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Demografía

Sujetos invisibles

Investigan los retos a los que se enfrentan los niños y los adolescentes inmigrantes y refugiados, un tema poco debatido aún en las universidades brasileñas

Paulo Chavonga

“Una niña venezolana cruza el portón de la aduana brasileña. Con dos trenzas y un lazo de cinta rosado en el cabello, también viste una chaqueta rosada y carga una mochila aparentemente pesada sobre su espalda ligeramente encorvada. Debajo del brazo lleva una almohada casi tan grande como su propio cuerpo delgado y de contextura menuda. Su rostro es serio; su apariencia, cansada. Los pasos son firmes y algo apresurados, siguiendo a la mujer que avanza delante. Su mirada, perdida. Ambas continúan con su marcha y llegan a un espacio con bancos de madera alineados donde aguardarán para cumplir con el primero de una serie de trámites. Adultos y niños, todos con aspecto cansado, se juntan a la espera de información. En este momento, no hay prioridad para nadie”.

El texto anterior es un extracto del diario de campo de la investigadora Fernanda Paraguassu, reproducido en su tesina de maestría intitulada “Relatos de infancias refugiadas. El niño como protagonista de su propia historia”, defendida en 2020, en el marco del Programa de Posgrado en Comunicación y Cultura de la Universidad Federal de Río de Janeiro (ECO-UFRJ). Para la realización del estudio, que recientemente fue premiado como el mejor en esta categoría por la Asociación Nacional de Programas de Posgrado en Comunicación (Compós), ella visitó albergues de refugiados venezolanos en Roraima y conversó con niños de 7 a 12 años, refugiados o solicitantes de refugio, procedentes de la propia Venezuela y de la República Democrática del Congo, radicados en Río de Janeiro.

“El mayor reto no fue la barrera del idioma, porque los niños ya se expresaban en portugués, sino ganarse la confianza de sus responsables y de los propios niños”, dice la investigadora, quien a lo largo del proceso de mediación contó con la ayuda de organizaciones no gubernamentales y recurrió a actividades lúdicas para poder interactuar con ellos. “La idea era establecer una comunicación capaz de generar vínculos”, dice el marroquí Mohammed ElHajji, radicado desde hace tres décadas en Brasil y director de la investigación de Paraguassu en la UFRJ. “Por lo general, el niño no elige emigrar. Más allá de la falta de autonomía para decidir, a menudo se lo invisibiliza durante ese proceso. Y es fundamental que pueda tener una vos activa”.

Este mismo problema tiene repercusiones en la academia. “En Brasil son escasas las investigaciones sobre niños y adolescentes refugiados e inmigrantes. La mayoría de los estudios sobre cuestiones migratorias se centran en los adultos y sus motivaciones”, dice Katia Norões, docente de la carrera de pedagogía en la Universidad Estadual de Mato Grosso do Sul (UEMS). “En materia de investigaciones, la situación es incluso peor en lo referente a los niños menores de 6 años”, añade el pedagogo Flávio Santiago, quien actualmente realiza una investigación posdoctoral en la Facultad de Educación de la Universidad de São Paulo (FE-USP) sobre la situación de los inmigrantes de origen africano en los jardines infantiles de la ciudad de São Paulo.

Para visibilizar el tema, entre ambos organizaron el dosier titulado Migrações internacionais e infâncias, publicado recientemente en la revista Zero-a-Seis, del Núcleo de Estudios e Investigaciones de la Educación en la Primera Infancia de la Universidad Federal de Santa Catarina (Nupein-UFSC). La edición recopila obras de investigadores brasileños y extranjeros de disciplinas tales como la geografía, la educación, la sociología, la psicología y el derecho. “El objetivo fue situar al niño como protagonista del debate sobre los contextos migratorios tanto en Brasil como en el exterior y abordar el tema desde una perspectiva interdisciplinaria”, explica Norões.

“La inmigración es un fenómeno irreversible en el mundo contemporáneo”, apunta la socióloga Rosana Baeninger, docente jubilada del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas (IFCH-Unicamp) e investigadora del Núcleo de Estudios de la Población (Nepo), de la misma institución. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la cantidad de personas que experimentaron un desplazamiento forzoso en 2020 alcanzó el nivel más alto registrado por la institución, totalizando 82,4 millones de individuos en todo el planeta. De estas, más de 26,4 millones solicitaron refugio en otros países.

Paulo Chavonga

De acuerdo con ese mismo estudio, los niños y los adolescentes representan aproximadamente la mitad de la población refugiada en todo el mundo. En Brasil, sin embargo, la situación es diferente. Según informa en Refúgio em pauta, un pódcast producido por el propio Acnur con la colaboración de 23 universidades brasileñas que integran la Cátedra Sérgio Vieira de Mello, en 2020, los niños eran alrededor del 10 % de los 57.000 refugiados que vivían en el país. La mayoría estaban radicados en los estados de Roraima, São Paulo y Río de Janeiro, y eran oriundos de Venezuela, Siria y la República Democrática del Congo.

“La cantidad de niños refugiados locales es mucho menor al promedio global debido a varias razones. Una de ellas es la distancia geográfica entre Brasil y los países de África y Oriente Medio, un factor que encarece y torna inviable el viaje con niños”, dice la socióloga Monique Roecker Lazarin, del Albergue Dom Luciano Mendes de Almeida, que recibe a inmigrantes y refugiados venezolanos en la ciudad de São Paulo. En su tesina de maestría defendida en 2019 en el Centro de Educación y Ciencias Humanas de la Universidad Federal de São Carlos (CECH-UFSCar), Roecker Lazarin analizó los datos del Comité Nacional para los Refugiados (Conare), vinculado al Ministerio de Justicia de Brasil, para elaborar un perfil de los niños que arribaron al país entre finales de la década de 1990 y 2016. “Faltan datos específicos sobre la inmigración infantil en Brasil y eso constituye un escollo para los investigadores”, argumenta la socióloga Anete Abramowicz, de la FE-USP, quien ofició como directora de la investigación.

Según Roecker Lazarin, la migración forzada que ingresó en Brasil en aquel período estaba compuesta, sobre todo, por varones adultos. Entre los niños había una proporción más ecuánime en la cantidad de niñas y niños. En este caso, según Abramowicz, resulta fundamental tener en cuenta la cuestión de género. “Las niñas refugiadas suelen quedar al cuidado del hogar cuando sus madres salen a trabajar y debido a ello no están escolarizadas”, señala la investigadora. “Ellas necesitan atención pedagógica para no tener que abandonar la escuela y tener que hacer frente a mayores impedimentos a lo largo de su vida”.

“La educación cumple un papel muy importante en la inserción social de los niños y las familias de inmigrantes y refugiados”, subraya Lineu Kohatsu, del Instituto de Psicología (IP) de la USP y uno de los organizadores del Seminario Internacional sobre Inmigración y Educación, que se llevó a cabo recientemente en el Instituto de Estudios Avanzados (IEA) de la misma universidad. Paraguassu coincide con él. “En general, los niños aprenden el idioma local antes que los padres y se convierten en el nexo de la familia con la sociedad. Así, acaban por asumir tempranamente roles de gran responsabilidad, como la lectura de contratos bancarios o de alquiler”, refiere la investigadora, autora del libro infantil A menina que abraça o vento: A história de uma refugiada congolesa (editorial Voo, 2017).

Aunque en Brasil no existe una ley específica que garantice el acceso de los niños refugiados a la educación, este tema viene evolucionando desde la década de 1990 gracias a la creación de herramientas como el Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA). Eso es lo señalan las investigadoras Maria Luiza Posser Tonetto y Joséli Fiorin Gomes en el artículo intitulado “‘Un hijo en el mundo y un mundo al revés’. Un análisis sobre los obstáculos a la efectividad del acceso a la educación de los niños refugiados en Brasil”, publicado en el expediente informativo de la revista Zero-a-Seis. “Tenemos leyes muy buenas, pero hay que interpretarlas con mayor sensibilidad y aplicarlas mejor”, sostiene Gomes, docente de la carrera de derecho en la Universidad Federal de Santa Maria (UFSM). En opinión de Tonetto, no basta con brindar acceso a la educación. “Es necesario que la escuela esté realmente preparada para recibir a estos inmigrantes”, apunta. Según ella, uno de los obstáculos es la documentación al momento de inscribirse. “En el curso del proceso de refugio, el Conare emite un documento que, de acuerdo con la legislación actual, garantiza el derecho a la educación. Sin embargo, por falta de información o por exceso de celo, las secretarías de las escuelas a menudo no aceptan el documento o exigen certificados que las familias no poseen, como el certificado analítico escolar”, añade la investigadora, quien estudia este tema en su maestría en educación en la UFSM.

En su investigación posdoctoral desarrollada en la Universidad de Porto, en Portugal, Kohatsu, del IP-USP, analizó la experiencia de recepción de alumnos en una escuela municipal de enseñanza fundamental de São Paulo, donde el 20 % de los 490 matriculados correspondía a niños procedentes de otros países o hijos de inmigrantes, en particular, de Bolivia. “Hubo mucha discriminación y acoso escolar contra esos alumnos hasta 2011, cuando asumió un nuevo director en la escuela e instauró instancias de diálogo con padres y alumnos. Poco a poco, otros docentes empezaron a asumir la coordinación de proyectos que valoraban la cultura del inmigrante”, relata. “Según el equipo de la escuela y las familias de inmigrantes entrevistadas para la investigación, estas acciones lograron una disminución significativa de las manifestaciones explícitas de prejuicio y discriminación, además de haber permitido una mayor interacción entre los alumnos”.

De acuerdo con Baeninger, la percepción de la sociedad brasileña hacia los niños inmigrantes y refugiados ha ido cambiando con el paso del tiempo, no necesariamente para mejor. “Si bien los niños blancos, de origen europeo, que vinieron con sus familias en el marco de la política migratoria del gobierno brasileño a principios del siglo XX o después de la Segunda Guerra Mundial fueron aceptados con mayor facilidad, lamentablemente no ocurre lo mismo con los niños que han arribado en los últimos años, muchos de ellos negros o de origen indígena, más pasibles de ser objeto de racismo y xenofobia”, deplora. La experta recuerda que en el siglo XXI, tras el cierre de las fronteras del norte global por cuestiones económicas, la migración se hace presente, sobre todo, entre los países del sur del planeta. “La sociedad brasileña debe estar preparada para recibir a estos nuevos flujos migratorios, particularmente en el contexto de crisis, como es el caso de los niños afganos, y debe comprender que nuestro futuro es multicultural”, concluye.

Artículos científicos
KOHATSU, L. N. et al. Educação de alunos imigrantes: A experiência de uma escola pública em São Paulo. Psicologia Escolar e Educacional. v. 24, p. 1-9. 2020.
NORÕES, K. C. y SANTIAGO, F. (org.). Dossiê: Migrações internacionais e infâncias. Revista Zero-a-Seis. v. 23, n. 43. mar. 2021.

Libro
PARAGUASSU, F. A menina que abraça o vento: A história de uma refugiada congolesa. Curitiba, Belo Horizonte: Voo, 2017.

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