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Ciencia del suelo

Tras las huellas del delito

Los análisis de muestras de terreno pueden orientar pesquisas y ayudar a resolver casos policiales

Pequeñas cantidades de barro o arcilla son de utilidad en las investigaciones criminales

Léo Ramos Chaves

Los delincuentes no siempre prestan atención a los detalles: un poco de barro en la suela de un zapato o una capa delgada de arcilla adherida a la piel puede permitirles a los expertos en análisis de suelos confirmar si un individuo o un objeto forma parte de la escena de un delito. No se necesita mucho material. Merced a las técnicas que han ido perfeccionándose durante los últimos años, una porción de suelo equivalente a un grano de arroz puede llegar a ser suficiente como para revelar el origen de una muestra. Los avances principales en este campo –la ciencia forense del suelo o análisis forense de suelos– datan de las dos últimas décadas. Surgieron en países tales como Australia, el Reino Unido y Estados Unidos, donde su uso está muy extendido y, en general, han sido impulsados por la necesidad de que la policía tenga acceso a nuevas y más precisas herramientas para analizar los elementos hallados en escena de delitos o en poder de un sospechoso. Recientemente, estas estrategias comenzaron a adoptarse en las unidades de las policías científica y federal de Brasil como resultado de un trabajo conjunto con el ingeniero agrónomo Vander de Freitas Melo, profesor jubilado de la Universidad Federal de Paraná (UFPR), y con los investigadores que él formó.

Experto en el campo de la química y la mineralogía de suelos, De Freitas Melo fue reclutado a mediados de los años 2000 por Leila Barbar, perita del Instituto de Criminalística del Estado de Paraná. En diversos casos que se investigaban en aquella época, Barbar venía encontrando restos del suelo adheridos a los tejidos y a calzados y quiso saber si era posible elaborar un mapa con los perfiles de los suelos del Área Metropolitana de Curitiba que permitiera identificar el lugar de origen de las muestras halladas en objetos presumiblemente utilizados por los sospechosos. De Freitas Melo quedó fascinado con el tema y se abocó a la tarea de realizar una minuciosa recolección de muestras de suelo en los barrios con los índices más altos de delincuencia. También se sumaron otro especialista en la materia y un químico y, junto con Barbar, desarrollaron una metodología de caracterización de los suelos de la capital paranaense orientada a la práctica forense.

Esa estrategia, descrita en un artículo que salió publicado en 2008 en la revista Forensic Science International, incluía un examen de las características físicas, tales como el color y la textura, además del análisis de las propiedades químicas y de los minerales presentes en el suelo. En el marco de un simulacro de la escena de un delito, se la utilizó para analizar las muestras recogidas en barrios de Curitiba, la capital del estado, y en otras dos ciudades vecinas: Colombo y São José dos Pinhais. A partir de una cantidad mínima de material –tan solo 1 gramo (g)– para realizar un análisis a ciegas, los investigadores consiguieron identificar con alto margen de seguridad de dónde se había extraído. El suelo está compuesto por tres tipos de fragmentos primarios, clasificados por el tamaño, en orden decreciente, de los granos de arena, limo y arcilla. Al realizar dicha evaluación, el grupo constató que el análisis de la última fracción –la arcilla, ampliamente preponderante en los análisis debido a su tamaño diminuto y porque puede conservar las características de los minerales presentes en las rocas a partir de las cuales se formó– permitía agrupar con mayor precisión las muestras recogidas en un mismo sitio y separarlas de las recolecciones de otras zonas.

“Este trabajo fue fundamental para estimular el estudio de los suelos con fines forenses en Brasil, dado que estableció criterios técnicos bien definidos para la recolección y análisis del material”, dice el geólogo Fábio Salvador, quien se desempeñó como perito del Instituto de Criminalística de São Paulo y fue director tecnocientífico de la Policía Federal (PF), en Brasilia, entre 2019 y 2020. Como miembro de la Iniciativa en Geología Forense, un grupo internacional que reúne a los investigadores y peritos interesados en promover y divulgar estudios de geología para la obtención y análisis de pruebas de delitos, Salvador se enteró del trabajo de De Freitas Melo a mediados de la década pasada y comenzó a trabajar colaborando con el equipo de la UFPR. “Antes, este análisis se realizaba en forma esporádica y por iniciativa individual del perito, y sin ceñirse a criterios generalizados y debatidos”, relata el geólogo, quien actualmente trabaja en el sector tecnocientífico de la PF en Curitiba.

Samara Alves Testoni Imagen obtenida por microscopía electrónica de la arena recogida en un simulacro de una escena de delito: la forma y el tamaño de los granos indican el suelo de origenSamara Alves Testoni

Incluso tras el éxito del simulacro de prueba, llevó un tiempo hasta que la metodología pudo evaluarse en la práctica. La oportunidad de probarla en un caso real recién apareció años más tarde, cuando los peritos de la Policía Científica de Paraná solicitaron ayuda al equipo de De Freitas Melo para analizar las muestras de suelo halladas en la caja fuerte de un banco, robada en diciembre de 2016 de una sucursal en la ciudad de Araucária, en el Área Metropolitana de Curitiba. La misma había sido desechada días después, una vez abierta, en la zona rural del municipio. Se recolectaron muestras de suelo halladas en la superficie del cofre, en un vehículo supuestamente utilizado para transportarlo y en una propiedad en la cual lo habrían abierto. Sin embargo, la comparación no resultó concluyente. “Este caso sirvió para demostrar que era necesario perfeccionar aún más la estrategia de colecta de las muestras, para estandarizar los procedimientos adoptados”, relata la agrónoma Samara Alves Testoni, quien trabajó en el análisis del caso en su investigación doctoral, realizada bajo la dirección de De Freitas Melo y con una pasantía en el Instituto James Hutton, en Escocia, donde trabajó bajo la supervisión de la geógrafa Lorna Dawson, una investigadora reconocida a nivel internacional en materia de análisis forense de suelos.

Con la ayuda de Dawson, Salvador y otros peritos brasileños, Testoni y De Freitas Melo adecuaron las estrategias de recolección, perfeccionaron los métodos de análisis y redactaron un protocolo de procedimiento para el caso de hallar rastros del terreno en la escena del delito: el procedimiento operativo estándar (POE de suelos). En este marco, los peritos describen minuciosamente cómo y dónde realizar la recolección de las muestras, los equipos que deben utilizarse y la forma adecuada de almacenarlas. Una vez concluida su versión inicial, el protocolo fue presentado en congresos de criminalística y mejorado con base en las críticas y comentarios aportados por expertos en la materia. La versión final, que consta de unas 20 páginas, fue publicada en 2019 en la Revista Brasileira de Ciências do Solo. En otra evaluación, que se llevó a cabo en simulacros de escenas de delitos, investigadores y peritos, en forma independiente, recogieron muestras de suelo siguiendo las premisas del POE de suelos. Un miembro del equipo de la UFPR que no participó en las expediciones de campo examinó el material sin saber cuál grupo había recogido qué y arribó a las mismas conclusiones.

Otra oportunidad para validar el procedimiento y verificar si estaba calibrado para su uso en una situación real surgió con otro caso, en esta oportunidad, un homicidio. En julio de 2016, un hombre había sido asesinado y descuartizado en Colombo y las partes de su cuerpo fueron enterradas en diferentes puntos de la zona rural de Araucária. Un tiempo después, la expareja de la víctima confesó el asesinato e indicó los lugares en donde había enterrado las partes del cadáver. La tierra que había quedado adherida a la pala empleada para cavar los pozos coincidió con la recogida en los sitios donde lo había sepultado, lo que probaba la versión de la acusada, dijeron los investigadores de la UFPR en el artículo en el cual describen el hallazgo, publicado en 2020 en la revista Journal of Forensic Sciences. La estrategia parecía funcionar bien y se la puso nuevamente a prueba en otro caso de asesinato, en esta ocasión un femicidio ocurrido en 2018.

En la madrugada del 9 de mayo, desapareció una mujer en la localidad de Colombo. Su cuerpo fue hallado casi un mes después a unos 50 kilómetros de la ciudad, tirado en un barranco de la carretera que atraviesa la ruta conocida como Estrada da Graciosa y que conecta a Curitiba con la costa del estado de Paraná. El 19 de mayo fue detenido el que era el novio de la víctima, un policía militar, sospechoso de haber cometido el crimen. Las cámaras de seguridad del edificio donde vivía la mujer habían registrado su salida durante la madrugada, acompañada de su exnovio. Sin embargo, el acusado lo negó, alegando no haber estado en la Estrada da Graciosa. Se llamó al equipo de la UFPR para ayudar en la búsqueda de pistas y muestras del terreno en el interior del vehículo del sospechoso, donde suelen quedar restos pegados. “Los pedales y las alfombras del automóvil estaban limpios”, recuerda Testoni, quien participó de la recolección y actualmente realiza una pasantía posdoctoral en el área de ciencias forenses en la Universidad Federal de Pelotas (UFPel).

Los investigadores perfeccionaron los métodos de análisis y redactaron una guía de procedimientos aplicables en las escenas de delitos

Sin embargo, en la parte exterior del coche había una cantidad pequeña de tierra en uno de los guardabarros y en uno de los espejos retrovisores: alrededor de 0,5 g en total. Los análisis de mineralogía preliminares revelaron que ese material contenía feldespato potásico, un mineral típico de los suelos formados por granito, una roca común en la carretera Estrada da Graciosa. Entonces se recogieron muestras de terreno en distintos tramos de la misma para llevarlas al laboratorio de la UFPR. El perfil químico y mineralógico del suelo hallado en el vehículo coincidía con el de un sitio cercano al lugar donde había sido arrojado el cuerpo, según informaron los investigadores en un artículo publicado en 2019 en la revista Science & Justice. El acusado permanece en la cárcel, a la espera de ser sometido a un juicio por jurado.

“La identificación de huellas dactilares y muestras de ADN permiten descubrir la identidad de alguien que comete un crimen, mientras que la entomología forense –el examen de las larvas de insectos hallados en los cadáveres– es importante para estimar el tiempo transcurrido desde la muerte. En tanto, el análisis del suelo posibilita establecer una conexión entre el sospechoso o los objetos que utilizó con la escena del crimen”, explica el ingeniero agrónomo y experto en suelos Rodrigo Studart Corrêa, perito de la Policía Civil del Distrito Federal, quien conoció a De Freitas Melo en 2015 y realizó una pasantía de posdoctorado en el laboratorio de la UFPR. Al regresar a Brasilia en 2017, comenzó a incorporar en la rutina policial el análisis forense de suelos. “Lo estamos implementando con suma cautela, porque sea cual sea el resultado, siempre hay un impacto en la vida de alguien. Cuando hay un resultado falso positivo, esto perjudica al implicado, en tanto que un falso negativo afecta a la familia de la víctima”, relata el experto, quien ha colaborado en la obtención de pistas para esclarecer algunas investigaciones, desde las más sencillas hasta homicidios dolosos.

En una de ellas, un hombre fue asesinado y descuartizado tras una reyerta en una fiesta celebrada en 2020 en la localidad de Planaltina, cerca de Brasilia. Su cuerpo fue colocado en una maleta y enterrado lejos de la ciudad. Además del sospechoso, también había un posible cómplice, en cuya vivienda se encontraron una pala y una azada sucias de barro. El análisis del suelo indicó que los restos hallados en la azada no coincidían con los del lugar de descarte, pero los de la pala sí, aportando indicios contra el presunto cómplice. “Nuestro informe sirvió para ubicar la pala en la tumba”, dice Corrêa.

El análisis del suelo para resolver delitos no es una práctica reciente, aunque en las últimas décadas ha avanzado y se ha sofisticado, cobrando cuerpo en algunos institutos de criminalística. Hay informes que indican que los antiguos romanos ya habían adoptado una práctica precursora de esta ciencia al inspeccionar los cascos de los caballos de los ejércitos enemigos para saber de dónde venían. Según los expertos en la materia, el primer caso documentado del uso de un incipiente análisis forense del suelo para resolver un delito habría tenido lugar en abril de 1856 en Prusia. Un barril repleto de monedas de plata fue puesto en un tren y llegó a su destino cargado de arena. Para ayudar en el caso, convocaron al naturalista y geólogo alemán Christian Ehrenberg (1795-1876), quien recogió muestras del suelo de todas las estaciones en las que había parado el convoy y, utilizando un microscopio, descubrió en dónde se había efectuado el intercambio, lo que permitió encontrar al culpable.

Desde entonces, poco había cambiado hasta comienzos del decenio de 2000. “El uso del análisis forense de suelos fue algo esporádico, basado principalmente en un análisis visual, y dependía del conocimiento acumulado por el experto”, relata Corrêa. La transformación se plasmó tras el trabajo de investigadores académicos como Lorna Dawson y el agrónomo australiano Robert Fitzpatrick, creador del Centro Australiano de Ciencia Forense del Suelo, quienes adaptaron técnicas utilizadas en la agricultura al área de pesquisas y ayudaron a resolver delitos con repercusión internacional. En uno de esos casos, que fue conocido como el caso World’s End, que hace referencia a un pub de la capital escocesa en el cual habían estado dos chicas la noche en que fueron ultimadas, en 1977, Dawson ayudó a precisar una serie de sucesos ocurridos al momento de los asesinatos a partir de los rastros del terreno recogidos del pie de una de las víctimas que habían sido conservados durante 37 años. Su informe pericial, elaborado en 2014, contribuyó para dictar una nueva condena contra el asesino serial Angus Sinclair (1945-2020). “Si logramos instituir el análisis de suelos como rutina en el trabajo policíaco, quizá se generalice tanto como las pruebas de ADN”, dice Corrêa.

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