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Entrevista

Marco Antonio Chamon: Muchos planes para el espacio

El nuevo presidente de la Agencia Espacial Brasileña prepara el lanzamiento de cohetes y satélites, a la vez que anuncia nuevos acuerdos de cooperación internacional

Léo Ramos Chaves/ Revista Pesquisa FAPESPChamon: la idea es llevar otro astronauta brasileño al espacio, quizá en esta misma décadaLéo Ramos Chaves/ Revista Pesquisa FAPESP

En julio de 2023, tras haber desarrollado una carrera de casi 40 años en el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), el ingeniero eléctrico Marco Antonio Chamon, magíster y doctor en tecnología espacial, asumió la presidencia de la Agencia Espacial Brasileña (AEB), institución a cargo de la coordinación del programa espacial del país.

Chamon reconoce que en las últimas dos décadas Brasil ha avanzado menos de lo que debería en esta área, mientras que China y la India han progresado bastante, pero también tiene buenas noticias para los próximos años. Una de ellas es el proyecto de lanzamiento, este mismo año, de dos cohetes suborbitales, que entran y salen de la atmósfera terrestre, para llevar a cabo investigaciones con microgravedad. Otra es el desarrollo de dos nuevos satélites, con innovaciones tecnológicas, construidos en colaboración con China y Argentina.

La construcción de los cohetes suborbitales constituye un paso fundamental para el desarrollo del Vehículo Lanzador de Microsatélites (VLM), una de las metas más importantes del programa espacial brasileño. “El primer lanzamiento del VLM-1, un cohete propulsado con combustible sólido, está previsto para 2026”, informa Chamon.

En la siguiente entrevista, concedida a través de una plataforma de video, el presidente de la AEB también habla del plan para promover el uso de datos satelitales en empresas brasileñas, de la participación del país en la misión Artemis, un programa de vuelo de la agencia espacial estadounidense Nasa, y de los acuerdos con otras agencias espaciales, algunos de los cuales fueron discutidos en el marco de un congreso científico que se celebró en Europa en el segundo semestre de 2023.

Usted participó recientemente en el Congreso Internacional de Aeronáutica en Azerbaiyán. ¿Qué se trajo de allí?
Tuvimos una semana cargada de reuniones. Nos reunimos con las principales agencias espaciales: la estadounidense, la china, la rusa y la europea. Los que más me gratificó fue que todos querían entablar conversaciones con Brasil. Había dos temas principales. El primero era la reinserción del país en la escena internacional. Tenemos un programa espacial consolidado, aunque menor que el de otros países, pero con satélites en el espacio y acuerdos internacionales de cooperación científica y tecnológica. El segundo tenía que ver con nuestra condición de socio experimentado, tendiendo puentes con países que están asomándose al área del espacio y aún no tienen programas consolidados. Para estas naciones, como son los casos de Colombia o Ruanda, es más fácil dialogar con Brasil que con la Nasa [la agencia espacial estadounidense]. Me di cuenta de que nos ven como un socio confiable. Otra señal de la credibilidad de nuestro programa espacial es que fuimos invitados a participar en el Encuentro de Líderes de la Economía Espacial del G20 [Selm], celebrado en julio en la India [el G20 es el grupo conformado por las 19 mayores economías mundiales, más la Unión Europea y la Unión Africana]. En 2024 organizaremos la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Economía Espacial.

En Azerbaiyán, ¿consultaron por lanzamientos desde el Centro Espacial de Alcântara (CEA), situado en el estado brasileño de Maranhão?
La utilización de Alcântara como centro internacional de lanzamiento de cohetes no va tan rápido como quisiéramos. Pero debemos recordar que el propósito original cuando se creó esta base, hace 40 años, era disponer de un sitio para el lanzamiento de nuestros propios cohetes, para poder ganar autonomía espacial. Hace algunos años, la Fuerza Aérea Brasileña [FAB] decidió que sería interesante utilizar el emplazamiento geográfico privilegiado del CEA para lanzamientos de vehículos de otros países. Esto no se hizo antes porque hace 20 años eran pocos los países que contaban con un programa espacial, pero esa situación ha cambiado. Hoy en día son muchos, aunque solo algunos son capaces de lanzar sus propios satélites y cohetes. Este año [2023], una empresa surcoreana ‒Innospace‒ llevó a cabo una prueba en Alcântara, precisamente porque quería aprovechar la ubicación geográfica ventajosa de la base. Su proximidad con el ecuador terrestre permite ahorrar combustible. En 2024, Innospace estará operando allí nuevamente, probablemente con un lanzamiento comercial. También este año, una compañía canadiense llamada C6, realizará una prueba de motores en Alcântara y decidirá si va a utilizar la base o no. El interés por Alcântara aumentará una vez que se lleve a cabo el primer lanzamiento comercial.

¿Cómo valora la posición de Brasil en la escena espacial?
Hace 20 años, Brasil, China y la India estaban en un mismo nivel, ahora ellos han avanzado mucho, y nosotros quedamos rezagados, vamos más lento de lo que deberíamos. Hemos atravesado períodos de baja inversión y la continuidad se ha hecho difícil. Como había limitaciones presupuestarias, algunas áreas del programa espacial quedaron en suspenso, y eso se interpuso en nuestro camino. En los últimos años hemos podido realizar mantenimiento en las instalaciones de Alcântara, pero no así expansiones ni actualizaciones. Cuando lanzamos al espacio el satélite Amazonia-1, en febrero de 2021, tuvimos que realizarlo desde la India con un cohete de ellos. Nos costó casi 26 millones de dólares [lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 300]. La buena noticia es que hay indicios de que las cosas pueden mejorar, porque el programa espacial es importante para el gobierno. El presupuesto de la AEB se mantiene en los mismos valores de los últimos años, pero ha sido sustancialmente suplementado por otras fuentes. En 2023 hubo algunos llamados a concurso para el sector industrial, centrados en el desarrollo de satélites y vehículos de lanzamiento de pequeño porte.

¿Cuál es el presupuesto de la agencia?
Para 2024 es de 102 millones de reales, muy similar al de 2023. Para darnos una idea comparativa, el de la Nasa ronda los 20.000 millones de dólares ‒unos 100.000 millones de reales‒ es decir, 1.000 veces más. El presupuesto de la Nasa equivale a unos 60 dólares por estadounidense al año y el de la Agencia Espacial Francesa (CNES) es de 35 euros per cápita anuales. El nuestro es de 0,64 reales. El gobierno brasileño ha recurrido a otras fuentes para incrementar las inversiones en el programa espacial, por lo que el presupuesto real para el próximo año, teniendo en cuenta los aportes extras, puede llegar a ser hasta cuatro veces mayor, lo que hará posible que las cosas avancen. Espero que el volumen de los recursos crezca en los próximos años.

¿Cuáles son los planes para 2024?
Si el cronograma se mantiene, deberíamos lanzar el cohete VS-50. Se trata de un vehículo suborbital, porque no viaja hasta el espacio exterior. Su vuelo describe una parábola: supera el límite teórico de la atmósfera terrestre [100 kilómetros sobre el nivel del mar] y regresa. Por caso, no llega a poner satélites en órbita, pero durante algunos minutos del vuelo se crea en el cohete un ambiente de microgravedad, en el que pueden realizarse diversos experimentos científicos. Además, si todo sale bien, será un paso importante para la construcción del Vehículo Lanzador de Microsatélites [VLM], ya que ambos utilizan el mismo motor (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 311). También está previsto para 2024 el lanzamiento de otro cohete suborbital, el VS-30, desde el Centro de Lanzamiento de Barreira do Inferno, en Rio Grande do Norte. También será importante para las investigaciones sobre microgravedad. Un vuelo suborbital proporciona un ambiente de microgravedad durante algunos minutos y puede utilizarse para estudiar fenómenos físicos, químicos y biológicos, tales como el crecimiento de cristales, el calentamiento o enfriamiento de materiales y el estrés en cultivos biológicos. La idea es entender mejor estos fenómenos bajo condiciones de microgravedad para mejorar los procesos que se desarrollan en tierra. Las perspectivas son buenas y tienen el poder de despertar interés en el público y mostrarle al propio gobierno que nuestro programa está dando frutos.

Suponiendo que el lanzamiento del VS-50 sea exitoso, ¿cuáles serían los pasos siguientes de desarrollo del VLM?
Si el primer vuelo del VS-50 resulta exitoso, seguramente habrá un segundo vuelo en 2025, porque es necesario realizar varias pruebas para garantizar que todo sea seguro. En simultáneo, tenemos que empezar a preparar el VLM. El primer lanzamiento del VLM-1 está previsto para 2026. Se trata de un cohete de propelente sólido. El VLM-X, una evolución de nuestro lanzador, posee dos motores de propulsante sólido, heredados del VS-50, y un tercer motor de propulsante líquido, en fase de desarrollo en el IAE [el Instituto de Aeronáutica y del Espacio]. Todavía no hay una fecha prevista para el lanzamiento de este cohete.

¿Cuáles son sus prioridades al frente de la AEB?
En principio debo tranquilizar a mis amigos del sector y decirles que el programa espacial es un programa del Estado. Obviamente, dispongo de cierta autonomía, pero existen metas, pautas y compromisos preestablecidos que se mantendrán. Desde el punto de vista tecnológico, tenemos dos líneas, a las que llamamos upstream y downstream. La primera tiene que ver con la infraestructura, las bases de control de satélites, la recepción de datos, las grandes antenas. Es bastante cara, debe ser financiada por el gobierno e incluye a instituciones como el Inpe y el DCTA [Departamento de Ciencia y Tecnología Aeroespacial, de la FAB), que contratan empresas para la construcción de satélites y cohetes. La segunda línea, que me he propuesto reforzar, es el uso de la información del espacio proporcionada por los satélites. Las empresas privadas podrían agregarles valor a los datos y venderles servicios a productores agropecuarios, empresas y al propio gobierno. Los datos de nuestros satélites son públicos, lo que facilita el ingreso de empresas privadas al sector. La idea sería utilizar los datos y generar productos que puedan ser utilizados por terceros. Por ejemplo, los datos meteorológicos y de la humedad del suelo pueden procesarse y transformarse en productos y servicios para el sector agrícola. En Brasil, el rostro más visible de la aplicación de datos satelitales es el monitoreo de la deforestación, pero las imágenes necesitan procesarse e interpretarse. Hoy en día, eso lo hace el Inpe, pero me gustaría que también lo hiciera el sector privado, lo que propiciaría la creación de empresas, empleos e ingresos.

¿Qué se está haciendo para aumentar la participación del sector privado en el área?
Ya he hablado con los directores de algunos parques tecnológicos para que podamos movilizar, sobre todo, a empresas pequeñas, que suelen ser más ágiles e innovadoras. Estas nuevas oportunidades de negocios serán sostenibles a largo plazo, pero inicialmente es probable que requieran ayuda del gobierno. También estamos trabajando en las posibles formas de apoyo. La Asociación de Industrias Aeroespaciales de Brasil [Aiab], por ejemplo, agrupa a más empresas del sector upstream que del downstream. Tenemos que lograr que ambas crezcan, manteniendo la capacidad de fabricación de equipos y aumentando el uso de los datos. También pretendemos ampliar los acuerdos de cooperación internacional. A través de un convenio con China, con quien ya llevamos trabajando desde hace tiempo, estamos desarrollando otro satélite, el CBERS-6, en el marco del Programa Chino-brasileño de Satélites de Recursos Terrestres. Un acuerdo aún más reciente con Argentina, dio como resultado el proyecto del satélite Sabia-Mar.

¿Cuáles son las diferencias entre ellos?
Son dos satélites distintos. El CBERS-6 es un satélite diferente a los que ya hemos construido con China. En este programa, que comenzó hace casi 40 años, hicimos satélites ópticos, que toman fotografías, cuyo volumen es de aproximadamente 2 toneladas [t]. El CBERS-6 es un satélite radar, que registrará otro tipo de imágenes, empleando lo que denominamos tecnología radar de apertura sintética. Posee la ventaja de que puede “escudriñar” a través de las nubes, algo que el óptico no puede hacer. A la vez, será un satélite de menor porte, de aproximadamente 700 kilogramos [kg]. Estará montado sobre la Plataforma Multimisión [PMM], una estructura genérica desarrollada por el Inpe en la década de 2000, que ha sido utilizada para construir el satélite Amazonia-1. Nos gustaría poder desarrollar nuestros propios radares, pero este dispositivo será provisto por China. Siendo optimistas, la fecha de lanzamiento está prevista para 2028.

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPMontaje en el Inpe del satélite Amazonia-1, lanzado en 2021Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

¿Y el Sabia-Mar?
Su lanzamiento está proyectado para 2026. Proporcionará información sobre la calidad del agua en regiones costeras y continentales, porque Brasil tiene cuencas fluviales, centrales hidroeléctricas y embalses lo suficientemente grandes como para ser visibles por satélite. Mostrará, por ejemplo, la cantidad de clorofila en el agua, importante para evaluar la absorción de carbono y los cambios climáticos. En realidad, se trata de dos satélites: los argentinos construyen uno y nosotros otro, cada uno con un peso de unos 700 kg. La idea es que ambos trabajen juntos para obtener el doble de información. Otra diferencia es que produciremos el satélite completo, mientras que en el programa conjunto con China seremos responsables de la mitad. En el caso del Sabia-Mar, también podremos sacar provecho de la Plataforma Multimisión. Ya tenemos el 60 % de la plataforma lista.

Cuando asumió la presidencia de la AEB, comentó que el programa espacial brasileño puede ayudar a reducir la desigualdad social en el país ¿De qué manera?
Hemos estado buscando formas. Una de las maneras es reducir la concentración de empresas del sector espacial en São José dos Campos [São Paulo] y estimular la creación o el crecimiento de otras, en otras regiones. Para ello, estamos buscando asociarnos con universidades, parques tecnológicos, federaciones industriales y gobiernos de los estados y municipales para promover actividades espaciales a nivel local. Esto puede hacerse construyendo pequeños satélites. Para los satélites grandes, la infraestructura necesaria también lo es, pero los pequeños estimulan el desarrollo de empresas y la formación de personal especializado. El uso de datos satelitales sobre la deforestación, por ejemplo, pueden hacerlo localmente empresas privadas. Por supuesto, se necesita un plan de negocios, pero no se necesita una gran inversión, sino esencialmente computadoras, programas y personal. Cabe recordar que hemos adoptado una política de datos abiertos, es decir, las imágenes de satélite y la información sobre el clima son gratuitas o de bajo costo. Este tipo de servicio impulsa las economías locales y puede atenuar las desigualdades regionales.

Tenemos la intención de trabajar con la Nasa en un área conocida como space farming, enfocada en la producción de alimentos en el espacio

¿Cómo viene la participación de Brasil en la misión Artemis? ¿Enviaremos otro astronauta brasileño al espacio o a la Luna?
Nuestro objetivo en el ámbito del proyecto Artemis [un programa de vuelo espacial tripulado de la Nasa] no es el envío de un astronauta brasileño a la Luna, pero es un hecho que vamos a poner otro astronauta en el espacio, tal vez antes del final de esta década. Esto otorga visibilidad, pero no es lo más importante del programa espacial brasileño. Su principal propósito, desde un principio, ha sido generar beneficios para la sociedad. Al igual que otros países, solamente hemos suscrito la parte más genérica de los llamados Acuerdos Artemis, que son declaraciones de principios acerca del uso pacífico del espacio, la preservación de la sostenibilidad del espacio, el intercambio de datos, etc. Nuestro objetivo en Artemis es doble. Primero es hacer ciencia utilizando la Luna como plataforma. Con el apoyo del Inpe, el ITA [el Instituto Tecnológico de Aeronáutica] está diseñando un pequeño satélite, de 10 o 20 kg, para ponerlo en la órbita de la Luna. Realizará mediciones científicas sobre el comportamiento del Sol y su incidencia sobre la Luna y, eventualmente, sobre la propia Tierra. La segunda área en la que nos hemos propuesto trabajar ‒ y la Nasa ya ha mostrado interés ‒ es en la llamada space farming, para producir alimentos en el espacio. Hemos firmado un acuerdo con la estatal Embrapa [la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria] y ahora estamos abocados a la búsqueda de los recursos necesarios.

¿Su trayectoria como investigador le es de ayuda ahora que ocupa un cargo ejecutivo?
Mis casi 40 años trabajando en el Inpe me facilitan bastante mi desempeño en el área espacial, que aún es pequeña en el país, pero está creciendo. Cuando asumí la dirección de la AEB el año pasado, ya conocía a gran parte del personal del Inpe, del ITA, de la Fuerza Aérea, de las empresas y de las universidades. No estoy de acuerdo con todo el mundo ni todos concuerdan conmigo, pero nuestras discusiones son siempre de carácter técnico, nunca interviene lo personal, de manera que hemos podido mantener relaciones amistosas y profesionales. Generalmente hemos podido dialogar y acordar lenguajes y objetivos comunes, por lo que todo marcha con fluidez.

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