El africanista autodidacta Nei Braz Lopes ha publicado siete diccionarios y una enciclopedia sobre lenguas y culturas africanas. Su producción supera las 30 mil entradas. Alrededor de 250 de estos registros integran el Dicionário banto do Brasil, de 1999, y se incorporaron al Dicionário Houaiss da língua portuguesa, elaborado por Antônio Houaiss. En 2016, su Dicionário da história social do Samba, elaborado en coautoría con Luiz Antonio Simas, en el cual propone una nueva lectura historiográfica de la génesis de este género musical en Brasil, ganó el Premio Jabuti en la categoría de Teoría/ Crítica Literaria, Diccionarios y Gramáticas.
Nacido en 1942 en el barrio de Irajá, un suburbio de Río de Janeiro, Lopes es el más joven de 13 hermanos. Se graduó en 1966 en la Facultad Nacional de Derecho de la antigua Universidad de Brasil, actual Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), pero, unos años después de graduarse decidió abandonar la carrera jurídica para dedicarse a la música popular, a la literatura y a los estudios sobre África. Desde que comenzó a componer profesionalmente en 1972, ha grabado canciones de artistas tales como Ivan Lins, Chico Buarque, Dudu Nobre, João Bosco, Fatima Guedes y Martinho da Vila. Compuso con Wilson Moreira (1936-2018) y escribió letras en obras del director Moacir Santos (1926-2006), reverenciado por varias generaciones de músicos brasileños.
Preocupado por el sesgo didáctico de su producción intelectual, Lopes aboga por una enseñanza de la historia africana en las escuelas brasileñas que se base en la ascendencia del continente y no en la trata atlántica y en la esclavitud. En su interpretación, el enfoque actual aleja el interés del público joven por el tema. En la siguiente entrevista, el investigador aborda su producción intelectual, su experiencia como novelista y compositor de música popular y su militancia por la causa negra.
Especialidad
Estudios africanos
Estudios
Licenciado en Derecho y Ciencias Sociales por la UFRJ
Producción
37 libros, incluidos siete diccionarios y una enciclopedia
¿Cómo fue que África se convirtió en su objeto de investigación?
Soy el menor de 13 hermanos, todos fallecidos. El mayor tendría 100 años. Mi madre, Eurydice de Mendonça Lopes, era ama de casa, y mi padre, Luiz Braz Lopes, trabajaba como albañil. Fui el único que terminó la educación básica y, más tarde, la educación superior. Cuando decidí dejar la profesión de abogado, fue un escándalo. El hecho de que mi padre nació en 1888, tres meses antes de la abolición, fue fundamental para despertar mi interés en los estudios africanos. Él fue un referente para mí y para mis hermanos, y murió en la víspera de mi cumpleaños de 18. Nunca supe detalles de su infancia o de su vida. Su historia personal siempre fue nebulosa y murió antes de que yo madurara lo suficientemente como para poder conversar mejor al respecto. Sé que su partida de nacimiento incluía los nombres de su padre y su madre, pero él nunca dijo nada sobre ellos. Parecía que no los conocía y creció un tanto suelto. Esta ignorancia fue decisiva en mi trayectoria intelectual, pues al estudiar África me di cuenta de que también quería reconstruir mi propio pasado. Hace cinco años, el historiador Flávio dos Santos Gomes me dijo que estaba realizando una investigación en iglesias del centro de Río de Janeiro para identificar los certificados de bautismo de negros que ocurrieron en el siglo XIX. Le dije que mi padre había sido bautizado en la iglesia de Nossa Senhora Lampadosa, cerca de la plaza Tiradentes. Y luego, en su investigación, Flavio encontró el registro bautismal de mi padre y sus dos hermanas. Nunca supe que mi padre tenía hermanas. Eventos como este me movilizaron aún más para seguir investigando. Estoy casado con Sonia Regina Lopes desde 1982, tengo un hijo de mi primer casamiento y dos nietos. Mi hijo es profesor de educación física, pero mis nietos acaban de empezar en carreras similares a la mía: el muchacho está estudiando historia en la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro (UFRRJ) y mi hija, ciencias sociales en la UFRJ.
¿Cuándo y por qué decidió escribir diccionarios?
Tenía 12 ó 13 años cuando me di cuenta de que las personas afrodescendientes, o afrobrasileñas, no tenían una representación positiva en los medios de comunicación. En general, me di cuenta de que solo aparecían en las noticias policiales o con un sesgo caricatural. Los artistas negros nunca se conocían por sus nombres, solo por apodos como Chocolate, Jamelão, Gasolina o Noite Ilustrada. En ese momento, comencé a coleccionar figuritas y recortes de revistas que mostraban a mis semejantes en condiciones favorables. Más tarde, en 1981, sufrí un trauma importante, al perder a uno de mis hijos en un accidente en el mar. La forma que encontré de ocupar mi mente y tratar de superar esa pérdida consistió en comenzar a leer mucho. Desde muy chico tenía un gran interés en África y empecé a buscar en librerías y con libreros de viejos en el centro de Río de Janeiro obras que abordaran las historias, las culturas y los idiomas de ese continente. En ese momento, principalmente en las librerías de viejos se vendían grandes colecciones de libros de la época colonial, así como informes compilados por funcionarios imperiales. Comencé a adquirir materiales con estas características, sin saber que eran obras raras y que serían importantes para el desarrollo de mi trabajo. Compré muchos diccionarios raros. Uno de los primeros, que lo tengo hasta el día de hoy, fue una edición de tres tomos de un diccionario bilingüe francés-kikongo, un idioma del suroeste de África. A sabiendas de mi interés, los amigos que viajaban a África o Europa comenzaron a regalarme obras raras que encontraban. Actualmente tengo una biblioteca con unos 3.000 libros y una gran cantidad de diccionarios de idiomas africanos. Por otro lado, también me di cuenta de que los diccionarios funcionan como un medio didáctico eficaz para difundir el conocimiento. Un libro de este género, con referencias bien articuladas, permite que el tema pueda estudiarse más fácilmente, ya que la información se condensa en entradas objetivas.
Y luego decidió hacer su propio diccionario…
Exactamente. Decidí elaborar un diccionario para identificar aquí los vocablos del idioma portugués que se originan en el universo de los pueblos bantúes, una denominación que abarca cientos de idiomas y dialectos africanos. En Brasil, los idiomas kikongo, umbundo y quimbundo ejercieron una mayor influencia sobre el portugués debido a la procedencia, en mayor cantidad, de africanos con esos orígenes. Palabras tales como babá [niñera], baia [tabique], caçapa [tronera], cachimbo [pipa], dengo [maña], farofa [fariña condimentada], fofoca [chisme] y minoca [lombriz], por ejemplo, es probable que se originen en lenguas bantúes, y el quimbundo puede haber sido el idioma que más contribuyó a la formación de nuestro vocabulario. Como resultado de este esfuerzo, en 1999 publiqué el Dicionário banto do Brasil, con más de 8.000 entradas. Más tarde, en 2012, fue revisado en una nueva edición con el título de Novo dicionário brasileiro de banto. En esa versión corregí equívocos, agregué hipótesis e incrementé la cantidad de entradas, incorporando palabras que también identifiqué en trabajos sobre remanentes de palenques [quilombos]. Al constatar la cantidad de palabras que se originan en lenguas bantúes que circulan por todo Brasil, quería demostrar la importancia de estas culturas en el contexto nacional. Por eso escribir diccionarios para mí también es una tarea política.
Al estudiar África, me di cuenta de que también quería reconstruir mi propio pasado
¿Cómo fue recibido ese primer diccionario?
La primera edición fue tildada como una obra amateur y poco realista. Algunos académicos dijeron que ese diccionario solo podría ser producido por expertos. Pero posteriormente el libro tuvo un destino brillante. Poco antes de su muerte, Antônio Houaiss [1915-1999, lexicólogo, diplomático y crítico literario] me llamó para decirme si podía incorporar 250 hipótesis etimológicas que yo formulara a su Dicionário Houaiss da língua portuguesa, publicado en 2001. En ese momento, yo mantenía una relación respetuosa con Houaiss, quien en 1987 había escrito el prefacio de mi libro de cuentos Casos crioulos.
¿Esta experiencia lo motivó a seguir escribiendo diccionarios?
Después del Dicionário banto do Brasil, se me ocurrió la idea de producir otro, multidisciplinario, sobre la presencia de africanos en Brasil y en América. Luego, en 2004, publiqué la Enciclopédia brasileira da diáspora africana, con aproximadamente 9.000 entradas que contienen información vinculada con la matriz cultural del mundo africano. Ese libro abarca varios temas, incluyendo biografías de personajes, vestimenta, hechos históricos y contemporáneos, accidentes geográficos, flora y fauna, fiestas y entretenimientos, oficios y actividades. En la década de 2000, todavía no tenía la respetabilidad que finalmente logré como africanista, por lo que el proyecto fue entregado a una editorial especializada. Con el pretexto de corregir mi investigación, modificaron la información, causándome una gran incomodidad. Después de algunos enfrentamientos, lo hicimos bien y el libro finalmente se publicó. Pero obras tales como los diccionarios requieren actualizaciones constantes y nuevas ediciones, lo que aún no he podido hacer con esa enciclopedia. De todos modos, sigo archivando información como para poder trabajar en una reimpresión actualizada en el futuro. La enciclopedia tiene 800 páginas y es un libro costoso. Después de publicarlo, me di cuenta de que tenía que producir una versión más popular y le propuse al editor que elaborara el Dicionário escolar afro-brasileiro, para llegar a los estudiantes. En ese nuevo trabajo, publicado en 2006, dejé de lado ciertas informaciones e incluí otras más acordes con ese nuevo público. Otros diccionarios que he elaborado y que realmente me gustan son el Dicionário literário afro-brasileño, de 2007, y el Dicionário da hinterândia carioca, de 2012. Hinterlandia es un término utilizado para definir lugares aislados, y ese libro cubre entradas relacionadas con los suburbios de Río de Janeiro.
En sus diccionarios sobre la historia africana, usted incluye entradas inusuales, tales como “analfabetismo”, “aptitud deportiva en negros” o incluso “Mário de Andrade”, junto a otras previsibles, tales como “africanismo” y “agregados”. ¿Por qué?
Creo que mi sensibilidad, junto con mi experiencia de vida, me permite establecer estas relaciones aparentemente inusuales. Tengo el privilegio de experimentar una vida larga y circular en ambientes variados. Durante más de 30 años viví la vida diaria de las escolas de samba. Además de la industria de la música y los medios intelectuales y literarios, transito por el universo de las religiones afrobrasileñas y afrocubanas. Múltiples y diversas experiencias amplían mi repertorio más allá del universo puramente teórico y me permiten establecer relaciones no obvias entre ciertos temas y entradas particulares. Por ejemplo, he incluido palabras sobre “racismo” y “sexismo” en el Dicionário de história social do samba [2015], ya que sé que estos términos son relevantes en el contexto del libro, aunque la gente no imagina que los encontrará en una obra como esa. Al mismo tiempo, el libro contiene entradas sobre el “jogo do bicho” [quiniela clandestina/ juego de apuestas clandestinas] y la “industria fonográfica”, que están más directamente relacionadas con el universo del samba. Me parece que este diccionario ganó el Premio Jabuti precisamente porque reúne esa información más obvia sobre el samba y abordajes inusuales.
¿Cuál es la propuesta historiográfica del Dicionário de historia social do samba?
Antes de que el samba se hiciera popular en Río de Janeiro, durante los primeros años del siglo XX, se lo practicaba de diferentes maneras en distintas regiones de Brasil. Estas vertientes se fusionaron para generar el tipo de samba que conocemos como “samba carioca”, que adquirió el estatus de género popular nacional. En el libro buscamos mostrar cómo se creó ese samba a partir de un proceso que comprendió la práctica de ese género musical en diferentes regiones de Brasil, deconstruyendo la idea de que fue concebido en la ciudad de Río, con el surgimiento de las primeras escolas de samba, en la década de 1920. El universo del samba aparece incluso en los registros literarios. Euclides da Cunha [1866-1909], en Os sertões, publicado en 1902, describe situaciones en las que el samba está presente en la Guerra de Canudos, por ejemplo. Aluisio Azevedo [1857-1913], en O Cortiço, de 1890, también formula esas descripciones. En África, el samba existía mucho antes. En los diccionarios de kikongo, un idioma de Angola, la palabra “samba” se define como una forma musical. Por eso me parece erróneo pensar que todo comenzó en Río, con la aparición de las escolas de samba.
¿Usted trabajó solo en la elaboración de diccionarios?
Al principio produje mis trabajos de forma independiente, sin el apoyo de equipos o socios. Nunca he tenido fuentes de financiamiento para producirlos, aunque hubiera querido tenerlas. El método ha consistido en desarrollar el diccionario y luego presentárselo a los editores. Para escribir el primero, el Dicionário banto do Brasil, recibí ayuda funcional de la Universidad Estadual de Río de Janeiro [UERJ], que está cerca de mi casa, en el barrio de Vila Isabel. En ese momento, yo no usaba una computadora, y un amigo, que era prorrector, consiguió que el personal de la institución me ayudara a digitalizar el material de la investigación. Sin embargo, durante el proceso de redacción del Dicionário da história social do samba, me di cuenta de que era necesario dividir las tareas, porque hacer diccionarios es un trabajo duro. Tengo 76 años y no puedo esperar para publicar libros póstumamente. Entonces lo invité a Luiz Antonio Simas, historiador y docente, a trabajar conmigo en el proyecto. En 2011, cuando publiqué el Dicionário de antiguidade africana, tuve la idea de elaborar otro, de historia de África, que se enfocase en el período más crítico e importante para la afrobrasileñidad, es decir, la era de la esclavitud y el tráfico negrero atlántico desde siglo XVII. Sin embargo, me di cuenta de que para llegar a ese período sería necesario primeramente abordar el momento anterior, para mostrar las grandes civilizaciones e imperios que existieron en África durante los siglos del VII al XVI. Para esto, busqué un socio, el historiador José Rivair Macedo, docente de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. Juntos desarrollamos el Dicionário da historia da África − séculos VII a XVI. Rivair Macedo estaba tan satisfecho con el resultado que le propuso a la UFRGS que me otorgase el título de doctor honoris causa, cosa que se concretó a finales de 2017.
¿Cómo usted desarrolla la investigación que resulta en los diccionarios? ¿De dónde viene su conocimiento del idioma?
Me considero un bibliómano. Por ejemplo, la investigación para desarrollar y luego revisar el Dicionário banto do Brasil implicó consultar bibliografías de mi colección, pero también conversaciones con personas que tuvieron contacto con idiomas y dialectos bantúes, el estudio de canciones antiguas, consultas léxicas de glosarios y otros diccionarios, atención al habla de los morros, los terreiros religiosos, los bares y los trenes suburbanos. Es un trabajo de investigación híbrido. Mi biblioteca está desorganizada y todavía no se ha catalogado nada. A menudo encuentro libros que ni siquiera recuerdo que los tenía. Mi colección es el resultado de un interés directo en África. Y no me desvío de ese camino. A veces tengo ganas de estudiar otros temas, pero enseguida me doy por vencido, porque sé que necesito concentrarme en este amplio universo.
¿Cómo evalúa la forma en que se enseña la historia de África en las escuelas brasileñas?
Por lo general es malo dar clases sobre África para cursos con afrodescendientes, porque a nadie le importa. Los currículos generalmente comienzan a abordar el tema desde la esclavitud, suponiendo que nuestros antepasados eran todos esclavos. Esto molesta mucho al público adolescente. Hace tres meses, di una charla sobre África en una escuela pública en la periferia de Río de Janeiro. Me preocupaba cómo esos estudiantes, que tienen un nivel de educación poco desarrollado, recibirían mi discurso. Así que organicé la charla para elevar la autoestima de los estudiantes, demostrando que no somos inferiores a otros pueblos y que tenemos una historia ancestral previa a la esclavitud. En las enseñanzas sobre África, es necesario descolonizar el pensamiento brasileño, haciendo evidente cómo los grandes centros europeos expoliaron el continente y que, hoy en día, la realidad africana es el resultado de estas acciones. Hasta ahora, el discurso sobre la valorización de la identidad negra casi siempre se restringe a circuitos cerrados, en tesis académicas o entornos de militancia. Todavía no veo que este discurso se vuelva popular y creo que las clases enfocadas en valorar la autoestima de la población negra pueden colaborar en este sentido.
¿Cuál sería el término más apropiado para definir a la población afrodescendiente en Brasil?
En la década de 1980 no había claridad sobre este tema y la palabra “negro” se consideraba peyorativa. Sin embargo, el movimiento negro decidió que era adecuada para abarcar el amplio universo de afrodescendientes en Brasil, independientemente del tono de su piel. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, IBGE, adopta las subdivisiones de “negros” y “pardos”, que pueden facilitar la implementación de políticas públicas específicas para esta parte de la población. Según la definición que empleo, un negro es cualquier descendiente de africano que se asume a sí mismo o que tenga una marca de identidad notable. Yo, por ejemplo, tengo una piel más clara de lo habitual en alguien de color negro, pero mi familia es obviamente de ascendencia africana por el color de la piel. En Estados Unidos y en Cuba, por ejemplo, la definición se refiere a su origen, es decir, “afrocubano” o “afroamericano”, pero esto es más difícil de poner en práctica en Brasil.
El abordaje de la historia del continente africano desde la esclavitud aparta al público joven
¿En qué proyecto está trabajando actualmente?
Estoy escribiendo el tercer diccionario sobre la historia de África, centrándome en el período de la esclavitud. Después de eso concluyo, con Luiz Antonio Simas, un diccionario sobre religiosidad negra en América y agoto mi fase de diccionarios. Quiero dedicarme más intensamente a la ficción, una vertiente de mi trabajo que adquiere proyección. Es una visibilidad merecida, porque con mi literatura también le doy voz al pueblo negro. En la historiografía literaria brasileña, hay pocos casos de protagonistas negros, y en mis libros el protagonismo no es solo con un personaje aislado, sino con toda una comunidad, como en Rio Negro, 50, que aborda la vida en la ciudad en la década de 1950, o incluso en O preto que falava iídiche que acaba de salir. Este último sigue el viaje del personaje principal por varios lugares del mundo. Regresa a Brasil durante la Revolución de 1930, sugiriendo que hubo un protagonismo negro en ese evento histórico. Por supuesto, es una invención literaria, pero la idea está allí. Los primeros libros de ficción que publiqué tenían el universo del samba como ambiente central. Ahora tengo lista una novela sobre Baixada Fluminense, donde vivo hace 10 años. Viví en los suburbios de Río toda mi vida, y después de mudarme a Seropédica, a unos 60 kilómetros de la capital, tuve una visión más amplia de cómo los gobernantes tratan a la periferia. La novela se llama Agora serve o coração y narra una historia fantástica de crimen, drogas, corrupción y política, además de abordar el tema de los evangelistas neopentecostales. Además de la ficción, estoy asesorando la dramaturgia de una cadena de televisión que pretende cambiar su abordaje sobre temas como la identidad negra y las periferias. Es estimulante ver el reconocimiento de mi trabajo que llega también de otras maneras.
¿Con qué definición de literatura afrodescendiente trabaja?
Defino a la literatura afrodescendiente como la que les da el protagonismo a los personajes afrodescendientes. Pero hay personas que reivindican otros significados para este género literario. Por ejemplo, a principios del siglo XX en Haití surgió una generación de escritores que escribieron en criollo haitiano. Es decir, autores que usaron una especie de dialecto local, usado oralmente, para hacer literatura escrita. En Brasil es distinto, no se puede pretender que una literatura afrodescendiente esté escrita en un idioma específico, porque aquí todos hablan en portugués. En Brasil, la identidad de la literatura afrobrasileña se construye esencialmente de acuerdo con el rol principal que los escritores les asignan a los personajes negros.
¿Cómo se refleja su perfil de investigador independiente en su trayectoria?
Me gradué en derecho y fui abogado por poco tiempo, pero no era un buen estudiante ni un buen abogado. Me guía más la sensibilidad que la formación teórica. Mi búsqueda de conocimiento contempla el deseo de rescatar la autoestima del público que me interesa y no el responder a los anhelos de ciertas corrientes intelectuales. La afiliación con las vertientes del pensamiento teórico es importante para aquellos que desean seguir caminos académicos. Soy práctico, quiero ver que el conocimiento que produzco llegue al público sobre el cual escribo. Por ejemplo, en términos de historia africana, [el diplomático e historiador] Alberto da Costa e Silva, también africanista, es un gran referente para mí. Con base en sus estudios, el conocimiento sobre el continente se extendió por todo el país. Pero no tengo afiliación teórica con su pensamiento. A mediados de la década de 1930, tanto en Brasil como en Cuba, hubo un momento de estudios africanos signado por la figura del folklorista o del etnólogo. Pertenecientes a las familias patriarcales, su interés en África se suscitó por su contacto con los empleados que trabajaban en sus casas. Estos fueron los casos del [sociólogo e historiador] Gilberto Freyre [1900-1987] y la antropóloga y escritora cubana Lydia Cabrera [1899-1991]. Ese perfil de erudito es diferente del intelectual que aborda cuestiones relacionadas con la identidad negra al ser un militante de la causa. Me considero un militante, no un militante tradicional, sino un activista, porque no estoy afiliado a organizaciones, tal como sucedió en la década de 1980, cuando los partidos políticos tenían núcleos específicos para defender agendas referentes a la población negra.
¿Cómo se alimentan los diferentes aspectos de su trabajo?
La ficción, los diccionarios y la composición musical convergen en el mismo camino. Al comienzo de mi carrera como compositor, también escribí letras con el propósito de difundir la cultura matriz africana, pero el mercado no siempre acepta este tipo de trabajo. Por eso a veces necesito hacer producciones más comerciales. Cuando puedo incluir preguntas sobre la identidad negra en mi música, busco apoyo en mis libros. Al mismo tiempo, mi literatura se alimenta de la vivencia en los ambientes de la música y del samba. Antes, solía decir que quien pagaba las cuentas de la casa del escritor era el sambista. Ahora ambos lados están equilibrados.