El inconformismo y la ferviente imaginación, sumados a su dedicación a la investigación experimental y a la actividad intelectual, signaron la trayectoria del físico Sérgio Mascarenhas Oliveira, quien falleció el 31 de mayo, a los 93 años, como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio. Sus colegas lo describen como un investigador pragmático, que solía tener prisa por poner en práctica sus ideas. “No tenía paciencia para planificar. Prefería hacer las cosas directamente. Si no funcionaba, abandonaba la empresa para dedicarse a otro proyecto”, relata el farmacéutico Gustavo Frigieri, exalumno de Mascarenhas. “Unos días antes de que lo internaran, me llamó con una idea y me dijo que había que ponerla en práctica pronto, porque se le acababa el tiempo. Le contesté: ‘Profesor, lleva 15 años diciéndome lo mismo’. Esta vez fue distinto.
Frigieri fue testigo de lo que el físico era capaz de hacer cuando lo acuciaban la curiosidad o la necesidad. A principios de la década de 2000, Mascarenhas empezó a tener dificultades para caminar y lagunas en su memoria. Los médicos pensaron que podía tratarse de la enfermedad de Parkinson, pero el problema era otro: hidrocefalia de presión normal, una enfermedad que se caracteriza por la acumulación de líquido cefalorraquídeo en las cavidades del cerebro. El físico tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para implantársele una válvula que drenara el exceso de líquido. Suele ocurrir que estos dispositivos se obstruyen y, de vez en cuando, hay que cambiarlos. Para evaluar su funcionamiento, los médicos perforan un pequeño agujero en el cráneo del paciente con el objetivo de medir la presión intracraneal. “Mascarenhas no podía aceptar que aún fuera necesario hacer un agujero en la cabeza de alguien para medir la presión intracraneal”, recuerda Frigieri.
Entonces decidió buscar una alternativa. Comenzó a estudiar su propia enfermedad y a trabajar con sus colegas para crear un dispositivo capaz de monitorear en forma no invasiva la presión intracraneal de los llamados pacientes neurocríticos. La estrategia dio como resultado un sensor que, sujeto a la cabeza mediante una cinta, transmite datos en tiempo real de la presión intracraneal a un monitor situado junto a la cama del paciente. Frigieri tuvo una participación activa en ese proyecto. El sensor que crearon obtuvo varios premios y atrajo la atención de médicos de todo el mundo. En 2014, él y Mascarenhas fundaron brain4care, el fabricante legal del aparato. “Tenía ese afán emprendedor, algo poco común entre los científicos brasileños”, comenta el farmacéutico. “Siempre estaba hablando de transformar sus ideas en productos. Para él, la investigación solo tenía sentido si sus resultados llegaban al público”.
El sensor es tan solo uno de los muchos proyectos de Mascarenhas. Su biografía es una de las más prolíficas y multifacéticas de la ciencia brasileña. Entre sus contribuciones se cuentan la creación del concepto de los bioelectrodos (materiales biológicos capaces de mantener una polarización eléctrica) y el hallazgo de nuevos métodos de datación arqueológica. También fue uno de los responsables de la institucionalización de la física de la materia condensada en Brasil, en la década de 1950, y de la creación de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) a principios de 1970. “Mascarenhas contribuyó en la formación de varias figuras importantes de la ciencia brasileña”, dice el ingeniero químico Hamilton Varela, del Instituto de Química de São Carlos de la Universidad de São Paulo (USP). “Se interesaba mucho por las investigaciones de sus colegas. Siempre me sentía parte de algo más grande cuando hablaba con él sobre mis trabajos”.
Había nacido en Río de Janeiro, en mayo de 1928. Se graduó en química en la Universidad de Brasil (la actual Universidad Federal de Río de Janeiro) en 1951 y en física en la misma institución, en 1952. Fue alumno del físico Joaquim da Costa Ribeiro (1906-1960) y publicó sus primeros trabajos sobre el efecto termodieléctrico, descubierto por su profesor. “Él fue quien llamó al nuevo fenómeno efecto Costa Ribeiro, nombre con el que pasó a ser conocérselo”, escribió el físico Sérgio Rezende, de la Universidad Federal de Pernambuco, en la página web de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia.
Entre 1959 y 1980, el físico carioca realizó pasantías posdoctorales en Estados Unidos y en el Reino Unido. Fue profesor visitante en instituciones de México, Reino Unido, Japón e Italia; y fue invitado a trabajar permanentemente en algunas de ellas, pero siempre rechazó las ofertas, prefiriendo volver a Brasil para consolidar la física de la materia, un campo al que se le daba poca importancia en el país. Se instaló con su primera esposa, la física y química Yvonne Mascarenhas, en São Carlos, para trabajar en la Escuela de Ingeniería de la USP. “Vería después que en Río no podría estructurar mis ideas, mis sueños, porque allá era la tierra de los rayos cósmicos, de las partículas elementales…”, dijo en una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP en 2007.
Allí creó una carrera de posgrado en química y física del estado sólido en la Escuela de Ingeniería de la USP, el germen de los institutos de Física y Química de la universidad. Sus esfuerzos hicieron de São Carlos un polo aglutinador de investigadores en esta nueva área. La cultura científica que se estableció en la ciudad llamó la atención del empresario y político Ernesto Pereira Lopes (1905-1993). Este quería crear una universidad federal en la región, fusionando varias escuelas existentes. Mascarenhas le propuso una idea diferente: estructurar una universidad desde cero, abriéndole la puerta a áreas hasta entonces poco exploradas en Brasil. Pereira Lopes aceptó y lo invitó a sumarse como rector de la nueva institución, la UFSCar, donde Mascarenhas creó, en 1972, la primera carrera de ingeniería de materiales de Latinoamérica.
Fue también en São Carlos donde fundó el Centro Nacional de Investigación y Desarrollo de Instrumentación Agropecuaria, Embrapa Instrumentación, en 1984, centrado en la aplicación de los conocimientos de física e ingeniería en dicha área. En 1986, se asoció para crear el Polo de São Carlos del Instituto de Estudios Avanzados de la USP. Su inquietud permanente lo llevó a involucrarse en investigaciones en el campo de la medicina en la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto de la USP, en la Escuela de Medicina de Harvard (EE. UU.), y con grupos médicos de Italia. Sus trabajos dieron lugar a nuevas técnicas de reparación de fracturas óseas con corrientes eléctricas y al uso de válvulas en los trasplantes cardíacos, entre otras innovaciones. “Mascarenhas fue un referente para la investigación básica en el país y, al mismo tiempo, asoció este conocimiento con la tecnología y con el espíritu emprendedor para desarrollar soluciones referentes a los retos en el campo de la medicina y mejorar la vida de la gente”, dijo Marco Antonio Zago, presidente de la FAPESP.
En 2019, el investigador recibió el premio Joaquim da Costa Ribeiro, otorgado por la Sociedad Brasileña de Física. Ese fue el último de los muchos premios y homenajes que recibió a lo largo de su carrera. Mascarenhas deja a su actual esposa, Telma Coimbra, y a sus cuatro hijos, dos de su primer matrimonio con Yvonne y dos más de su segundo matrimonio.
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