Hacía desde la segunda mitad del siglo XIX que la ornitología brasileña no brindaba un aporte tan significativo para ampliar el conocimiento sobre la biodiversidad: se describirán formalmente por primera vez 15 nuevas especies de aves de la Amazonia nacional en una serie de artículos científicos cuya publicación está prevista para el mes de julio en un tomo especial del Handbook of the birds of the worlds, que edita la española Linx Edicions. Dicho volumen completa una colección compuesta por 17 libros que, dado su carácter enciclopédico y didáctico, es adoptada como fuente de consulta por ornitólogos profesionales y aficionados.
Los autores de las descripciones pertenecen a tres instituciones nacionales de investigación ‒el Museo de Zoología de la Universidad de São Paulo (MZ-USP), el Instituto nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa), con sede en Manaos, y el Museo Paraense Emílio Goeldi (MPEG), de Belém‒ y al Museo de Ciencias Naturales de la Universidad del Estado de Louisiana (LSUMNS), de Estados Unidos. Desde 1871, cuando apareció el libro Zur Ornithologie Brasiliens, los ornitólogos no presentaban al mundo, simultáneamente y en una única obra, un conjunto tan numeroso de nuevas aves brasileñas. En dicha obra, escrita por el austríaco August von Pelzeln (1825-1891), se dieron a conocer 40 especies de aves capturadas por el naturalista Johann Natterer (1787-1843), también austríaco, durante sus viajes por la Amazonia brasileña.
Once de las nuevas especies son endémicas de Brasil y las cuatro restantes también pueden hallarse en Perú y en Bolivia. Ocho de ellas habitan solamente al oeste del río Madeira, en la región occidental de la Amazonia; cinco, exclusivamente en el territorio delimitado por ese curso de agua y el río Tapajós, en el centro de la región norte; y dos, tan sólo moran al este del Tapajós, en Pará, en el extremo oriental de la selva tropical. En el tomo especial del Handbook, los autores describen la morfología (formas y estructuras), la genética y la vocalización (canto y sonidos) de las nuevas especies. Por medio de mapas específicos, se muestran incluso los lugares donde vive cada especie. Empero, hasta que se publique oficialmente el libro, el nombre científico y algunos detalles sobre la anatomía y las costumbres de las nuevas especies no pueden divulgarse.
Entre esas aves hasta ahora desconocidas y sin registro en la literatura científica, la mayor y más espectacular es una especie de urraca, que pertenece al género Cyanocorax, con unos 35 centímetros de longitud, y que solamente habita en los bordes de praderas naturales situadas en medio de la selva existente entre los ríos Madeira y Purus, estado de Amazonas. “Esta urraca se encuentra amenazada de extinción”, dice Mario Cohn-Haft, curador de la sección de ornitología del Inpa, principal descubridor del cancão-da-campina, el nombre popular acuñado para el ave, en portugués. “Su hábitat se encuentra en peligro y podríamos perder la especie antes de haber tenido tiempo de estudiarla en profundidad”. La región donde suele encontrársela es un complejo de praderas, ubicado a 150 kilómetros hacia el sur de Manaos, en una zona cercana a la autopista BR-319, que une la capital amazonense con Porto Velho. La carretera está siendo reparada y los investigadores temen que, al facilitarse el acceso al lugar, ello ponga en riesgo el hábitat de la especie. “A la nueva urraca también puede hallársela en una zona de praderas naturales del sur de Amazonas, cercana a Porto Velho, donde se establecieron muchos colonos del sur del país, que la confunden con la urraca azul [Cyanocorax caeruleus, uno de los símbolos del estado de Paraná]”, dice Cohn-Haft.
Exceptuando un ave del orden de los Piciformes, que incluye a los tucanes y pájaros carpinteros, el resto de las nuevas especies amazónicas presentadas a la comunidad científica pertenecen al orden de los Paseriformes. Los miembros de este grupo, a los que popularmente se los denomina pajaritos, representan aproximadamente un 55% de las especies de aves conocidas, tales como los gorriones, canarios, benteveos y tantos otros. Además de la urraca y del lejano pariente de los tucanes, en el libro serán descritas cinco especies pertenecientes a la familia Thamnophilidae (que incluye a los hormigueros), cuatro de la familia Dendrocolaptidae (todas ellas nuevas variedades de trepatroncos), tres de la vasta familia Tyrannidae (que comprende 400 especies presentes desde Alaska hasta Tierra del Fuego) y una de la pequeña familia Polioptilidae (compuesta por menos de 10 especies, en general aves vulgarmente conocidas como tacuaritas).
En términos numéricos, las nuevas especies amazónicas representan un incremento de casi el 1% en la biodiversidad nacional de aves. “Somos el segundo país en lo que se refiere a cantidad de especies de aves conocidas, alrededor de 1.840”, informa Luis Fábio Silveira, curador del sector de ornitología del Museo de Zoología de la USP, uno de los coordinadores de la iniciativa. “Tan sólo Colombia nos supera en número de especies, con unas 1900. Pero dentro de una década, estaríamos llegando a las 2 mil especies de aves conocidas en Brasil. Existen varios ejemplares de aves desconocidas en los museos brasileños oriundas de diversos biomas, que serán descritas durante los próximos años”.
Las aves constituyen el grupo de vertebrados más estudiado por la biología. Sin embargo, parece que hay mucho por descubrir, especialmente en la Amazonia, aunque ese bioma haya sido objeto de diversas investigaciones en las últimas décadas. “La biodiversidad en general, e incluso las aves de este bioma, está lejos de haber sido completamente revelada”, dice el ornitólogo Bret Whitney, investigador del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad del Estado de Louisiana y principal coordinador del proyecto. “Aún falta mucho para que la Amazonia pueda ser considerada conocida en detalle y que, de tal modo, permita la planificación y sostenibilidad de las reservas de biodiversidad existentes, como así también de las futuras”. En simultáneo a la vida académica, Whitney es socio en una empresa de ecoturismo, Field Guides, que ofrece un servicio de guías para la gente que quiera observar aves en varios sitios del globo, incluso en la Amazonia.
Algunas de las decenas de expediciones realizadas en la Amazonia durante los últimos 10 años, que condujeron al descubrimiento de nuevas especies, fueron costeadas, parcial o totalmente, en el marco de un proyecto de Silveira financiado por la FAPESP. Otras contaron con el apoyo del CNPq, del Ministerio de Medio Ambiente, del Programa de Investigaciones en Biodiversidad del Ministerio de Ciencia y Tecnología, de secretarías estaduales e incluso de la estadounidense National Geographic Society. En una de esas incursiones por la jungla tropical, durante el año pasado, dos decenas de investigadores y alumnos de posgrado de las instituciones participantes en el proyecto alquilaron durante un mes, mediante el pago de 75 mil reales, un barco para recorrer el río Sucunduri, un afluente del Madeira, en busca de nuevas especies de aves.
En otros momentos, los científicos requirieron incluso de la ayuda de soldados armados para ingresar en regiones que podrían albergar nuevos especímenes de aves. El hábitat típico de una de las nuevas especies, un picoguadaña piquinegro, es Floresta Nacional de Altamira, un parque nacional cercano a la autopista BR-163, en el sur del estado de Pará. El área es una unidad de conservación del Ibama. “Empero, para poder trabajar con seguridad en dicha reserva, tuvimos que ser escoltados por soldados del Ejército brasileño. Había una mina ilegal funcionando allí”, relata Aleixo, de la sección de ornitología del MPEG. “La tensión soportada al trabajar en un sitio como ése es enorme y, si no fuese por la presencia del Ejército, no lo hubiéramos logrado”.
El proceso de descripción de especies recientemente descubiertas en la actualidad queda registrado en las páginas de las revistas científicas, y ya no en libros. Pero la importancia y la singularidad del conjunto de nuevas especies de aves amazónicas motivaron a los editores de la enciclopedia y a los autores de los trabajos a optar por un camino alternativo. Cada nueva especie fue objeto de un paper independiente, un artículo científico, a ejemplo de cómo se lo prepararía para un periódico académico, y el equipo del Handboock contrató los servicios de un grupo de expertos para actuar en el proceso de revisión por pares y la aprobación de los textos con las descripciones formales de cada especie. Para la ciencia, el texto que describe y bautiza con un nombre en latín, compuesto por dos términos (género y especie) a una nueva forma de vida, equivale al certificado de nacimiento de dicha especie. También sirve como un documento fundamental de la biodiversidad de una región, tal el caso de las aves de la Amazonia, y para la formulación de políticas públicas con carácter ambiental.
La iniciativa de publicar sobre todas las nuevas especies en forma conjunta tomó cuerpo el año pasado y fue coordinada por Whitney, Silveira, Cohn-Haft y Aleixo, con la participación permanente de alumnos de posgrado de sus respectivas instituciones. El grupo estaba produciendo textos para el 17º tomo del Handboock, que incluiría información sobre especies de aves descubiertas recientemente en todo el mundo, entre 1992 y 2011. Las especies formalmente descritas por la ciencia durante ese período habían quedado fuera de los otros 16 volúmenes de la serie, que resumían y organizaban datos de cada miembro de las familias conocidas de aves. Inicialmente, el volumen especial de la obra trataría sobre 68 especies, todas ya descritas formalmente en papers publicados en revistas científicas durante las dos últimas décadas, lo cual da un promedio de menos de 4 nuevas especies descubiertas por año. Al final, el libro extra incluirá 83 especies, contando las 15 de la Amazonia cuya descripción científica aparece excepcionalmente en el propio libro. Al optar por revelar simultáneamente las nuevas especies en una única obra, la idea del grupo consistía en llamar la atención acerca de la importancia de preservar la biodiversidad de la Amazonia, donde pueden hallarse dos tercios de las especies de aves existentes en Brasil. “Si publicáramos cada paper por separado, en revistas distintas, el impacto no sería el mismo”, dice Silveira.
El acto de buscar aves en su medio natural remite a la imagen de un sujeto en bermudas, remera, sombrero y binoculares en la mano. Tal vez, una cámara fotográfica también componga la escena. Sin embargo, hay algo que no se menciona y es más que obligatorio para los ornitólogos: un grabador. Las 15 nuevas especies fueron identificadas casi todas por su canto inicialmente, el cual, a los oídos de los expertos, presentaba un carácter diferente o poco familiar. “No es necesario ser un superdotado para reconocer un canto diferente. Es cuestión de entrenamiento”, dice Whitney. “Es como reconocer por el primer acorde a una nueva canción de su banda favorita”.
Hace tan sólo dos décadas, la descripción de una nueva especie de ave, tal como ocurría con la mayoría de los seres vivos, se basaba únicamente en la singularidad de su anatomía y su apariencia externa. Si el plumaje y las estructuras óseas de un ejemplar eran significativamente distintos de los rasgos hallados en las especies conocidas, ese animal podía ser identificado como perteneciente a una nueva especie. Hoy en día, más allá de la morfología, se utilizan otros dos criterios básicos para postular la existencia de nuevas especies de aves: el análisis de sus vocalizaciones y el de su material genético.
“Actualmente hay investigadores que plantean la existencia de una nueva especie de ave incluso cuando solamente uno de estos tres parámetros se revela diferente al del resto de las especies conocidas”, informa Silveira. “Nosotros fuimos conservadores en nuestro trabajo y propusimos una nueva especie tan sólo cuando encontramos divergencias en al menos dos de esos tres criterios”.
Con la ayuda de software especializado, el canto grabado de cada especie de ave propuesta como nueva fue comparado con vocalizaciones homólogas de especies similares. A veces, bastaron pocos segundos de comparación para confirmar la primera impresión captada por el oído entrenado de los ornitólogos: las frecuencias sonoras emitidas por las nuevas especies eran distintas a los cantos emitidos por aves emparentadas, incluso en aquellas especies que físicamente eran extremadamente similares. Por cada ave descubierta, los investigadores también secuenciaron algunos miles de pares de bases genéticas presentes en el ADN nuclear y en las mitocondrias, los orgánulos celulares encargados de la producción de energía que cuentan con un genoma propio e independiente, el cual a menudo se emplea para los estudios de filogenia.
Se comparó el material genético con el ADN de especies conocidas con la finalidad de determinar su singularidad y establecer, de ser posible, relaciones de parentesco o un árbol filogenético de la nueva especie. “Para buena parte de las nuevas aves que estamos describiendo, la confirmación de que se trataba de especies diferentes realmente se obtuvo mediante la inclusión del aspecto genético en los análisis”, comenta Aleixo. “Esto refuerza la importancia de que la recolección científica de especímenes debe acompañarse con la obtención del material genético, algo que, desgraciadamente, todavía no se practica en diversos museos y colecciones de todo Brasil”.
Los estudios genéticos pueden revelar importante información sobre los orígenes de las especies. La historia evolutiva de dos de las nuevas aves descritas, sendos tiluchíes del género Herpsilochmus, es bastante ilustrativa del tipo de contribución que puede obtenerse mediante ese abordaje. Ambas especies son casi iguales desde el punto de vista morfológico, pero sus vocalizaciones son nítidamente diferentes. Una de las aves habita en un territorio de la orilla derecha del río Madeira y la otra, solamente en la orilla izquierda. En ese caso, el río Madeira, cuya distancia entre márgenes puede llegar casi a los 10 kilómetros en algunos lugares, funciona como una barrera natural entre ambas poblaciones de aves, que no mantienen contacto entre sí. La separación prolongada de los dos grupos de tiluchíes motivó el proceso evolutivo que los biólogos denominan especiación: el surgimiento de una nueva especie o en este caso dos, originadas por la fragmentación de una población ancestral común y que actualmente existen en ambientes sin comunicación (efecto vicariante). Pese a las enormes semejanzas morfológicas entre las dos especies de tiluchíes, los estudios genéticos revelaron ‒y ése es el dato realmente sorprendente‒ que el río Madeira las aisló hace 2 millones de años.
El papel de los grandes ríos de la Amazonia, barreras geográficas infranqueables para muchas especies, con el surgimiento de nuevas formas de vida, es bastante conocido por la ciencia. Según los ornitólogos, la novedad radica en que incluso cursos de agua no tan colosales pueden, en ciertos casos, desempeñar la misma función. Por lo menos tres nuevas especies han sido descubiertas, por ejemplo, en la región comprendida entre los ríos Aripuanã y Machado, en el sur del estado de Amazonas y el norte de Rondônia: uno de los tiluchíes antes mencionados, la choquinha-do-rio-roosevelt y el cantador-de-rondon (ésos son los nombres populares de las aves). Esa zona, que también es atravesada por el río Roosevelt, funcionó como un refugio para especies menores de aves, que quedaron “atrapadas” y acabaron desarrollando, con el paso de los años, características propias en el interior del territorio situado entre las costas de los cursos de agua. “Algunos ríos de la Amazonia fueron modificando su recorrido en el transcurso de la historia evolutiva”, afirma Silveira. “A veces, ese proceso de modificación del cauce de los ríos promueve la separación de poblaciones de aves que antes habitaban en un mismo ambiente”. Los numerosos ríos que serpentean por la mayor selva tropical del mundo constituyen una caudalosa fuente de biodiversidad, dentro y fuera de sus aguas.
Proyecto
Sistemática, taxonomía y biogeografía de aves neotropicales: los Cracidae como modelo (2007/ 56378-0); Modalidad Línea Regular de Ayuda al Proyecto de Investigación; Coord. Luís Fábio Silveira – MZ-USP; Inversión R$ 86.928,28 (FAPESP).