Nacida en Argentina, la historiadora Paulina Alberto, de 42 años, actúa en los departamentos de Historia y Lenguas de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, desde 2005. Entre sus objetos de investigación se encuentran las ideologías de raza y nación en América Latina. En la siguiente entrevista, concedida por e-mail en el intervalo de su participación en un congreso en la Universidad Harvard, para el que estaba prevista la presencia de Marielle Franco, concejal carioca y activista de derechos humanos asesinada en marzo en Río de Janeiro, Alberto se refiere al libro Temos de inclusão: Intelectuais negros brasileiros no século XX, recientemente publicado por la editorial de la Unicamp. Originalmente editado en inglés y ganador de los premios Roberto Reis Award, otorgado por la Brazilian Studies Association en 2012, y Warren Dean Memorial Pize en 2013, dicho libro es el resultado de la investigación que iniciara durante su doctorado, acerca de cómo se repensaron las relaciones entre Brasil y África tras la Abolición.
En su libro, usted procura contar la historia del pensamiento racial brasileño desde la perspectiva de intelectuales negros. ¿Quiénes son ellos? ¿Y por qué el siglo XX?
Quise enfocarme en el siglo XX para contar la historia de las relaciones simbólicas, concretas y políticas con África y sus significados para la definición de la ciudadanía y de las identidades brasileñas posibles tras la Abolición. La historia de las ideologías raciales en Brasil ya había sido contada muchas veces “de arriba abajo”, y yo quise contarla, dentro de lo posible, desde la perspectiva de brasileños que se autodenominaban “negros” o que defendían con orgullo su herencia africana y que buscaban organizarse en torno a esas identidades en el espacio público. Para poder incluir una variedad de voces y de modalidades de debate y lucha, opté por trabajar con una definición amplia de intelectuales negros. Terminé deteniéndome principalmente en las organizaciones sociales y recreativas negras, sobre todo en São Paulo, en periódicos de la prensa negra paulista y carioca, en congresos y publicaciones académicas de pensadores negros de mediados del siglo, en algunos candomblés de Salvador y en grupos y publicaciones asociados al Movimiento Negro Unificado, el MNU.
¿Qué pensaban esos intelectuales sobre los discursos de armonía racial, por ejemplo?
Los intelectuales del comienzo y mediados del siglo, aun trabajando bajo mucha presión para apoyar las ideologías de armonía racial, fueron críticos lúcidos y persistentes de la discriminación y luchaban constantemente para reclamar inclusión. Cuando empecé la investigación, la historia del pensamiento y del activismo negro era contada, sobre todo, a partir de la creación del MNU, en la década de 1970. Esto se debió a que la mayoría de los intelectuales y activistas negros y otros estudiosos de la política negra brasileña argumentaban que la ideología de la “democracia racial” no sólo enmascaraba la existencia de profundas desigualdades raciales, sino que también inhibía los movimientos necesarios para combatirla. La emergencia del MNU constituyó un momento muy poderoso porque los intelectuales y activistas relacionados con él rechazaron las ideologías de “democracia racial”, identificándolas como “mitos” perniciosos. Pero ese momento no debe oscurecer la historia igualmente importante y dinámica del pensamiento racial anterior.
Aunque condenaban la discriminación y reclamaban la inclusión como ciudadanos brasileños, muchas veces esos intelectuales también apoyaban ideologías nacionales de armonía racial. ¿Cómo entender esta contradicción?
Conociendo plenamente la crítica que activistas y académicos han hecho a la “democracia racial” como mito, puede parecer incluso una contradicción. Pero para los intelectuales negros, principalmente a principios de siglo, condenar la discriminación y reivindicar la inclusión no era necesariamente incompatible con apoyar las ideologías de fraternidad racial. En las décadas 1910 y 1920, cuando empezaron a usar el lenguaje de la “fraternidad racial”, buscaban alternativas viables al racismo científico que decretaba la exclusión absoluta de las personas negras. Al tomar un símbolo y un concepto, el de la fraternidad, con amplia repercusión entre las elites, y al intentar redefinirlo como ideal compartido de inclusión, demostraron una enorme agilidad política. Los intelectuales negros se valieron de los ideales dominantes para manifestar sus demandas. Es importante resaltar, sin embargo, que la “fraternidad racial” de ellos no era la misma de muchas elites blancas. La primera era una variante de la armonía racialmente inclusiva, orientada hacia los derechos, y proyectada como ideal aún a ser alcanzado. La segunda era, muchas veces, una variante conservadora que decretaba que la armonía racial ya existía y las luchas eran innecesarias. Era eso lo que hacía al ideal de la “fraternidad racial” tan útil, pero también tan inestable para las políticas de igualdad racial.
¿De manera cambia la idea de “una nación orgullosamente mezclada racial y culturalmente” a lo largo del siglo? ¿Y cuándo se abandona el tono esperanzado?
Las formas y los contenidos de las ideas de inclusión racial no son estáticos. La trayectoria que lleva a los intelectuales negros a construir ideologías de inclusión racial a comienzos del siglo, en un compromiso esperanzado, hasta denunciarlas como un mito pernicioso, revela las diferentes estrategias adoptadas para reivindicar la pertenencia plena a la nación en momentos históricos distintos. Leo ese cambio no como contradicción ni cómo un despertar a un nivel más aguzado de conciencia racial, sino como parte de una misma lucha de larga duración, que se desarrolló en lugares y contextos diferentes. El viraje ocurre principalmente en las décadas de 1970 y 1980, con el surgimiento de las organizaciones que darían lugar al MNU.
¿Cómo explicar este cambio?
Muchos historiadores argumentan que la causa de esta radicalización tiene que ver con factores externos, principalmente el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. En Brasil, era común destacar la influencia de las investigaciones de la Unesco, que en los años 1950 comenzaron a cuestionar al país como “laboratorio” de armonía racial, o de los trabajos de Florestan Fernandes y de la Escuela Paulista de Sociología. Además de estos factores, destaco el protagonismo de los intelectuales y activistas negros y de las interpretaciones que hicieron de los cambios en el panorama nacional e internacional, considerando influencias externas como, por ejemplo, las luchas anticolonialistas en África, pero también siguiendo las lógicas internas de los intelectuales y sus luchas. Fue después del golpe militar, que hizo de la idea de democracia racial una construcción absolutamente cínica, que los pensadores negros abandonaron definitivamente el tono esperanzado en favor de ataques abiertos contra la democracia racial, clasificada como “mito” y herramienta de dominación ideológica.
¿La democracia racial en Brasil es mito o realidad?
Hay una respuesta simple y otra más compleja. La simple indica que la democracia racial no es ni nunca fue realidad en Brasil. El pasado y el presente de discriminación, desigualdad y violencia contra los negros hacen imposible afirmar que el país es una democracia racial. La respuesta más compleja indica que, aun no siendo realidad en Brasil, no me siento cómoda en llamarla “mito”, en el sentido de “mentira” o lo opuesto a la realidad. Formo parte de una generación de investigadores que pretende ir más allá de la díada “mito” o “realidad” para entender el mito no como mentira, sino como un lenguaje de negociación, una serie de conceptos, valores e ideales que orientan y estructuran los debates sobre la raza y la ciudadanía. El “mito” en ese sentido es parte de la “realidad” social, tiene una dimensión de aspiración, permite poner en el centro de la vida pública un ideal de cómo los brasileños deberían relacionarse. La historia de los intelectuales negros en el siglo XX muestra que, incluso en los momentos más sombríos de la lucha contra el racismo, la noción de que el país llegaría algún día a ser una verdadera democracia racial fue un relato muy poderoso. Aunque la expresión “democracia racial” esté desacreditada, el ideal de inclusión racial, articulado a través de nuevos términos, seguirá orientando la lucha antirracista.