De lejos, los tigrillos parecen todos iguales. Excepto para el biólogo Tadeu de Oliveira, de la Universidad del Estado de Maranhão (Uema), en Brasil. De Oliveira ha visto miles de imágenes y videos grabados por cámaras trampas que se activan cuando un animal es detectado por un sensor. Ha observado a estos animales en estado silvestre y en zoológicos. Junto al biólogo costarricense Lester Fox-Rosales, por entonces investigador de la Uema, y otros 40 coautores, acaba de redefinir las fronteras conceptuales y geográficas de la especie Leopardus tigrinus basándose en sus características morfológicas, ecológicas y geográficas en un artículo publicado en enero en la revista Scientific Reports.
La especie, descrita en 1777 a partir de un ejemplar capturado en la Guayana Francesa, con el paso de los siglos ha sido dividida en cuatro subespecies: Leopardus tigrinus, L. t. pardinoides, L. t. oncilla y L. t. guttulus. En 2013, el tirica o tigrillo del sur se convirtió en una especie distinta, L. guttulus, como resultado de los estudios de la genetista Tatiane Trigo, quien demostró que no había intercambio genético con las otras especies. En aquel momento, ella cumplía una pasantía posdoctoral en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS) bajo la supervisión de Theles de Freitas, de la misma institución, y Eduardo Eizirik, de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUC-RS).
Las divisiones taxonómicas se basan en los datos disponibles, generalmente insuficientes y provisionales. Según explica De Oliveira, uno de los rasgos distintivos de su labor es lo que él denomina, en broma, su algoritmo cerebral, más entrenado que los programas de reconocimiento de imágenes. Con base en el tamaño del ejemplar y las características de sus orejas, la forma de la cola, el patrón de manchas (rosetas) y su aspecto general, es capaz de reconocer sin pestañear los distintos tipos de tigrillos.
Para el biólogo, un momento clave en su investigación sobre los tigrillos se produjo en 2011, cuando la ecóloga estadounidense Rebecca Zug, quien entonces en su doctorado estudiaba al oso de anteojos andino (Tremarctos ornatus), le envió cientos de fotos de felinos captadas por sus cámaras trampas. “Pasé toda la noche observando las imágenes y noté que no se trataba de la misma especie que conocía”, recuerda. Actualmente en la Universidad San Francisco de Quito (Ecuador), Zug es coautora del artículo en Scientific Reports.
El resultado del trabajo posterior es un reordenamiento de L. tigrinus, que sugiere el establecimiento de una especie separada. Los ejemplares andinos, identificados hasta ahora como L. t. pardinoides, resultaron ser completamente distintos a los demás, incluso poseen dos tetas, mientras que los otros tigrillos tienen cuatro. La propuesta es renombrar L. pardinoides a las poblaciones que habitan en la cadena montañosa sudamericana. Estos felinos, que viven en los bosques nubosos andinos, son llamados popularmente tigrillos nebulosos.
A las conclusiones del estudio de los ejemplares vivos se añaden los resultados genómicos del trabajo del genetista belga Jonas Lescroart, estudiante de un doctorado conjunto entre la PUC-RS y la Universidad de Amberes, bajo la dirección de Eizirik y el evolucionista Hannes Svardal, respectivamente. En un artículo publicado en diciembre en la revista Molecular Biology and Evolution, demostró que L. pardinoides es un pariente cercano de la oncilla o gato tigre, otra subespecie de tigrillo de América Central. “Los datos genómicos, morfológicos y ecológicos así lo confirman”, dice Lescroart. “Desde el punto de vista genético, no quedan dudas de que el tigrillo nebuloso es una especie diferente”.
“Los datos biogeográficos pueden arrojar luz sobre la historia de estos felinos, porque su distribución actual posiblemente sea una nueva versión de la ruta de dispersión por Sudamérica que siguieron varias especies a partir de un antepasado común procedente de Centroamérica”, añade el belga. Conforme a sus resultados, el tigrillo del sur [tirica] y los tigrillos del norte divergieron de un ancestro común hace alrededor de 1,46 millones de años, mientras que el nebuloso se separó de esa rama hace unos 2,39 millones de años. La separación de las poblaciones de L. pardinoides de América Central y el norte de los Andes es un evento más reciente, que tuvo lugar hace entre 61.000 y 453.000 años.
Queda por confirmar dónde encaja genéticamente la población del escudo guayanés (estructura geológica del norte de la Amazonia que incluye al territorio del estado brasileño de Amapá), región que registra un escaso muestreo para el grupo. Esta falencia, que el biólogo Fabio Nascimento, investigador del museo de Zoología (MZ) de la USP denomina laguna de muestreo, también planteó un problema en su trabajo, hace algunos años. En 2017, el biólogo publicó una revisión taxonómica en la revista Papéis Avulsos de Zoologia, en colaboración con el biólogo Anderson Feijó, por entonces estudiante de doctorado en la Universidad Federal de Paraíba. “Utilizamos el material disponible en colecciones de museos, compuesto principalmente por pieles, cráneos y esqueletos, con el propósito de estudiar las variaciones morfológicas y taxonómicas del complejo L. tigrinus”, relata Nascimento.