La bióloga paulistana Vera Lucia Imperatriz Fonseca, experta en el comportamiento y ecología de las abejas, se sumó en 1998 a la lucha en defensa de los polinizadores, fundamentalmente las abejas, pero también las avispas, los escarabajos, las moscas, los murciélagos y las aves que transportan polen de una planta a otra o a veces en una misma planta, promoviendo así el desarrollo de sus frutos. Ella fue una de las coautoras de la Declaración de São Paulo para los Polinizadores, que dio pie a la Iniciativa Internacional para la Conservación y la Utilización Sostenible de los Polinizadores (IPI, por sus siglas en inglés) que formó parte de un documento del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas.
Luego de jubilarse del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP), en 2003, Imperatriz Fonseca fue profesora visitante del campus de Ribeirão Preto durante dos años y trabajó otros dos años más en el Instituto de Estudios Avanzados, ambos de la USP, y otros cuatro en la Universidad Federal Rural del Semiárido (Ufersa), en Mossoró, estado de Rio Grande do Norte, formando grupos de investigación y estimulando la cría de abejas nativas sin aguijón. En 2014, fue una de las coordinadoras de la Evaluación Temática de Polinizadores, Polinización y Producción de Alimentos de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por sus siglas en inglés), que resultó en la elaboración de un documento que fue aprobado en 2016 en la Conferencia de las Partes (COP-13) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), que se llevó a cabo en México. También en 2014, se mudó a la ciudad de Belém (estado de Pará), y desde entonces coordina el equipo de biodiversidad del entonces recién creado Instituto Tecnológico Vale Desenvolvimento Sustentável (ITV-DS).
Vera Imperatriz Fonseca estructuró la colección de abejas en el Departamento de Ecología del IB-UP, que actualmente cuenta con alrededor de 50 mil ejemplares, amplió el conocimiento sobre las especies nativas y promovió la cría de abejas sin aguijón, tales como la popularmente llamada jandaíra en el nordeste brasileño (Melipona subnitida) como fuente de ingresos extra para pequeños propietarios rurales de esa región del país. A sus 73 años, ha trabajado en estrategias de recuperación y conservación de la biodiversidad en áreas afectadas por la minería. En esta entrevista, que concedió en medio de una de sus visitas a la capital paulista, donde viven sus cuatro hijos y cuatro nietos, la bióloga habla de su trayectoria y del compromiso en defensa de los polinizadores. “Debemos tener siempre presente este tema”, sugiere. “Será algo útil para todos”.
Usted comenzó en 1998 a intervenir en la elaboración de políticas para la protección de los polinizadores en Brasil. ¿Cuál es el balance que realiza de estos 20 años?
Los debates al respecto del uso de las abejas como polinizadores comenzaron en la década de 2000 en el marco de los Encuentros sobre Abejas de Ribeirão Preto y estructuraron la Iniciativa Brasileña de Polinizadores, que fue aprobada en 2000. La FAO [Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación] coordinó el plan de acción aprobado en 2002, con una agenda que debería implementarse en 2015. Hemos avanzado mucho, aunque algunos problemas se acentuaron, tales como el efecto de los pesticidas sobre las abejas y el impacto de los cambios climáticos. En 2010, a instancias del CNPq [Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico], convocamos a 85 investigadores de 36 instituciones brasileñas y redactamos el libro Polinizadores no Brasil.
¿En qué estado se encuentra la política de protección de los polinizadores en Brasil?
No es una prioridad del gobierno, pero hay algunas iniciativas, tal como en el caso de la inserción del tema de los polinizadores y producción de alimentos en la Semana de la Ciencia y Tecnología por el CGEE [Centro de Gestión y Estudios Estratégicos], en 2016. En 2017, Braulio Dias, docente de la Universidad de Brasilia que fue el secretario ejecutivo de la CDB, Breno Freitas, de la Universidad Federal de Ceará, Carmen Pires, de Embrapa y yo, presentamos en el Senado Federal los resultados de la IPBES y del CDB acerca de la importancia de la polinización para la producción sostenible de alimentos en Brasil. En el Senado hay un proyecto de ley en debate sobre la protección de la conservación y el uso sostenible de los polinizadores. En 2019, Brasil publicó el informe Relatório temático sobre polinização, polinizadores e produção de alimentos, un trabajo de gran importancia. Los polinizadores mejoran nuestra calidad de vida por medio de la producción de frutos mejores, con mayor valor comercial y tiempo de vida en las góndolas. Si nos proponemos incrementar la productividad agrícola debemos valorar a los polinizadores. Según la IPBES, la polinización aporta 12 mil millones de dólares por año a la agricultura brasileña, lo que equivale al 30% del total anual de producción de los cultivos dependientes de polinizadores. Las plantaciones de cafetos con presencia de polinizadores, por ejemplo, pueden tener un rendimiento entre un 10% a un 40% mayor. La cría de abejas autóctonas ha crecido y se ha consolidado en el país.
La participación en la Plataforma de Biodiversidad permite ver cómo la labor del científico puede ser útil y cuáles temas deben impulsar las investigaciones
¿Cuál es la relación del ITV con la empresa Vale?
El ITV fue creado por Vale para desarrollar y organizar el conocimiento para el uso sostenible de los recursos naturales. Contamos con autonomía para definir y realizar investigaciones, pero también atendemos las demandas de la empresa, algo de importancia, porque los documentos que elaboramos ayudan a orientar las decisiones de varios sectores. El apoyo financiero de Vale nos permite contar con dispositivos modernos y realizar estudios con nuevas tecnologías, tales como las de base molecular. Trabajamos en conjunto con el Museo Paraense Emílio Goeldi, la Universidad Federal de Pará, con la estatal Embrapa [Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria] y con otros centros de investigación de la región, a los que se suman otros colaboradores, priorizando la publicación de artículos, libros y datos abiertos.
¿Cómo marcha su trabajo en Belém?
Estamos realizando un gran estudio sobre la diversidad en Serra dos Carajás y las posibilidades de atenuar los efectos ambientales. En 2014, cuando comenzamos, Ana Maria Giulietti (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 260), a quien invité para que lidere el grupo de botánica, decía que el área minera de Carajás debería tener al menos 500 especies de plantas en las cangas [áreas de matorral de altura sobre un suelo geológico formado por mineral de hierro y arcilla]. La primera lista publicada anteriormente enumeraba 232 especies. Ahora ya tenemos 1.094 especies publicadas en la Flora das Cangas de Carajás, con decenas de especies probablemente endémicas de la sierra de Carajás. En las áreas de canga del Bosque Nacional de Carajás, encontramos solo ocho especies vegetales endémicas. Teresa Giannini, del ITV, con la ayuda de Antonio Saraiva, coordinador del Núcleo de Apoyo a la Investigación en Biodiversidad y Computación de la USP (BioComp), analizó los escenarios climáticos de distribución geográfica en la Amazonia Oriental para 210 especies de abejas solitarias y sociales, 501 especies de aves y 80 de murciélagos que habitan la región de Carajás. El objetivo consistía en saber cuáles de ellos podrían hallar hábitats adecuados en el clima del futuro. Algunos escenarios climáticos prevén para esa región un aumento de seis grados en la temperatura promedio y una reducción drástica de los regímenes pluviales hacia el año 2050. Si realmente eso fuera así, tan solo 7 especies de abejas, 242 de aves y 36 de murciélagos hallarán condiciones favorables en el Bosque de Carajás de aquí a 30 años. Para atenuar la desaparición de especies es importante definir las áreas que en el futuro tendrán las condiciones climáticas para la supervivencia de esos animales, recuperar otras áreas degradadas y diseñar corredores silvestres para facilitar el desplazamiento de las especies.
¿El ITV participó en la restauración de las áreas que sufrieron un impacto ambiental al romperse las represas de la compañía minera Vale en Mariana y Brumadinho?
No en forma directa. El ITV de Belém estudia principalmente el área de la cuenca del río Itacaiunas, en Carajás, y la investigación contribuye a la preservación de los recursos naturales, con base en la jerarquía de atenuación de los impactos ambientales (evitar, minimizar, rectificar y compensar). En Ouro Preto funciona otra unidad del instituto, que se dedica a estudiar mejoras en los procesos de prospección minera. Participamos indirectamente en la restauración de las áreas afectadas en Minas Gerais. El ITV financia un carrera de maestría profesional. Tenemos alumnos de la empresa que trabajan en las áreas afectadas y, en cierto modo, aplican el conocimiento adquirido en la carrera.
¿Cuándo comenzó usted a involucrarse en las cuestiones ambientales?
Desde la iniciación a la investigación científica fui alumna de Paulo Nogueira-Neto [1922-2019], mi supervisor hasta el doctorado. Junto a él aprendí la importancia de las instituciones formales y representativas, tales como la ONG Ademasp [Asociación de Defensa del Medio Ambiente de São Paulo], que él presidía e intervino en la preservación de áreas importantes y en consejos ambientales. En 1974 lo invitaron para que asumiera el cargo de Secretario Especial de Medio Ambiente del gobierno federal, pero sus visitas mensuales a la USP siempre fueron inspiradoras. Él promovió la participación de la universidad en programas tales como el de la creación de las estaciones ecológicas. Yo coordiné el primer programa científico de la Estación Ecológica Juréia, en 1983, que me mostró el valor de la investigación multidisciplinaria integrada. Otra experiencia muy interesante fue haber participado en el consejo administrativo de la WWF Brasil, donde coincidí con conservacionistas muy experimentados y activos, con un modelo de gestión muy bien estructurado.
¿Cómo fue su trabajo en Mossoró?
Esa fue una época importante de mi vida. Fui a trabajar allá invitada por Lionel Gonçalves, que había fundado un centro de desarrollo de la apicultura y de la meliponicultura, tradicional en esa región. Exploré la ecorregión de la Caatinga [el matorral xerófilo brasileño] y me impresionó sobremanera la aridez de la región, con toda la fauna muriendo debido a una sequía extrema, un panorama tal que me transportaba a la lectura de una obra de Graciliano Ramos. Pero cuando llueve es algo asombroso, salen flores por todas partes. Se armó el equipo y fue reforzado con Michael Hrncir, contratado a la sazón, y los posdoctores de la Ufersa y de la USP que nos acompañaron. Más allá de los artículos científicos en inglés, produjimos textos en portugués con un léxico accesible, entre ellos el libro A abelha jandaíra no passado, no presente e no futuro, que destaca el rol de los meliponicultores [criadores de abejas sin aguijón]. Mi labor allá concluyó en 2014. En el mes de abril, Anne Larigauderie [secretaria ejecutiva de la IPBES] me invitó para sumarme, junto con Simon Potts, de Inglaterra, a la coordinación de la Evaluación Temática de Polinizadores, Polinización y Producción de Alimentos de la IPBES. El informe final versa sobre el conocimiento actual, faltantes de investigación y recomendaciones para la mejora de las políticas públicas. Fue después de la reunión Plenaria de la IPBES que se llevó a cabo en Kuala Lumpur, Malasia, en 2016, que comprendí la importancia y la complejidad de enviar los trabajos a los países que participan en esas iniciativas ligadas a las Naciones Unidas.
¿Por qué?
En aquella época, la IPBES tenía 119 países signatarios. Las comisiones diplomáticas y científicas de cada uno de ellos analizaban línea por línea lo que se proponía en el documento. La participación en esos debates y reuniones significa la comprensión del rol de todos los países en la elaboración de políticas públicas globales, evaluar cómo puede ser útil el trabajo del investigador y cuáles son los temas que deben impulsar los estudios. Desde el punto de vista de la investigación científica, ese tipo de conducta pone sobre el tapete los problemas globales a escala local y viceversa.
¿Qué opina sobre su labor científica?
No pude pasar un período en el exterior, tenía cuatro hijos pequeños y eran otros tiempos. Por eso recibí con placer a visitantes tales como Francis Dov Por, Joan Strassman, David Queller, Hayo Velthuis, Francis Ratnieks, James Nieh, Tom Wenseleers y otros, que aportaron nuevos conocimientos, técnicas y oportunidades para investigaciones más abarcadoras. Luego de pasar años criando las abejas sin aguijón conocidas en Brasil como uruçu (Melipona scutellaris), en experimentos que realizó Nogueira-Neto en la finca Aretuzina, en la localidad de São Simão, en el interior paulista, los análisis moleculares evidenciaron el inbreeding [apareamiento entre ejemplares que son genéticamente cecanos] y la respuesta de las colonias para combatir a los machos diploides, que nacían cuando las reinas se apareaban con hermanos. Aprendimos que, en esos casos, las colonias siempre intercambiaban reinas y las colonias huérfanas aceptaban reinas fecundadas provenientes de otras colmenas. Eran las reinas parásitas sociales, y el parasitismo, en este caso, aludía a que no había parentesco entre la colonia huérfana que recibía a la reina recién fecundada no emparentada; el parentesco constituye una premisa para la sociedad verdadera entre los insectos. También notamos que las reinas vírgenes podían, efectivamente, salir vivas de las colmenas y resultar fecundadas, y solo entonces ellas partían en busca de nidos huérfanos, a los que probablemente reconocen por el olor. Era una nueva posibilidad de dispersión de las abejas sin aguijón. El inbreeding es importante porque implica la viabilidad de la cría de abejas en pequeñas poblaciones.
¿Desde cuándo se interesa por las abejas?
Cuando cursaba el tercer año de la carrera de biología, Nogueira-Neto impartió una clase maravillosa sobre la biología de una abeja diminuta, cuyo nombre popular en Brasil es mirim-preguiça (Friesella schrottkyi), muy mansa y frágil, cuyo panal cabía en una caja de lápices. Ellas son denominadas con ese nombre [que significa “pequeña perezosa”], porque no vuelan a temperaturas menores que 20 ºC y solo salen a recolectar alimento después de las 10 de la mañana. “Quiero estudiar a estos insectos”, dije. Le pedí una pasantía a Nogueira-Netto y las primeras colmenas de abejas sin aguijón fueron instaladas en el orquideario del departamento de Botánica, donde inicié mis estudios sobre el comportamiento de las abejas. Fui observando la actividad externa de esos insectos y relacionándolo con las condiciones abióticas fue que empecé a entender el funcionamiento de sus sociedades. Es importante que la gente se percate de que las abejas no son peligrosas. Cuando visitan una flor, ellas están buscando alimento, pero también, como moneda de cambio, la polinización redunda en mejores frutos. Hay muchas especies, con hábitos diferentes, todas ellas importantes en la producción de alimento para el hombre y para los animales. En Brasil ya tenemos alrededor de 1.850 especies identificadas, entre las cuales hay unas 260 especies de abejas sin aguijón y muchas más por ser descritas. Tan solo en el estado de São Paulo hay más de 700 especies de abejas, en su mayoría de hábitos solitarios. Ellas deberían ser bienvenidas en los jardines, pero mucha gente todavía les pone insecticidas a las plantas.
¿Qué está haciendo actualmente?
Estoy compilando el conocimiento que recabé con las investigaciones a lo largo de estos años para crear una biofábrica de abejas sociales nativas en Carajás. En esa área hay más de 70 especies de abejas Meliponini [sin aguijón], un tesoro de la biodiversidad. Nuestro objetivo es trabajar en la mejora de las matrices para ofrecerles abejas adecuadas a la población local. La cría de abejas sin aguijón para la producción de miel y para la polinización en la agricultura familiar puede constituir una fuente de ingresos y mejorar la vida de la gente. La biofábrica inicialmente se valdrá de las especies locales que seleccionamos para multiplicarlas a escala en la región, a partir de nidos obtenidos en el rescate de la supresión vegetal autorizada.