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Tapa

Una vulnerabilidad histórica

Los problemas crónicos de salud y la falta de articulación del poder público se erigen como desafíos en el combate contra el virus Sars-CoV-2 en los territorios indígenas

Un habitante de la tierra indígena Xakriabá, en São João das Missões (MG), que congrega alrededor de 9 mil personas distribuidas en 38 aldeas

Edgar Kanaykõ Xakriabá – Etnofotografía | Antropología

Con 305 pueblos y 274 idiomas diferentes, la población indígena brasileña vive realidades diversas que abarcan desde grupos aislados hasta aquellos que residen en áreas urbanas. No obstante, la memoria histórica de las epidemias que llegaron a diezmar aldeas enteras subsiste como un elemento común que el virus Sars-CoV-2, causante del covid-19, ha reavivado en los últimos meses. Con una mayor vulnerabilidad a las enfermedades infectocontagiosas y dependientes de un subsistema médico que acusa problemas de articulación con las secretarías de Salud estaduales y municipales, los habitantes de los territorios indígenas barruntan un nuevo genocidio.

En la tierra de los yanomamis, en una región dominada por la minería, se produjo la primera muerte por covid-19 notificada por la Secretaría Especial de Salud Indígena (Sesai) el 10 de abril: un joven de 15 años que se encontraba bajo tratamiento contra el paludismo. “Hay más de 20 mil mineros instalados ilegalmente en territorio yanomani. En el pasado reciente, este tipo de invasión propagó amplios brotes epidémicos”, informa Tiago Moreira, antropólogo e investigador del Programa de Monitoreo de Áreas Protegidas del Instituto Socioambiental (ISA) y coordinador de la plataforma Covid-19 y los Pueblos Indígenas, que sigue diariamente el avance de los casos en áreas rurales, con base en los boletines informativos de las secretarías de Salud estaduales y municipales. Hasta el 22 de abril se habían confirmado 42 casos de covid-19 entre los indígenas que habitan en los territorios asistidos por la Sesai.

“Las limitaciones en la disponibilidad de territorios tradicionales para mantener los modos de vida indígena, de acceso al saneamiento básico, así como las infecciones recurrentes, la desnutrición y la anemia, y el surgimiento de enfermedades crónicas convierten a las poblaciones indígenas en un grupo aún más vulnerable frente a la epidemia actual”, analiza el médico experto en epidemiología y salud de las poblaciones aborígenes Andrey Moreira Cardoso, del Departamento de Endemias de la Escuela Nacional de Salud Pública, de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz). Como investigador de las enfermedades respiratorias en las poblaciones indígenas, Moreira Cardoso realizó un estudio sobre un brote de gripe influenza A (H1N1) que duró 16 días, entre los meses de marzo y abril de 2016, en la aldea guaraní de Paraty Mirim, en el estado de Río de Janeiro. Los resultados salieron publicados en 2019, en la revista PLOS ONE. En ese artículo, realizado en conjunto con investigadores de instituciones de Río de Janeiro y británicas, él analizó el desarrollo de la enfermedad en 73 de los 170 indígenas que habitan en dicha aldea, que fueron afectados. “Se contagiaron más de 30 personas en tan solo un día, produciéndose un aumento repentino de la curva de casos. El brote afectó principalmente a los niños menores de 5 años, que configuraron el 32,9% de los casos, si bien representan solamente el 17,6% de la población”, informa. Ellos también fueron mayoría entre los casos de mayor gravedad. Según Moreira Cardoso, tan solo dos de los 15 casos graves se registraron en individuos con más de 5 años de edad. El artículo también señala que la incidencia del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (Sars) en la aldea fue 4,5 veces mayor al registrado entre la población brasileña durante el brote de influenza, en 2009. “El virus que circuló en 2016 llegó a la aldea antes de lo que se esperaba y habría sufrido mutaciones en relación con la vacuna contra la gripe del año anterior, un hecho que también incidió para agravar el cuadro entre los mbyá guaraníes”, argumenta.

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Al trazar un paralelo con la realidad actual, Moreira Cardoso evalúa que las condiciones sanitarias de las poblaciones indígenas en las áreas rurales de todo el país no se han modificado y que todas son susceptibles al Sars-CoV-2. Por esa razón, analiza el investigador, la tendencia con el nuevo virus indica que causará daños similares o peores. “Todavía no sabemos si la pandemia va a comportarse como la influenza, afectando principalmente a los niños, que presentan factores de riesgo relacionados con deficiencias en su estado nutricional y están expuestos a la contaminación, si seguirá el patrón que se registró en los países europeos, afectando en forma más severa a los ancianos, o bien si atacará fatalmente a ambos grupos”, dice el epidemiólogo.

En función del perfil epidemiológico de las poblaciones nativas, el médico salubrista Douglas Rodrigues, jefe de la Unidad de Salud y Medio Ambiente del Departamento de Medicina Preventiva de la Escuela Paulista de Medicina de la Universidad Federal de São Paulo (EPM-Unifesp), sostiene que ellas deben ser incluidas entre los grupos de riesgo de la pandemia actual, junto con los inmunodeprimidos, los portadores de enfermedades crónicas y los ancianos. “Las poblaciones indígenas presentan vulnerabilidades en ambos polos, es decir, alta incidencia de enfermedades infectocontagiosas y también de problemas crónicos, tales como diabetes e hipertensión, aparte de índices elevados de obesidad y desnutrición”, advierte Rodrigues.

Las evidencias de esas vulnerabilidades fueron identificadas hace al menos una década, en el marco de la primera Investigación Nacional de Salud y Nutrición de los Pueblos Indígenas, que se llevó a cabo entre 2008 y 2009 y estuvo coordinada por la Fiocruz. El artículo intitulado “Iniquidades étnico-raciales en las hospitalizaciones por causas evitables entre menores de cinco años no Brasil (2009-2014)”, que salió publicado en 2019 en los Cadernos de Saúde Pública, revela que la tasa de Internaciones por Condiciones Referentes a la Atención Primaria entre los niños indígenas superó por cinco veces el índice que se registra entre los niños blancos. Cuando se compara al resto de las categorías por color y raza, los indígenas registraron condiciones más desfavorables, con altos índices de internación por neumonía y diarrea, además de otras enfermedades infecciosas y parasitarias, en todas las regiones del país. En las regiones norte y centro-oeste, las tasas estables de Internaciones por Condiciones Referentes a la Atención Primaria entre los niños indígenas fueron de 5 a 18 veces las correspondientes a los niños blancos, respectivamente.

Otra de las fragilidades tiene que ver con los problemas ambientales en los territorios, que les impiden a algunas comunidades permanecer aisladas de las ciudades en las que hay casos confirmados de la enfermedad. “El 40% de la población indígena del país vive en aldeas situadas en regiones donde la naturaleza fue devastada y por eso, las actividades relacionadas con la caza, la pesca y la recolección de alimentos se volvieron impracticables. Los aborígenes dependen de las ciudades”, dice Rodrigues, de la Unifesp. Según él, si bien en aldeas tales como las del Parque de Xingú, en el centro-oeste del país, también se consumen productos industrializados, los indígenas tienen más posibilidades de aislarse, en función del medio ambiente preservado. “Las políticas de salud para combatir al coronavirus entre los pueblos deben ser distintas. Las comunidades que pueden subsistir con actividades de caza, pesca y la recolección deben mantenerse aisladas. En tanto que otras, que dependen de las ciudades para obtener alimentos, necesitan que se las abastezca, evitando que los indígenas de desplacen de sus territorios”, propone.

El antropólogo Gersem dos Santos Luciano, del Departamento de Educación Escolar Indígena de la Universidad Federal de Amazonas (Ufam), recuerda que las epidemias han sido un causal histórico de reducciones drásticas de las poblaciones indígenas en Brasil. “Meras gripes diezmaron casi por completo aldeas enteras”, comenta. Una de ellas, por ejemplo, dejó a la población Káingang, que habitaba en territorios que actualmente pertenecen al estado de São Paulo, al borde de la extinción inmediatamente después de los primeros contactos con los blancos, entre 1912 y 1913, según los datos del ISA. El antropólogo, procedente del pueblo Baniwa y nacido en la aldea Yaquirana, en el Alto Rio Negro, estado de Amazonas, explica que eso se profundizó debido a que los pueblos indígenas vivían en casas comunitarias. “En el caso de los xapono (o shabono) o de los yanomamis, por ejemplo, una misma construcción en forma de anillo, denominada toototobi, llega a albergar hasta 300 personas simultáneamente. Como el virus Sarse-CoV-2 tiene un mayor poder de transmisión que el causante de la gripe común, en esos contextos puede ser potencialmente más peligroso”, resalta.

Edgar Kanaykõ Xakriabá – Etnofotografía | Antropología En abril, los líderes del pueblo xakriabá prohibieron el ingreso de personas no indígenas en su territorioEdgar Kanaykõ Xakriabá – Etnofotografía | Antropología

La Política Nacional de Atención de la Salud de los Pueblos Indígenas cumplió 20 años en 2019. La misma está coordinada por la Secretaría Especial de Salud Indígena, dependiente del Ministerio de Salud, y atiende a una población de 800 mil individuos, distribuidos por 34 de los denominados distritos sanitarios especiales indígenas. En 2018, la investigadora Ana Lucia Pontes, del Departamento de Endemias de la Escuela Nacional de Salud Pública, de la Fiocruz, dio comienzo a una investigación para elaborar un balance de la trayectoria de la participación indígena en la formulación de la política de salud indígena actual. Según ella, ese proceso comenzó con la primera Conferencia Nacional de Protección a la Salud del Indígena, que se llevó a cabo en 1986, donde se discutió cómo podrían responder las políticas nacionales a los requerimientos de salud, contemplando los modos de vida y las perspectivas indígenas en el ámbito de la reforma sanitaria brasileña. Los debates fueron en dirección opuesta a la lógica del proyecto desarrollista de la dictadura militar (1964-1985), que incluía la construcción centrales hidroeléctricas y carreteras en territorios indígenas, y derivaron en el surgimiento de epidemias fatales. Durante la construcción de la carretera Perimetral Norte, por ejemplo, que atraviesa los estados de Amazonas, Pará, Amapá y Roraima, entre 1974 y 1975, las enfermedades infecciosas mataron al 22% de la población de cuatro aldeas, según los datos del ISA. Dos años después, una epidemia de sarampión acabó con la mitad de la población de otras cuatro comunidades aborígenes.

“A partir de la Constitución Federal de 1988, los pueblos originarios pasaron a ser considerados como sujetos de derechos y esa inclusión abrió camino para que años más tarde se introdujera una política de salud específica, que contempla sus peculiaridades de ocupación territorial, su organización social, sus modos de vida y conocimientos tradicionales”, dice. Según Pontes, antes de la década de 1990, las políticas nacionales de salud para la población indígena se implementaban sin tener en cuenta sus modos de vida, argumentando que debían ser asimilados e integrados al modelo nacional de atención.

El diálogo con los conocimientos tradicionales constituye uno de los ejes centrales del Proyecto Xingú, un programa de extensión universitaria de la EPM-Unifesp que lleva a cabo actividades en el distrito sanitario del Parque Indígena del Xingú desde 1965. La coordinadora del proyecto, la médica salubrista Sofia Mendonça explica que, desde la década de 1980, el sistema local de salud viene siendo diseñado con la participación de líderes indígenas. Un artículo publicado en 2019 en Cadernos de Saúde Pública revela que la capacitación de agentes sanitarios y auxiliares de enfermería indígenas fue crucial para el desarrollo de campañas preventivas y acciones de diagnóstico precoz cuyo resultado fueron estrategias mejores para combatir las enfermedades respiratorias y las diarreas, por ejemplo.

Pese a esos avances, Mendonça dice que uno de los obstáculos que afectarán a la lucha contra el covid-19 se refiere a la atención primaria ofrecida en las aldeas y su articulación con las secretarías de Salud de los estados y municipales. “Los distritos sanitarios indígenas no siempre están incluidos en los planes de emergencia de los estados y municipios”, enfatiza Pontes, de la Fiocruz. Ella recuerda también que la mayoría de las ciudades cercanas a los territorios indígenas de la Amazonia no disponen de hospitales con Unidades de Terapia Intensiva (UTIs), obligando a derivar a los pacientes graves a Manaos para su tratamiento. La capital del estado de Amazonas concentraba hasta el 17 de abril alrededor de mil casos de los 1.200 registrados en la totalidad del estado, aunque contaba solamente con 500 camas de UTIs, según los datos recabados en 2018 por el Consejo Federal de Medicina (CFM). El 13 de abril, un mes después de confirmarse el primer caso en el estado, el sistema de salud de Manaos se colapsó. “La pandemia del covid-19 pondrá a prueba la articulación del sistema de salud indígena a todos los niveles”, advierte Mendonça, del Proyecto Xingú. “Muchos pueblos indígenas utilizan el tabaco, por ejemplo, en sus rituales y celebraciones. Además, ya afrontaron diversos episodios de gripes e infecciones. Si la enfermedad afecta de manera severa a los ancianos, que son quienes ostentan el conocimiento ancestral sobre las prácticas de oraciones y curas, eso puede provocar una inmensa reducción de la población y desorganización social”, subraya.

El municipio de São Gabriel da Cachoeira, de 40 mil habitantes, alberga la mayor población indígena de Brasil. Con familiares viviendo en esa ciudad, Dos Santos Luciano, de la Ufam, explica que la misma constituye una referencia para las diversas comunidades indígenas. Cuando la pandemia comenzó a agravarse en Brasil, al comienzo de marzo, las aldeas de la región prohibieron el ingreso de forasteros y el tráfico fluvial y terrestre en la ciudad se redujo drásticamente. “La comunidad indígena es protagonista de una gran movilización”, informa. Esas medidas incluyen la capacitación de líderes para orientar a las poblaciones de las aldeas a permanecer en sus territorios, así como entrenarlos para que reconozcan los síntomas de la enfermedad y tomen precauciones de aislamiento cuando hubiera sospecha de contagio. Además, las organizaciones indígenas y el ISA han traducido y adaptado material educativo y de campañas de prevención para los diversos contextos culturales y lingüísticos. “No podemos pedirle a esa gente que se aísle en sus casas debido al contexto colectivo de las aldeas, pero la estamos aconsejando para que permanezca en sus territorios”, cita como ejemplo Dos Santos Luciano. Otra de las adaptaciones se refiere a los procedimientos de higiene. Como no todas las aldeas tienen acceso al agua potable, una de las recomendaciones principales es que no reutilicen el agua.

La Sesai dispone de alrededor de 1.500 centros básicos de salud, con foco en la población indígena del país. Algunos de ellos brindan atención a varios territorios. Sofia Mendonça, de la Unifesp, analiza que la estructura de esos centros de salud debe repensarse y los casos sospechosos deben atenderse en espacios separados, para disminuir el riesgo de contagio. “Otra disposición fundamental tiene que ver con el retiro de mineros, acaparadores de tierras, extractores y madereros de áreas invadidas, ya que esos invasores constituyen un gran potencial de transmisión de la enfermedad”, sostiene la médica. Según datos del Informe Violencia contra las Naciones Indígenas en Brasil, del Consejo Indigenista Misionero (Cimi), 21 tierras indígenas que registran la presencia de pueblos aislados se encuentran actualmente invadidas. De acuerdo con el Cimi, existen 114 registros de pueblos indígenas aislados, 28 de los cuales están confirmados por la Fundación Nacional Indígena (Funai).

En colaboración con la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), el ISA elaboró un indicador de la vulnerabilidad de las tierras indígenas frente al covid-19. El objetivo consiste en evaluar los riesgos abarcando a las poblaciones indígenas de cada región del país, conforme a criterios tales como el perfil etario, el acceso a camas de hospitales, la incidencia de enfermedades respiratorias y la cantidad de casos por municipio. Moreira explica que, para las poblaciones no indígenas, se incluyen en ese tipo de análisis criterios tales como el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ciudad, además de indicadores de desigualdad y de pobreza. Sin embargo, en el caso de las poblaciones nativas, existen elementos que se consideran más apropiados, tales como los porcentajes de desmonte y la presencia de invasores. De acuerdo con esos criterios, se identificó a las 10 regiones más vulnerables frente a la pandemia. Las tierras indígenas Barragem (São Paulo), Yanomami (Roraima) y Jaraguá (São Paulo) son las que aparecen como las más frágiles. En el caso de las áreas pertenecientes a São Paulo, el perfil de edad mayor de la población y su situación de marginalidad, que las han llevado a la segregación social, son responsables de su vulnerabilidad, mientras que entre los yanomamis, la alta incidencia de enfermedades respiratorias, incluso con amplia cobertura de vacunación, así como la escasez de las UTIs, constituyen factores preponderantes para el diagnóstico. “En muchas comunidades indígenas las poblaciones ya están aisladas, cerraron sus fronteras o se trasladaron a lo profundo del monte. Los indígenas están articulando su experiencia histórica de haber vivido otras epidemias catastróficas para intentar afrontar la amenaza actual”, concluye Moreira, del ISA.

Territorio mapeado

Hugo Ferreira de Sá/ Colectivo Fulni-ô de Cine Un niño del poblado indígena Fulni-ô, en Águas Belas (Pernambuco), muestra un dibujo sobre el coronavirusHugo Ferreira de Sá/ Colectivo Fulni-ô de Cine

El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) avisó que publicará datos sobre los pueblos indígenas y quilombolas con el propósito de contribuir al desarrollo de políticas para enfrentar al covid-19 entre esas poblaciones. Las informaciones forman parte de la base territorial del próximo Censo, que se postergó para 2021, y también contemplan datos del Censo de 2010. De acuerdo con los datos anticipados por el IBGE:

  • Las 7.103 localidades indígenas actuales están distribuidas en 827 municipios; 632 de ellas son tierras demarcadas oficialmente
  • La región norte concentra el mayor número: 4.504 en total, seguida por el nordeste (1.211) y el centro-oeste (713)
  • En la región norte también se localiza la mayor cantidad de tierras oficialmente demarcadas: 305 en total. Son 148 en el estado de Amazonas, 73 en Mato Grosso, y 54 en Pará
  • El estado de Amazonas congrega a la mayoría de las localidades indígenas del país (2.602), seguido por Roraima (587) y Pará (546)

Fuente Base de Informaciones Geográficas y Estadísticas sobre Indígenas y Remanentes de Palenques/ IBGE/ 2019

Artículos científicos
CARDOSO, A. M. et al. Investigation of an outbreak of acute respiratory disease in an indigenous village in Brazil: Contribution of Influenza A (H1N1) pdm09 and human respiratory syncytial viroses. PLOS ONE. p. 1-15. jul. 2019.
FARIAS, Y. M. et al. Iniquidades étnico-raciais nas hospitalizações por causas evitáveis em menores de cinco anos no Brasil, 2009-2014. Cadernos de Saúde Pública. n. 35, sup. 3. p. 1-14. 2019.
MENDONÇA, S. B. M. et al. Modelo de atenção à saúde indígena: O caso do DSEI Xingu. Cadernos de Saúde Pública. n. 35, sup. 3. 2019.
OLIVEIRA, U. et al. Modelagem da vulnerabilidade dos povos indígenas no Brasil à covid-19. Instituto Socioambiental. Online.

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