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Climatología

Una fábrica de tempestades

La concentración de calor y los contaminantes en la metrópolis paulistana favorecen la formación de lluvias intensas durante la semana

Existen día y hora para las tempestades en la Región Metropolitana de São Paulo. Las lluvias intensas que inundan diversos puntos de la capital paulista y de varios de los 39 municipios vecinos que integran la mayor metrópolis de América del Sur generalmente se concentran en el comienzo de la semana, lunes o miércoles, al final de la tarde. En ese mar de concreto y asfalto en que viven casi 19 millones de personas, la temperatura aumenta progresivamente a medida que el día avanza y millones de automóviles invaden las calles. Después de que la temperatura alcanza un pico al comenzar la tarde, las nubes van ganando cuerpo y adquiriendo un color plomo, hasta que algunas horas más tarde dejan caer un mundo de agua sobre la metrópolis, especialmente en algunos puntos de la capital. Es fácil imaginar las consecuencias más inmediatas de esas tempestades: el ya complicado tránsito de la metrópolis, que fácilmente alcanza los 150 kilómetros de coches en fila en las principales calles y avenidas al final de las tardes, literalmente para; los paulistanos tardan horas para regresar del trabajo a sus casas; y en los barrios más humildes las personas pierden lo poco que tienen en medio del agua y el fango.

Y no vale la pena culpar solamente a la naturaleza por ese patrón de temporales que castigan a la metrópolis con frecuencia entre diciembre y marzo, durante el verano, según constataron los geógrafos Aílton Alves Filho, de la Facultad de Ingeniería Industrial (FEI), y Helena Ribeiro, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (USP). Con la intención de detectar un patrón en las lluvias intensas paulistanas, Alves estudió cómo ellas se distribuían en los municipios de la metrópoli del inicio de la década de 1980 al comienzo de los años 1990. Al concentrar el análisis en el verano de 1991, período que tuvo el mayor volumen de lluvias en todo el siglo XX, Alves y Helena constataron que de las 17 tempestades más intensas del período, un 35% ocurrieron los lunes, un 20% los martes y un 20% los miércoles. En aquel verano no hubo temporales los fines de semana, según el estudio publicado recientemente en la revista InterfacEHS.

Pero faltaba entender por qué eso sucede. Comparando los datos de radares meteorológicos, registros de intensidad de las lluvias e índices de contaminación, Alves y Helena concluyeron que solo es posible explicar lo que  pasa en la metrópoli paulistana si también se tiene en consideración la influencia de sus habitantes. Está claro que la localización ciertamente favorece la ocurrencia de lluvias, en especial en el verano. São Paulo y varios de los municipios vecinos están en el medio de un corredor, formado por Serra da Cantareira al norte y por Serra do Mar al sur, que facilita la entrada de masas de aire cargadas de humedad del océano Atlántico, distante de la capital solamente 45 kilómetros en línea recta.

Pero esas características naturales no lo explican todo. En el último siglo la población solamente de la ciudad de São Paulo creció cerca de 40 veces, alcanzando sus casi 11 millones de habitantes. Y, en un rápido proceso de ocupación, São Paulo y las ciudades vecinas avanzaron sobre la vegetación natural, hoy prácticamente restricta a parques municipales y estaduales. La sustitución del verde por millares de kilómetros de asfalto y muchas toneladas de concreto transformó la región en una especie de invernadero que a lo largo del día almacena el calor del Sol desde 1940, la ciudad de São Paulo, por ejemplo, es en promedio 2 grados centígrados más cálida. Al calentamiento provocado por la urbanización efecto conocido como islas de calor, se hace necesario también sumarle el nada desdeñable calor generado por la quema de combustibles por los 3,5 millones de automóviles que circulan diariamente en la capital, correspondiente a un décimo de la energía que la ciudad recibe del Sol. Años atrás el geógrafo Tarik Azevedo, de la USP, al analizar series históricas de lluvia a lo largo de los años 1990, confirmó que las lluvias intensas eran mucho más comunes en los días hábiles que en los feriados y fines de semana, cuando las actividades humanas generan menos calor en la metrópoli. La ciudad no crea las tempestades, pero las favorece cuando ya existen las condiciones propicias, dice Azevedo. Ese dato debería servir de argumento a favor de que se ampliara el uso del transporte público.

Al unir todos estos elementos, Alves y Helena consiguieron explicar la concentración de las lluvias en los finales de tarde de los días hábiles. La temperatura en la Región Metropolitana sube a lo largo del día hasta alcanzar un pico en el inicio de la tarde. Al mismo tiempo, el aire se vuelve más seco, cediendo humedad para la formación de nubes. Si la brisa oceánica, que sopla del mar hacia la tierra en el inicio de la tarde, llega a tiempo de contribuir con más humedad, están reunidas las condiciones para un final de tarde mojado y caótico en la metrópoli. Esas lluvias intensas se concentran principalmente en la región central, norte y este de São Paulo, más densamente urbanizadas, cuenta Alves. En los últimos años, los gobiernos estadual y municipal hasta han hecho inversiones para reducir los daños de las lluvias. Pero los resultados serán siempre paliativos si no hay alteración de la división en zonas urbana, afirma el geógrafo de la FEI.

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