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RECONOCIMIENTO

Trabajo recompensado

Los premios para investigadores se multiplican en Brasil y en el exterior

Ceremonia de entrega del premio Breakthrough de 2015 en Estados Unidos: su estructura se asemeja a la del Oscar

Steve JurvetsonCeremonia de entrega del premio Breakthrough de 2015 en Estados Unidos: su estructura se asemeja a la del OscarSteve Jurvetson

La Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes) y la empresa brasileña de cosméticos Natura presentaron el 11 de noviembre la el premio Capes Natura – Campus de Excelencia Científica que reconocerá a los mejores artículos científicos sobre sostenibilidad y biodiversidad. La ceremonia de entrega de los premios se realizará el 5 de junio, día del medio ambiente, y los galardonados se harán acreedores a 25 mil reales, además de certificados. El objetivo consiste en estimular la publicación de comunicaciones en revistas científicas de alto impacto y reconocer a los investigadores en el inicio de su carrera. Esta iniciativa se suma a otros premios que laurean a investigadores en el país, tales como el premio Almirante Álvaro Alberto y el FCW de Arte, Ciencia, Cultura y Medicina, patrocinados por la fundación Conrado Wessel (FCW). “En Brasil aún hay pocas experiencias de este tipo si se compara con países como Estados Unidos, por ejemplo”, dice Carlos Nobre, presidente de la Capes. “Los galardonados se convierten en modelos que colaboran en la difusión de los valores de la ciencia en la sociedad e inspiran a las nuevas generaciones”. En el ámbito internacional, también surgieron nuevos premios científicos, y algunos de ellos reparten cifras millonarias.

Dentro del ámbito científico y tecnológico, los galardones cumplen un rol que no se circunscribe al mero homenaje. “El efecto más importante de los premios incide en la reputación de los científicos”, dice Elizabeth Balbachevsky, del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP). “Un científico premiado obtiene el respeto de sus pares y eso lo ayuda a obtener recursos para investigaciones importantes”, sostiene la profesora, quien recuerda que existen otros mecanismos que brindan reconocimiento, tales como la publicación de artículos de alto impacto. Los beneficios del premio no siempre son inmediatos: “La obtención de un premio no implica que alguien suba de categoría en su carrera de un día para el otro. Pero contribuye a elevar el reconocimiento y la credibilidad del investigador, alimentando un proceso acumulativo a largo plazo”.

Eventualmente, esas distinciones atraen el interés de los candidatos por los montos que ofrecen. Ése es el caso del premio Breakthrough, que el 8 de noviembre entregó tres millones de dólares a cada ganador en las áreas de Ciencias de la Vida, Matemática y Física fundamental. Esta distinción se creó en 2012, y está patrocinada por importantes empresarios, entre los que figuran Mark Zuckerberg, de Facebook, y Sergey Brin, de Google. La cifra concedida es casi tres veces superior a la que paga el Nobel, pero sus mentores aseguran que no desean competir con el galardón más importante de la ciencia, que se otorga desde hace 114 años. “El objetivo consiste en reconocer el trabajo colectivo en la ciencia. En la actualidad, la investigación es internacional y diversificada, e involucra a mucha gente”, dijo el multimillonario ruso Yuri Milner, otro de los patrocinadores del premio, en el marco de la ceremonia de entrega de la distinción a los laureados en un centro de la agencia espacial estadounidense, la NASA, en California.

La educadora Magda Becker Soares, de la UFMG, recibió el premio Almirante Álvaro Alberto en 2015

CRISTINA LACERDA/ABC La educadora Magda Becker Soares, de la UFMG, recibió el premio Almirante Álvaro Alberto en 2015CRISTINA LACERDA/ABC

El Nobel selecciona un máximo de tres investigadores por categoría científica. El premio de Física del Breakthrough se repartió entre el chino Yifang Wang, el japonés Atsuto Suzuki y otros 1.380 colaboradores. Éstos formaron parte de una amplia investigación que realizó descubrimientos acerca de la oscilación de los neutrinos, que son partículas elementales de la materia. Un mes antes, la investigación sobre los neutrinos les granjeó el Nobel de Física al japonés Takaaki Kajita, de la Universidad de Tokio, y al canadiense Arthur B. McDonald, de la Queen’s University.

Una de las características de los nuevos premios internacionales reside en que buena parte de mismos pone de relieve aplicaciones de la ciencia y extensiones del conocimiento en la solución de problemas de la sociedad. En 2014, por ejemplo, los científicos James Alison, de la Universidad de Texas, en Estados Unidos, y Tasuku Honjo, de la Universidad de Kioto, en Japón, recibieron alrededor de 1,6 millones de dólares por el hallazgo de moléculas con potencial para el tratamiento del cáncer. Ese monto formaba parte del premio Tang, que fue instituido en 2012 por el emprendedor chino Samuel Yin, al cual se lo conoce porque promueve actividades filantrópicas. Según Yin, el compromiso del premio es más con la investigación que con el científico, es decir, la meta es brindarle ayuda a los estudios prometedores y no necesariamente premiar a los científicos por el trabajo que desarrollan durante su carrera. “Ésa es la manera que hallé para contribuir para con el desarrollo mundial”, le explicó Yin a la revista Nature.

Otro premio que llama la atención por el monto que se destina a cada galardonado (aproximadamente 1,5 millones de dólares) es el Queen Elizabeth Prize for Engineering, que fue creado en 2013 por la Academia Real de Ingeniería del Reino Unido con la ayuda de patrocinadores privados. En la primera edición, se premió a cinco investigadores de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. En 2015, el laureado fue tan sólo un científico, el estadounidense Robert Langer, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Langer es autor de más de 1.300 artículos científicos en el área de bioquímica y nanotecnología, y fue uno de los primeros investigadores del mundo que utilizó polímeros para controlar el transporte de grandes moléculas por el organismo humano en el tratamiento de enfermedades mentales y cáncer. En la noche de la entrega del premio, el científico recibió una medalla de manos de la reina Elizabeth.

Pero estas iniciativas también han suscitado críticas. En una entrevista para un reportaje que se publicó en 2013 en la revista Nature, Jack Stilgoe, profesor de política científica del University College London, dijo que grandes premios como el Breakthrough, les reportan más beneficios a sus patrocinadores, que se promocionan como benefactores de la ciencia, que a la ciencia misma.

El físico Frank Wilczek, docente del MIT y uno de los ganadores del Nobel en 2004, también cuestionó a los “premios glamurosos”. Según él, se debe evaluar si estas iniciativas contribuyen efectivamente al desarrollo científico o no pasan del mero montaje de un show. El comentario de Wilczek se basa en el hecho de que las ceremonias del Breakthrough, por ejemplo, recuerdan generalmente a la del Oscar: se televisan en vivo, hay una alfombra roja y sus promotores son personalidades de Hollywood, tales como el actor Morgan Freeman. Para Carlos Nobre, de la Capes, eso no representa necesariamente un problema. “Las celebridades de los deportes y del entretenimiento son actualmente los grandes referentes, especialmente para los jóvenes. ¿Por qué no emplear ese mismo modelo para ampliar el alcance de la ciencia en la sociedad?”, indaga.

Alline Cristina de Campos, una de las ganadoras del premio L’Oréal para Mujeres en la Ciencia: un lauro que financiará su investigación

Archivo PersonalAlline Cristina de Campos, una de las ganadoras del premio L’Oréal para Mujeres en la Ciencia: un lauro que financiará su investigaciónArchivo Personal

Entre las controversias, surge una pregunta que resulta inevitable: ¿cuál es el impacto real de los premios en la carrera de aquéllos que lo reciben? La respuesta puede ser diferente, dependiendo de cada país. En Estados Unidos, el sistema universitario es altamente competitivo y posibilita el intercambio de investigadores entre las instituciones. En ese contexto, un científico que aparezca en televisión recibiendo un premio millonario puede adquirir un poder negociador mayor a la hora de obtener financiación y negociar sueldos. En tanto, en Brasil y en algunos países europeos, tales como Francia y Alemania, donde el sistema universitario es más rígido y las condiciones de trabajo generalmente se estipulan por niveles de carrera, la importancia de un premio en el currículo de un investigador es algo más simbólico.

“En Brasil, un docente al que se contrata como empleado público logra estabilidad en su carrera, lo cual contribuye para que se afiance pronto en una institución”, explica Elizabeth Balbachevsky. Ella cree que aquí en el país, los premios científicos redundan mayormente en el reconocimiento a trayectorias ejemplares y no en lograr que un investigador avance en su carrera. “Tradicionalmente, los premios brasileños son lauros para científicos ya consagrados. Ésa es una forma de decirles a los jóvenes investigadores qué es lo que la comunidad científica espera de ellos”.

La cirujana e investigadora Angelita Habr-Gama, docente de la Facultad de Medicina de la USP, relata que luego de recibir el premio FCW 2010 en la categoría Medicina, comenzó a ser más valorada también fuera de la comunidad científica. “Los alumnos de grado y de posgrado comenzaron a verme como un modelo a seguir. Me siento muy honrada por ello”, dice. En tanto, la arqueóloga Niède Guidon, fundadora y directora de la Fundación Museo del Hombre Americano, destinó parte de los 300 mil reales que obtuvo con el premio FCW en 2013 para acelerar la construcción de las obras del aeropuerto de São Raimundo Nonato, en el estado de Piauí, que se encontraban demoradas desde hacía años y eran responsabilidad de la gobernación de dicho estado. El aeropuerto era una de las condiciones para que el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) girara un fondo para la construcción del Museo de la Naturaleza, en la ciudad vecina de Coronel José Dias. “El mayor impacto del premio fue haber conseguido ayudar a la comunidad donde trabajo y resido”, dice Guidon.

El premio FCW, que se instituyó en 2002, se destina a personalidades o entidades en las áreas del arte, ciencia, medicina y cultura. Actualmente, el ganador de cada una de las categorías recibe 300 mil reales. Al cabo de 13 años, los galardonados fueron 100, seleccionados por una comisión integrada por representantes de 10 instituciones científicas colaboradoras de la fundación que lo concede, entre las que figuran la FAPESP, la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC) y la Academia Brasileña de Ciencias (ABC). “La fundación Conrado Wessel es la institución que premia a más personalidades científicas en Brasil”, explica José Caricati, superintendente de la FCW. “También patrocinamos otros premios. Tenemos convenios con el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico [CNPq], que, junto con la Marina de Brasil, concede el premio Almirante Álvaro Alberto, y con la Capes, en el Gran Premio Capes de Tesis”.

La arqueóloga Niéde Guidon donó parte de los 300 mil reales que obtuvo con el premio FCW para colaborar con las obras de un aeropuerto en la localidad de São Raimundo Nonato, en el estado de Piauí

André PessoaLa arqueóloga Niéde Guidon donó parte de los 300 mil reales que obtuvo con el premio FCW para colaborar con las obras de un aeropuerto en la localidad de São Raimundo Nonato, en el estado de PiauíAndré Pessoa

El premio Almirante Álvaro Alberto, al cual se lo considera el principal galardón de la ciencia y la tecnología de Brasil, también sigue el modelo de la FCW y, cada año, premia a un científico destacado. En 2015, la ganadora fue la educadora Magda Becker Soares, de la Facultad de Educación de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). Dentro del paquete de honores que integran el premio, que incluye un diploma, una medalla y 200 mil reales, Becker Soares ganó un viaje a la Amazonia. Una vez allí, embarcó en un buque hospital de la Marina que atiende a las poblaciones ribereñas. “Yo estoy jubilada, obtuve el premio más por lo que hice que por lo que pueda llegar a hacer. De todos modos, esto tuvo un impacto en mi vida, porque nunca había visitado la Amazonia. Cuando regresé de allá me sentí más brasileña aún”, relata la profesora.

Mientras que la mayoría de los premios científicos en Brasil reconocen trayectorias exitosas en la ciencia, otros apuntan a distinguir a investigadores en el inicio de su carrera. Ése es el caso del premio L’Oréal para Mujeres en la Ciencia, un convenio entre la multinacional francesa, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la ABC. Más allá del reconocimiento a las mujeres científicas, el premio es para proyectos, y no para trabajos ya finalizados.

“Recibí un mensaje telefónico del profesor Jacob Palis, presidente de la ABC, informándome que era la ganadora en la categoría Ciencias de la Vida. Pensé que era una broma”, relata Alline Cristina de Campos, de 33 años, docente de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto de la USP, y una de las ganadoras del premio L’Oréal 2015. Durante el transcurso de 2016, ella recibirá 20 mil dólares en recursos para utilizarlos en una investigación sobre el uso de los cannabinoides, tales como el cannabinol, para el tratamiento de la ansiedad y de la depresión. En el mes de diciembre, otra rama del proyecto comienza a disponer de financiación de la FAPESP en la modalidad Jóvenes Investigadores en Centros Emergentes. “Aunque el premio figura a mi nombre, todo mi equipo se verá beneficiado. El dinero lo utilizaremos para la adquisición de equipos e insumos, y para financiar la divulgación de nuestros hallazgos en congresos que se realicen en Brasil y en el exterior”, dice.

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