El Fondo de Innovación Paulista (FIP), que invierte capital de riesgo en empresas nacientes del estado de São Paulo, ingresó en su segunda etapa de actividades luego de abocarse en sus primeros años a analizar más de 1.600 oportunidades de negocios para seleccionar una cartera de 20 compañías. Sus administradores se concentran ahora en estimular el crecimiento de las startups patrocinadas, ayudando a administrarlas para más adelante vender su participación que, en promedio, es del 35% del capital de esas empresas. Este fondo cerrará sus actividades en diciembre de 2021 y su meta es cuadruplicar el capital invertido. “Se pusieron en juego 105 millones de reales y nuestro objetivo es devolverles a los inversores 420 millones”, dice Francisco Jardim, responsable de SP Ventures, la empresa que gestiona el fondo.
Se espera que la inversión produzca un rendimiento promedio de un 35% anual, aunque el desempeño no sea homogéneo a lo largo del tiempo y se concentre en la etapa final. La tasa de mortalidad o fracaso prevista para las compañías elegidas es de alrededor de un tercio de las mismas. “Un tercio de las empresas van a generar pérdidas. Otro tercio tendrá un rendimiento bajo y solamente se recuperará el capital invertido sumando algún pequeño beneficio. Y del tercio restante esperamos un desempeño extraordinario, que multiplique la inversión entre 5 y 30 veces”, explica Jardim. Según él, ese índice de fracaso es natural y está contemplado. “El riesgo genera fracasos, pero también posibilita un gran éxito para algunas compañías”. Una de las empresas de la cartera del fondo, SmartBill, que había sido seleccionada en 2014, ya fue vendida.
El capital del fondo proviene de agencias de apoyo a la ciencia, tecnología e innovación, tales como Desenvolve SP, vinculada al gobierno del estado de São Paulo, que invirtió 25 millones de reales, la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep) que aportó 20 millones de reales y la FAPESP, con 10 millones de reales. Otras entidades también contribuyeron para engrosar el patrimonio del FIP: el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), con 20 millones de reales, la administradora de fondos privados Jive Investments, también con 20 millones y el Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (Sebrae), con 10 millones de reales. Está claro que el objetivo del FIP va más allá de multiplicar la inversión. Como una gran porción de su composición son recursos públicos, hay interés por desarrollar ecosistemas locales de innovación y promover nuevos negocios en São Paulo. En Piracicaba, SP Ventures creó con la colaboración de Raízen –una joint venture entre Cosan y Shell que es la mayor productora y exportadora de azúcar y etanol del mundo–, una aceleradora de startups del agronegocio a la que se bautizó como Pulse Hub. También interviene como colaboradora en otra iniciativa de este tipo en la ciudad, la Usina de Innovación. Cinco empresas financiadas se instalaron o sacan provecho de esos espacios.
El FIP se instituyó en 2013 y el principal desafío de sus administradores consistió en seleccionar a las empresas en el marco de una permanente retracción económica. Esta atmósfera hostil indujo una modificación en su perfil. La idea inicial era que las empresas de tecnología para el agronegocio integraran del 30% al 50% de la cartera y segmentos tales como las tecnologías de información y comunicación, salud y nuevos materiales completarían la inversión. Pero en 2016 los gestores resolvieron subir la apuesta agropecuaria y la proporción de recursos dirigidos a empresas de tecnología para el agronegocio llegó al 73% de las inversiones aprobadas. “Hoy en día el campo atraviesa toda una revolución digital y vislumbramos en el agronegocio el mayor potencial de retorno. Se trata de un segmento en el cual Brasil posee un mercado interno enorme y una tendencia agresiva hacia el consumo de tecnología. En 2017, el agronegocio creció un 13% en Brasil mientras que el sector industrial y el de servicios patinaron. Nuestra conclusión fue que la convergencia entre el agronegocio y la tecnología era relativamente inmune a las turbulencias macroeconómicas del país”, dice Francisco Jardim.
Se espera un retorno de la inversión que realizó el fondo estimado en 420 millones de reales
De las 477 empresas de tecnología agropecuaria evaluadas, 12 resultaron elegidas, es decir, el 2,5% del total. Esa tasa de aprovechamiento fue superior a la de las empresas de tecnología de la salud (el 1% de las evaluadas) y de tecnología de información para empresas (el 0,75%). Ninguna de las 187 empresas de nuevos materiales y nanotecnología analizadas resultó elegida. Las vulnerabilidades de las startups rechazadas estaban relacionadas principalmente con la falta de competitividad de sus tecnologías y con la saturación del mercado en el que intervienen.
Pese a las dificultades en la economía, el monto invertido en Brasil por fondos de capital de riesgo en empresas incipientes aumentó significativamente en 2017, en comparación con el año anterior. De acuerdo con la aceleradora de startups ACE, la inversión en Venture Capital (VC) en el país llegó el año pasado a 2.180 millones de reales, de los cuales 2.054 millones correspondieron a inversiones extranjeras y 131 millones de reales a inversores nacionales. En 2016, el total invertido había sido de 1.400 millones de reales y en 2013, tan solo 256 millones de reales. Los datos fueron extraídos de la plataforma de informaciones comerciales Crunchbase. De acuerdo con Guilherme Lima, gerente de porfolio de ACE, el crecimiento reciente estuvo asociado con el surgimiento de los primeros unicornios brasileños –empresas con un valor superior a mil millones de dólares antes de la apertura de su capital– que fueron NuBank y 99, en el primer trimestre de 2018, además de las ofertas públicas iniciales de acciones de empresas de tecnología tales como PagSeguro, NetShoes y Banco Inter. “Por lejos, Brasil es el líder de la ruta de las inversiones en VC en América Latina”, escribió Lima en el sitio web de ACE. También según los datos de la Crunchbase, el 76% de las inversiones en VC en Latinoamérica tuvieron a Brasil como destino en 2017. En segundo lugar aparece Colombia, con el 14,1% y luego México, en un tercer puesto con el 7,5% de las inversiones.
En 2017, se seleccionaron siete nuevas startups para completar la cartera del fondo. Las mismas intervienen en negocios tales como sistemas de gestión en la nube para haciendas, productos microbiológicos, análisis de suelos, gestión y manejo agropecuario, y también hay una fintech para registrar y administrar la financiación a empresas agrícolas. Entre las empresas que ya estaban siendo promovidas, tres especialmente prometedoras fueron objeto de una nueva ronda de inversiones. Agrosmart, que ya había recibido 2,5 millones de reales en 2015, fue beneficiada ahora con más de 7 millones de reales. La empresa, fundada en 2014, fue incubada en la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP), en Piracicaba, y actualmente tiene su sede en Campinas. Ella desarrolló software y servicios tecnológicos basados en la colecta y análisis de datos en propiedades rurales, enfocados en el monitoreo del clima en propiedades rurales y en recomendar estrategias de riego y aplicación de pesticidas, además de indicar el riesgo de aparición de plagas. Actualmente cuenta con grandes clientes entre los que figuran Syngenta, Raízen, Coca-Cola y DuPont. La empresa fue invitada a participar en un programa de transferencia de tecnología de la Agencia Espacial Estadounidense (NASA) y participó del programa de aceleración de Google. Según opina Francisco Jardim, de SP Ventures, el gran desafío de la compañía es afrontar la falta de conectividad en el campo. “Pero el potencial que ha desarrollado el equipo y la oportunidad de mercado nos convencieron de que existe positivamente la probabilidad de que esta empresa se transforme en el primer gran caso exitoso de la agrotecnología nacional”, dice.
En el caso de Promip – Manejo Integrado de Pragas, que había recibido 4 millones de reales en 2014, ahora sumó otros 9 millones. El riesgo de la inversión se considera bajo, dado que la empresa ya está estructurada –tiene su sede en la localidad paulista de Limeira, una unidad en Conchal y una fábrica en Engenheiro Coelho, en el interior del mismo estado, donde trabajan 100 colaboradores–, y opera en un mercado en crecimiento. La compañía comercializa cinco pesticidas biológicos. Sus dos primeros productos, que contienen ácaros predadores para el control de una plaga de las hortalizas, fueron desarrollados con financiación del Programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe), de la FAPESP, cuando Promip todavía estaba instalada en la incubadora de la Esalq-USP. Hasta la fecha, acumula siete proyectos financiados por el programa. “Nuestras previsiones contemplan un reembolso de 20 veces el capital invertido, ya que estamos trabajando en dos frentes con alto potencial de crecimiento: la venta de productos biológicos a agricultores y la prestación de servicios a grandes empresas del agronegocio”, explica Marcelo Poletti, fundador de Promip junto a dos socios en 2006, luego de finalizar su doctorado en entomología en la Esalq-USP. También forman parte de la cartera de inversiones del FIP otras empresas que recibieron ayuda por intermedio del Pipe. Una de ellas es Nexxto, fundada en São Paulo en 2010, que produce herramientas basadas en internet de las cosas, como por ejemplo un sistema capaz de monitorear la temperatura y la humedad de aparatos que conservan productos perecederos, tales como congeladores, vitrinas refrigeradas y cámaras frigoríficas. Otro ejemplo es Imprenha Biotecnologia, de la localidad paulista de Jaboticabal, una empresa de reproducción animal que ideó un método para incrementar la tasa de éxito de las técnicas de reproducción asistida en animales de cría.