DANIEL BUENOEn Extravío de aureola, de Pequeños poemas en prosa, Charles Baudelaire describe al poeta, presuroso, brincando entre charcos de lodo. De repente, su aura cae en uno de ellos, pero él no se preocupa en recogerla, confesando su alivio a un transeúnte: “Ahora puedo (…) entregarme a la crápula como los simples mortales. (…) Me encuentro bien aquí. Vos sólo me habéis reconocido. Por otra parte, la dignidad me aburre”. Así, el antiguo “bebedor de quintaesencias” y “comedor de ambrosías” percibe que necesita dejar, gozosamente, su aureola en el “lodo” para vivir los nuevos tiempos. “En el Brasil del siglo XIX ya se percibe un diálogo inicial entre ‘alta’ y ‘baja’ cultura, catalizado por el crecimiento de la prensa. Al fin y al cabo, sin productos comerciales como los periódicos, fruto de una industria cultural naciente, no habría espacio para figuras tales como Machado de Assis, Lima Barreto o João do Rio. Paradójicamente, fue un movimiento en la ‘baja’ cultura lo que fomentó la creación de obras de ‘alta’ literatura”, declara a Pesquisa FAPESP el sociólogo Sergio Miceli, de la Universidad de São Paulo (USP).
Según el investigador, dejar la aureola en el “lodo” y desarrollar la producción artística en medios sin “ambrosías ni quintaesencias” pasó a ser lo que caracteriza el desarrollo de la cultura brasileña. “Nuestra cultura es el resultado de esa compleja interacción entre elementos ‘intelectuales’, ‘elevados’ y los medios de la industria cultural. Es una relación tensa: a veces armoniosa; otras, de abierto conflicto. Esa relación entre ‘alta’ y ‘baja’ cultura es típica de Brasil. En Argentina, por ejemplo, el peso de la industria cultural es mucho menor y su influencia tardó en afectar a la sociedad”, comenta Miceli. Para comprender este dilema desde una perspectiva innovadora, el sociólogo convocó a un grupo de investigadores para el proyecto intitulado La formación del campo intelectual y de la industria cultural en el Brasil contemporáneo.
“Entendemos que una verdadera historia crítica de la cultura brasileña revelará las conexiones entre los brotes estratégicos de la producción cultural erudita y la expansión de sectores dinámicos de la industria cultural, generalmente percibida, equivocadamente, como un mero reducto de la vulgarización de la creación erudita, totalmente alejada de la cultura elaborada”, dice. Según Miceli, la cultura nacional recorre un camino de doble mano. “Por un lado, tenemos intelectuales y artistas moldeando recorridos y lenguajes de los medios en cada tiempo histórico. Simultáneamente, las transformaciones de la industria cultural van imponiendo caracteres y significados al trabajo de esos creadores”, analiza. Lo novedoso del proyecto es el debate sobre cómo la cultura letrada se articula con la industria cultural, entremezclando el polo erudito con los medios comerciales. “Históricamente, nuestra cultura fue el resultado de los indisociable entre proyectos intelectuales y artísticos y las condiciones estructurales que propiciaron el establecimiento de esos proyectos”.
El grupo de Miceli quiso romper la barrera analítica que se interpone entre la cultura popular y la cultura ilustrada para destacar sus puntos de inflexión, las líneas de continuidad, el constante litigio entre prejuicios defensivos, las mediaciones realizadas por empresas y líderes, y los flujos de lenguaje, ideas, modelos, autores y obras. “De tal modo, pueden percibirse los intercambios y enfrentamientos en que operan intelectuales, escritores y artistas, expuestos a las circunstancias históricas y al condicionamiento de los medios y de los canales por donde circulan y son recibidos sus trabajos creativos”, afirma el sociólogo.
DANIEL BUENOPara estudiar ese contexto, se reunieron investigaciones que, a primera vista, poco tienen que ver unas con otras. Todo sirvió para comprender la sutileza de esa interacción: de la conexión entre Lima Barreto y el periodismo a la crítica disparatada contra Paulo Coelho, pasando por las modificaciones en la prensa contemporánea, la aparición de la novela regional, las divas del teatro paulistano, llegando, finalmente, a la temática contemporánea de las “películas sobre favelas”. “En cada una de esas coyunturas históricas los productores culturales eruditos se nutrieron de material modulado y comunicado en los medios comerciales, así como los soportes y géneros de la industria cultural se alimentaron de los repertorios de la intitulada alta cultura”, comenta Miceli. Un recorrido que comenzó con la expansión de la prensa y de las revistas científicas que tuvo un gran impulso con el brote emprendedor del sector editorial, culminando con las acciones modeladoras del teatro, la radio, la televisión y el cine. “En estos ciclos, cada transformación de los medios provoca modificaciones en lo intelectual, emergiendo de esa unión entre productos y soportes una unión esclarecedora de la sustancia de nuestra cultura”.
Modas
A la cabeza del proyecto se encuentra el trabajo de la historiadora y antropóloga de la USP Lilia Schwarcz, sobre Lima Barreto. “Los nuevos medios periodísticos imponen características y nuevos formatos a la literatura, y Lima Barreto constituye un caso ejemplar. En él convivían el intelectual crítico, contrario a las modas literarias y comprometidas con la cultura popular, y el escritor que se afanaba por integrarse al campo de las letras”, comenta Lilia. En esa ambivalencia encontramos las tensiones de la cultura de la época en formación. “En el Brasil de aquel tiempo, lo popular y lo ilustrado no estaban formalmente definidos y Lima Barreto es un producto de ese contexto: creador y criatura de su obra, él entrelazó instancias, espacios de comunicación e hizo aún más ambiguas esas conexiones”, relata.
Con el boom de las editoriales durante los años 1930 y 1940, el modernismo emergió del eje Río-São Paulo y trajo aparejadas nuevas temáticas. Ese fenómeno editorial estaba basado en productos rentables, tales como la novela regionalista, que llegaba a nuevos y mayores públicos. En particular, aquéllos cuyos escritores y tramas se desarrollaban en regiones todavía poco conocidas por los brasileños, como eran el nordeste e incluso el sur, revelados por nombres tales como Jorge Amado, Graciliano Ramos y Érico Verissimo, entre otros. “Aunque el modernismo fuese originalmente un fenómeno típico de São Paulo y Río de Janeiro, la fijación de los principios vanguardistas recién ocurrió íntegramente con la incorporación de otras regiones. Fue ‘desde afuera’ de esas metrópolis que surgió lo verdaderamente nuevo”, dice la socióloga Maria Arminda do Nascimento, de la USP. Despreciados por modernistas elitistas como Carlos Drummond, para quien Graciliano era un “escritor de cuarta”, u Oswald de Andrade, que los tildaba como “búfalos del nordeste”, los regionalistas se adaptaron a esa nueva demanda de la industria cultural y, al mismo tiempo, retrataron fenómenos sociales, conjugando ficción y política para cuestionar la modernización.
DANIEL BUENO“La modernización no tenía fortaleza como para golpear sobre las relaciones sociales y superarlas, y éstas no tenían el vigor necesario como para ajustarse a la nueva dinámica. En esa tensión nació la novela social y regional de los años 1930”, relata Arminda do Nascimento. Fue en ese contexto, añade el sociólogo Marcelo Ridenti, de la Unicamp, que ocurrió la conjunción entre los artistas y el Partido Comunista Brasileño (PCB) en aquella época. “Fue una relación que caló hondo en nuestra cultura, que le dio letra a las utopías de una sociedad alternativa en busca de un proyecto político factible para superar las desigualdades”, analiza Ridenti. Una relación, empero, muy delicada. “Queda claro que no se trataba solamente de una militancia que ansiaba transformar saber en poder. Había intereses del partido. Pero es injusto afirmar que fuera una mera manipulación de los intelectuales por parte de los dirigentes comunistas. La relación les granjeó beneficios a ambos”, dice.
Igualmente sutil fue la conexión entre las ciencias sociales paulistanas y la belleza de las divas del teatro, afirma la antropóloga Heloisa Pontes, de la Unicamp. Según la investigadora, entre los años 1940 y 1970 hubo muchos nexos entre el teatro, el campo intelectual y el espacio urbano, representado por el universo de las figuras del TBC, el Arena y el Oficina. “El teatro fue precursor. En las obras de Nelson Rodrigues, Guarnieri y Jorge Andrade, entre otros, se dio una traducción del Brasil que las novelas no hicieron y las ciencias sociales recién lo harían recién más adelante. De todos modos, ese análisis académico partió de un grupo de intelectuales, entre los cuales encontramos a Décio de Almeida Prado y Antonio Candido, quien antes de trabajar en la universidad, trabajó como crítico cultural”.
También, según Pontes, fue en los escenarios, vehículos de la industria cultural, y no en las ciencias sociales, que se debatieron por primera vez las transformaciones que ocurrieron en el país con el final del régimen agrario y el nacimiento de una sociedad urbano-industrial apoyada en la riqueza del trabajo inmigrante. En otro extremo temático y temporal, el fenómeno de la interacción entre culturas se repite en el éxito del escritor Paulo Coelho y en los análisis de los que es “víctima”. “Con él, el libro se transforma en una mercancía con alta rentabilidad. Además, como autor y celebridad internacional, mezcla las fronteras entre cultura popular y erudita. Coelho resulta revelador del intercambio entre lo erudito y lo comercial, también en función de las críticas que recibe al respecto del estatus de legitimidad que merece”, comenta el sociólogo de la USP, Fernando Pinheiro Filho. Para el investigador, el escritor popular comporta un ejemplo del manipuleo de materiales expresivamente híbridos. “Provenientes de una matriz culta, los medios de comunicación comerciales los reciclan, siendo apropiados por la versión ficticia del entretenimiento y, curiosamente, convertidos en materia de reflexión de intelectuales académicos”, sostiene. La gran ironía, según Pinheiro, son los esfuerzos infructuosos de renombrados críticos para “desenmascarar” a Coelho. “El problema es que intentan hacerlo con un instrumental erudito inadecuado, lo cual está bien para un Machado de Assis, pero no tiene nada que ver con las propuestas del escritor o con sus aspiraciones literarias”.
El mismo error puede observarse en los análisis “intelectuales” de películas con temáticas centradas en la violencia en las favelas. “En una favela exhibimos O invasor, de Beto Brant, y la serie de televisión Antônia. El entusiasmo de los críticos por la película de Brant no tuvo eco en la comunidad, que se vio mejor representada por Antônia. Eso ocurre porque la audiencia de la periferia vio las películas bajo la óptica de población residente”, dice la socióloga Esther Hamburger, de la USP. “En lugar de percibir el film de Brant como una crítica a la elite paulista, tal como hacen los intelectuales, protestaron por otra difamación de la periferia, cuyas mejoras no se veían reflejadas en la película”.
Pauta
Los periódicos vuelven a ser el meollo del proyecto con el sociólogo Alexandre Bergamo, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), quien analiza la prensa de los “hijos de pauta”. “Así es como llamaron los periodistas más viejos a la nueva generación, la de los años 1980, fruto de las carreras universitarias. El embate en este producto pionero de nuestra industria cultural revela cómo cambiaron las redacciones a lo largo de ese tiempo, con la reinvención de la noticia y del reportaje, actualmente vistos como elementos cruciales de la originalidad y de la autoimagen”, sostiene Bergamo. En ese devenir, el investigador notó una pérdida gradual de autoridad del reportero provocada por la creciente división del trabajo periodístico. “El periodismo, anteriormente un ‘trabajo intelectual’, actualmente está definido por sus aspectos ‘técnicos’”, explica. En opinión de Bergamo, las posturas propiamente “intelectuales” son, cada vez más, las definidas en función de la autoridad y autonomía obtenidas en la academia, lejos de las presiones y del lenguaje (técnico) que, irónicamente, definen a las posiciones más burocráticas y de menor prestigio del periodismo, cerrando el ciclo iniciado en los tiempos de Lima Barreto. La razón le asiste al poeta Baudelaire: En “(…) ese caos movedizo en que la muerte llega a galope por todas partes a la vez, la aureola, en un movimiento brusco, se me escurrió (…) He creído menos desagradable perder mis insignias que romperme los huesos.”
Proyecto
Formación del campo intelectual y de la industria cultural del Brasil contemporáneo (nº 2008/55377-3); Modalidad Proyecto Temático; Coordinador Sergio Miceli Pessoa de Barros – USP; Inversión R$ 549.453,60 (FAPESP)