A las 18:21 h del día 7 de febrero de 2023, el investigador paulista Sávio Luís Stoco recibió un correo electrónico. “Dear dr. Stoco”, comenzaba el mensaje firmado por el crítico y curador estadounidense Jay Weissberg, director de Le Giornate del Cinema Muto, un evento anual del cine silencioso que se celebra en Italia. Luego de disculparse por escribir en inglés, Weissberg le explicaba el motivo del contacto. “Hoy mismo, algo más temprano, uno de los curadores del Národní Filmový Archiv [Archivo Nacional de Películas], de Praga, me ha enviado un filme que supongo que va a interesarle”.
El largometraje en cuestión, de 35 milímetros (mm), catalogado en la República Checa como una producción estadounidense de 1925 intitulada Wonders of the Amazon river (Las maravillas del río Amazonas) era, en efecto, muy importante para Stoco. En su investigación de doctorado, defendida en 2019 en la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de São Paulo (ECA-USP), había analizado dicha película, cuyo título original es Amazonas, maior rio do mundo [Amazonas, el río más grande del mundo] (1920), con otro largometraje, No paiz das amazonas [En el país de las amazonas] (1922).
Ambas películas fueron dirigidas por el lusobrasileño Silvino Santos (1886-1970), considerado uno de los más prolíficos cineastas brasileños de no ficción de principios del siglo XX. Se le atribuye la realización de 8 largometrajes, 5 mediometrajes y 83 cortometrajes, producidos principalmente entre las décadas de 1910 y 1920 con imágenes de la región amazónica. Sin embargo, al contrario de No paiz das Amazonas, de la que había una copia en la Cinemateca Brasileña, Amazonas, maior rio do mundo se consideraba una obra desaparecida, casi una leyenda de la filmografía de Santos.
Como era conocedor del lenguaje cinematográfico de Santos, Weissberg desconfió de los créditos de las imágenes. Tras buscar en internet, encontró la tesis de Stoco y se puso en contacto con el investigador. En su investigación, Stoco hace una reconstrucción de Amazonas… a partir de más de 130 fotografías extraídas de dos reportajes sobre la película publicados en serie en la década de 1920 en las revistas de divulgación científica Wide World, del Reino Unido y Sciences et Voyage, de Francia. “La recepción de ese correo electrónico fue toda una sorpresa. No albergaba ninguna esperanza de que el filme pudiera encontrarse”, recuerda Stoco, actual docente de la Facultad de Artes Visuales de la Universidad Federal de Pará (UFPA). “El propio Santos había escrito en su autobiografía, intitulada “La novela de mi vida” [O romance de minha vida, 1969], a la fecha aún inédita, que la película estaba ‘en la órbita de los planetas’”.
En aquel momento, Weissberg también se contactó con la Cinemateca Brasileña, que alberga gran parte de la producción del cineasta. La institución de la memoria cinematográfica analizó el material y confirmó que se trataba de la película perdida de Santos. El trabajo conjunto fue el capítulo final de una historia que abarca más de un siglo.
Imaginario colonial
Silvino Santos nació en Cernache do Bonjardim (Portugal), en 1886. Cuando tenía 14 años, en 1900, se trasladó al norte de Brasil, en donde vivía su hermano Carlos, un comerciante que poseía tiendas en las ciudades de Belém y Manaos. “Procedía de una familia acomodada del medio rural portugués y vino a Brasil en busca de aventuras. Su sueño de la infancia era conocer la Amazonia”, relata la antropóloga Selda Vale da Costa, profesora jubilada de la Universidad Federal de Amazonas (Ufam) y autora de uno de los primeros trabajos académicos sobre Santos, la tesina de maestría “Eldorado de las ilusiones – Cine y sociedad – Manaos (1897-1935)”, defendida en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP) en 1987.
Tras radicarse en Manaos, Santos se dedicó a la fotografía y la pintura antes de decantarse por el cine. “En 1913 fue contratado por el empresario Júlio Cesar Arana para filmar una película en Perú”, informa el historiador Eduardo Morettin, del Departamento de Cine, Radio y Televisión de la ECA-USP, director de la tesis de Stoco. Arana era un empresario de la industria del caucho en ese país y socio principal de la firma Peruvian Amazon Company. “En aquel momento, se enfrentaba a una demanda judicial en Inglaterra y el propósito de la película era desacreditar las denuncias de explotación laboral, tortura y exterminio de indígenas en su contra y de otros empresarios en la cuenca del río Putumayo”, añade Stoco.
Aunque los motivos no eran nada nobles, Santos aceptó dirigir la película y antes del inicio de su labor fue enviado a Francia para comprar equipos y realizar cursos de cine. Según Stoco, la producción, si bien se concluyó, no cumplió con su finalidad: la película naufragó junto con la embarcación la llevaba a Inglaterra. “Pero quedaron fragmentos remanentes que se utilizaron en producciones posteriores, incluso en Amazonas, maior rio do mundo y No paiz das amazonas”, dice el investigador.
Poco después, Santos se hizo cargo del departamento de cine de Amazonia Cine-Film, una productora fundada en 1917 por empresarios locales, con financiación de la gobernación del estado de Amazonas. Según Stoco, la empresa produjo 12 cortometrajes, todos dirigidos por Santos. “Estas filmaciones eran una especie de noticiero cinematográfico y registraban, por ejemplo, inauguraciones de instituciones públicas y naufragios de embarcaciones”, comenta el investigador.
Empero, el proyecto más ambicioso de la productora fue Amazonas, maior rio do mundo. “La idea fue de Santos, que anhelaba viajar más por la Amazonia y grabar registros de la región”, relata Costa, de la Ufam. “Pero el proyecto también respondía a los objetivos de esos empresarios y del gobierno de Amazonas. Querían disociar la imagen del estado como un mero centro de la industria extractiva del caucho y mostrar que había otras posibilidades económicas en la región, como la ganadería y la agricultura”.
El largometraje, rodado en forma intermitente entre 1918 y 1920, muestra un recorrido por el río Amazonas y sus afluentes, incluyendo escenas en lugares tales como Amapá, Pará y Amazonas. Entre otras imágenes, puede verse una hilera de manatíes muertos, animales que hoy en día están en peligro de extinción, y también secuencias con indígenas de la etnia Uitoto, en Perú. “Son registros que remiten a un imaginario colonial y no escapan a las pautas de aquella época. Los indígenas, por ejemplo, son vistos como ‘el otro’, objeto del afán ‘civilizatorio’ del hombre blanco, que representa un escenario por conquistarse”, dice Morettin.
Según Costa, las producciones dirigidas por el cineasta deben analizarse a la luz del contexto de su época. “De hecho, él no asumió una mirada crítica sobre aquella realidad”, comenta la investigadora. “No obstante y en simultáneo, gracias al aporte financiero de esos empresarios, Santos dispuso de equipos de última generación y tenía libertad artística. Así fue como hizo una contribución estética al lenguaje del cine brasileño. Sin dejar de mencionar que sus películas son documentos de época que revelan algunos aspectos como los tipos de viviendas de aquel período, por ejemplo”.
Otra cualidad del cineasta, también según Costa, era su espíritu intrépido. “Santos no temía internarse en la selva para filmar”, dice la antropóloga. La arquitecta y geógrafa brasileña Luciana Martins, profesora de culturas visuales latinoamericanas en el Birkbeck College, de la Universidad de Londres, en el Reino Unido, concuerda con ella. “En el curso de mis investigaciones, encontré una fotografía que muestra a Santos trabajando en un laboratorio montado en medio de la selva, en el interior del tronco de un árbol”, relata la investigadora, quien analizó la producción del cineasta en artículos y libros como Photography and documentary film in the making of modern Brazil (Manchester University Press, 2013).
La filmación de Amazonas, maior rio do mundo concluyó en 1920. En este punto de la historia, entra en escena Propércio de Mello Saraiva. “Él era profesor de mecanografía, entre otras técnicas de escritura, en Manaos, y además era el novio de la hija del contador de la Asociación Comercial del Amazonas, Avelino Cardoso, quien había escrito los intertítulos de la película”, relata Stoco. “Por esta razón, Mello Saraiva recibió el encargo de llevar el largometraje a Europa, ocuparse de su traducción al inglés, francés y alemán y, por último, comercializarlo. Sin embargo, cuando llegó allá, no volvió a ponerse en contacto con Santos y Amazônia Cine-Film”.
Como el cineasta apuntó en su autobiografía, Saraiva se hizo pasar por director de la película para sacar provecho de la misma. Bajo el título As maravilhas do Amazonas, el largometraje se exhibió, entre otros países, en Francia, Inglaterra y Polonia. Mientras tanto, en Brasil, la desaparición de la obra llevó a la quiebra a la productora Amazônia Cine-Film.
Ello no fue obstáculo para que Santos, con todo, continuara con sus filmaciones. Su título más famoso es No paiz das amazonas, una producción de 1922 patrocinada por el empresario portugués Joaquim Gonçalves de Araújo (1860-1940), más conocido como J. G. Araújo. “La película fue concebida como pieza publicitaria de las empresas del comendador Araújo, que incluían plantaciones de árboles del caucho, almacenes y haciendas ganaderas, y fue exhibido como vidriera de estos negocios en la Exposición Internacional del Centenario de la Independencia de Brasil, celebrada entre 1922 y 1923 en Río de Janeiro”, dice Morettin, estudioso del acontecimiento con el apoyo de la FAPESP. “La cinta ganó la medalla de oro del jurado y permaneció cinco meses en cartel en Río de Janeiro”, prosigue Morettin.
Durante su estancia en Río de Janeiro, que duró alrededor de un año, Santos registró no solo lo que sucedía en los pabellones de la muestra. “Recorrió la ciudad con su cámara y filmó escenas de la vida cotidiana carioca”, relata Martins, de la Universidad de Londres. “Posteriormente, fue articulando las escenas en un montaje dinámico y moderno, con planos cortos. Esto contrastaba con otros filmes de la época que se parecían más a álbumes fotográficos, con lentas panorámicas”. Parte de estas imágenes se encuentran en Fragmentos da terra encantada [Fragmentos de una tierra encantada] (1971), un documental de Roberto Kahane y Domingos Demasi, hecho con lo que quedó de la película Terra encantada (1923), de Santos. Otra producción del cineasta es No rastro do eldorado [Tras las huellas de El Dorado] (1924), un seguimiento de la expedición entre Manaos y Venezuela, encabezada por el geógrafo estadounidense Hamilton Rice (1875-1956) en la década de 1920. “Se la considera la primera filmación con imágenes aéreas de la Amazonia”, dice Costa, de la Ufam.
Entre 1927 y 1929, Santos pasó una temporada en Portugal con la familia de J. G. Araújo, período en el que dirigió, entre otras películas, Terra portuguesa: O Minho [Tierra portuguesa: el Miño] (1934. Luego de ese período, el clan regresó a Manaos, junto con el cineasta. “A partir de los años 1930, su producción cinematográfica se torna esporádica, con registros domésticos de sus empleadores”, continúa Costa. “Santos comenzó a trabajar para J. G. Araújo a principios de la década de 1920 haciéndose cargo de la rama audiovisual del grupo, un segmento que se cerró en el decenio de 1940. No obstante, siguió siendo empleado de la empresa hasta el final de su vida, siempre en Manaos. Entre otras cosas, hizo trabajos de mercadotecnia y diseño de productos y, hacia el final, se ocupaba de los almacenes de la firma”. Según la investigadora, el cineasta, fallecido en 1970, vivió en el olvido en la ciudad hasta poco antes de su muerte, cuando fue homenajeado en el Primer Festival del Norte de Cine Brasileño, en 1969.
Tras su estreno, en octubre de 2023, en el Pordenone Silent Film Festival, un evento organizado por Weissberg en Italia, Amazonas, maior rio do mundo pasó a exhibirse en la República Checa. El siguiente mes, se proyectó por primera vez en Brasil, en una función en la Cinemateca Brasileña de São Paulo. En febrero de 2024 fue el turno de Portugal. En virtud de un acuerdo con el Archivo Cinematográfico Nacional de la República Checa, la película quedará a resguardo en Praga, mientras que la institución brasileña será la responsable de su difusión en territorio nacional. Además de la capital paulista, la copia digitalizada del largometraje también fue exhibida en João Pessoa, Río de Janeiro, Fortaleza, Belém, Brasilia y Manaos.
En Manaos, el Museo Amazónico, de la Ufam, alberga una pequeña colección de la obra de Santos. Se trata de 150 negativos fotográficos en vidrio (el soporte para imágenes fotográficas que precedió al acetato), dos películas de 35 mm (en este caso, una copia de No paiz das amazonas y otra producción sin título, que contiene imágenes de Manaos y sus alrededores), además de objetos personales de trabajo del cineasta, como una bandeja de revelación. En los próximos meses, el museo tiene previsto publicar en su sitio web la autobiografía inédita de Santos. Aquella donde lamenta haber visto como su película “en la órbita de los planetas”.
Libro
STOCO, S. L. O cinema de Silvino Santos (1918-1922) e a representação amazônica: História, arte e sociedade. Manaos: Fondo Municipal de Cultura, 2021.