Al comienzo de este año, Thiago Mattar Cunha se convirtió en el primer brasileño en obtener el premio Patrick D. Wall Young Investigator Award for Basic Science, concedido por la International Association for the Study of Pain (Iasp), con sede en Estados Unidos, que premia a jóvenes investigadores destacados en un campo relativamente nuevo del conocimiento, el de los estudios del dolor. El científico tiene 38 años y es docente en la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto de la Universidad de São Paulo (FMRP-USP).
La elección, cuya ceremonia de entrega está prevista para llevarse a cabo en el mes de junio del año próximo en Ámsterdam, Holanda, tuvo en cuenta la prolífica producción científica de Mattar Cunha en el área, en particular, sus estudios al respecto del dolor crónico. El joven científico de la localidad de Passos (Minas Gerais), forma parte del equipo del Centro de Investigaciones de Enfermedades Inflamatorias (Crid), uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) financiados por la FAPESP, con el propósito de profundizar el conocimiento científico sobre las enfermedades inflamatorias.
La dedicación de Mattar Cunha a los estudios del dolor comenzó en 2001, cuando cursaba el tercer año de la carrera de farmacia y bioquímica en la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de Ribeirão Preto de la USP. “Durante la iniciación a la investigación científica comencé a estudiar métodos para evaluar el dolor en ratones, y después pasé a dedicarme específicamente a los estudios del dolor inflamatorio”, rememora. En la maestría, que inició en 2004, Mattar Cunha estudió los mecanismos que intervienen en la génesis del dolor inflamatorio y su relación con las citoquinas, proteínas secretadas por células del sistema inmunológico en los procesos inflamatorios y que son las responsables de la aparición del dolor. En el estudio, identificó una manera de neutralizar las citoquinas mediante el uso de medicamentos inmunobiológicos, lo que genera un alivio significativo de la sensación dolorosa.
Su inmersión en el campo de la neurociencia se produjo durante el doctorado, que también desarrolló en la FMRP, cuando estudio los mecanismos moleculares de la acción analgésica de los opiáceos, sustancias sintéticas que se emplean para la fabricación de drogas tales como la morfina. “En la literatura científica había información de que los opiáceos, además de su efecto analgésico sobre el sistema nervioso central, también podían actuar en forma periférica. No obstante, todavía no se entendía cómo funcionaban esos mecanismos”, dice.
A pesar del importante rol que desempeña como síntoma, es decir, para indicar enfermedades en el organismo, el dolor puede asumir un aspecto crónico cuando proviene de una disfunción del sistema nervioso. “En este caso, el dolor resultante de un proceso lesivo o inflamatorio persiste en el sistema nervioso central o periférico incluso después de que el paciente se cura y se transforma en una enfermedad a la que se conoce como dolor crónico”, explica. Sin embargo, la existencia de fármacos para el tratamiento del dolor crónico aún no garantiza los mismos efectos en todos los pacientes. “Muchos de ellos no responden plenamente a los medicamentos que se aplican. Por eso estamos abocados al desarrollo de nuevas moléculas que puedan mejorar esa respuesta”, añade.
Cunha también llamó la atención entre la comunidad científica al estudiar, junto con científicos de la Universidad Harvard en Estados Unidos, el surgimiento de hebras blancas en ratones con pelaje oscuro sometidos a estímulos dolorosos de naturaleza aguda, confirmando la hipótesis que sugiere que el estrés causa una pérdida precoz de la pigmentación del pelo. El hallazgo fue publicado en la revista científica Nature en enero de este año. “Ahora habrá determinar si esos resultados se aplican a los seres humanos”, concluye.
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