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Mejoramiento genético

Yuca fortalecida con vitaminas

Mandioca y frijoles más nutritivos se encuentran disponibles para la alimentación de los brasileños

100-103_Mandioca_200Leo RamosEn el Instituto Agronómico (IAC) de Campinas, ya se encuentran en la etapa de pruebas finales de campo, alimentos agrícolas más ricos en vitaminas y nutrientes que los que se consumen actualmente, tales como una yuca con 40 veces más vitamina A que las comunes, por ejemplo. También hay en el mercado o se encuentran en fase final de desarrollo en la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), variedades de ocho especies alimenticias –calabaza, arroz, camote, frijol, caupí o frijol chino, maíz, mandioca y trigo– más ricas en hierro y zinc y con mayor resistencia a enfermedades y cambios climáticos. Se trata de un proceso denominado biofortificación de alimentos, que se realiza mediante el método de mejoramiento genético clásico, en el que se buscan, cruzando diferentes variedades, plantas con resistencia a las enfermedades, alta producción y buenas características nutricionales, con mayor cantidad de vitaminas y minerales, por ejemplo. Es un trabajo lento y trabajoso, que suele extenderse durante 10 ó 15 años.

La nueva mandioca del IAC, denominada IAC 6-01, comenzó a desarrollarse en el año 2000 y todavía no está completamente lista para transferírsela a los agricultores. “Les entregamos esta nueva variedad solamente a unos pocos productores, para que la cultiven a prueba”, comenta la ingeniera agrónoma Teresa Losada Valle, investigadora del IAC y encargada de su desarrollo. “Si no resultara buena para el cultivo, de nada sirve que posea otras cualidades, tales como una mayor cantidad de nutrientes”. Losada Valle recuerda que, a decir verdad, el trabajo de mejoramiento de esa planta de la familia de las euforbiáceas, originaria del oeste de Brasil, es la continuidad del que comenzó a hacerse antes de que Pedro Álvares Cabral arribara al país. “Las poblaciones indígenas domesticaron la mandioca y nos dejaron un gran legado cultural y biológico: una planta rústica, muy bien adaptada a todos los ecosistemas brasileños”, dice Losada Valle. “Además, es tolerante al gran estrés causado por las plagas y daños provocados por agentes no vivos, tales como la sequía o las heladas, por ejemplo, y aporta a las necesidades de la agricultura actual con sostenibilidad y bajo costo”.

Actualmente, con una producción anual de alrededor de 27 millones de toneladas, Brasil es el tercer productor mundial, respondiendo estimativamente por el 10% del total global. El estado de São Paulo produce 1 millón de toneladas anuales, de las cuales unas 120 mil son de mandioca de mesa, y el resto es industrial, para la producción de harinas y fécula. “La producción de esta última está a cargo de pequeños productores familiares que abastecen al comercio local y regional”, explica Losada Valle. “Además, existe una producción extremadamente importante, que no se computa en las estadísticas oficiales. Es la que ocurre en la agricultura de subsistencia moderna, que se realiza en quintas y pequeñas huertas de la periferia urbana. Este segmento no es mensurable y alcanza un volumen de producción inferior a la primera, aunque de gran importancia socioeconómica, ya que es la base de la seguridad alimentaria y es generadora de ingresos para poblaciones carentes”.

Casi la totalidad de esa producción corresponde a la variedad IAC 576-70, que comenzó a ser desarrollada por el equipo de mandioca del IAC en la década de 1970 y se encuentra disponible para los agricultores desde 1985. Esta mandioca ya poseía niveles de vitamina A mayores que la variedad común. Fue con ella que Losada Valle obtuvo el Premio Péter Murányi 2012 – Alimentación, que concede la fundación con el mismo nombre, por la importancia social y económica que adquirió la variedad a lo largo del tiempo. También conocida como “amarelinha” o “cinco-sete-meia”, esta variedad es el resultado del cruzamiento del cultivar IAC 14-18, de raíces blancas, también seleccionado en el IAC, con el SRT 797 – ouro-do-vale, de raíces amarillas, cosechada por los agricultores rurales, cultivada para el consumo propio y existente en el banco de germoplasma del instituto, que reúne el material genético de diversas plantas. Según Losada Valle, quien comenzó a participar en el trabajo de mejoramiento de esta planta en 1982, al comienzo se seleccionaron individuos resultantes del cruzamiento con alta productividad, raíces uniformes y resistentes a las enfermedades, principalmente a las bacteriosis causantes de grandes epidemias en la región centro-sur de Brasil.

léo ramosTeresa Losada Valle, en el IAC: la “amarelinha” también es el resultado de investigaciones en las quintas de las periferias urbanasléo ramos

La selección de las plantas con más carotenoides se realizó visualmente mediante la elección de las raíces con el color amarillo característico de ese nutriente. En una segunda fase se realizó una selección de buenas características organolépticas (sensoriales), tales como el tiempo de cocción, la textura y la calidad de la masa cocida. Finalmente se realizó una evaluación química, para establecer el tenor de vitamina A y de carotenoides, principalmente betacaroteno. En esa etapa se confirmó la estrecha relación entre el tenor de carotenoides totales y la coloración amarilla, y que casi la totalidad de esa sustancia presente en la variedad era betacaroteno. Losada Valle explica que existen decenas de carotenoides, que aportan la coloración amarilla a los alimentos vegetales, pero solamente algunos son precursores de vitamina A, es decir, luego de ingerírselos se transforman en el nutriente y el más importante es el betacaroteno.

Según Losada Valle, la yuca común, de raíces blancas, contiene 20 unidades internacionales (UI) (el sistema de medición para cuantificar las vitaminas) de vitamina A por cada 100 gramos de raíces frescas, mientras que la variedad 576-70 cuenta con alrededor de 220 UI. A modo de comparación, la necesidad diaria de un adulto es de 2.000 UI. La IAC 6-01, que se está desarrollando a partir del cruzamiento de la SRT 1221 (Vassourinha-amarela) con la IAC 576-70 tendrá casi cuatro veces más vitamina A que la 576-70, que ya se encuentra en el mercado, lo cual equivale a 800 UI. Además, ambas (576-70 y 6-01) rinden dos veces más en el cultivo que las plantas comunes y son muy resistentes a las enfermedades y alteraciones climáticas y ambientales.

Una red mundial
En el caso de Embrapa, el proyecto es más amplio. La empresa participa en una red mundial, la HarvestPlus, que agrupa a los investigadores de varios países que trabajan en la biofortificación de alimentos. “Utilizando técnicas de mejoramiento genético clásico para obtener variedades de cultivos con mayor cantidad de nutrientes, la biofortificación fue la manera que hallaron los científicos para mejorar la dieta de las familias pobres y brindar una alternativa laboral a los pequeños productores rurales de varios países del mundo”, explica Marília Regini Nutti, líder para Brasil, América Latina y el Caribe de la red HarvestPlus, e investigadora de Embrapa Agroindustria de Alimentos, con sede en Río de Janeiro. “El objetivo consiste en la obtención de alimentos básicos más nutritivos”.

HarvestPlus surgió en 2002 como una iniciativa del Grupo Consultor para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR, según su sigla en inglés), con financiación concedida por la Fundación Bill y Melinda Gates y otros donantes. Actualmente, el proyecto es coordinado por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat) y por el International Food Policy Research Institute (IFPRI), un instituto fundado en 1975 con el objetivo de aportar soluciones destinadas a contemplar las necesidades de alimentos en los países en desarrollo de manera sostenible. La HarvestPlus cuenta con más de 200 científicos agrícolas y de la nutrición en todo el mundo.

embrapaEl maíz de Embrapa en proceso de selección para contener más nutrientesembrapa

En Brasil, el proyecto comenzó en 2003, coordinado por Embrapa, y actualmente forma parte de la Red BioFORT, que congrega a más de 150 profesionales de diferentes campos del conocimiento en 11 estados. “Mediante esta red creada por Embrapa, interactuamos con universidades, centros de investigación nacionales e internacionales, asociaciones de productores, gobernaciones, alcaldías y organizaciones no gubernamentales”, explica Nutti. “El BioFORT tiene como premisa disminuir la desnutrición y garantizar una mayor seguridad alimentaria, mediante un aumento de los tenores de hierro, zinc y vitamina A en la dieta de la población de menos recursos”. Son ocho los productos agrícolas que están siendo biofortificados por Embrapa. La meta es producir variedades de calabaza y maíz con altos tenores de carotenoides y otros precursores de vitamina A; arroz, frijol caupí, trigo y frijoles con gran concentración de hierro y zinc (éste último también con gran resistencia a la sequía), y mandioca y camote más ricos en betacaroteno. “Por ahora hemos desarrollado y lanzado 10 cultivares, de los cuales tres son de mandioca y uno de batata, con mayores tenores de betacaroteno, tres de frijol caupí y tres de frijol común, más ricos en hierro y zinc”, comenta Nutti. “Demoramos entre cinco y seis años para desarrollar cada uno, todos mediante mejoramiento genético convencional, no transgénico”.

Patrimonio cultural
El trabajo del IAC y de Embrapa, empero, no se limita al desarrollo de nuevas plantas. Ambas instituciones actúan también para difundirlas entre los agricultores y, consecuentemente, entre la población. “Los proyectos HarvestPlus y BioFORT tienen en cuenta todo el proceso de alimentación de los habitantes, desde el momento en que se produce el alimento hasta que llega a la mesa del consumidor”, dice Nutti. “Con esta meta, consideran y analizan la receptividad de los productores en las comunidades rurales en relación con las nuevas variedades. Para ello, resulta importante que éstas, más allá de los beneficios nutricionales, presenten ventajas agroeconómicas y comerciales”. Con ese objetivo, Embrapa coopera con varios países de América Latina, tales como, por ejemplo, Panamá y Colombia. También envió algunos cultivares para realizar una prueba de adaptación en Haití y colabora con los países de África y Asia por medio de la red HarvestPlus.

Los alimentos biofortificados pueden funcionar como un instrumento innovador para mejorar la calidad de vida de la población más pobre, tal como ocurrió con el caso de la variedad IAC 576-70. “El primer segmento que se enfocó fue el de bajos ingresos, residente en la periferia urbana, oriundo de áreas rurales, como consecuencia de la migración provocada por la modernización de la agricultura, en la década de 1970”, dice Losada Valle. “Esa gente trajo consigo su cultura, las semillas y el conocimiento de las plantas. Entre esas especies, la más importante era la mandioca”. En opinión de Losada Valle, así llegó a la periferia de las áreas urbanas un gran acervo genético, acompañado por el conocimiento popular sobre plantas acumulado durante siglos que, de no hacerse nada, rápidamente se perderá con el paso de las generaciones y la asimilación de los hijos de los migrantes a la cultura urbana.

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