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TAPA

Para promover una cultura de la integridad

Conferencia mundial debate experiencias educativas que generan buenas prácticas científicas desde el inicio de la carrera de los investigadores

fapesp_conduta3MAURÍCIO PIERROdesde Río de Janeiro

El desafío de difundir buenas prácticas científicas desde las primeras etapas de la carrera de los investigadores fue uno de los temas tratados con mayor énfasis en la 4ª Conferencia Mundial sobre Integridad Científica, que congregó en Río de Janeiro a alrededor de 500 profesionales de más de 45 países entre los días 31 de mayo y 3 de junio. En unas dos decenas de presentaciones se mostraron los resultados de la implementación de programas educativos y de capacitación generados en varios lugares del mundo para promover una cultura de la integridad en universidades e instituciones de investigación, una señal de que el debate al respecto de la honestidad académica ya no se reduce a la formulación de directrices éticas y a sancionar los casos de adulteración de datos, falsificación y plagio, que son los principales enfoques en el campo de la discusión sobre la mala conducta en la investigación científica. El debate actual, cabe decirlo, incluye también la preocupación por los alumnos de la enseñanza media, que desde temprano ya tienen contacto con las herramientas capaces de facilitar el plagio en sus trabajos escolares.

En Brasil, representado por más de 200 participantes, hay pocos programas educativos. “Aún falta un largo camino para que el país implemente políticas educativas de fuste en cuanto a la integridad científica”, dijo Sonia Vasconcelos, docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), una de las organizadoras del evento. “La conferencia fue una oportunidad para que los participantes se familiaricen con los que están realizando las instituciones en varios países y analicen cómo pueden avanzar”.

Entre las distintas experiencias, se destacaron los cursos de capacitación online para estudiantes e investigadores, cuyo contenido puede adoptarlo cualquier institución. Un ejemplo de ello es el programa europeo Epigeum, que utilizan alrededor de 230 universidades en más de 27 países y fue creado en 2005 como una spin-off de Imperial Innovation, una empresa con sede en el Imperial College de Londres. Entre decenas de cursos online sobre temas de interés científico y académico, el de integridad científica es uno de los más solicitados. El mismo se divide en cinco módulos que abordan tópicos tales como planificación de la investigación, conflictos de interés y atribución de autoría de papers, y cuenta con herramientas didácticas, como por ejemplo, videos y debates online. El Epigeum también dispone de un curso en el cual se discute la definición de plagio y los modos de identificarlo. Aún se sabe poco sobre el impacto de los programas educativos en la práctica de los investigadores. “Estamos desarrollando un cuestionario para analizar cómo asimila cada uno el conocimiento abordado en los cursos”, dijo Nicholas Steneck, director del programa de Ética e Integridad en la Investigación de la Universidad de Michigan, quien coordina el curso del Epigeum.

La estrategia de brindar capacitación online puede resultar útil, pero tiene limitaciones. Se debe tener en cuenta, por ejemplo, si el contenido es adecuado para el contexto de cada país. “Resulta esencial evaluar la cultura de cada ambiente de investigación antes de implementar esos programas”, dijo Sabine Kleinert, editora de la revista The Lancet y una de las coordinadoras del comité internacional del evento. Para ella, lo ideal sería que tales iniciativas sean un complemento de las actividades educativas que se desarrollan en cada universidad.

Otra experiencia es el Collaborative Institucional Training Initiative (Citi), de la Universidad de Miami. Su creación data del año 2000, y ofrece cursos online en 10 idiomas, que ya se utilizan en 77 países. La capacitación sobre conducta responsable en la investigación se divide en 11 módulos. Algunos de ellos se encuentran disponibles en portugués, tales como los que definen conflictos de intereses, tipos de mala conducta y formas de administrar los datos de la investigación. Del mismo modo que en el Epigeum, el uso de los módulos del Citi no es gratuito. Se necesita una licencia institucional, que puede abonarse anualmente.

fapesp_conduta3Su contenido cuenta con un abordaje vinculado a directrices de la National Science Foundation (NSF), la principal agencia estadounidense de fomento a la investigación básica, que desde 2007 exige capacitación en integridad científica a las instituciones que financia. Pero el programa Citi no refleja solamente la realidad de Estados Unidos. En los últimos años, la iniciativa se replicó mediante la creación de centros en otros cuatro países: Japón, Canadá, India y Corea del Sur. Éstos desarrollan contenidos adaptados a las demandas locales, con la colaboración de investigadores de otras culturas. En la India, por ejemplo, el Citi se utiliza en la Universidad de Sri Ramachandra para la formación ética de médicos, con énfasis en la responsabilidad en test clínicos.

En Brasil, el Citi tiene anclaje en dos instituciones, la UFRJ y la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUC-RS). “Más allá de participar en un curso presencial de 16 horas, los docentes y alumnos de la UFRJ e instituciones colaboradoras deben completar el módulo electrónico del Citi”, explicó José Roberto Lapa e Silva, docente de la Facultad de Medicina de la UFRJ. La PUC-RS estudia la utilización del Citi para ampliar las actividades de capacitación que ya incluían la realización de workshops, seminarios y distribución de material didáctico a alumnos de iniciación científica e investigadores. “Ahora pretendemos llegar a docentes que supervisan a investigadores en el comienzo de sus carreras de posgrado”, comentó Rosemary Shinkai, profesora de la PUC-RS.

Los episodios de mala conducta, tales como fraude y plagio, se han multiplicado durante los últimos años, impulsados, en gran medida, por el crecimiento de la producción científica. Un estudio publicado en 2012 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) reveló las causas de la retractación de 2.047 artículos científicos indexados en el repositorio PubMed, elaborados por investigadores de 56 países. Tan sólo el 21,3% de los artículos tuvieron su publicación cancelada debido a errores no intencionales, mientras que un 67,4% lo fue por razones de mala conducta. De este último porcentaje, un 43,4% fue por práctica o sospecha de falsificación, un 14,2% por publicación duplicada y un 9,8% por plagio.

Los orígenes de la proliferación de las prácticas antiéticas en la ciencia fueron objeto de un amplio debate en la conferencia. Para muchos investigadores, el fenómeno está relacionado con el sistema de recompensas vigente en el ámbito científico. “Se califica al investigador de acuerdo con su productividad. La forma en que recibirá ayuda, obtendrá una beca o progresará en su carrera está vinculada al número de artículos que publica”, analizó Rosemary Shinkai, de la PUC-RS. En su opinión, se necesita repensar ese sistema. El físico inglés Philip Moriarty, de la Universidad de Nottingham, bregó por cambios en el modelo. “El factor de impacto de la publicación, a veces no tiene relación con la calidad de un trabajo individual”, sostuvo.

Surge entonces una pregunta inevitable: ¿qué es lo que impulsa a un investigador sénior, con una sólida trayectoria académica, a protagonizar casos de mala conducta en trabajos científicos? Para Paulo Beirão, director científico de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de Minas Gerais (Fapemig), la respuesta contempla variables a veces poco tangibles. “Hay factores que ni siquiera los investigadores experimentados logran controlar siempre. Generalmente, están demasiado ocupados, involucrados en actividades burocráticas y educativas, y no cuentan con tiempo suficiente para controlar rigurosamente lo que publican en asociación con alumnos y colaboradores, cuando la cantidad es excesiva”, explicó Beirão, quien fue miembro de la Comisión de Integridad Científica del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) entre 2011 y 2013. A partir de que asumiera cargos administrativos, Beirão ralentizó el ritmo de sus investigaciones con toxinas en arañas y escorpiones en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), para evitar ese problema. “Las tareas administrativas no impiden mi trabajo como investigador. Pero ahora publico menos”, dijo.

La presión que el investigador ejerce sobre sí mismo para publicar muchos artículos puede generar errores. “En un ambiente competitivo, el imaginario del investigador queda subyugado por la idea de que, para ser mejor, necesita publicar compulsivamente”, dijo Beirão. Esta justificación, dice el profesor, no siempre encuentra aval en la realidad, puesto que las agencias de fomento del país evitan ese tipo de requerimientos. “Se acostumbra criticar a las agencias por la presión sobre los investigadores, pero la mayoría de ellas no avala la producción en gran cantidad. Lo que se espera es un número razonable de trabajos, pero de calidad”. La directora del departamento de Educación de la Oficina de Integridad de la Investigación (ORI) de Estados Unidos, Zoë Hammatt, presentó en la conferencia un panorama de las justificaciones presentadas por los científicos investigados. Un estudiante de posgrado, por ejemplo, alegó que sufría “un fuerte estrés”. Algunos exponen inseguridad y temor al descrédito ante colegas y supervisores. “Me aterrorizaba la posibilidad de fallar y lo que mis colegas y alumnos pensarían si ello ocurriera”, dijo un investigador que inventó datos. “Esos casos revelan que la mala conducta tiene múltiples causas y los casos deben investigarse con cautela”, dijo Hammatt.

Los casos estudiados por el ORI se utilizan para ayudar a la elaboración de programas educativos en instituciones de investigación. Recientemente, la oficina divulgó un documento con más de 20 estudios de caso. Los ejemplos, que se basan en situaciones reales, están acompañados por instrucciones sobre cómo abordarlos en las aulas. Uno de los casos presentados es el de una investigadora extranjera, sin habilidades para la redacción en inglés, que le entrega a su supervisora en Estados Unidos un artículo en el que el 80% del texto está plagiado. Se sugiere que el debate con los alumnos parta del siguiente planteo: “¿Se la debería expulsar del programa o concederle una segunda oportunidad?”. Para el coordinador del trabajo, James Dubois, docente de la Universidad de Saint Louis, el objetivo radica en promover el debate. “Deseamos animar a los instructores de cursos a ser creativos y ayudar a los estudiantes a desarrollar el pensamiento crítico”, escribió Dubois.

El programa Good Scientific Practice (GSP), que abarca a instituciones y universidades de Alemania, Luxemburgo y Francia, es señalado en Europa como una iniciativa prometedora de educación en integridad científica. A diferencia de las propuestas online, su objetivo consiste en promover workshops donde participen investigadores en comienzo de carrera. Hasta el mes de mayo, se habían llevado a cabo 25 eventos. El GPS también ofrece cursos para docentes que desarrollan actividades de integridad científica con sus alumnos. Según Helga Nolte, profesora de la Universidad de Hamburgo, en Alemania, y miembro del GSP, un problema asociado a la formación ética de los estudiantes radica en la escasa participación de los docentes en los programas educativos creados por sus instituciones. “Se trata de un trabajo adicional, que para muchos debería contemplar una recompensa financiera”, dijo.

En Corea del Sur, la participación de los investigadores ayudó a diagramar un programa de capacitación en buenas prácticas creado en 2014 por el Instituto de Desarrollo de Recursos Humanos en Ciencia y Tecnología de Corea. La institución consultó a investigadores para identificar sobre cuáles temas ellos poseían menos conocimiento. El 93% de los investigadores refirió una falta de información sobre cómo publicar artículos dentro del estándar correcto. Otro 79% señaló una carencia de debates al respecto de la responsabilidad social en el ámbito de la ciencia. “A partir de esa consulta estructuramos las disciplinas de un curso”, explicó Eun Jung Ko, representante del instituto coreano.

En tanto, la Universidad Ghent, en Bélgica, anunció en mayo el lanzamiento de un programa destinado apuntalar los principios de integridad científica entre sus investigadores, sobre todo, en los que inician la carrera. Una estrategia similar fue puesta en práctica por la escuela de medicina veterinaria de la Universidad de Minnesota, en Estados Unidos, que creó una instancia encargada de ofrecer capacitación en buenas prácticas en el área biomédica.

La experiencia brasileña en la promoción de una cultura de integridad científica es reciente. El Código de buenas prácticas científicas de la FAPESP se publicó en 2011 y estableció un conjunto de directrices éticas para la actividad profesional de los investigadores que obtienen becas y ayudas de la Fundación. El documento sirvió como referencia para que otras instituciones, como en los casos del CNPq y la Academia Brasileña de Ciencias (ABC), que crearan sus propias normas. “Pero recién estamos al inicio de un proceso”, acotó Luiz Henrique Lopes dos Santos, encargado de coordinar la elaboración del código de la FAPESP y miembro del comité organizador de la conferencia. “Es responsabilidad de las agencias de fomento estimular a las instituciones de investigación para que reconozcan la necesidad de ser partícipes de dicho proceso”, dijo Lopes dos Santos, quien se desempeña como coordinador adjunto de Ciencias Humanas y Sociales, Arquitectura, Economía y Administración de la Fundación.

En São Paulo, algunas instituciones comienzan a desarrollar actividades educativas sobre integridad científica con mayor intensidad. En la Universidade Estadual Paulista (Unesp), los comités de ética de cada unidad de la institución promueven eventos sobre buenas prácticas de investigación a lo largo del año. Uno de ellos está dirigido a alumnos de grado en el Congreso de Iniciación Científica de la Unesp; otro está enfocado en nóveles doctores, docentes e investigadores recién contratados. “El código de la FAPESP y las directrices del CNPq se utilizan como parámetros para la realización de workshops y simposios dedicados a investigadores en el comienzo de su carrera”, explicó Maria José Soares Mendes Giannini, prorrectora de Investigación de la Unesp. “Pretendemos asumir de este modo con mayor compromiso nuestro rol en la formación ética de los investigadores”. fapesp_conduta3

La preocupación de la Universidad de São Paulo (USP) son los estudiantes de grado y posgrado. El objetivo consiste en lograr que las acciones preventivas ayuden a mitigar la necesidad de investigar abusos y establecer sanciones. “La mala conducta constituye uno de los desafíos de la propia existencia humana. Siempre existió y seguirá existiendo”, dijo José Eduardo Krieger, prorrector de Investigación de la USP. “Pero debemos afianzar los mecanismos capaces de evitar su propagación en la universidad”. La USP no dispone de un programa institucional sobre integridad científica, pero existen iniciativas lideradas por docentes de diversos departamentos. En lo que resta de 2015, la prorrectoría de Investigación realizará dos importantes eventos sobre el tema, abiertos a alumnos, docentes y no docentes.

El prorrector reconoce que la responsabilidad de promover la integridad científica les cabe, en primer lugar, a las universidades e instituciones con las cuales los estudiantes y los investigadores están vinculados, pero subraya la necesidad de que exista un trabajo articulado con los organismos de fomento de la investigación y los editores de revistas científicas. Esto se debe a que, si bien se mantienen atentas, las universidades no disponen de los instrumentos para identificar los problemas en todas las etapas de la investigación. “Resulta indispensable una actuación mancomunada”, dijo.

Una de las primeras iniciativas educativas en integridad científica en Brasil fue la creación, en 2007, de una asignatura obligatoria sobre ética e integridad científica para alumnos de maestría y doctorado del Instituto Militar de Ingeniería (IME), en Río de Janeiro. Con todo, la UFRJ parece ser la institución con mayor experiencia en el tema. A partir de 2011, el Instituto de Biofísica Carlos Chagas Filho comenzó a dictar una materia sobre ética e integridad en la investigación científica para estudiantes de posgrado. El Instituto Alberto Luiz Coimbra de Posgrado e Investigación de Ingeniería (Coppe) ofrece un curso de extensión con ocho horas de capacitación en metodología científica y ética en la investigación. Desde 2013, las clases se encuentran disponibles en el sitio web de la TV Coppe. En tanto, el Instituto de Bioquímica Médica Leopoldo de Meis (IBqM) de la UFRJ comienza este año a ofrecer la asignatura “Conducta responsable en la investigación” para alumnos de posgrado.

Para los estudios de grado, la UFRJ también dispone de asignaturas optativas enfocadas en temas relacionados con la integridad científica. Recientemente graduada en biomedicina en la universidad, Mariana Ribeiro cursó durante 2013 y 2014 dos de esas materias optativas, una sobre sociología de la ciencia, impartida por la profesora Jacqueline Leta, y sobre comunicación científica, cátedra a cargo de Sonia Vasconcelos. “Siempre me interesaron esas temáticas, pero sabía poco sobre ellas”, dijo Ribeiro. Las clases de comunicación científica incluyen debates sobre autoría, plagio, dinámicas de la producción científica y la importancia de una comunicación clara y responsable del investigador con el público y con sus pares.” En la enseñanza media, solamente tenía nociones limitadas sobre plagio”, manifestó la estudiante, que se propone iniciar un máster sobre integridad científica en la UFRJ durante el segundo semestre de 2015.

Durante la ceremonia de apertura de la conferencia, Helena Nader, presidenta de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), destacó la necesidad de trabajar esos temas en las escuelas. “El problema de la integridad científica se origina en la enseñanza media”, sostuvo. “Actualmente, en la escuela, los jóvenes  ya emplean las nuevas tecnologías de comunicación, como son las tablet y los smartphones, para la realización de trabajos, muchas veces copiando textos sin saber que eso constituye un plagio”. La tarea de reproducción en trabajos escolares de tramos copiados de internet, sin adjudicar adecuadamente su autoría, se expandió a la misma velocidad con que la red informática adquirió utilidades múltiples. En el caso de los estudiantes de enseñanza media, parece que no faltan informaciones sobre las implicaciones de plagiar. En su tesina de maestría defendida en 2014 en la Universidad Federal de Espírito Santo, Mariana Santolin Romaneli entrevistó a 40 estudiantes de la enseñanza media de escuelas públicas y privadas de Vitória. Al invitarlos a opinar al respecto de un hipotético caso de plagio en un trabajo escolar, la mayoría consideró que el plagio configura una actitud equivocada y debe castigarse con “un cero” como nota, o bien, exigiendo la realización de un nuevo trabajo cuyo contenido sea original.

Docentes de universidades y profesores de colegios privados de enseñanza media vienen empleando software detectores de plagio para desalentar la escalada de abusos. La UFRJ adquirió la licencia de un software capaz de identificar plagios en trabajos. Se comprobó que casi la totalidad de la monografía que presentó una alumna de historia había sido copiada, y se le canceló el diploma. Pero el consejo universitario de la UFRJ le permitió que elaborara una nueva monografía y, como medida educativa, se la admitió como pasante en la Cámara Técnica de Ética en la Investigación (CTEP), enfocada en la promoción y el estudio de asuntos relacionados con la integridad de la investigación.

A juicio de Sonia Vasconcelos, la cuarta edición de la conferencia constituyó un avance en el sentido de una maduración en el debate sobre las formas de promover la integridad científica en las instituciones y señalar varios de los desafíos. Para Melissa Anderson, investigadora de la Universidad de Minnesota, en Estados Unidos, los programas educativos refuerzan la idea de que la responsabilidad en el combate a la mala conducta científica es colectiva. “El éxito depende de la dedicación de todos los actores que integran los sistemas de ciencia y tecnología en cada país”, dijo. 016-023_Integridade científica_233-05

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