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Historia

Modos de liberación y supervivencia

Las mujeres esclavas se valían de distintas estrategias para comprar su manumisión y trabajar como libertas

Cocineras y huerteras vendiendo alimentos en las calles de Río de Janeiro, en 1875: las mujeres tenían más opciones de trabajo que los varones

Marc Ferrez/ Colección Instituto Moreira Salles

Negarse a trabajar, contestarles a sus amos y provocarles pequeñas pérdidas. Estas actitudes se convirtieron en estratagemas de las mujeres negras esclavizadas para devaluar sus propios precios. Valía incluso pedirles protección a familias enemigas de los amos a los que servían para conseguir la manumisión. La Abolición sólo se concretó en Brasil en 1888, pero después de que se estableció la Ley de Vientres Libres, en 1871, los esclavos pasaron a tener el derecho a comprar su libertad. Juntar dinero a tal fin exigía sacrificios agregados a la esclavitud, tales como trabajar durante los raros francos, además de negociar la parte de la remuneración que se destinaría a sus propietarios. Al valerse de esta estrategia, las mujeres tenían más éxito que los varones, fundamentalmente debido a la demanda de servicios domésticos. Una vez libres, debían vencer otros obstáculos tan difíciles como los anteriores: conseguir trabajo para sobrevivir, cuidar solas a sus hijos e insertarse en la sociedad local.

En estudios que inició en su maestría y prosiguió durante un posdoctorado en la Universidad de Nueva York, Estados Unidos, la historiadora Lúcia Helena Oliveira Silva, docente de la Facultad de Ciencias y Letras de la Universidade Estadual Paulista (FCL-Unesp), en su campus de la ciudad de Assis, analizó de qué manera las esclavas africanas y afrobrasileñas buscaban su libertad mediante el uso de medios jurídicos. “A partir de un estudio que comprendió 157 acciones que tramitaron en el foro de Campinas, detecté que más de la mitad de los expedientes para la compra de la manumisión correspondían a mujeres”, dice la investigadora, quien es vicecoordinadora del Núcleo Negro de Investigación y Extensión (Nupe-Unesp).

Los esclavos que deseasen comprar su libertad solicitaban una audiencia ante el juez local a los efectos de estipular el valor que deberían pagar. Debían ser representados por un hombre libre, ya que ante la ley no eran personas sino propiedad ajena. Según Oliveira Silva, para obtener el dinero determinado para la manumisión, las esclavas trabajaban lavando ropa y como ayas, amas de leche, bordadoras y planchadoras, aparte de vender alimentos en la calle que ellas mismas preparaban o cultivaban en pequeñas huertas. El mercado doméstico ofrecía más oportunidades a las cautivas que a los esclavos.

Para lograr la libertad más rápidamente, ellas adoptaban actitudes tendientes a bajar sus propios precios, como la de emprender fugas constantes, según relata la investigadora. Ése fue el caso, por ejemplo, de la esclava Cristina. Llevada a regañadientes de Río de Janeiro a Campinas, se negaba a permanecer en esa ciudad. Aun cuando a menudo era golpeada, no se sometía a las órdenes de su amo. Éste llegó entonces a la conclusión de que había hecho un mal negocio y se deshizo de ella, enviándola de regreso a Río. “Cristina estuvo al borde de la muerte, pero al final logró lo que quería”, comenta.

João Goston, IMS Colección Pedro Correa do Lago Madre y hijo en Salvador, en una foto de 1884João Goston, IMS Colección Pedro Correa do Lago

Otro ardid consistía en valerse de las enemistades entre los amos. Oliveira Silva cuenta la historia de una cautiva del interior de São Paulo que, tras ser golpeada, huyó a la casa de una familia enemiga. La familia que la acogió tenía como patriarca a un juez. Posteriormente, obtuvo la manumisión con la ayuda de éste. “Historias como ésta permiten romper con los estereotipos de la esclava de buen comportamiento que se ganaba la carta de manumisión de su patrón como recompensa”, sostiene la historiadora. “Rompe incluso con la imagen de la rebelde que huía constantemente y, por eso mismo, estaba condenada a ser eternamente esclava.”

Una vez obtenida la manumisión, lejos estaba de resolver sus problemas. Al requerir la mediación de terceros para hacer factible la adquisición de la libertad, se creaban a menudo relaciones de dependencia que podían contemplar la prestación de servicios, vínculos sexuales o pagos en efectivo.

En el período que se extiende de 1888 a 1926, una estrategia de supervivencia de los libertos de São Paulo consistía en migrar a Río. Al analizar el censo disponible en las actas de la Legislatura paulista, Oliveira Silva observó que, entre 1888 y 1890, el estado de São Paulo poseía el tercer contingente de esclavos de Brasil. Sin embargo, en 1892, la población negra se volvió escasa en la región. “Las experiencias de los libertos y los afrodescendientes en São Paulo estaban permeadas por expectativas de inserción social e intentos señoriales de mantenimiento de la situación sociorracial anterior a la Abolición”, afirma. Con la llegada de los inmigrantes europeos, el mercado de trabajo se volvió aún más difícil, pues los empleadores preferían contratar a la población blanca.

Por otra parte, Río funcionaba como un espacio de confraternización de esclavos y libertos provenientes de todo Brasil. “El muelle del puerto y la existencia de pequeños trabajos urbanos realizados por la comunidad negra facilitaban la inserción en la sociedad local”, dice. Una hipótesis de Oliveira Silva con relación a este movimiento migratorio indica que los libertos querían escapar del estigma de la esclavitud, una marca que solía aparecer mayormente en los municipios menores, y São Paulo en 1900 era una ciudad con alrededor de 240 mil habitantes, mientras que la población de Río ascendía a 811 mil personas.

En la ciudad de Recife, muchas mujeres preferían quedarse en la zona para que su condición de libertas no fuese cuestionada

La historiadora Isabel Cristina Ferreira dos Reis, docente del Centro de Artes, Humanidades y Letras de la Universidad Federal de Recôncavo da Bahia (UFRB), comenta que al contrario de los exesclavizados de São Paulo, los de los ingenios de la zona de Recôncavo Baiano, el área con mayor concentración de trabajo esclavo en esa región, permanecieron cerca de los lugares en donde vivían. La razón para ello era el deseo de preservar los lazos familiares y comunitarios.

También en la ciudad nordestina de Recife, muchas libertas optaron por permanecer en la región para que su condición no fuera cuestionada, ya que no todas las cartas de manumisión tenían valor oficial, y esas mujeres podían ser perseguidas por la policía, que las confundía con esclavas fugitivas. “Las mujeres se libraban de los estigmas del cautiverio creando estrategias tendientes a asegurarse espacios sociales por medio del trabajo o de las redes de compadraje, o afiliándose a las hermandades católicas”, comenta la historiadora Valéria Costa, docente del Instituto Federal del Sertón Pernambucano. Costa relata que había una circulación intensa de mujeres en las calles, sobre todo en razón del comercio. Como parte de una política pública higienista, que veía a la población negra como potencial causante de disturbios, las patrullas municipales prohibían la circulación de esclavos y libertos después de las ocho de la noche en el centro de Recife, especialmente en el barrio de Santo Antônio, de gran movimiento comercial.

En Río, las libertas provenientes de São Paulo mantenían el mismo oficio de antes de emanciparse. “Las cocineras, por ejemplo, tenían una gran movilidad en el espacio urbano y preservaban la tradición de preparar comidas populares, tales como el angu, una especie de polenta con trozos de carne, como en el tiempo en que eran esclavas”, explica Oliveira Silva. La investigadora constató ese proceso de migración al analizar alrededor de 300 ejemplares de siete periódicos paulistas leídos por la comunidad negra, que abarcaban el período que se extiende desde 1886 hasta 1926. Esos periódicos evidenciaban la frustración de los esclavos y los libertos con la búsqueda de empleo y con su reconocimiento como ciudadanos.

La investigadora también consultó expedientes penales y civiles del Archivo Nacional, como así también 310 prontuarios de la Casa de Detención de Río, datados entre 1888 a 1920. Del total de expedientes estudiados, observó que 275 involucraban problemas de ebriedad y desorden, y las mujeres negras permanecían durante mayor tiempo encarceladas cuando eran detenidas por la noche, en horarios considerados inmorales para ellas.

LAGO, Pedro Correa do. Colección Princesa Isabel: Fotografía del siglo XIX. Capivara, 2008 Trabajadoras con sus hijos y demás labradores parten hacia la cosecha de café en el sur del estado de Río de Janeiro, en 1885: la maternidad se experimentaba en forma dramáticaLAGO, Pedro Correa do. Colección Princesa Isabel: Fotografía del siglo XIX. Capivara, 2008

La condición femenina ayudaba a las manumisas a conseguir trabajo, pero también las exponía a la violencia. A diferencia de lo que sucedía con la mayoría de las mujeres blancas, las negras –esclavas, nacidas libres o libertas– debían enfrentar las calles, trabajando para sus amos o por su propia subsistencia. “En Bahía, al igual que en Río, quedaron expuestas a todo tipo de acosos y agresiones, y se defendían como podían: gritaban y peleaban y terminaban por granjearse mala fama”, relata Ferreira dos Reis, de la UFRB.

La maternidad
Aunque las investigaciones muestran a las esclavas como mujeres mucho menos pasivas de lo que se pensaba, Maria Helena Pereira Toledo Machado, profesora titular del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (USP), reafirma la precariedad del proceso de emancipación basado en el trabajo doméstico. Los patrones ejercían el control sobre la autonomía de las libertas, que eran separadas de sus familias y tenían poquísimos días para descansar.

La historiadora muestra que esas mujeres vivieron la maternidad de una manera dramática, ya sea como esclavas en busca de dinero, antes de 1888, o en la condición de libertas. En sus estudios, la investigadora constató de qué manera la custodia de los hijos a menudo se les quitaba a las libertas, con la justificación de que no tenían un comportamiento moral adecuado. A causa de este tipo de situaciones, Pereira Toledo Machado sostiene que la Abolición debe pensarse como un proceso signado por el género. “No obstante, ese sufrimiento no anula la lucha de esas mujeres por reinventar sus vidas, y muestra de qué manera fue ardua esa lucha”, concluye.

Publicado en marzo de 2017

Proyecto
Diásporas negras tras la Abolición: Libertos y afrodescendientes en São Paulo (1888-1930) (nº 09/14974-1); Modalidad Beca de Investigación en el Exterior; Investigadora responsable Lúcia Helena Oliveira da Silva (Unesp); Inversión R$ 15.951,30.

Artigos científicos
SILVA, L. H. O. A escravidão dos povos africanos e afro-brasileiros: A luta das mulheres escravizadas. Revista Org & Demo. v. 16, Edición Especial, p. 85-100, 2015.
SILVA, L. H. O. Aprendizado da liberdade: Estatégias de mulheres escravizadas na luta pela emancipação. Mnemosine – Revista do Programa de Pos-Graduação em História da UFCG. v. 5, n.1, ene./jun., 2014.
P. T. MACHADO, Maria Helena. Corpo gênero e identidad no limiar da Abolição: A história de Benedicta Maria Albina da Ilha ou Ovídia, escrava (Sudeste, 1880). Afro-Ásia. n. 42, p. 157-93, 2010.

Libro
SILVA, L. H. O. Paulistas e afrodescendentes no Rio de Janeiro Pos-Abolição (1888-1926). São Paulo: Humanitas, 2016.

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