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Helio Jaguaribe

Helio Jaguaribe: Un optimista de corto plazo

Cientista social publica un nuevo libro y reafirma su creencia en un futuro cercano y próspero para Brasil

Jaguaribe1LÉO RAMOS“En épocas de gran agitación, el deber del intelectual es mantenerse callado, pues en esos momentos se hace necesario mentir y el intelectual no tiene ese derecho”, afirmó, no sin una cuota de cinismo, el filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955). Aunque confiesa ser un apasionado por las ideas del español, -que ejerció una influencia extraordinaria en mi formación-, el cientista social Helio Jaguaribe no es un discípulo intransigente. Si bien coincide en que la mentira no tiene cabida en el decir de los pensadores, se rehúsa a mantenerse callado, por suerte para nosotros, más aún en tiempos difíciles como los actuales. En este punto, Jaguaribe, actualmente Decano Emérito del Instituto de Estudios Políticos y Sociales (Iepes), es un seguidor más de las enseñanzas de su padre, Francisco Jaguaribe de Matos. “Era un hombre de cultura con un profundo espíritu cívico y ético. Me inculcó las ideas de amor y dedicación al país, de sentido público”. En ello se puede reconocer con facilidad al pensador que, a los 86 años (un “inmortal” de la Academia Brasileña de Letras), no se calla ni miente. Prefiere pensar Brasil.

Carioca, abogado de profesión, Jaguaribe no se acomodó meramente en la teoría, y a partir de 1949, empezó a escribir la famosa y prestigiosa Columna de la Quinta Página en el Jornal do Commercio. También se reunía con un grupo de amigos intelectuales de Río y de São Paulo en Parque do Itatiaia para pensar los problemas que veía todos días en la empresa y que obstaculizaban el desarrollo de la sociedad brasileña. En 1953, las reuniones dieron lugar al Instituto Brasileño de Economía y Sociología y Política, para posteriormente, en 1955, con el apoyo del presidente Café Filho, adquirir el estatuto de Instituto Superior de Estudios Brasileños, el célebre Iseb, núcleo de pensamiento que elaboró la teoría del nacional-desarrollismo. “Queríamos plantear un proyecto reformista para la transformación de Brasil, la idea de una reforma del capitalismo que partiese del propio capitalismo”. En discordancia con ciertos cambios acaecidos en el Iseb, Jaguaribe dimitió en 1959. Se arremangó y se puso a trabajar en un proyecto de expansión de la Companhia de Ferro e Aço de Vitória [Compañía de Hierro y Acero de Vitória], perteneciente a su familia, experiencia que le mostró la dura realidad de empresarios y trabajadores. Con el golpe militar, se exilió en EE.UU., donde se dedicó a la docencia en el área de sociología, en universidades del porte de Harvard y Stanford y en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Regresó al país en 1969 y diez años más tarde asumió la dirección del Iepes. “Flirteó” de manera responsable con el Estado dos veces: en 1985, cuando coordinó el Brasil 2000, durante el gobierno de José Sarney; y en 1992 fue secretario de Ciencia y Tecnología del gobierno de Fernando Collor, cargo que abandonó cuando el presidente fue destituido del poder.

En 1988 ayudó a fundar el Partido de la Socialdemocracia Brasileña, el PSDB, y tiene ahora un candidato que considera imbatible para 2010: el gobernador de São Paulo, José Serra. Jaguaribe sigue al servicio del país con sus ideas. Como por cierto lo comprueba el libro Brasil, mundo e homem na atualidade [Brasil, el mundo y el hombre en la actualidad], una selección de estudios escritos a partir de 1983, editado por la Fundación Alexandre de Gusmão. Este libro, de más de 930 páginas, contiene un condensado de su pensamiento, con estudios sociopolíticos, sobre relaciones internacionales, reflexiones sobre Brasil, análisis de filosofía y notables estudios sobre diversas personalidades. Es difícil destacar uno entre tantos textos profundos e inteligentes, pero son dignos de nota estos: “Nación y nacionalismo en el siglo XXI”; “Socialdemocracia y gobernabilidad”; “Pax americana o ‘Pax Universalis'”; “La alianza Argentina-Brasil”; “La pérdida de la Amazonia”; “Brasil: ¿qué hacer?”; “Universalidad y razón occidental”; “Testimonio sobre el Iseb”; “Ortega y Gasset: vida y obra”; y “Celso Furtado: teoría y práctica del desarrollo”; entre otros, prueba de su pensamiento agudo e inquieto.

Por lo tanto, para definirlo mejor se hace necesario buscar otra frase de Ortega y Gasset: “Es inmoral pretender que una cosa deseada se realice mágicamente, simplemente porque la deseamos. Sólo es moral el deseo acompañado de la severa voluntad de aprontar los medios de su ejecución”.

Usted tiene 86 años y nunca ha dejado de analizar el país. ¿Existe algo de nuestro presente que lo haya sorprendido?
No hay muchas sorpresas porque la marcha que tomaron los acontecimientos fue más o menos en el sentido que yo preveía. Yo diría que la situación de Brasil es razonable, está lejos de ser pésima y lejos de ser excelente. Es razonable porque Brasil mantiene algo que es precioso: su unidad nacional, pues somos un país con enorme sentido de unidad nacional. Han mejorado las relaciones sociales, el país está incorporando a las masas marginales, aunque a una velocidad menor que lo deseable, pero camina en la dirección correcta. Estamos teniendo un crecimiento técnico, económico y cultural razonable, de modo tal que Brasil no es un país con un futuro preocupante; al contrario, es un país con un futuro muy prometedor y exhibe un presente muy razonable. En este sentido soy bastante optimista con relación a Brasil. Lo que nos hace un país eficaz es que así se vuelve independiente de las voluntades individuales, es un proceso colectivo en marcha. Lo que dota de una gran estabilidad a Brasil no es que sea un país con un gran conductor, en el que un fenómeno específico esté favoreciendo. No: somos un país cuya rutina es orientada en la dirección correcta. El desarrollo sostenible es aquel que se hace por rutina.

¿Qué nos impide de tener un proyecto real de nación?
Creo que el problema en este momento es que las corrientes desarrollistas, que a decir verdad son predominantes en la opinión pública y también en la propia línea del gobierno, no han logrado sin embargo arribar a un modelo económico y financiero adecuado para su proyecto. Existe un desarrollismo económico, pero la mecánica financiera de ese desarrollismo aún no ha sido bien elaborada. ¿En qué condiciones financieras será posible sostener un desarrollo importante a largo plazo? Éste es el problema y esto requiere una combinación entre finanzas públicas y privadas, y por lo tanto un modelo financiero global bajo el liderazgo del Estado. Compete al Estado liderarlo. Pero los gobernantes no están teniendo una conciencia financiera lo suficientemente clara, me parece a mí. Existe una conciencia económica, pero la visión financiera es del “día a día”, es un poco una rutina, de acuerdo con las experiencias anteriores, y no la finanza volcada a sostener el desarrollo de largo plazo. Es el vacío financiero.

¿Qué consecuencias tiene eso para el futuro del país?
El hecho es que Brasil tiene una verdad empírica muy satisfactoria. Independientemente de grandes proyectos, de grandes conductores y grandes liderazgos, el país marcha bien y eso es algo altamente deseable, porque los progresos que dependen de los conductores están sujetos a éstos y, por lo tanto, pueden no tener continuidad. Nuestra ventaja es que tenemos una rutina positiva. Por eso soy muy optimista con relación al futuro, precisamente por eso: lo que funciona bien en Brasil es su rutina, y la rutina tiende a ser permanente. Este status quo, si bien es algo mediocre, tiene la ventaja de ser estable, y por lo tanto probablemente tendrá continuidad. Yo sería favorable a que además de esa rutina positiva surgiese un gran proyecto nacional que movilizase a la opinión pública, como sucedió en el tiempo de Juscelino Kubitscheck, por ejemplo, cuando la idea de “cincuenta años en cinco” se hizo realidad. No necesitaríamos un nuevo proyecto tan avasallador como ése, básicamente porque la rutina actual es buena y no lo era en aquel tiempo. JK logró convertir una rutina negativa en una orientación positiva. Esa orientación positiva sigue en pie de una manera moderada (un crecimiento del 2,5%, del 3% y en algunos casos hasta del 5%), pero podría ser un tanto acelerada para superar el crecimiento demográfico, sino el país crece en la misma proporción que la población y por ende no mejora.

¿Cómo sería un Estado más creativo?
Creo que sería necesario contar con un conjunto de cosas. En primer lugar existe una noción bastante generalizada en la opinión pública de una idea de desarrollo nacional: hay que crear un modelo de desarrollo nacional que sea popular. En la medida en que eso suceda (y de manera general está tendiendo a suceder), esa conciencia pública configura los posibles gobiernos futuros en una dirección que es difícil que se invierta. Brasil ha adquirido una rutina de crecimiento positivo social y económico que tiende a ser estable. Por supuesto que a mí me gustaría que se dinamizara, porque existe una cierta urgencia en apresurar particularmente dos cosas. Del lado de las exigencias superiores, aumentar nuestra capacidad científico-tecnológica: Brasil es un protagonista mediano -por no decir mediocre- dentro del proceso científico-tecnológico. No es necesario que sea de punta, pero debería estar un poco más a la vanguardia. Un gran esfuerzo tendiente a perfeccionar, acelerar y ampliar el desarrollo científico­tecnológico es la primera condición. La otra es que el desarrollo científico-tecnológico se lleve a cabo no precisamente en la línea científico-tecnológica, sino teniendo en cuenta la necesidad de movilizar a la totalidad de la población. Es decir, Brasil tiene un gran problema para incorporar esos cambios, ya que un tercio de su población vive en condiciones absolutamente inaceptables, y debe combinar un desarrollo del proceso científico-tecnológico con un gran desarrollo social.

Cualquier proyecto de desarrollo se ve trabado en los cuellos de botella estructurales del país. ¿Cómo superarlos?
La respuesta tiene una primera dimensión que me parece absolutamente inequívoca: es la educación. El país tiene el desarrollo que su educación le brinda. El hecho de que exista una fracción muy grande de brasileños o totalmente deseducados o parcamente educados constituye un peso inerte que dificulta la marcha del país. Por lo tanto, lo primero que hay que hacer es expandir la educación y mejorar su nivel. Sólo eso bastaría, porque como el país tiene una tendencia positiva al crecimiento, de tener educación crecerá en la dirección correcta y a la velocidad correcta.

Pero la cuestión de I&D es compleja e involucra la llegada de tecnología extranjera, algo que a usted no le agrada.
Brasil ha llegado a una fase en que tiene capacidad de autocrecimiento y autodesarrollo, incluso científico-tecnológico. Eso no quiere decir que vaya a cerrar sus puertas y ventanas al mundo, al contrario: cualquier apertura es absolutamente necesaria, sobre todo en esa dirección. Brasil está lejos de ser un país de vanguardia en el sentido del desarrollo científico-tecnológico, pero con seguridad no es un país de retaguardia: se ubica en una posición intermedia, un poco más arriba que abajo, pero precisa mantener esa media mejorando y, por ende mantener la apertura. Lo principal es, evidentemente, una actuación del sector público a través de volumen y orientación de fondos. Se necesita más dinero, más recursos para el desarrollo científico-tecnológico y una actuación efectiva en pos de desarrollo, partiendo del sector público que es abierto al sector privado.

¿Cómo analiza la relación entre universidades y empresas?
Ése es un problema muy serio, porque en Brasil esa relación es muy remota: la universidad absorbe con gran rapidez la información externa y tiende a ser razonablemente actualizada, pero opera hacia dentro, y no hacia fuera. De manera tal que son dos entidades que buscan insumos externos aisladamente una de la otra. La empresa procura ver lo que la tecnología internacional tiene para copiarlo y la universidad procura ver lo que la ciencia tiene para copiarlo. Creo que esas dos iniciativas son perfectamente razonables, pero algo que convendría incrementar, sin ir en detrimento de ellas, es la integración universidad-empresa. Es necesario que la universidad se vuelva más consciente de su rol de educadora en la empresa y que la empresa sea más abierta a las relaciones con la universidad.

En cualquier punto que toquemos está la presencia del Estado, satanizado por unos, glorificado por otros. ¿Cuál es su visión del Estado, específicamente en el caso brasileño?
A partir del siglo XVIII, los países occidentales se diversificaron, con aquéllos que son impulsados por la iniciativa privada y aquéllos que lo son por el Estado. Los países anglosajones son predominantemente impulsados por la iniciativa privada y los países latinos y germánicos por la iniciativa del Estado. Es una característica cultural difícil de modificar y no es que algo esté mal en alguna de ellas, de manera tal que nosotros, como país latino, debemos reconocer la necesidad de un activo liderazgo del Estado sin perjuicio de la máxima apertura a la iniciativa privada. Creo que lo que estoy diciendo es el gran consenso: lo que debería hacerse para que dejara de ser discurso sería un poco que esas cosas entrasen en los presupuestos y en las agendas públicas. Es necesario que el BNDES no sea un mero receptor de proyectos, sino un formulador de políticas; es preciso que exista un proyecto nacional de desarrollo consistente, realista, no utópico, para lo cual el banco y otras agencias federales, además de abrirse a las demandas, deben ser proponentes de proyectos.

¿La crisis financiera actual nos obliga a repensar el Estado?
En el siglo XXI se arribó a un consenso, más informal que formal, en el sentido de que el desarrollo depende de una combinación de la actuación del Estado y la de la iniciativa privada, en que la actuación del primero será mayor o menor según las características culturales de cada país y su nivel de desarrollo. La intervención del Estado en los países muy desarrollados no debe ser tan grande como en los países subdesarrollados. En los países subdesarrollados no existe la menor duda de que el Estado es el principal motor. En Brasil, aunque no es más un país subdesarrollado, es un país mediano, el Estado sigue siendo el principal motor de una manera menos urgente que en otros países de Latinoamérica o de Asia, pero mucho más urgente que en países como Inglaterra o Estados Unidos. La única solución para la crisis es que el Estado incremente su participación en el desarrollo, en la promoción del crecimiento. La crisis es producto de un cierto descompás entre la oferta y la demanda  de recursos. Esa demanda de recursos solamente puede ser atendida en el corto plazo mediante un aumento de la intervención estatal. La forma por la cual se puede conducir al empresariado a volcarse más hacia la actuación productiva que al juego financiero consiste en que el Estado intervenga de una forma muy eficaz en el financiamiento; al haber una amplificación del financiamiento público, la especulación financiera privada se reduce y el empresario es conducido naturalmente a utilizar ese financiamiento con fines productivos. Al haber oferta de recursos, el empresariado funciona.

Usted ha propuesto cambiar el nacional-desarrollismo por el regional-desarrollismo. ¿Por qué?
Estamos viviendo un proceso histórico de formación de grandes bloques, por lo tanto, pese a que Brasil tiene una masa crítica sumamente elevada comparativamente con otros países, no es lo suficientemente autosuficiente como para poder contemplar aisladamente las demandas de este tiempo. De allí la conveniencia de combinar una consolidación nacional del desarrollo con una apertura al desarrollo regional. El nacional-desarrollismo es compatible con el regional-desarrollismo, que en el caso brasileño tiene como base una alianza estratégica entre Argentina y Brasil. Ésa es la clave de todo, la fuerza movilizadora de los otros países de América del Sur y ciertamente de México, que es un socio fundamental en este proceso. Por eso yo digo: hay que consolidar la alianza Brasil-Argentina, que funciona de una forma tímida, y hacer que sea algo muy vigoroso, incorporando a México. Es necesario que no se sobrecarguen las deficiencias del lado brasileño porque también las hay del lado argentino, pero siempre digo que, para comprender estas relaciones entre estos países no exageradamente asimétricos, pero sí un tanto asimétricos, hay que dirigir la mirada hacia los ejemplos históricos. Brasil tiene que pagar más que Argentina y ambos, juntos, deben movilizar a América del Sur. América Latina no es una entidad “operativizable”, sino que sigue siendo meramente cultural. Tenemos también la cuestión de EE.UU., una gran potencia que en los últimos tiempos obró muy unilateralmente. Al consolidarse esta alianza argentino-brasileña y la movilización a partir de esta alianza del sistema sudamericano y vagamente del sistema latinoamericano, contribuiremos para asegurar el espacio de una relación más multilateral en el marco de las relaciones internacionales. Le daremos oportunidad al sector dinámico de Europa y de Rusia de manifestarse más claramente. Por ende, el protagonismo brasileño es movilizador de un sistema multilateral. Obama es una gran promesa, habida cuenta de que EE.UU. nunca tuvo una postura internacional más favorable que ahora. Lo que importa ahora es colaborar con el presidente americano.

Jaguaribe2LÉO RAMOSHablemos de política. Usted es un defensor de la necesidad de hacer una reforma del sistema político…
La democracia es operativamente una “partidocracia”: depende de la existencia de partidos coherentes, homogéneos, definidos, dotados de proyectos y de una identidad propia. Lo ideal es evidentemente un régimen bipartidista, o de tres partidos, pues con muchos partidos las cosas no funcionan. El problema brasileño, como lo es el de Italia, es el exceso de partidos. Esto debe mitigarse mediante un proceso mediante el cual ciertos partidos dejen de existir y sus miembros se incorporen a partidos de mayor significación y que, dentro del régimen multipartidario, se cree una polaridad entre los partidos con una orientación “A” y los de orientación “B”. Existe en Brasil esa tendencia: existe un cierto grupo de partidos que quieren maximizar la fórmula neoliberal y otros con tendencia a maximizar la fórmula a la que yo denomino socioliberal. El liberalismo social tiende a prevalecer en Brasil sobre el puro liberalismo clásico y eso me parece que es algo sumamente positivo.

Usted plantea algo muy relacionado, que es esa distancia que existe entre el elector y el electo.
Es obvia la necesidad de introducir en Brasil el régimen distrital mixto, que es el país dividido en una cantidad de distritos relativamente pequeños constituyendo un electorado que sería supuestamente más homogéneo, y por ende cada distrito elegiría a un representante que sería representativo de una mayoría nacional por la suma de los distritos. Por otra parte, soy favorable al régimen distrital mixto, es decir, que las elecciones no sean exclusivamente distritales, sino que se abra, pongámosle, un porcentaje del 20% de los cargos para liderazgos nacionales, porque hay algunas personalidades muy importantes que no tienen ningún distrito propiamente a su favor. El régimen distrital mixto, en que el 80% de los escaños se completa “distritalmente” y el 20% nacionalmente, me parece que es un régimen muy favorable.

¿Cuál es su visión sobre el presidencialismo?
Sería deseable que Brasil transitase del presidencialismo al parlamentarismo, pero, para que éste funcione son necesarias condiciones previas: se requiere un nivel de educación política algo superior al que nosotros tenemos y que los partidos se reduzcan idealmente a dos, ya que la multiplicidad partidaria conspira contra el buen funcionamiento del régimen parlamentarista. Brasil no estaría en condiciones de adoptar inmediatamente el régimen parlamentario. Cuando hubo ese reciente plebiscito al respecto, yo voté en contra -no porque yo sea contrario, sino por que creo que no es aplicable en las condiciones actuales. ¿Y cuáles son los requisitos para que el parlamentarismo sea factible? El principal, por supuesto, es la ampliación de la educación política de la población. El margen de conciencia política brasileña aún se restringe más o menos a una tercera parte de la población -una tercera parte es completamente alienada y la tercera parte restante está más para “abajo” que para “arriba”. Tenemos aún un largo camino por recorrer para movilizar a la gran mayoría de la población brasileña hacia un nivel satisfactorio de conciencia política, de conciencia pública. Por otra parte, en la medida en que se progrese en la dimensión de la conciencia pública, de la conciencia política, tenderá a reducirse la cantidad de partidos, porque la conciencia política conduce naturalmente a una bifurcación entre partidos que pretenden modificaciones sustantivas y partidos que pretenden la preservación del régimen actual. Pero la educación política brasileña está mejorando mucho: el brasileño tiene más conciencia política hoy que hace 20 años.

¿Por eso usted defiende una unión entre el Partido de los Trabajadores (PT) y el PSDB?
Esa unión es deseable, pero no es indispensable, porque hay dos alternativas: o se forma en el país una conciencia tendiente a una cierta bipolaridad (y en ese caso podrá ser representada por el PSDB y por el PT, lo que condenará al PSDB a una posición conservadora) o las fuerzas conservadoras adquieren una cierta consistencia (el Partido Liberal y esos partidos del frente liberal) y la unión del PT y del PSDB se vuelve necesaria. O sea, la relación PSDB-PT depende de la evolución del electorado y de la opinión pública. Si el electorado fortalece a los partidos, como los partidos de la unión democrática, la fusión PSDB-PT se volverá algo necesario y posible -o de lo contrario, la bifurcación entre el PT y el PSDB lleva al PSDB a tener una función más conservadora.

¿Cuál es el partido del futuro no Brasil?
Bueno, yo del PMDB tengo una muy mala opinión, porque se convirtió en un partido de clientela: no tiene proyecto, no tiene programa, no tiene identidad propia. Es un partido dedicado a recoger migajas electorales en todo el territorio nacional y juntar esas migajas, lo que le da un resultado positivo, porque la educación política brasileña es aún insuficiente. El voto del PMDB es un voto clientelista; a medida que prospera, vemos que esa clientela sigue siendo muy poderosa. Pero yo creo que la tendencia va hacia la disminución de la importancia de la política de clientela y por eso creo que a largo plazo el PMDB no tiene futuro. Sí tienen futuro el PT y el PSDB. Esto significa que el PSDB va a ser un partido conservador progresista y el PT un partido progresista moderado.

¿El PT cambió luego de llegar al poder?
Es difícil analizar separando a Lula del partido. ¿Qué sería del PT sin Lula? ¿Cuál sería la tendencia del PT? Es difícil preverlo, ¿no? Yo no tengo la impresión de que el PT se haya consolidado de una manera programática satisfactoria. Es más un partido de “enlaces”, de “vanguardieros”, independiente de una consistencia programática. Y el problema radica precisamente en eso, en la necesidad de una conciencia programática. Mientras que el PSDB es un partido que tiene una buena conciencia programática y logró algo muy interesante, que sería un partido de centroizquierda. Es un partido que no es reaccionario, no es conservador, pero tampoco es aventurero. Un partido de moderado desarrollo social y económico, cosa que es altamente deseable. Lula se dio cuenta del error de entregar tanto poder a los sindicalistas. Se dio cuenta y motivó deliberadamente un cambio en el cuadro de poder. Por eso no veo un candidato del PT capaz de ejercer un rol similar al que Lula tiene y, por otro parte, veo la probabilidad de que el PSDB gane las elecciones. Posiblemente con el gobernador de São Paulo, José Serra. Es el candidato más probable -y será una experiencia sumamente interesante, pero hago fervientes votos para que se consolide la salud de Dilma Rousseff, una figura muy positiva. Pero estando enferma no podrá ejercer ese papel. La buena salud de Dilma es hoy casi que una prioridad nacional: teniendo salud, ella y el PT son cosas positivas para el futuro.

¿Y cómo será 2010 para el PSDB?
Me parece que existe un consenso entre los analistas y entre los líderes partidarios en el sentido de que Serra sea el futuro candidato del PSDB. Es un hombre de muy buena calidad, a quien veo con buenos ojos. El PSDB tiene la ventaja de ser un partido que tiene liderazgos de muy buena calidad, basta con nombrar a los dos principales líderes, Serra y Aécio Neves, que son figuras de muy buena calidad. Yo diría que un gobierno de Serra daría una amplia oportunidad también a Aécio. Eventualmente dirigiendo el Congreso en consonancia con Serra. Sería mi expectativa más favorable.

¿El programa “Bolsa Familia” se mantendría en un gobierno del PSDB?
Lula dio respuesta a una necesidad social. ¿Cómo se puede reducir la brecha social en países como Brasil? Ésa es la meta a través del Estado, que es el gran promotor del desarrollo social. El programa “Bolsa Familia” es fundamental para reducir el abismo entre los participantes y los no participantes, los ciudadanos activos y los pasivos. Ahora bien, si bien la idea del “Bolsa Familia” es absolutamente correcta, como así también su ampliación, la elección de los beneficiarios depende un poco de una política que no siempre es muy correcta. Pero eso es inevitable.

Por cierto, usted afirma que los grandes problemas de Brasil son fruto de una crisis ética.
Es un problema sumamente complicado porque tiene raíces estructurales y circunstancias ocasionadoras de un agravamiento o, por el contrario, de una mejora. El problema de la crisis ética tiene mucho que ver con la cultura. Los países de cultura católica tienen una tendencia a la crisis ética. Los países de cultura protestante tienen una tendencia a una afirmación ética más nítida, porque el protestantismo es una opción ética, y no ideológica, y el catolicismo es una opción ideológica, y no ética. Allí entra en juego una formación de base que será permanente; católico o no en la práctica, Brasil será siempre católico en la cultura y en esa medida habrá siempre un problema ético, que es típico de las culturas católicas. Situaciones como el descrédito del Congreso y de los políticos no pueden modificarse con base en la gritería de la opinión pública, sino y únicamente mediante la reforma del proceso político. Nosotros tuvimos capacidad de formar una competente elite empresarial, una razonable elite cultural, pero no tuvimos capacidad de formar una buena elite política. Por eso existe una falla en el proceso brasileño, que es el hecho de que la política no está movilizando a las personas adecuadas, sino a oportunistas.

¿Cómo cortar ese ciclo?
En el corto plazo existen formas de mejorar que dependen de la política, de la emergencia de líderes políticos competentes y honestos. Esto hace falta, pero yo creo que existen promesas de que en la sucesión de Lula surgirá un liderazgo político competente y honesto. Veo con muy buenos ojos la emergencia de dos importantes líderes dentro del PSDB, Serra y Aécio Neves, ambos con grandes estados que los respaldan.

¿Y qué se puede esperar de ese liderazgo?
La posibilidad movilizadora en sentido positivo de un liderazgo depende de la medida en que ésta no sea una estratagema para conservar y aumentar su poder, sino un proyecto de movilización nacional, un proyecto nacional de desarrollo. Ése es el problema: en la medida en que el liderazgo político sea por un nacional- desarrollismo, conducirá al país a superar rápidamente sus obstáculos. Si fuera meramente una búsqueda de poder, será un factor más de estancamiento.

Si volviéramos a hablar dentro de cinco años, ¿cree que estará más contento con Brasil?
Creo que sí, si las cosas siguen su rumbo y si yo estuviera vivo a los 91 años… [risas] Soy muy optimista con relación a Brasil porque creo que la marcha inercial brasileña va lentamente en la buena dirección. Vamos mejorando gradualmente. Somos un país “autoperfeccionista” en el largo plazo: lentos, pero constantes.

 

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