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NECROLÓGICAS

Un naturalista entre geólogos

Setembrino Petri apreciaba los microfósiles para reconstruir la historia de los paisajes naturales

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPPetri, en febrero de este añoLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

La geóloga Ana Maria Góes, del Instituto de Geociencias de la Universidad de São Paulo (IGc-USP), cuenta que Setembrino Petri no paraba: “Hasta los 90 años salía a hacer trabajo de campo”. Se había jubilado en 1985, pero siguió dando clases en el IGc durante 10 años más y dirigió alumnos hasta poco antes de su muerte, el 1º de marzo, a los 100 años. En vista de su trayectoria personal y profesional, solía resaltar que era naturalista, no geólogo.

“La manera de pensar de un naturalista y la de un geólogo son diferentes”, dijo en una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP. “El naturalista contempla la naturaleza partiendo de una observación amplia, organizando el conocimiento mediante la integración de los diversos temas simultáneos observados. El geólogo parte de su observación de un suceso basándose en una cuestión circunscrita a su campo de actividades, completando o remodelando un cuerpo de conocimientos previos”.

Natural de Amparo, São Paulo, Petri ingresó en 1942 a la carrera de historia natural de la que por entonces era la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras (FFCL) de la USP; aún no existía una carrera de geología en São Paulo. “La atmósfera tensa de los días postreros de la Segunda Guerra Mundial impregnaba nuestra vida cotidiana de un halo de preocupación, trayendo profundas incógnitas sobre el futuro: nos tomaba un profundo sentido de responsabilidad, acaso demasiado pesado para nuestra edad”, escribió en el libro intitulado Crônicas da paleontologia brasileira [Crónicas de la paleontología brasileña], coordinado por Rafael Delcourt y Renato Pirani Ghilardi (editorial Letra1, 2022).

Al graduarse, en 1944, Petri trabajó durante casi un año en el Instituto Geográfico y Geológico de São Paulo, antes de ingresar al doctorado en historia natural en la USP, en 1945, dirigido inicialmente por el geólogo estadounidense Kenneth Edward Caster (1908-1992) y después por el geólogo alemán Viktor Leinz (1904-1983). En 1948, una vez concluido su doctorado sobre fósiles marinos de Paraná que datan hace entre 419 y 370 millones de años, presentó un nuevo enfoque para esa época, denominado paleontología estratigráfica, que asocia a los fósiles con los estratos geológicos donde fueron hallados.

Empezó a interesarse por los microfósiles –restos de esqueletos de organismos microscópicos, de milésimas de milímetro a pocos centímetros de longitud– cuando Antônio Rocha Penteado, su colega del Departamento de Geografía de la FFCL, le regaló unas placas de caliza traídas del estado de Pará, que contenían cuantiosos microfósiles de organismos unicelulares marinos conocidos como foraminíferos.

Para estudiarlos, obtuvo una beca en el Cushman Laboratory of Foraminiferal Research (la actual Cushman Foundation for Foraminiferal Research), de Estados Unidos. Se encontraba allí cuando la dirección del Consejo Nacional del Petróleo (CNP), por recomendación de Leinz, lo invitó a estudiar los fósiles de las áreas de sondaje. Petri dejó la USP y en 1950 empezó a trabajar para el CNP en Belém, donde montó el primer laboratorio de micropaleontología de Brasil. En 1954, cuando el CNP se transformó en Petrobras, se reincorporó en la USP.

En el IGc, Petri confeccionó mapas paleogeográficos, con la distribución de la fauna marina a lo largo de la costa brasileña hace millones de años, y describió decenas de nuevas especies de foraminíferos: la última de ellas, sobre especies de la península antártica, con edades comprendidas entre 22 y 11 millones de años, fue presentada en un artículo publicado en enero de 2022 en la revista Journal of Paleontology. Él sostenía que los microfósiles eran abundantes y muy útiles para determinar la edad de las formaciones rocosas.

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