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MEMORIA

Un liberal a la brasileña

José da Silva Lisboa, el vizconde de Cairu, defendió la Independencia del país y adaptó teorías europeas a la economía nacional a principios del siglo XIX

Asociación Comercial de Bahía / Wikimedia commons El orientador de la política económica imperial en una pintura al óleo de 1908, de Francisco Vieira de CamposAsociación Comercial de Bahía / Wikimedia commons

En horas de la tarde del 14 de mayo de 2021, al presentar su investigación doctoral en el King’s College London, en la capital del Reino Unido, el investigador brasileño Guilherme Celestino expuso una faceta poco conocida de la carrera del jurista, administrador público, economista y senador bahiano José da Silva Lisboa, vizconde de Cairu (1756-1835): la de periodista. En 1821, a sus 64 años, comenzó a redactar panfletos sobre la Independencia de Brasil, un tema muy debatido públicamente en la época. “Da Silva Lisboa es un intelectual complejo, que no puede ser tratado desde un punto de vista reduccionista ni encuadrado en posturas extremas”, resume Celestino, también periodista, cuya tesis doctoral se publicará como libro, en inglés, este mismo año.

En 1821 y 1822, siendo un alto funcionario de la Corte y asesor en política económica de João VI (1767-1826) en Brasil, publicó 13 panfletos, casi todos anónimos, entre ellos, Conciliador do Reino Unido [Conciliador del Reino Unido], del cual fueron siete números, en el que abogaba por la unión entre Brasil y Portugal; Diálogo entre philosopho e pastor [Conversación entre un filósofo y un pastor], de una sola edición, en el que un hombre relata a un campesino las bondades de la vida en la Corte; Notas ao despacho circular do Congreso de Laybach [Apuntes sobre la circular con las resoluciones del Congreso de Laibach], con tres números, donde deslizaba críticas a los gobiernos de Austria, Prusia y Rusia, que querían sofocar los movimientos revolucionarios; Despertador brasiliense, también de un solo número, con un tono más fuerte en contra de la Corte y a favor de la Independencia; y Reclamações do Brasil [Quejas de Brasil], con 15 números, defendiendo la permanencia de Pedro I en el país y criticando a los liberales, que querían la Independencia.

Celestino, actualmente investigador visitante en la Universidad de Lisboa, explica las aparentes contradicciones diciendo que el jurista bahiano defendía la independencia administrativa de Brasil respecto a Portugal, aprovechando las instituciones creadas en Río de Janeiro, que reproducían a las de Lisboa, y la soberanía concedida al país en 1815, cuando fue elevado al estatus de Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. Pero era contrario a la independencia política que, en su opinión, no sería ventajosa, ya que el país aún no estaría preparado para andar por sus propios pies.

Marc Ferrez / Colección Gilberto Ferrez / Instituto Moreira SallesUna vista del centro de la ciudad de Río de Janeiro en 1889, en una fotografía de Marc FerrezMarc Ferrez / Colección Gilberto Ferrez / Instituto Moreira Salles

“Da Silva Lisboa, al igual que sus contemporáneos, veía a los brasileños y a los portugueses como parte de una misma nación”, dice Celestino. En un artículo publicado en mayo de 2021 en Bulletin of Latin American Research, argumentó que: “Si bien él siempre mantuvo una postura contraria a la ruptura hasta que esta se hizo inevitable, criticó las decisiones tomadas en contra de Brasil por los tribunales desde finales de 1821, empleando argumentos amenazantes contra la administración portuguesa y evitando siempre atacar a la monarquía”. Celestino se refiere a las Cortes Constituyentes de 1820, una asamblea creada tras la revolución liberal de Porto para preparar una nueva Constitución para Portugal, que limitó los poderes de la monarquía y revocó una serie de decisiones favorables a Brasil establecidas durante los 13 años que João VI vivió en el país.

Da Silva Lisboa había empezado a ganar visibilidad a principios del siglo XIX en Salvador, donde había nacido. Tras graduarse en Derecho por la Universidad de Coímbra, regresó a Brasil en 1779 y fue profesor de filosofía y griego durante 20 años. Luego pasó a ser empleado de un organismo encargado de fiscalizar la agricultura y el comercio en la capital de Bahía. A partir de sus lecturas –inicialmente del economista escocés Adam Smith (1723-1790) y luego de tres filósofos, el escocés David Hume (1711-1776), el inglés Jeremy Bentham (1748-1832) y el irlandés Edmund Burke (1729-1797)– se entusiasmó con el liberalismo económico, “al que adhirió en forma tan incondicional que se convirtió en su propagandista brasileño más conocido del siglo XIX”, comenta el historiador Antonio Penalves Rocha, de la Universidad de São Paulo (USP), en el prólogo del libro Visconde de Cairu (Editora 34, 2001). Defendió el libre comercio en dos libros, ambos impresos en Lisboa: Princípios de economia mercantil (1801) y Princípios de economia política (1804), el primer libro en lengua portuguesa que trata sobre la economía política clásica que, por definición, se ocupa de la formación, la distribución y el consumo de la riqueza.

Su idea de que el establecimiento del libre comercio era vital para el imperio portugués encajaba con los planes de João VI, quien vivía bajo la tutela británica, de la cual dependía para garantizar la continuidad de la dinastía de Bragança en Portugal, cuyo territorio estaba ocupado por los franceses. Por invitación del monarca, quien lo había conocido en 1808 en Salvador, en la primera escala de la escuadra que trasladaba a la Corte a Brasil, se mudó a Río de Janeiro y asumió un cargo como miembro de la Real Junta de Comercio, Agricultura, Fábricas y Navegación. “En Río, dejó de ser un teórico, se volvió un administrador y sintió en carne propia los padecimientos de la Colonia que despuntaba como un estado nacional”, comenta el historiador José Jobson de Andrade Arruda, de la Universidad de São Paulo (USP), quien escribió sobre Cairu en el libro Historiografia: Teoria e prática (editorial Alameda, 2014).

Biblioteca Digital de la Cámara De DiputadosPortada del libro Princípios de economia política, el primer libro sobre esa materia en lengua portuguesaBiblioteca Digital de la Cámara De Diputados

En 1808, la Imprensa Régia [la Prensa Real] –en la cual cumplía la función de censor, aprobando o vetando la publicación de las obras que le enviaban– publicó su libro Observações sobre o comercio franco no Brasil [Comentarios sobre el libre comercio en Brasil], en el que legitimaba el decreto de apertura de los puertos al comercio con las naciones amigas, lo que en la práctica significaba solamente Inglaterra, ya que el resto se hallaban bajo el dominio del emperador francés Napoleón Bonaparte (1769-1821). “Da Silva Lisboa se erigió en intermediario entre el gobierno y los comerciantes portugueses en Brasil, que no veían con buenos ojos el libre comercio, puesto que ello significaba la pérdida de los monopolios y privilegios característicos del sistema colonial”, comenta el historiador Carlos de Faria Junior, de la Universidad Federal de Juiz de Fora (UFJF), campus de Governador Valadares. “Él defendió el libre comercio como una práctica económica necesaria y fundamental en beneficio de todos, en un discurso que ensalza a Inglaterra y adopta las teorías de Adam Smith y otras ideas comunes de aquella época, como las alusivas al progreso y al mundo civilizado”.

Por abogar por el libre comercio fue acusado de defender los intereses de los comerciantes ingleses en lugar de velar por sus pares luso-brasileños. “Sus vínculos con el poder le costaron caro a José da Silva Lisboa”, concluye Rocha en su libro. Fue hostigado por opositores que reivindicaban la autonomía y la industrialización del país, entre quienes se contaban José Bonifácio de Andrada e Silva (1763-1838), Cipriano Barata (1762-1838) y João Severiano Maciel da Costa (1769-1833). Durante los conflictos populares de 1831, que precedieron a la abdicación de Pedro I, apedrearon su casa y lo amenazaron de muerte.

Una diferencia con los liberales clásicos: Cairu era partidario de un Estado fuerte, inductor del progreso económico

Al igual que Smith, Da Silva Lisboa era contrario a los monopolios, pero por razones diferentes. “Smith veía a los monopolios como obstáculos a la expansión de la industria británica y el vizconde de Cairu los consideraba perjudiciales para el desarrollo económico de la colonia brasileña”, comenta Arruda. Era una contradicción evidente: “En términos teóricos, defendía el libre comercio, pero en la práctica relativizaba sus preceptos básicos y adoptaba posturas proteccionistas”, dice el historiador. Sin embargo, con el paso del tiempo y un mayor conocimiento de la realidad socioeconómica brasileña, Cairu desarrolló un pensamiento económico propio, que buscaba conciliar los compromisos asumidos con Inglaterra con las necesidades de la Colonia que estaba a punto de convertirse en un Reino Unido.

Al igual que Smith en el Reino Unido, el abogado y economista estadounidense Alexander Hamilton (1755-1804), propugnaba una política de industrialización para Estados Unidos, que había conquistado su independencia del Reino Unido en 1776. Arruda argumenta que, a diferencia del pensamiento económico de Cairu, “el programa industrialista de Hamilton se anticipó a su tiempo, pues no estaban sentadas las bases sociales y políticas necesarias para su implementación, y solo fue aceptado a partir de 1861, para entonces en el contexto de la Guerra de Secesión [1861-1865], que decidió el destino industrialista de Estados Unidos, medio siglo después”.

Autoría desconocida / Wikimedia CommonsUna hacienda de café en São PauloAutoría desconocida / Wikimedia Commons

En su libro Observações sobre a franqueza da indústria e establecimento de fábricas no Brasil, de 1810, Cairu reconocía que la riqueza del país residía en la agricultura y se oponía a las industrias ficticias, como las llamaba, que carecían de un capital propio y precisaban de la ayuda del Estado. Sostenía que solamente las “mercancías muy voluminosas y que no poseen un precio lo suficientemente considerable como para justificar los gastos del flete pueden fabricarse en el país y venderse a mejor precio”. Durante su gestión, la Real Junta del Comercio aprobó la producción de artículos gran consumo, tales como herramientas agrícolas y telas rústicas de bajo costo. “No se oponía a la industrialización”, subraya Arruda.

También era un abolicionista moderado, otra más de sus contradicciones. “Se abstuvo de opinar sobre el tema. Incluso hasta fue contrario, pero no quiso oponerse al orden establecido en Brasil, cuya economía era esclavista. La modernidad liberal aborrecía la esclavitud, pero él era un magistrado en una nación que abrazaba esta práctica”, dice Faria Junior. Celestino añade: “Cairu temía que se produjera una rebelión de los esclavizados en Brasil, a imagen de lo que había ocurrido en Haití, en 1791”.

Marc Ferrez / Wikimedia commonsUna fábrica (1880) Cairu valoraba la agricultura y la producción industrial solamente de productos de bajo costoMarc Ferrez / Wikimedia commons

Otra de sus diferencias con los economistas liberales clásicos fue la defensa de un Estado fuerte, impulsor del progreso económico. Para Faria Junior, sus numerosas contradicciones menoscaban los calificativos de “padre del liberalismo brasileño” y “precursor de la política económica en Brasil” atribuidos a Da Silva Lisboa. En el prólogo de una edición de Observações publicada por el Senado en 1999, Arruda y Fernando Antonio Novais, también de la USP, consideran “perfectamente merecido” el calificativo que se le endosa a Cairu como “el primer economista brasileño, en el sentido de que fue quien introdujo la economía política entre nosotros y, por lo tanto, fue el padre fundador de nuestra ciencia económica”.

“Cuando comencé a redactar mi tesis doctoral, noté que lo que se había escrito sobre Cairu rara vez estaba exento de juicios personales”, comenta Faria Junior, quien pretende publicar este año un libro con una adaptación de su investigación, defendida en 2008 y supervisada por Arruda. “Las descripciones a veces lo exaltaban y otras lo destruían, desvalorizando su esfuerzo por construir un pensamiento económico propio y sus contribuciones al desarrollo del país”.

José da Silva Lisboa obtuvo el título de barón de Cairu en 1825 y, al año siguiente, el de vizconde, cuando se convirtió en senador, designado por Pedro I. Luego de que este abdicara, en 1831, los liberales asumieron el poder y él continuó en el Senado, aunque en un cargo secundario, hasta su muerte, ocurrida en 1835, a los 79 años.

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