FABIO COLOMBINILas plantas ordenadas en hileras y formando un campo rayado desentonan totalmente con las islas de selva que despuntan por doquier en medio del paisaje, generalmente en compañía de cerros. Y precisamente en este escenario natural, en los municipios fluminenses de Guapimirim y Cachoeiras de Macacu, es donde los biólogos Jayme Prevedello y Marcus Vinicius Vieira, del Departamento de Ecología de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), estudiaron los movimientos de pequeños mamíferos por las las plantaciones de mandioca. Y descubrieron que las hileras de los cultivos funcionan como pasillos que facilitan el tránsito de los animales, tal como lo exponen en un artículo publicado en la revista Biological Conservation.
Para evaluar la capacidad de las plantaciones como conectores de los pequeños remanentes de selva que aún subsisten en la región, los investigadores capturaron marsupiales típicos del bosque atlántico brasileño -la zarigüeya Didelphis aurita y el filandro gris Philander frenatus– y los liberaron en puntos desconocidos para los animales, ubicados al menos a un kilómetro de distancia, en pleno mandiocal, a distintas distancias de otro fragmento de selva. Cada uno de ellos llevaba adosado a sus espaldas, un ovillo de hilo de nailon que se desenrollaba a medida que el animal avanzaba, marcando su derrotero. Una técnica simple y eficaz muy utilizada por los biólogos, similar a la que le permitió a Ariadna escapar del laberinto en la leyenda griega del Minotauro.
Vieira y Prevedello hicieron pruebas, en total, con 24 zarigüeyas y 37 filandros, y en ambas especies, la mayoría de los animales intentó hallar el camino a casa caminando a lo largo de los corredores formados por las hileras de mandioca, en lugar de cruzarlos por caminos perpendiculares a la orientación de los sembradíos. “Sólo se apartaban de las filas de las plantaciones cuando se hallaban en las cercanías de un fragmento de selva, a un máximo de 50 metros. Y aun así, algunas incluso escogían los caminos trazados por los agricultores”, comenta Vieira, quien coordinó el estudio.
Aislados
En la región estudiada, esos marsupiales raramente salen de la selva, según revela el grupo de la UFRJ. Hace poco, los investigadores cariocas estudiaron a algunos de esos animales dentro de los fragmentos selváticos y observaron que ellos salen muy poco. “La mayoría sólo se aventura fuera de la cobertura del dosel cuando descubren un árbol frutal cargado de frutos en una pastura o alguna plantación muy cercanas al fragmento”, dice Vieira, “en ese caso ellos van hasta el árbol y regresan inmediatamente hacia la selva, a no ser que haya otro fragmento próximo: observamos que entre un 8% a 10% de los individuos avanzan hasta otro fragmento”. A partir de esas observaciones, él y Prevedello sostienen que las plantaciones impensadas acaban produciendo una fractura entre las islas selváticas incluso más drástica que lo que es inevitable.
ARchIVO LABVERT / UFRJAl conversar con los agricultores, los ecólogos averiguaron que no suele existir una justificación clara para la orientación de las hileras de mandioca, a no ser que se trate de un terreno en pendiente. Generalmente se disponen en función de algún arroyo que surca el terreno, alguna otra interrupción tal como una cerca e incluso en forma casi aleatoria. “Percibimos que, en la mayor parte de los casos, no habría ninguna resistencia a la planificación del el plantío de manera tal que mejore la conexión entre los fragmentos de selva”, afirma Vieira.
Según el profesor de la UFRJ, hasta ahora nadie había observado las plantaciones desde ese enfoque. “Existen en la literatura internacional algunos relatos ocasionales de animales que siguen las líneas de los sembradíos, aunque sin que sus movimientos hayan sido comprobados, tal como nosotros los hicimos”. Aunque los pequeños mamíferos se resistan a salir de la protección que les brinda el dosel de su selva, Vieira no cree imposible que las hileras puedan servir como senderos que faciliten la migración entre un fragmento y otro del monte. “En nuestro estudio no se dio la circunstancia de que algún plantío llegase hasta el borde del bosque”, comenta, imaginando una situación en la que el sendero sin obstáculos se le presente a los animales pegado al borde de su hábitat natural.
Vieira ha continuado con los estudios destinados comprender la relación entre los habitantes del bosque atlántico y las plantaciones que separan los tramos de selva y evaluar cuál es el impacto que podrían suponer ideas tan sencillas. “El cambio de la orientación de las hileras constituye una solución sin costo y que puede ser efectiva”, evalúa. Al no tener costo, él considera que vale la pena, aunque el efecto sea modesto. Concluido el proyecto de Jayme Prevedello, Vieira cuenta ahora con otros estudiantes abocados a otros estudios en la misma región. La zarigüeya y el filandro son los más comunes entre los pequeños mamíferos de esta área de estudio, aunque los pasadizos conformados por la mandioca también pueden facilitar el tránsito de otros animales, tales como roedores y lagartos.
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