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Necrológicas

Una farmacia en las plantas

Elisaldo Carlini, pionero en el estudio de las plantas medicinales y los compuestos del cannabis, muere a los 90 años

Carlini en 2015 en la Escuela Paulista de Medicina, donde hizo buena parte de su carrera científica

José Luiz Guerra/ DCI Unifesp

A los 90 años, el psicofarmacólogo Elisaldo Carlini no parecía haber dado por terminadas las contribuciones de una vida de investigación, enseñanza y trabajo dedicada a la sociedad. Estaba motivado planificando un estudio sobre el efecto de los cannabinoides –los compuestos que produce la planta denominada Cannabis sativa, la marihuana– en el tratamiento de la epilepsia. En noviembre de 2019 fue uno de los disertantes en el simposio “Cannabis terapéutico en Brasil: Errores y aciertos”, organizado por el Centro Brasileño de Información sobre Drogas Psicotrópicas (Cebrid), fundado por él, y por la Asociación Cultive, que les enseña a las familias a obtener medicamentos y extraer el aceite de la planta, y de la cual era el director científico. Todavía conservaba el sueño de crear un programa de posgrado en compuestos fitoterapéuticos en el campus de la localidad de Diadema de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). No obstante, en los últimos meses tenía dificultades para concentrarse, relata la farmacéutica y bioquímica Solange Nappo, docente de la Unifesp y esposa de Carlini desde hacía unos 30 años. “La imposibilidad de seguir haciendo ciencia le restaba sentido a su vida”, se lamenta. Carlini falleció el 16 de septiembre como consecuencia de un cáncer. “Para nosotros, los que seguimos, nos queda la responsabilidad de hacer lo mejor posible para honrar su legado”, reflexiona el neurocientífico Luiz Eugênio Mello, director científico de la FAPESP.

Nativo de Ribeirão Preto, en el interior del estado de São Paulo, Carlini hizo su carrera en la Escuela Paulista de Medicina, que hoy en día forma parte de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), de la cual se convirtió en docente en 1970 y fundó el Departamento de Psicofarmacología. “La psicofarmacología puede considerarse como la farmacología del alma”, tal como la define Mello. Para él, las posibilidades de perderse son grandes en este campo tan poco palpable, pero eso no fue lo que le sucedió a Carlini, quien poseía fundaciones sólidas en farmacología.

En ese contexto, fue pionero en los estudios de los principios activos de la marihuana y demostró que el cannabidiol (CBD) –uno de tales compuestos– tiene efectos farmacológicos propios e independientes de los efectos del tetrahidrocannabinol (THC), la sustancia responsable de los efectos psicoactivos. La labor del grupo de la Unifesp se sumó a la del bioquímico israelí Raphael Mechoulam, de la Universidad Hebraica de Jerusalén, con quien mantuvo una colaboración.

“Juntos, exploramos el uso de los cannabinoides en los casos de epilepsia, para la cual ya existían recomendaciones en ese sentido desde hace siglos”, comentó Mechoulam vía correo electrónico. “En la década de 1970 logramos extraer y purificar CBD a partir del hachís proporcionado por la policía israelí y le envié a Carlini casi 400 gramos de CBD cristalizado, con los cuales él realizó los primeros trabajos con modelos animales y más tarde con pacientes epilépticos, obteniendo resultados extraordinarios”. Los medicamentos que existían en aquella época no eran eficaces, e incluso hoy en día algunos tipos de epilepsia son renuentes a la medicación convencional. “Actualmente, el CBD es una droga aprobada para ciertos tipos de epilepsia en niños. Si el trabajo de Carlini hubiese sido aprobado antes, se podría haber ayudado a miles de pacientes, especialmente niños”.

“Él era innovador, inconformista, insistente”, tal como lo define la bióloga Eliana Rodrigues. “También era inspirador”. La investigadora trabajó junto a él durante 22 años, desde el doctorado, cuando emprendió el estudio de las plantas medicinales que utilizaban los indígenas de la etnia Krahô, en el estado de Tocantins. La idea era obtener medicamentos con base en los principios activos de esas plantas, con la participación de la empresa farmacéutica Aché y financiación de la FAPESP, generando patentes que beneficiaran a esos indígenas. Carlini condujo a representes de la etnia para que conversaran con el físico José Fernando Perez, por ese entonces director científico de la FAPESP, y con el directorio de Aché. Pero ese proyecto debió interrumpirse debido a desavenencias entre las asociaciones de los krahôs y por acusaciones de biopiratería. “Todos salieron perdiendo”, concluye Rodrigues. Pero eso no lo amilanó: el uso de plantas por las comunidades tradicionales, la etnofarmacología, siguió siendo uno de sus principales intereses. “Los sinsabores siempre lo impulsaron más todavía”, analiza.

Carlini consolidó el área de la etnobotánica y etnofarmacología, además de la política de regulación de medicamentos y estupefacientes en Brasil

Carlini desempeñó un rol fundamental para consolidar el área de la etnobotánica y la etnofarmacología en Brasil, según el farmacólogo João Calixto, de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC). “En 1968, cuando organizó el 1er Simposio de Plantas Medicinales de Brasil, se presentaron menos de 20 trabajos”, comenta. El encuentro se consolidó, y luego se realizó cada dos años. “En 2018 se llevó a cabo la 25ª edición, en São Paulo, de la cual se hizo cargo incluso desde su silla de ruedas. Ese fue el hito de los 50 años del simposio, que para entonces reunió más de mil resúmenes de estudios”.

Calixto hace hincapié en la importancia del investigador en el ámbito de la política de regulación de medicamentos y estupefacientes del país. En la década de 1990, el psicofarmacólogo asumió la dirección de la Secretaría Nacional de Control Sanitario, que funcionaba en una de las plantas del Ministerio de Salud, e invitó a su colega de la UFSC para coordinar la Comisión de Regulación y Registro de Medicamentos. A partir de ello, Carlini impulsó la creación de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), a imagen de la Food and Drug Administration (FDA) estadounidense. “En la actualidad, la Anvisa es una agencia nacional con sede propia y con una amplia plantilla de personal”, dice Calixto.

El investigador de Santa Catarina también destaca la importancia de su colega en la formación de recursos humanos. “Él entrenó y expandió a un enorme contingente de profesionales por todo Brasil, que incluso dio origen a nuestro grupo de trabajo aquí en la UFSC”, relata. Quienes trabajaron con él o fueron sus alumnos lo consideraban un docente inspirado, y no solo porque hablaba de drogas sin prejuicios. “Él se encuadraba en el contexto histórico y sociológico, era una persona increíble”, recuerda Mello. “Era un ‘abridor’ de mentes, sin apologías”.

Según el neurocientífico, uno de sus atributos fundamentales residía en su capacidad para mantener la pasión con la que se involucraba en diversos temas, sin ser restrictivo. “Defendió con fervor los datos y conclusiones de sus trabajos, y con la misma pasión defendió el retorno de la democracia. Siempre buscó afanosamente un espacio para actuar en forma relevante”, comenta Mello. “Su abordaje tenía en cuenta la sociología y la antropología, además de la farmacología y la psiquiatría. Todo eso sin dejar que su enfoque político –fue integrante del consejo de ética del Partido de loa Trabajadores, décadas atrás– influyera en su manera de enseñar o de ejecutar la ciencia”.

En 2019, Carlini fue hospitalizado varias veces, por lo que pasó internado casi la mitad del año. Controlaba el dolor que le causaba el cáncer con el aceite de cannabis que le proporcionaban sus colaboradores. “Ni bien recibía el alta del hospital se iba directamente a trabajar, que era lo que lo motivaba”, relata el neurocientífico Renato Filev, investigador en pasantía posdoctoral ligado al Cebrid. En su opinión, la pandemia del covid-19 tuvo el duro efecto de apartar a Carlini de lo que a él le gustaba hacer.

“Él era intenso hasta en las cosas más triviales, hasta para comer”, recuerda Nappo. Ahora ella queda a cargo de una misión importante. “Le prometí llevar adelante al Cebrid”. Como Carlini era la personificación del centro, se dudaba si el mismo podría seguir existiendo sin su creador. En la esfera institucional, durante los últimos años Carlini trabajaba en el pequeño laboratorio cedido por Eliana Rodrigues en el campus de Diadema de la Unifesp, aún en proceso de implementación. Frente a las instalaciones improvisadas en un contenedor, el investigador instaló macetas con flores para darle vida al frente del laboratorio. Era necesario que ese fuera un sitio agradable.

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