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PALEONTOLOGÍA

Un pariente caribeño

Un fósil de quelonio marino de 12 millones de años que se halló en Venezuela es pariente lejano de las tortugas de agua dulce de América del Sur

058-059_tartarugas_233Una especie nativa de Madagascar y siete del norte de Sudamérica, todas de agua dulce, como la charapa arrau o tortuga arrau (Podocnemis expansa), son las únicas formas vivas remanentes de una familia de quelonios denominada Podocnemididae. La mayoría de las especies conocidas de este grupo se extinguieron. Aunque actualmente no existen miembros de esta familia adaptados a ambientes marinos, algunos fósiles sugieren que hubo linajes de Podocnemididae de agua salada en un pasado remoto. Un equipo de paleontólogos brasileños y venezolanos describió una nueva especie extinta de tortuga, descubierta en el norte de Venezuela, que aporta nuevas evidencias a favor de esta hipótesis. En los propios términos de los investigadores, la Bairdemys thalassica, tal como se bautizó a la especie, que vivió hace 12 millones de años, habría sido parte del “último linaje marino” de quelonios del grupo Podocnemididae. Este nombre le fue impuesto para destacar el hábitat de la tortuga: en griego, thalassa significa mar. Las informaciones al respecto de esta especie constan en un artículo que se publicó el mes pasado en la revista científica electrónica PeerJ.

Los vestigios de la B. thalassica consisten en un cráneo casi completo hallado en la caverna El Miedo, ubicada en el Cerro Misión, una localidad situada a menos de 40 kilómetros del mar Caribe. A pesar de que hace años que pertenece al patrimonio del Laboratorio de Paleontología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, de Caracas, recién se comenzó a estudiar el fósil a mediados de 2013. “Ellos no contaban con ningún experto en tortugas que trabajase con el material”, afirma el paleontólogo Max Langer, docente de la Universidad de São Paulo (USP), campus de Ribeirão Preto, uno de los autores del artículo que presenta la especie. Pero investigador brasileño sí lo tenía: Gabriel de Souza Ferreira, biólogo experto en quelonios, quien por entonces era su alumno de maestría (y ahora doctorando). Langer coopera con los venezolanos debido a que es el coordinador de un proyecto temático sobre el origen y diseminación de los dinosaurios, un trabajo que lo condujo a realizar excavaciones conjuntas en el país vecino. La oferta para el estudio del fósil de tortuga le pareció interesante a Ferreira, quien aceptó el desafío.

Hay dos tipos de evidencias que indican que la B. thalassica habitaba en aguas salobres: las características del yacimiento fosilífero en dónde se la encontró y detalles anatómicos de la propia tortuga. La caverna donde se descubrió la especie es abundante en carbonatos, que se forman típicamente en ambientes marinos. Más allá de los restos del quelonio, las paredes de la gruta El Miedo aportaron fósiles de cetáceos, peces y aves marinas. Esos indicios apuntalan la hipótesis que sugiere que las aguas del mar Caribe llegaban hasta allí. “La caverna se hallaba en un área sin influencia del continente”, dice Ferreira. “En el Mioceno Medio, hace entre 16 y 11,6 millones de años, todo aquello estaba cubierto por el mar”. El ambiente donde se hallaron los fósiles de las otras seis especies del género extinto Bairdemys indica que esos quelonios presentaban alguna tolerancia al agua salada o salobre y, posiblemente, habitaron en zonas de estuario, de transición entre río y mar. “En ninguno de estos casos puede afirmarse claramente, tal como lo estamos haciendo basándonos en la B. thalassica, que esas tortugas habitaran en mar abierto”, sostiene Langer.

La morfología del fósil venezolano, cuyo cráneo medía unos 10 centímetros (cm), ligeramente mayor al de las especies vivas de Podocnemididae, también provee pistas sobre sus hábitos oceánicos. La especie presentaba una expansión de la superficie trituradora en su maxilar y en su mandíbula, es decir, un aumento del área empleada para procesar alimentos sólidos. “Realizamos análisis de las dimensiones geométricas del cráneo y consideramos que esa expansión sería una adaptación a la durofagia”, dice Ferreira. “Esa tortuga debía alimentarse de presas con conchas o caparazones duros, tales como moluscos y crustáceos”. Entre las especies actuales de quelonios de agua salada, la tortuga boba [también denominada caguama o cabezona] (Caretta caretta), que habita en todos los océanos del globo, también exhibe una anatomía adaptada a la durofagia.

Las especies de tortuga que actualmente habitan en los mares no presentan ninguna relación de parentesco con miembros, extintos o no, de la familia Podocnemididae. Surgieron a partir de linajes independientes de quelonios, que se tornaron dominantes en los mares durante el Mioceno Medio, justamente, la época en que vivió la B. thalassica. Es probable que la desaparición en el ambiente oceánico de las tortugas del grupo Podocnemididae tenga relación con el surgimiento y diversificación de otros quelonios adaptados a la vida marina, dicen los investigadores de la USP.

Proyecto
Origen y difusión de los dinosaurios en Gondwana (Neotriásico – Eojurásico) (nº 2014/03825-3); Investigador responsable Max Langer (USP Ribeirão Preto); Modalidad Proyecto Temático; Inversión R$ 1.587.258,45 (FAPESP).

Artículo científico
FERREIRA, G. S. et al. The last marine pelomedusoids (Testudines: Pleurodira): a new species of Bairdemys and the paleoecology of Stereogenyina. PeerJ. 30 jun. 2015.

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