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Medio ambiente

Pérdidas ocultas

El área cubierta por el Bosque Atlántico en Brasil se mantiene prácticamente estable desde hace 30 años, pero las selvas antiguas están perdiendo terreno frente a nuevas formaciones con menos biodiversidad y menores existencias de carbono

Alrededor de un 28 % del área original cubierta por el Bosque Atlántico, como este tramo en Rio Grande do Sul, aún se conserva

Paulo Hoeper/Getty Images

Desde finales de la década de 1980, la superficie original cubierta por el Bosque Atlántico, uno de los biomas más amenazados de Brasil, se ha mantenido relativamente estable. Su extensión oscila entre 28 y 30 millones de hectáreas (ha), alrededor del 28 % de sus dimensiones originales. A partir de 2005, la recuperación de la selva nativa incluso pasó a ser ligeramente superior a la pérdida forestal, generalmente en función de la tala por la expansión de la frontera agrícola y ganadera. Pero lo que podría ser una espléndida noticia oculta un panorama preocupante: los antiguos montes nativos siguen siendo talados a un ritmo preocupante y están perdiendo espacio frente a otros más jóvenes, y este remozado progresivo de la cobertura forestal del Bosque Atlántico tiene efectos deletéreos para la biodiversidad y los servicios del ecosistema, es decir, los beneficios que provee la naturaleza. Esta es la conclusión principal de un artículo publicado en enero en la revista Science Advances.

Por convención, se consideran antiguas a las áreas de Bosque Atlántico que existían en 1985, cuando se dio inicio al primer mapeo anual de este bioma. Desde entonces, los montes más antiguos vienen perdiendo terreno. En la actualidad, el 80 % de los montes nativos está compuesto por vegetación con más de 30 años y un 20 % tiene menos de tres décadas de existencia (véase el gráfico). Aunque alrededor del 80 % de las especies arbóreas resurge en las áreas recuperadas al cabo de 20 años, el tiempo necesario para que se recupere por completo la biodiversidad vegetal original se estima en más de un siglo.

Las antiguas selvas del Bosque Atlántico son insustituibles, puesto que muchas especies zoológicas, botánicas y microorganismos dependen de hábitats más maduros y menos alterados para su subsistencia. “Los bosques con mayor biodiversidad son, en principio, más eficientes para proveer servicios de regulación climática, hídricos y de soporte de la producción agrícola, tales como la polinización y el control de las plagas”, comenta el biólogo Jean Paul Metzger, del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP), coordinador del grupo que redactó el artículo. “A diferencia de las áreas de selva madura, que ya almacenan grandes volúmenes de carbono y de biodiversidad, los montes en proceso de recuperación demoran muchos años o incluso décadas para llegar a ofrecer niveles similares de beneficios. En muchos casos eso no llega a ocurrir porque se van degradando a lo largo del proceso, debido a incendios, invasión de especies exóticas y otras inclemencias eventuales. Aquello que se pierde no siempre puede recuperarse”, advierte el ingeniero agrónomo Pedro Brancalion, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq) de la USP en Piracicaba, coautor del artículo.

“La hipótesis que sostiene que tras siglos de deforestación ininterrumpida, el Bosque Atlántico estaría recuperando más superficie de selva de la que pierde, es una verdad a medias”, dice el geógrafo Marcos Rosa, coordinador técnico del proyecto MapBiomas y autor principal del estudio. El MapBiomas es una iniciativa del Observatório do Clima, una organización no gubernamental (ONG) que agrupa a universidades, empresas de tecnología y otras entidades de la sociedad civil brasileña, que se dedica a mapear el uso de las tierras en el país. “Creíamos que las selvas más antiguas de ese bioma ya estaban bien protegidas y el reto que se tenía por delante para el Bosque Atlántico era, principalmente, su restauración. Notamos que la conservación sigue siendo un problema y que la restauración debe ir a la par de la protección de la selva”, explica Brancalion.

SOS Mata Atlântica Área degradada del bioma, con claros en la vegetación, en el estado de Santa CatarinaSOS Mata Atlântica

Este artículo forma parte de la tesis doctoral que Rosa defendió en febrero de este año en la USP y está vinculado a un proyecto temático financiado en forma conjunta por la FAPESP y el Consejo Nacional de Investigación Científica de los Países Bajos (NWO, por sus siglas en holandés). Brancalion es el coordinador brasileño de la iniciativa y Frans Bongers, de la Universidad de Wageningen, está al frente del proyecto en representación de los Países Bajos.

Según Rosa, si bien se ha verificado un incremento del porcentaje de cobertura vegetal nativa del Bosque Atlántico, la comparación de imágenes satelitales entre los años 1990 y 2017 reveló un alto índice de deforestación en los montes más antiguos, particularmente en el norte del estado de Minas Gerais, en la frontera con Bahía, y en el centro-sur de Paraná y Santa Catarina. En el mismo período también se registraron avances de la selva nativa, principalmente en el interior de los estados de Paraná y São Paulo, en el sur de Minas Gerais y Espírito Santo, en las costas de Pernambuco y Paraíba y en la región serrana de Río de Janeiro. Pero esta recuperación no compensa totalmente las pérdidas.

Para el científico de la computación Milton Cezar Ribeiro, que está a cargo del Laboratorio de Ecología Espacial y Conservación de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), campus de Rio Claro, lo más importante no es saber cuánta superficie de selva hay, sino en qué estado se encuentra. Ribeiro señala que la capacidad de conservación o recuperación de la biodiversidad depende bastante del contexto en el que se inserta la vegetación. “Los fragmentos forestales más aislados padecen el llamado efecto de borde”, dice el investigador, quien no participó en el estudio, a modo de ejemplo. “La interfaz del borde del fragmento forestal con las actividades humanas, como en el caso del pastoreo y la agricultura, genera un ambiente desfavorable para la conservación de la fauna y de los procesos ecológicos”.

El avance de la fragmentación forestal del Bosque Atlántico también fue un hallazgo de la nueva investigación. Según el estudio, debido a los cambios en la cobertura vegetal nativa y en su distribución espacial, se verificó un aumento del aislamiento de los segmentos forestales en un 36,4 % de la superficie remanente del bioma. Para Ribeiro, el trabajo alcanza un nivel de detalle que no se había logrado en iniciativas anteriores. “En parte, esto se debe al aumento de la vegetación en algunas regiones y, por otro lado, es el resultado de un mapeo más preciso, que también computó áreas menores”, resalta el informático. “Hasta ahora no sabíamos en qué estado se encontraban los distintos segmentos del Bosque Atlántico, cuál era su historia a lo largo del tiempo”.

Esta descripción detallada fue posible merced al análisis del material recopilado y catalogado por el proyecto MapBiomas: más de 50.000 imágenes satelitales provistas en forma gratuita por la familia de satélites Landsat de la agencia espacial estadounidense (Nasa) y del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). Las imágenes, que abarcan un período de más de 30 años, desde 1985 a 2019, ofrecen una resolución de 30 metros y fueron clasificadas por medio de un algoritmo que se basa en el aprendizaje automático. Para la elaboración de este trabajo de mapeo y clasificación de la cobertura vegetal, Rosa, quien es experto en geoprocesamiento, contó con la colaboración de los integrantes del MapBiomas. “La propuesta para ejecutar la tesis a la par del MapBiomas surgió como una oportunidad para perfeccionar la base científica del proyecto”, dice.

El estudio es el primer resultado del proyecto temático coordinado por Brancalion. El propósito del mismo es registrar todos los montes que surgieron durante las últimas tres décadas en el estado de São Paulo, ya sea mediante iniciativas de restauración o por regeneración natural, y evaluar los servicios ecosistémicos que ellas prestan, tales como la capacidad de acopiar carbono, conservar la biodiversidad y promover la infiltración de agua en el suelo. “Estudiaremos un conjunto de mil parcelas que se encuentran diseminadas por todo el estado, cada una de ellas con una superficie de 900 metros cuadrados [0,09 ha]. Aun con las restricciones que impuso la pandemia, ya hemos analizado 350 parcelas”, informa el investigador de la Esalq.

Para esta faena, el proyecto cuenta con alrededor de 100 integrantes, de los cuales, la quinta parte están abocadas a dar cumplimiento a las actividades de campo. Durante los períodos de menor virulencia de la pandemia, estos investigadores se organizan en equipos integrados por cinco personas, que antes de viajar se someten al test PCR para detectar el covid-19. Los grupos pasan 15 días realizando trabajo de campo, adoptando todas las medidas de protección contra el virus Sars-CoV-2. “Hasta ahora, ningún miembro de los equipos de campo se ha contagiado, pero ahora que el estado de São Paulo retornó a la fase más crítica de la pandemia, hemos suspendido todas las actividades presenciales”, comenta Brancalion. “La información recabada con este mapeo abre nuevas posibilidades de estudiar los datos de la dinámica de la deforestación y regeneración en un período de 30 años”, analiza Metzger. “Tenemos al menos otros cinco o seis artículos listos para redactar y publicar, en los que se profundiza en los análisis de estos datos del MapBiomas”

Menos biomasa
Mientras que el artículo en Sciences Advances advierte del declive de los montes más antiguos del Bosque Atlántico y sus consecuentes riesgos para la biodiversidad, otro estudio brasileño, publicado en este caso en la revista Nature Communications, en diciembre de 2020, dimensiona el alcance de esta pérdida: aproximadamente el 85 % de los fragmentos forestales del bioma exhibe una reducción de su biomasa y de la diversidad de especies de árboles. Los tramos de bosque son menos densos y tienen menor biodiversidad botánica.

Según consta en el estudio, coordinado por el ecólogo Renato Augusto Ferreira de Lima, quien realiza una pasantía posdoctoral en el IB-USP y es investigador asociado al proyecto temático, las parcelas de vegetación presentan entre un 25 % y un 32 % menos de biomasa, y un 23 % a un 31 % menos de especies. La estimación se basa en la información recabada por 1.819 estudios de campo realizados por varios grupos de investigación que fueron registrados en la plataforma TreeCo – Neotropical Tree Communities Database, un banco de datos sobre las comunidades de árboles neotropicales creado por Lima en 2014.

Proyecto
Conocimiento y comprensión de las selvas recuperadas para beneficio de la gente y de la naturaleza – NewFor (nº 18/18416-2); Modalidad Proyecto Temático; Acuerdo NWO; Investigador responsable Pedro Brancalion (USP); Inversión R$ 1.539.356,27

Artículos científicos
ROSA, M. R. et. al. Hidden destruction of older forests threatens Brazil’s Atlantic Forest and challenges restoration programs. Science Advances. 20 ene. 2021.
LIMA, R. A. F. et al. The erosion of biodiversity and biomass in the Atlantic Forest biodiversity hotspot. Nature Communications. 11 dic. 2020.

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