Brasil suscribió el Tratado de Marrakech, un esfuerzo internacional para facilitar el acceso a libros en formatos accesibles sin violar los derechos de autor.
Este artículo salió publicado con el título “Imprentas de relieve” en la edición impresa n° 348 de febrero de 2025.
Artículos científicos
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RODRIGUES, A. dos S. et al. O uso de tecnologia assistiva no processo de alfabetização do deficiente visual: Em busca de um processo de ensino e aprendizagem inclusivo e significativo. Revista Ibero-americana de Humanidades, Ciências e Educação. v. 10, n. 9, p. 3786-800. 30 sep. 2024.
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Libro
GUADET, J. O Instituto dos Meninos Cegos de Paris: Sua historia, e seu methodo de ensino. Río de Janeiro: Typographia de F. de Paula Brito, 1851.
