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Historia

Retrato de un prócer

La figura de Tiradentes superó la ausencia de registros oficiales y se transformó en una de las más populares de la historia brasileña

Reproducción Originalmente intitulada Tiradentes supliciado, la obra Tiradentes esquartejado fue realizada por el pintor Pedro Américo en 1893Reproducción

El más famoso de los inconfidentes o conjurados, Joaquim José da Silva Xavier (1746-1792), conocido como Tiradentes, se convirtió en una figura emblemática de la historia de Brasil. Símbolo de la Inconfidência Mineira, la conspiración de Minas Gerais, al defender los ideales emancipadores de la capitanía de homónima con relación a la Corona portuguesa, que subyugaba a la región mediante el cobro de impuestos exagerados, su popularidad se extiende más allá de los manuales educativos y los estudios académicos. Su imagen fue ampliamente explotada en el cine, en el teatro y en el Carnaval, en las letras de los sambas-enredo, y su efigie ha sido estampada en monedas, billetes, sellos postales, llaveros y hasta en los envases de jabones y chocolates.

“Lo más interesante de esa multiplicidad de representaciones es el hecho de que no sabemos cuál era la apariencia real de Tiradentes”, dice André Figueiredo Rodrigues, del Programa de Posgrado en Historia de la Facultad de Ciencias y Letras de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en el campus de la localidad de Assis. Experto en historia de la Inconfidência Mineira, el investigador publicó recientemente, junto a la historiadora Maria Alda Barbosa Cabreira, el libro intitulado Em busca de um rosto – A república e a representação de Tiradentes (editorial Humanitas), que relata, partiendo de un extenso análisis documental, cómo ese alférez fue elevado a la condición de héroe nacional y se construyó una imagen de él acorde a los intereses de los grupos republicanos de la segunda mitad del siglo XIX. Como resultado de trabajos de investigación llevados a cabo por Barbosa Cabreira y Figueiredo Rodrigues, el libro reconstruye cronológicamente la producción de imágenes que terminarían por erigirse en representaciones simbólicas de uno de las mayores figuras de la historia colonial de Brasil.

Según los relatos de sus compañeros en la conjuración, como los del abogado y poeta carioca Inácio José de Alvarenga Peixoto (1742-1793), hay connotaciones de menosprecio: Tiradentes habría sido un hombre feo, de ojos saltones. El posadero João da Costa Rodrigues (1748-?) dice que era canoso. La ausencia de registros visuales del prócer de la Inconfidência dio lugar a un acercamiento de la imagen de Tiradentes con la de Jesucristo. Muy conveniente, esa interpretación se tornaría emblemática por la correspondencia de elementos plausibles para que esa asociación pudiera hacerse. “El hecho de haber sido traicionado por uno de sus amigos, que fue el caso de Joaquim Silvério dos Reis (1756-1792), y que su muerte fue tomada como un símbolo de la defensa de un ideal de colectividad, propiciaron una cristianización de su imagen”, reflexiona Barbosa Cabreira. La historiadora resalta que la ejecución en la horca, su posterior descuartizamiento y el hecho de que la cabeza de Tiradentes haya sido expuesta en una plaza pública también contribuyeron a ello. Tales acontecimientos serían luego sucesivamente retratados por distintos artistas y utilizados por políticos interesados en darle nuevos sentidos a su figura.

Entre las estatuas que se esculpieron, sobresale la que se alza en el monumento central de la plaza que lleva su nombre, en la ciudad de Ouro Preto, en el estado de Minas Gerais. La obra, inaugurada en 1894 y producida en bronce por el artista italiano diplomado en arquitectura y escultura Virgílio Cestari (1861-?), fue seleccionada en un concurso organizado por la gobernación de Minas Gerais, para la construcción del obelisco dedicado a Tiradentes en el corazón de la ciudad.

Reproducción y Revista Illustrada A la izquierda, representación de Jesucristo, de Antoon van Dyck, que inspiró la ilustración de Angelo AgostiniReproducción y Revista Illustrada

“Pese a haber obtenido el segundo puesto, Cestari fue declarado ganador al comprobarse que podía ejecutar la obra de acuerdo con las especificaciones del proyecto, algo que el que salió primero no pudo hacer”, dice Figueiredo Rodrigues. Para lograr su cometido, el escultor empleó como referencia un boceto realizado en 1890 por un compatriota, el dibujante Angelo Agostini (1843-1910), que se inspiraba en la obra intitulada Christ carrying the cross, del pintor belga Antoon van Dyck (1599-1641), para producir la primera imagen de Tiradentes. Sin tener conocimiento de su rostro, Agostini recurrió a las prerrogativas estéticas de la época para representar a Tiradentes con barba y cabellos largos, con reminiscencias de la imagen de Cristo”, añade Figueiredo Rodrigues.

Si bien no consiguió reproducir fielmente el dibujo de Agostini, incluso por las dificultades implícitas en la transferencia al modelo tridimensional, Cestari acabó siendo el creador de una de sus representaciones principales dada la importancia de la estatua para Ouro Preto, una ciudad conocida por su arquitectura barroca que anualmente recibe a alrededor de 500 mil turistas. “Es una imagen imponente que puede divisarse desde cualquier punto de la ciudad”, dice Figueiredo Rodrigues.

André Figueiredo Rodrigues Las obras escultóricas de Virgílio Cestari y Francisco de AndradeAndré Figueiredo Rodrigues

Otra obra emblemática está instalada frente al Palacio Tiradentes, en Río de Janeiro, edificio que hoy alberga a la Legislatura del estado. La estatua, esculpida en bronce por Francisco de Andrade (1893-1952) e inaugurada en 1926, representa a un Tiradentes “más cívico y menos rebelde, sin la soga al cuello”, analiza Figueiredo Rodrigues aludiendo a esa representación que se identifica más con el símbolo de la República que con el insurgente de la colonia. Esta figura se institucionalizaría durante los períodos de estado de excepción, tales como los que se vivieron bajo el gobierno de Getúlio Vargas (1882-1954), en 1930, y durante la dictadura militar (1964-1985). Al año siguiente del golpe de Estado, el mariscal Humberto de Alencar Castelo Branco (1897-1967) firmó la Ley nº 4.897 instituyendo a Tiradentes como patrono cívico de la nación. En 1966, la estatua de Francisco Andrade se erigió como efigie oficial. “Desde entonces, Tiradentes pasó a ser un tema obligatorio en las clases de educación moral y cívica. Y hasta 1986, las escuelas públicas estaban obligadas a contar con una imagen del prócer”, dice Figueiredo Rodrigues.

Las representaciones de la imagen de Tiradentes también se basan en el contexto en que vivía. Siendo el cuarto de los cinco hijos del matrimonio formado por el portugués Domingos da Silva dos Santos (1698-1757) y por la brasileña Antônia da Encarnação Xavier (1721-1755), Tiradentes fue separado de sus hermanos cuando tenía alrededor de 11 años. Con la familia disuelta luego de la muerte de sus padres, fue a vivir con su padrino, Sebastião Leitão. Su habilidad para tratar problemas dentales fue advertida inmediatamente por el padrino, que lo estimuló a dedicarse a esa ocupación.

“Aunque no tuvo una educación formal, Tiradentes acabó ejerciendo su profesión con destreza y comenzó a ser muy solicitado por personas de diferentes estratos sociales”, dice Barbosa Cabreira, quien también resalta su habilidad para el desarrollo de prótesis dentales a partir de huesos de animales, marfil e incluso oro. En el libro, Figueiredo Rodrigues y Barbosa Cabreira presentan elementos que desmienten el estereotipo de que Tiradentes habría sido un hombre pobre. Su familia disponía de buenas condiciones económicas y era propietaria de una gran finca ubicada entre las aldeas de São José –la actual ciudad de Tiradentes– y São João del-Rei, en Minas Gerais.

A los elementos que contribuyen para la construcción de la imagen de Tiradentes como un buen hombre que llevaba alivio a quienes padecían de dolores de dientes, se suman los relatos de los frailes José Carlos de Jesus Maria do Desterro (circa 1745-1825) y Raimundo da Anunciação Penaforte, que acompañaron al alférez en sus últimos días en prisión. Ambos caminaron junto a Tiradentes rumbo a la horca y en sus escritos ensalzaron la figura pasiva y humilde del condenado. “A grandes rasgos, su imagen será la de un hombre de mirada cándida, túnica blanca, con un crucifijo en el pecho y los cabellos sueltos hasta los hombros”, dice Figueiredo Rodrigues. La representación del héroe cobraría fuerza por su sesgo revolucionario, un mártir que se sacrificó por la República. La primera representación de Tiradentes con uniforme de alférez vendría en 1940, en un retrato elaborado por el pintor paulista José Wasth Rodrigues (1891-1957). La obra, que lo identifica como un patriota joven, elegante y al mismo tiempo austero, fue realizada para formar parte de la exposición dedicada al 8º Centenario de Portugal, realizada en Lisboa. “La propuesta fue representar a Tiradentes en su costado más humano, cuando aparece vestido con el uniforme de dragón del Regimiento de Caballería de Minas Gerais”, relata Figueiredo Rodrigues. Tiradentes fue aceptado en el servicio militar en 1775, como alférez de la 6ª Compañía de Dragones de Minas, puesto que ocupó hasta su muerte.

Con la obra denominada Tiradentes esquartejado (1893) –intitulada originalmente Tiradentes supliciado–, del pintor Pedro Américo (1843-1905), la representación del inconfidente ganó su capítulo más controvertido. Al retratar el cuerpo del hombre desmembrado en la horca, con la cabeza separada del cuerpo y dispuesta junto a un crucifijo, la imagen se aleja mucho de la figura del prócer que serviría de inspiración para los nuevos tiempos de la República. La pintura, de grandes dimensiones, exhibe el desenlace de la muerte de Tiradentes, en cumplimiento de la sentencia por el delito de lesa majestad, acusado de conspirar contra la Corona portuguesa.

El artista, formado en la École des Beaux-Arts de París, en Francia, antes de pintarla ya había sido contratado para retratar otros hitos de la historia de Brasil. Sin embargo, las repercusiones ante el cuadro del afamado artista fueron negativas. “Al optar por la representación del cuerpo despedazado sobre el cadalso, Pedro Américo no solo realza el poder de la metrópoli portuguesa sobre su colonia en América, sino que también revela la propia fragilidad de Tiradentes y de la conspiración que se lo acusó de encabezar”, escribe Maraliz de Castro Vieira Christo, en el artículo intitulado A fragmentação do corpo do herói e a sensibilidade do final do século 19 [El desmembramiento del cuerpo del prócer y la sensibilidad en las postrimerías del siglo XIX]. Docente titular en la Universidad Federal de Juiz de Fora, De Castro Vieira Christo es autora de un estudio que analiza la obra como una especie de deconstrucción de la imagen de Tiradentes, que resquebraja la integridad de su representación como un prócer.

“El desmembramiento del cuerpo alude al desmantelamiento de la figura épica individualizada del conspirador”, asevera Maria Helena Vicente Werneck, docente del Programa de Posgrado en Artes Escénicas de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (Unirio), quien analiza en un ensayo las representaciones del martirio de Tiradentes tomando como base la presentación o el ocultamiento de la actuación de la muerte en público. “El retrato del cuerpo íntegro o despedazado en una representación artística nos remite a distintos proyectos estético-políticos que pretenden dar un nuevo significado a la figura histórica”, analiza Vicente Werneck. La investigadora destaca, entre distintos espectáculos de diversos momentos del teatro brasileño, la puesta en escena del musical Arena conta Tiradentes (1967), con textos de Augusto Boal (1931-2009) y Gianfrancesco Guarnieri (1934-2006), en el cual, el grupo hace una relectura escénico-narrativa de la Inconfidência a partir de los acontecimientos de la década de 1960, exaltando la figura de un Tiradentes capaz de cautivar a los revolucionarios. “Lo que pudimos apreciar en ese espectáculo también es una forma de deconstrucción de las imágenes del prócer sacrificial, en el cadalso y del cuerpo condenado por el descuartizamiento, para convertirlo en un sujeto político proyectado en la acción”, analiza.

Colección: André Figueiredo Rodrigues La imagen de Tiradentes se imprimió en cuatro sellos postales: en 1948, 1963, 1992 y 2008Colección: André Figueiredo Rodrigues

Famoso por dar su nombre a calles, plazas, escuelas y edificios públicos, la representación visual del prócer nacional trascendió en su dimensión como personaje histórico a través de la numismática y la filatelia. “Monedas, billetes y sellos postales fueron algunos de los principales medios de difusión de la imagen del inconfidente, que pasó a circular de mano en mano entre la gente al tiempo que se afianzaba en el imaginario popular”, dice Barbosa Cabreira.

La primera representación vino con el billete de 5 mil cruceiros (Cr$ 5.000), que circuló entre 1963 y 1974. La imagen reproduce la pintura Tiradentes ante o carrasco (1951), de Rafael Falco (1885-1967), que representa la escena de la mañana en la que el condenado se aprestaba a recibir la vestimenta blanca, previo al cortejo que lo conduciría a la horca. En tanto, en el anverso, en el sector destinado a la efigie, aparece una imagen de Tiradentes que también se basa en la representación de Agostini. En 1992, una edición conmemorativa de la moneda también de 5 mil cruceiros, incluyó un grabado inspirado en la obra del pintor y caricaturista Décio Rodrigues Villares (1851-1931). Desde 1998, la moneda de 5 centavos trae una representación adaptada de la pintura de Falco.

Colección: André Figueiredo Rodrigues Billetes emitidos por la Casa de la Moneda en homenaje a TiradentesColección: André Figueiredo Rodrigues

En el campo de la filatelia, Tiradentes estampa cuatro emisiones oficiales brasileñas, la primera en 1948, en conmemoración del bicentenario de su nacimiento. En 1963, aparece en la serie Vultos célebres da história do Brasil. En 1992 fue el turno del bicentenario de su fallecimiento. Finalmente, en 2008, integra la serie de sellos postales denominada Heróis da Pátria. Los billetes, monedas y estampillas postales son emitidos oficialmente por la Casa de la Moneda, con sede en Río de Janeiro. El famoso héroe también adquirió proyección internacional con sellos postales emitidos en Cuba (en 1988), Uruguay (en 1989) y República Dominicana (en 2014).

Aunque la apariencia de Tiradentes haya sido asemejada a la imagen de Jesucristo, los documentos donde constan los Autos de Devassa –el proceso penal promovido contra los inconfidentes– revelan que al momento de su muerte no llevaba barba y su cabeza estaba rapada, para que el público presente pudiese observar mejor su tortura. “Cabe destacar que las diversas representaciones de Tiradentes surgen a partir de la licencia poética de autores que se abocaron a la creación de un mito, pero su imagen seguirá en constante construcción”, concluye Barbosa Cabreira.

Artículos científicos
CHRISTO, M. C. V. A fragmentación do corpo do herói e a sensibilidade do final do século 19. Artes e Ensaios, Río de Janeiro, UFRJ, v. 16, p. 72-81, 2008.
WERNECK, M. H. Representaciones do martírio de Tiradentes: a performance da morte em público. Revista Semear, Río de Janeiro, PUC-RIO, Cátedra Padre António Vieira de Estudos Portugueses, v. 5, 2001.

[bibliografia]Libro
Figueiredo Rodrigues, André y Barbosa Cabreira, Maria Alda. Em busca de um rosto – A república e a representação de Tiradentes. São Paulo: Humanitas, 2020.

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