¿Dónde podría haber un museo con un parque de plantas y animales silvestres en cautiverio visitado anualmente casi por la misma cantidad de visitantes que la de habitantes de la ciudad en que se encuentra ubicado? A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la ciudad norteña de Belém fue el escenario de esa experiencia. El Parque Zoobotánico del Museo Paraense recibió la visita de 48 mil personas en 1896, cuando la población de la localidad era de alrededor de 50 mil habitantes. La capital de Pará quedó encantada con el primer zoológico brasileño, creado como un anexo del museo en 1895 por el zoólogo suizo Emílio Goeldi. No había allí elefantes, jirafas ni rinocerontes, como en los zoos de las ciudades europeas. Sus frecuentadores se divertían al ver animales típicos de la Amazonia: tapires, yacarés, manatíes, jaguares y garzas, tal como lo planeara Goeldi.
La construcción de un zoológico ya se encontraba en los planes del gobernador de Pará, Lauro Sodré, cuando contrató a Goeldi para dirigir la institución, en 1894. La institución que actualmente se conoce el nombre de Museo Paraense Emílio Goeldi (MPEG) había sido fundada en 1866 y debía pasar por una reorganización. En esa época, el zoólogo vivía en Río junto a su familia, había trabajado algunos años en el Museo Nacional y mantenía un contacto fluido con científicos del exterior. “En Belém se percató de que sería inútil competir con los museos cosmopolitas, y entonces decidió erigir una institución regionalizada, especializada en la Amazonia, también como una forma de asegurarle un espacio a su institución en el movimiento científico internacional”, comenta Nelson Sanjad, investigador de historia de la ciencia del Museo Goeldi y editor del Boletim do MPEG, Ciências Humanas (enero-abril de 2012), en el que figura un artículo sobre el Parque Zoobotánico.
Con el apoyo del gobierno del estado, el científico suizo se abocó a la realización de una serie de obras que se extendieron durante ocho años, necesarias para transformar el museo en un centro de investigaciones sobre la fauna y la flora de la región; y el parque fue una de ellas. Goeldi diseñó los espacios destinados a los animales con la ayuda de los dos responsables de la gestión del zoo y del jardín. En un primer momento, fue con el zoólogo alemán Hermann Meerwarth; posteriormente, con el zoólogo suizo Gottfried Hagmann.
Pero los estudios y la colección, concentrados ambos en la Amazonia, no impidieron la europeización del espacio del museo. “Los animales y las plantas eran de acá. Pero el trazado, los elementos arquitectónicos, los viveros y todos los rincones remitían a los paisajes y a los monumentos europeos”, comenta Sanjad. “Aunque parezca paradójica, ésa fue una actitud coherente con la mentalidad de la elite de la época”. Las residencias y los laboratorios del museo, por ejemplo, tenían forma de chalés, y el lago destinado a las aves acuáticas, la misma forma del lago Maggiore, en Italia, con la cobertura de alambre hecha en París. El lago para las victorias regias se construyó con el formato del mar Negro de Rusia meridional.
Ese zoológico –único en Brasil– y ese jardín, gratuitos, construidos con esmero, se convirtieron en el principal paseo del público urbano y de los inmigrantes, que de por sí tenían poco contacto con los animales. Las crías de jaguares, las aves anidando, los manatíes nadando (una especie difícil de mantener en cautiverio) e incluso el florecimiento de las victorias regias, cultivadas en ambiente público en la Amazonia por primera vez, encantaban al público.
Pero tamaño éxito trajo aparejado al menos un problema. La elite económica de la ciudad empezó a quejarse de los modales de la masa que frecuentaba el museo los domingos y feriados. Presionado, Goeldi reaccionó creando “el día de las familias”, en 1902. El parque pasó a abrir un día más por semana: los martes, solamente para personas en compañía de sus respectivas familias y convenientemente vestidas. “En la práctica se produjo una segregación del público de acuerdo con la clase social”, dice Sanjad.
El parque mantuvo su primacía hasta la década de 1940, cuando empezaron a crearse otros zoos en el país. Belém tiene en la actualidad 2 millones de habitantes, y al Zoobotânico llegan anualmente entre 200 mil y 250 mil personas. No repite el mismo éxito de hace 117 años, pero se mantiene dentro en un 10% de la población de la ciudad, que es el estándar internacional.
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