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Innovación

Un lugar al sol

Un estudio muestra que el éxito en la producción de medicamentos genéricos y la financiación pública impulsaron la investigación y el desarrollo en las empresas farmacéuticas brasileñas

Línea de producción de la empresa Libbs Farmacêutica: el 10% de los beneficios netos de la empresa se invierten en I&D

Léo Ramos Chaves

La idea de que la industria farmacéutica realiza pocas actividades de investigación y desarrollo (I&D) en Brasil, dedicándose esencialmente a la producción y la venta de medicamentos en el mercado local, fue puesta en tela de juicio por un grupo de científicos de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), que detectó un crecimiento y un cambio en el comportamiento de las compañías de capitales nacionales. En un trabajo que salió publicado en junio en la Revista Brasileira de Inovação, el grupo reveló que, en el transcurso de los últimos 20 años, las mayores empresas farmacéuticas brasileñas ampliaron su inversión en actividades internas de I&D y aumentaron el total de científicos contratados. En tanto, las compañías transnacionales siguieron invirtiendo en Brasil, pero enfocándose en actividades tales como los ensayos clínicos y capacitación, manteniendo la parte más noble y costosa de la investigación y el desarrollo en sus casas matrices en el exterior.

El estudio se centró en la Investigación de Innovación (Pintec, en portugués), una investigación trienal elaborada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), que constituye la fuente principal de las informaciones sobre innovación en la economía brasileña. Los datos, específicos del segmento farmacéutico, y referentes a las ediciones de la Pintec concluidas en 2008, 2011 y 2014, se obtuvieron por medio de una tabla encargada al IBGE. El análisis se limitó a las empresas de mayor porte, con más de 500 empleados, que en la Pintec de 2014, comprendía a 28 firmas nacionales y 27 transnacionales. Las facturaciones de estos dos grupos reflejaban escalas distintas. Entre las nacionales, la suma de los ingresos netos por ventas creció un 105% entre 2008 y 2014, una suba, en valores reales, de 7.800 millones a 16 mil millones de reales. Las transnacionales registraron un crecimiento menor, pero el total de sus ingresos crecieron de 18.500 millones a 25 mil millones de reales, un aumento del 36,2%.

El dato que más les llamó la atención a los investigadores fue la calidad de la inversión en I&D. “Las inversiones en innovación de las empresas brasileñas se centran generalmente en la adquisición de máquinas y equipos, pero la industria farmacéutica nacional rompió esta tendencia a partir de 2008 y amplió su capacidad de innovación al destinar más recursos a actividades internas de I&D, a colaboraciones con universidades y a la capacitación de personal”, explica la economista Julia Paranhos, investigadora del Instituto de Economía de la UFRJ y autora principal del estudio. En 2014, el total invertido en investigación y desarrollo internos por las firmas nacionales sumó 794 millones de reales y creció un 174% en comparación con 2008 en valores actualizados por la inflación. Si bien sus ingresos son menores, eso equivale a más del doble de los 344 millones de reales que gastaron en ese ítem sus competidoras transnacionales. Ambas categorías de empresas ampliaron sus planteles profesionales de I&D interno, pero el número de investigadores con nivel de posgrado en las nacionales era casi cinco veces superior al de las transnacionales. El marcador, en este punto fue de 222 a 47 en 2014.

El ímpetu de las farmacéuticas brasileñas se debe, principalmente, a la conquista del mercado de los medicamentos genéricos. Basándose en la producción de principios activos que ya no están protegidos por patentes, este mercado prescinde de inversiones de gran riesgo. Las compañías de capital brasileño acaparan el 90% de ese mercado. “Con la caja generada por la venta de genéricos, ellas pudieron invertir en una mayor capacitación”, dice la economista Lia Hasenclever, docente jubilada del Instituto de Economía de la UFRJ y coautora del artículo.

Para el economista André Tosi Furtado, del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Universidad de Campinas (Unicamp), quien no participó del estudio, los hallazgos evidencian la formación de un espacio propicio para que las farmacéuticas nacionales inviertan en innovación, algo inexistente dos décadas atrás. “Naturalmente, existe un desnivel muy grande entre la capacidad de las empresas brasileñas y la de las extranjeras para generar innovaciones radicales. Las inversiones necesarias para el desarrollo de una molécula nueva están en el orden de los mil millones de dólares y esa es la escala de gastos de las transnacionales en sus casas matrices. Pero aún existe espacio para encontrar nuevos nichos de mercado e invertir en I&D, tan es así que el estudio muestra que las firmas nacionales tienen proyectos que involucran tecnologías avanzadas y hay cooperación con las universidades”, dice. Sin embargo, la conquista de este espacio convive con una gran dependencia de insumos importados. “Brasil no dispone de una industria farmacoquímica, que elabore las sustancias con actividad farmacológica que se utilizan para la producción de medicamentos. En 1980 hubo un esfuerzo para producir materia prima localmente, pero el proyecto fue abandonado”, dice Furtado. “Hoy en día, muchos de esos productos los importamos desde la India”.

La solidez financiera de las empresas nacionales les ha permitido ir más allá de la mera producción de copias de medicamentos consolidados, pero también contaron con incentivos para ampliar su capacidad de producir e innovar. Este, por cierto, era uno de los objetivos principales del estudio. “Queríamos analizar los efectos de la política industrial adoptada en el país en la década de 2000 y de los mecanismos de apoyo a la innovación en el desempeño de las farmacéuticas”, dice Paranhos. Una de cada cuatro empresas nacionales utilizó recursos públicos para financiar I&D internos, según la Pintec de 2014. “Queda claro que varias de ellas aprovecharon la disponibilidad de tales instrumentos para ampliar sus capacidades tecnológicas”, concluye la investigadora.

Se crearon diversos instrumentos, como la denominada Ley del Bien, promulgada en 2005, que simplificó el uso de los incentivos fiscales para la innovación. En la segunda mitad de la década de 1990, la FAPESP creó programas tales como el de Investigación en Asociación para la Innovación Tecnológica (Pite), que incluía proyectos de industrias de medicamentos y que llamó a la presentación de propuestas asociada con algunas de ellas, y el de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe), que ofrece aportes no reintegrables para investigación en pequeñas empresas y generó impacto en el ecosistema de investigación farmacéutica (lea el apartado del recuadro). Otros ejemplos fueron el acceso a recursos no reembolsables ofrecidos por la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep), entre 2006 y 2010 y el Programa de Apoyo al Desarrollo de la Cadena Productiva Farmacéutica (Profarma) del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), en vigencia entre 2004 y 2016. A partir de 2009, el gobierno pasó a promover la producción local de medicamentos biotecnológicos, utilizando el poder de compra del Sistema Único de Salud (SUS), por intermedio de lo que se denominó Asociaciones para el Desarrollo Productivo (PDP, por sus siglas en portugués). Las empresas privadas nacionales pudieron acordar colaboraciones directas con laboratorios públicos y convenios con compañías extranjeras para hacer posible la transferencia de tecnologías y la producción local de nuevos medicamentos.

El laboratorio brasileño Cristália, con sede en la ciudad de Itapira, en el interior del estado de São Paulo, hizo uso de varios de esos instrumentos: obtuvo financiación del BNDES, recibió ayuda a través de dos proyectos Pite de la FAPESP entre 2005 y 2010, utilizó recursos de la Finep y entabló una colaboración PDP con la Fundación Oswaldo Cruz y el Instituto Biomanguinhos, cuyo resultado fue la aprobación, el año pasado, de la comercialización de un similar de la hormona del crecimiento humano. La firma, fundada hace 48 años, comenzó a contratar científicos en la década de 1980, pero fue a partir de 2004 que empezó a concretar colaboraciones con universidades y grupos de investigación. Hoy en día cuenta con un catálogo de 113 patentes. Entre los productos desarrollados se destacan un medicamento para la disfunción eréctil llamado Helleva, cuyo principio activo es similar al del Viagra, y una pomada para las quemaduras sin insumos animales que se obtuvo a partir de una bacteria proveniente de la biodiversidad del país. “Los recursos públicos representaron menos del 5% de nuestras inversiones en innovación, dado que Cristália invierte anualmente en I&D alrededor de un 7% de sus ingresos netos”, dice Ricardo Pacheco, director general y presidente del Consejo Directivo de la empresa.

Otra firma brasileña, Libbs, que fabrica 90 tipos de remedios en un complejo industrial ubicado en Embu das Artes, en la Región Metropolitana de São Paulo, comenzó en 2016 a producir medicamentos biológicos. La empresa fue la primera en producir localmente un biosimilar del Rituximab, un anticuerpo monoclonal que se emplea para el tratamiento de algunos tipos de cáncer y para la artritis reumatoide. En el pasado reciente, recibió 250 millones de dólares del BNDES y la misma cantidad de la Finep, entre otras financiaciones, que invirtió en su Centro de Desarrollo Integrado. “Desde 2013, invertimos un 10% de los beneficios operativos netos en I&D”, explica Márcia Martini Bueno, directora de relaciones institucionales de Libbs.

En los últimos años ha habido una desarticulación de las políticas industriales. La Finep no ha ofrecido financiación no reembolsable y el BNDES cerró el Profarma. “El poder del Estado para fomentar innovaciones radicales se ha debilitado”, confirma Hasenclever. El año pasado también se canceló el programa de las PDP. Los datos generales de la última Pintec, divulgados hace pocos meses y que no fueron incluidos en el artículo, muestran que entre 2014 y 2017 el esfuerzo de I&D en las farmacéuticas no decayó, pese a la coyuntura económica adversa. “Son inversiones que, a largo plazo, resultan beneficiosas. Hay una resiliencia notable en las empresas que proveen productos médicos y medicamentos, ya que la gente continúa comprando sus productos incluso en momentos de crisis agudas”, dice Furtado.

Apoyo al ecosistema de investigación farmacéutica
La FAPESP financia colaboraciones entre investigadores de universidades y empresas farmacéuticas en proyectos de ciencia básica y aplicada. Los laboratorios nacionales, como Biolab, por ejemplo, y transnacionales, tales como AstraZeneca y GSK, ambos con sede en el Reino Unido, mantienen o han tenido convenios de cooperación con la FAPESP, que dieron como resultado proyectos patrocinados en conjunto en el marco del Programa de Apoyo a la Investigación en Asociación para la Innovación Tecnológica (Pite). Esta modalidad de financiación, puesta en marcha en 1994, fue utilizada por otras farmacéuticas, entre las que se cuentan las brasileñas Aché y EMS.

En el caso de GSK, esta se asoció con la FAPESP para establecer dos Centros de Investigaciones en Ingeniería (CPE, por sus siglas en portugués), en donde las colaboraciones se desarrollan a largo plazo, de 5 a 10 años. Las investigaciones son financiadas en forma conjunta, mediante aportes equivalentes de la FAPESP y de la empresa asociada, mientras que la contrapartida de las universidades sedes del centro se verifica por medio de la oferta de la infraestructura y el pago de los sueldos de los investigadores. Uno de estos centros, enfocado en investigaciones en química sostenible, fue creado en la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), en 2013.

En 2015 se firmó un convenio con el Instituto Butantan para la creación del Centro de Excelencia para el Descubrimiento de Moléculas Específicas, en busca de tratamientos para enfermedades neurodegenerativas, artritis reumatoide y cáncer. “Más allá de la cooperación con institutos de investigación, GSK creó en 2011 el programa de financiación Trust in Science, cuyo objetivo consiste en sentar las bases para la investigación científica sostenible y a largo plazo en colaboración con centros de investigación de alcance mundial y los gobiernos locales”, informa Evelyn Lazaridi, directora médica de la filial brasileña de GSK.

El profesor Sergio Queiroz, docente del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Universidad de Campinas (Unicamp) y coordinador adjunto de Investigación para la Innovación de la Dirección Científica de la FAPESP, sostiene que las pequeñas empresas creadas para desarrollar terapias específicas también desempeñan una función en el ecosistema de la investigación farmacéutica. Y menciona como ejemplo a Recepta Biopharma, una empresa de biotecnología que desarrolla compuestos con potencial para combatir el cáncer, que ya ha obtenido ayuda del Programa Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe), de la FAPESP. “Las pequeñas empresas innovadoras se dedican a generar propiedad intelectual que luego será utilizada por la Big Pharma.

Otro ejemplo de actividad coordinada puede verificarse en el Centro de Biología Química de Proteínas Quinasas, de la Unicamp. Este centro forma parte del Consorcio de Genómica Estructural, con sede en Canadá, que agrupa a 400 científicos de todo el mundo y fomenta el descubrimiento de fármacos mediante el modelo de ciencia abierta, en el cual las ideas y los recursos son compartidos entre universidades y empresas (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 255). “La Big Pharma realiza investigación y desarrollo con universidades, empresas, e incluso con firmas rivales, cuando el propósito es la investigación en fase precompetitiva”, afirma Queiroz.

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