Eduardo CesarMontes imperfectos, antes despreciados, ahora han adquirido valor ecológico y económico. La vegetación secundaria así llamada para diferenciarla de la vegetación primaria, que guarda la estructura y la diversidad de especies de la floresta original es ahora vista como una de las bases para un ambicioso plan de ampliación del Bosque Atlántico. A comienzos de abril, representantes de organizaciones no gubernamentales, empresas y universidades anunciaron en São Paulo el Pacto por la Restauración del Bosque Atlántico, cuya meta es recuperar 15 millones de hectáreas de selvas hasta 2050, un promedio de entre 300 mil y 400 mil hectáreas por año (una hectárea equivale a 10 mil metros cuadrados, aproximadamente el área de un campo de fútbol). De conseguir los 15 mil millones de dólares necesarios para financiar este trabajo y la adhesión de miles de propietarios rurales que tienen la mayor parte de los fragmentos de Bosque Atlántico, este plan podrá triplicar el área actual de selva atlántica actualmente preservada en unidades de conservación o parques administrados por organismos públicos.
De los 15 millones de hectáreas que se restaurarán, 8 millones son campos de baja productividad, dice Ricardo Rodrigues, coordinador del equipo que elaboró el conjunto de técnicas de restauración que se adoptarán en el marco del pacto, con base en su trabajo al frente del Laboratorio de Restauración Forestal (Lerf) de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq) de la Universidad de São Paulo (USP) con sede en la localidad de Piracicaba, interior paulista. Si saca las vacas y promueve el crecimiento de los montes, el propietario rural puede ganar tres o cuatro veces más que con el ganado, o más si agrega servicios ambientales tales como créditos de carbono.
El argumento para ampliar la selva ahora es económico. Tenemos que crear la economía forestal del Bosque Atlántico, afirma Miguel Calmon, coordinador del consejo de coordinación del pacto, que ya firmaron 50 instituciones, incluidos órganos del gobierno federal, como el Ministerio de Medio Ambiente, y las gobernaciones de Río de Janeiro, São Paulo y Espírito Santo. La economía que destruyó la selva ahora ayudará a restaurarla, cree Calmon.
Actualmente los fragmentos de vegetación secundaria en diferentes estadios de crecimiento la mayoría en propiedades particulares ocupan un área que corresponde a casi el doble de la de Bosque Atlántico primario. Estas áreas, aún más fácilmente que los pastos abandonados, en general con vegetación más empobrecida, podrían enriquecerse con especies locales e interconectarse con fragmentos mayores a costos menores que la restauración de terrenos sin ninguna vegetación, de acuerdo con la metodología del equipo de la Esalq-USP (lea en Pesquisa FAPESP nº 144, febrero de 2008). Reconocido el año pasado con el Premio Ford de Conservación Ambiental, este abordaje ayudó a reponer 4.600 hectáreas de bosques ciliares (ubicados a orillas de ríos) en empresas de papel y celulosa de Río Grande do Sul, Bahía y Paraná, y en haciendas de caña de azúcar de São Paulo, de café en Minas Gerais, de soja en Pará y de ganadería en São Paulo, Mato Grosso y Mato Grosso do Sul.
Libro y mapa
De adoptarla los propietarios rurales, y si se la extiende a todo el país por medio del pacto, esta técnica podría duplicar el área con este tipo de vegetación en Minas Gerais y Espírito Santo, aumentar un 50% la de São Paulo y casi cuadruplicar la de Alagoas y Pernambuco, de acuerdo con el estudio nacional que sirvió de base para la definición de las metas del pacto (el libro de 256 páginas con las bases teóricas del pacto y el mapa de las áreas de restauración de Brasil se encuentran en el sitio www.pactomataatlantica.org.br).
Solamente el cumplimiento de la ley podría ampliar bastante el Bosque Atlántico, recuerda Calmon. El problema, reconoce, es que a los propietarios rurales generalmente no les gusta dejar el 20% de sus tierras con vegetación autóctona, la llamada reserva legal, pero se resisten menos a preservar o recomponer los montes ciliares, también obligatorios por ley. Los productores rurales saben que los bosques ciliares son importantes, dice, porque preservan ríos y evitan la erosión de los suelos. Rodrigues añade: Pocos saben que la reserva legal puede utilizarse para producir madera, miel, frutas y otros productos del bosque.
Independientemente de los avances del pacto, el área de Bosque Atlántico ha crecido como resultado del perfeccionamiento de las técnicas de medición, y no se limita más al 7% del área cubierta por este tipo de vegetación en la época de la llegada de los colonizadores europeos. Este número fue adoptado en los últimos 15 años y consideraba únicamente los bloques mayores y mejor preservados. Ahora, dependiendo de los criterios, puede ir del 17% al 27%. Considerando también fragmentos bien preservados de menor porte, el área de Bosque Atlántico puede llegar al 17%, de acuerdo con cálculos de equipos del Instituto de Biología de la USP, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciais (Inpe) y de SOS Mata Atlântica recientemente publicados en la revista Biological Conservation.
Sumando la vegetación secundaria en estadio medio y avanzado de crecimiento y la vegetación primaria, el total puede representar un 20% del área original, de acuerdo con un estudio del Ministerio de Medio Ambiente (MMA) publicado en diciembre de 2006. Este valor no quiere decir que tenemos un 20% de biodiversidad del Bosque Atlántico conservado, sino una cobertura vegetal del 20% en áreas que serían de selva y que debe hacérseles seguimientos y monitoreárselas, asevera Carla Madureira, docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) quien coordinó el estudio.
En escalas más detalladas, que consideren también las islas o enclaves de caatinga, cerrado, campos de altitud, pantanos, manglares y restingas, el área total de Bosque Atlántico puede llegar al 27% de lo que era en 1500. Cuanto mayor es la escala, mayor el detalle y así podemos ver más bosque, comenta Carla. En la Amazonia ocurre lo contrario: el detalle reduce el área de vegetación autóctona, porque aparecen claros ocasionados al poblárselos o producto de la explotación mineral en medio de la selva. Por lo tanto, dice, antes de entrar en una guerra de números, debemos considerar cuánto estamos efectivamente viendo.
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