Imprimir Republish

Historia

¿Por quién fumó la víbora?

Estudios muestran la importancia de la participación de las tropas brasileñas en la Segunda Guerra

divulgaciónDesfile del Primer Batallóndivulgación

Un chiste común en Brasil poco antes de que el país entrase en la Segunda Guerra Mundial, era que Hitler habría dicho que era más fácil ver a una víbora fumando que ver a los brasileños logrando enviar tropas a la batalla. Cuando, debido a que no fue posible reunir el número ideal de soldados necesarios como para componer un cuerpo expedicionario, el gobierno rebautizó al grupo como Fuerza Expedicionaria Brasileña (FEB) se decía que Brasil no iría más a la guerra porque había decidido “quedarse al margen”. Según nuevas investigaciones, la FEB, indeseable para las fuerzas aliadas y para los militares brasileños, producto de una negociación pragmática del Estado Novo en busca de una mayor proyección global, fue a la guerra y al regresar sufrió el desprecio nacional y la censura militar sobre su historia. “Carecemos de conocimiento sobre el rol de los expedicionarios durante la guerra, lo que redunda en ideas simplonas y terminantes sobre su desempeño: héroes o embarulladores. Para las nuevas generaciones, la participación brasileña en la guerra parece tan distante como la Independencia”, afirma el historiador Cesar Campiani Maximiano, de la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul, autor de Barbudos, sujos e fatigados (Grua Libros, 448 páginas, R$ 59). Este estudio revela de qué modo los expedicionarios molestaban a los militares del llamado “Ejército de Caxias”, a punto tal de que sus memorias fueron reprimidas, y suministran munición para los movimientos de los derechos civiles de los negros americanos, por ser la única tropa de combate que no promovió la segregación racial entre sus filas.

La FEB fue compuesta por 25 mil jóvenes brasileños, transformados en soldados ciudadanos para combatir a las fuerza del Eje en la campaña de Italia, entre 1944 y 1945, la única fuerza combatiente de América Latina en Europa. “Con la convocatoria para formar la FEB, más de 20 mil familias se vieron directamente afectadas por la guerra”, dice el investigador. La propuesta de su creación surgió a mediados de 1943 como un grandioso proyecto gubernamental, que pretendía cosechar resultados estratégicos, modernizar el Ejército brasileño y adquirir la experiencia necesaria como para luchar contra enemigos internos y externos, imaginarios o no, según los militares.

“La FEB fue el núcleo de un proyecto político que debería fortalecer a las Fuerzas Armadas y darle a Brasil una posición de importancia global como aliado de Estados Unidos. El problema fue hacer que los americanos pensasen lo mismo”, explica Letícia Pinheiro, docente del Instituto de Relaciones Internacionales de la PUC-Rio. “En el auge de su esfuerzo de guerra, los Aliados no querían un socio que debía ser vestido, alimentado, entrenado y pertrechado como Brasil, e intentó desalentar las pretensiones brasileñas. Pero el gobierno de Vargas insistió en el envío de una fuerza expedicionaria para mejorar su posición internacional en la mesa de negociaciones de posguerra”, afirma el historiador Francisco César Ferraz, docente de la Universidad Estadual de Londrina. Pero la Fuerzas Armadas no estaban preparadas para organizar una expedición y los pocos oficiales con experiencia de combate habían luchado por última vez en 1932. “La instrucción del Ejército se basaba en la doctrina militar francesa de 1914, ya superada, un abordaje científico de la guerra que en Italia se chocaría con una realidad de la incertidumbre, la necesidad de improvisar y la de una rápida toma de decisiones por parte de los oficiales”, dice Campiani.

“Se tenía la percepción de que la fanfarronada puesta en escena en las campañas en las cuchillas o en los tiroteos contra estudiantes paulistas sin entrenamiento sería suficiente para enfrentar al Ejército alemán”, En el ataque a Monte Castelo, por ejemplo, el comandante brasileño, general Zenóbio da Costa, desestimó el ataque previo de la artillería sobre las posiciones alemanas diciendo: “¡No es necesario! ¡Mis muchachos toman aquella m. a la fuerza!”. “Cuando los jóvenes fueron convocados a la guerra, se inauguró una nueva organización del Ejército: la de ciudadanos que se convertían en soldados para luchar por la patria”, sostiene Ferraz. Pero no fue fácil. Los convocados se depararon con la tradición francesa de los militares brasileños. “Los oficiales eran muy ríspidos con sus  subordinados y los soldados iban al calabozo por indisciplina por los motivos más insignificantes. La alimentación era de pésima calidad y los uniformes vistosos de los oficiales contrastaban con lo de los soldados, hechos de tela barata que se rompía con facilidad”, afirma Ferraz. Además, legiones de conscriptos de las clases más altas enseguida trataron de conseguir “cuñas” que les asegurasen la exclusión de la FEB. Lo propio valió para una cantidad considerable de oficiales del Ejército regular, que consiguieron sospechosos medios de escapar de esa obligación. Para peor, el examen de salud selectivo era precario, y en muchos casos dejó en Brasil a convocados en condiciones de salud satisfactorias para llevar a otros con problemas graves, que tuvieron que ser sacados de Italia en medio del combate. Existe incluso el caso de un teniente que fue a la guerra con un ojo de vidrio. No obstante, el principal motivo para exceptuar a alguien era “la dentadura insuficiente”.

divulgaciónSoldados y amigos: pausa para la foto en Boloniadivulgación

Subalimentados
Peor no se sostiene el mito de los “brasileños subalimentados”. “La FEB tenía más bien los rasgos de las colonias de inmigrantes del sur, de los barrios cariocas y paulistas y de las ciudades de Minas Gerais y no que las alegorías cantadas por los corresponsales que crearon la idea de que ‘mestizos esmirriados y con buen meneo’ serían por naturaleza superiores a los obtusos Übermenschen tedescos”, sostiene Ferraz. “Pero pocos soldados tenían idea acerca de los motivos que los habían llevado a combatir contra los alemanes, cosa que preocupaba a los mandos por la ausencia de motivación adecuada para la lucha”, dice el investigador. A favor de los expedicionarios obró la exigencia americana de adoptar la doctrina de combate del Ejército americano en la FEB, pese a que los manuales de instrucción habían llegado en inglés. No obstante, los resultados futuros serían positivos. “Para los soldados incorporados a las fuerzas aliadas en Italia, la interacción con combatientes americanos trajo aparejado un cambio ostensible de actitud. Por primera vez soldados brasileños estaban recibiendo un tratamiento igualitario de parte de sus superiores, al contrario de la rígida disciplina de los cuarteles nacionales. No hay un veterano de la FEB que no se haya mostrado impresionado con la atención que los americanos les daban a los convocados”, afirma Ferraz. En la guerra, la enorme variedad de equipamiento disponible para la FEB molestó a muchos oficiales brasileños, que no lograban concebir la distribución de artículos de calidad superior entre los soldados. Eso explicaría la demora, muchas veces fatal, en la distribución entre los soldados de los uniformes de invierno, que quedaron guardados en los almacenes militares cuando eran fundamentales para soportar las temperaturas de 25 grados bajo cero. Posteriormente, la historia oficial decidió propagar la versión del “juego de cintura” brasileño: al contrario de los americanos, los expedicionarios no serían soldados dependientes de bagatelas tecnológicas para derrotar al inverno: les bastaba la “creatividad intrínseca de los brasileños”.

Autocrático
“El contacto con los ciudadanos soldados de otros países y las necesidades de la guerra les mostraron a los expedicionarios un nuevo modelo de ejército, menos autocrático, una cultura militar diferente de la vivenciada en el ‘Ejército de Caxias’, en el cual la superioridad jerárquica y sus emanaciones eran producto de la tiranización de los subordinados a los caprichos y órdenes no siempre confiables de los oficiales”, sostiene Ferraz. Surgía el “Ejercito de la FEB”. Una de sus marcas del mismo era no segregar racialmente a sus soldados, lo que no significaba ausencia de racismo individual. “La irrestricta camaradería entre brasileños de diversas etnias llamó la atención de los corresponsales de los periódicos americanos que eran ligados a los movimientos de los derechos civiles. Regía en EE.UU. la llamada campaña de la doble V, la victoria en el frente de guerra y en el de los derechos civiles en casa. Ya que soldados negros estaban arriesgando sus vidas en combate, dicha campaña pregonaba que era inadmisible que éstos no tuviesen derechos de ciudadanía en su país”. Un periodista americano, fascinado al ver a los brasileños, blancos y negros, juntos en un desayuno, le pidió a un grupo de soldados que definiese a su Ejército. “Solamente existe un Ejército brasileño y está compuesto de brasileños”, fue la respuesta. En un encuentro entre soldados brasileños y americanos, estos últimos les preguntaron a los brasileños si los “negri brasiliani sono buoni”. El brasileño respondió que eran todos excelentes compañeros, a lo que los americanos retrucaron: “Negri americani non buoni”. “Nada les chocó más a los soldados brasileños que esas muestras de racismo. Lo cierto es que las noticias sobre la FEB daban nuevos bríos al cuestionamiento del sistema de segregación de la sociedad americana y dieron un impulso adicional al movimiento negro de EE.UU.”, dice Ferraz. Antes de un desfile de tropas, Zenóbio da Costa habría emitido una determinación de aislar o retirar a los expedicionarios negros de las columnas, orden que fue ampliamente ignorada por los oficiales de las FEB.

Por todas estas razones, el “Ejército de la FEB” no era del agradado de los líderes del “Ejército de Caxias”, que llevaron a cabo procedimientos de desmovilización presurosos al regresar a Brasil al final de la guerra. La prensa propagaba a la FEB como símbolo de las “tropas de la democracia”, creando así una gran expectativa por el regreso de los expedicionarios. “Durante mucho tiempo se creyó que Vargas temía la vuelta de los soldados, que podrían acelerar el fin de su régimen. Pero las mayores desconfianzas partieron de las principales autoridades militares brasileñas, los generales Dutra y Goes Monteiro, y de sectores políticos que perderían con la libre expresión política de los expedicionarios”, dice Ferraz. Se estipuló un plazo límite de ocho días para el uso de uniformes de la FEB y a sus integrantes se les prohibió ya en Italia emitir comentarios sobre la guerra sin autorización del Ministerio de Guerra.

Liberal
“Había temores políticos: la amenaza que representaba para el ‘Ejército de Caxias’ este nuevo tipo de fuerza militar, más profesional, liberal y democrática, y el miedo de que los oficiales de la FEB pudiesen convertirse en el fiel de la balanza político-electoral y fuesen cooptados por los comunistas; y, por encima de todo, se temía que los expedicionarios, entre los cuales Vargas tenía una gran popularidad, pudiesen apoyarlo y entusiasmar a la población en la búsqueda de soluciones diferentes de las del pacto conservador de las elites políticas para la sucesión de Vargas”, explica Ferraz. Un ejemplo de ese miedo fue la negativa a la distribución de medallas para todos los soldados por parte de los americanos. Al fin y al cabo, podría ser “fuente de humillación” para los militares de carrera que habían permanecido en Brasil y deberían medir fuerzas políticas y profesionales con militares moldeados en combate. “Había una manifiesta mala voluntad para con la FEB por parte de la autoridad del gobierno y muchos militares temían ser postergados en futuros ascensos en la carrera por los oficiales y soldados expedicionarios que podían exhibir experiencia de guerra”, dice Ferraz.

Muchos expedicionarios vieron con amargura que esa experiencia, única en América del Sur, no sería aprovechada para moldear un nuevo Ejército. En cambio, fueron enviados a destacamentos distantes. El grueso del contingente también se las vio con el desempleo, pues muchos patrones, obligados a reincorporar a sus  empleados movilizados, enseguida los despedían alegando desajustes, neurosis o incompetencia profesional. “Las dificultades para conseguir trabajo se vieron potencializadas por el hecho de que la mayor parte de los expedicionarios habían sido reclutados en la edad de aprender un oficio”, recuerda Ferraz. Los veteranos tampoco lograban entender por qué se les prohibía hablar sobre sus experiencias de combate con civiles y con la prensa. “Había que pasar la impresión de que había sido su formación y no el duro aprendizaje de los combates lo que les permitió a los brasileños vencer a un enemigo fuerte, una cuestión de prestigio en una sociedad en la cual el Ejército era el principal actor político. Los militares no podían admitir limitaciones y fallas”, sostiene Ferraz. Sin poder de negociación con las autoridades del gobierno, muchas de las cuales eran oficiales de alto escalón durante la dictadura militar y habían escapado de la convocatoria para la guerra, los veteranos se callaron para poder sobrevivir. Por una confusión ideológica, ironía del destino, la imagen de los ex combatientes fue asociada a los militares golpistas, lo que cuestionó aún más la memoria de la FEB. “Sólo en 1988, con la nueva Constitución, los veteranos conquistaron el derecho a una pensión especial. Pero, de los 25 mil, poco menos de 10 mil estaban vivos cuando el reconocimiento fue aprobado”, dice Ferraz. La pregunta “¿usted sabe de dónde vengo?”, de la Canción del expedicionario, insiste en permanecer sin respuesta.

Republicar