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Entrevista

Adalberto Val: Fascinación por los peces amazónicos

El biólogo paulista desentrañó los mecanismos de adaptación de las especies de la región a las variaciones de oxígeno y de temperatura de los ríos

El biólogo en uno de sus ambientes favoritos, el río Amazonas

Keiny Andrade / Fundação Bunge

A finales de los años 1970, para acompañar a su futura esposa, Vera Maria Fonseca de Almeida, el biólogo paulista Adalberto Luis Val se mudó de São Carlos, en el interior de São Paulo, a Manaos, la capital del estado brasileño de Amazonas. Enseguida quedó cautivado por la diversidad y los mecanismos de adaptación biológica de los peces de la Amazonia. La región alberga alrededor de 3.000 especies, desde los diminutos Priocharax nanus, de 15 milímetros de longitud, hasta el pirarucú o paiche (Arapaima gigas), de 3 metros de largo.

Poco a poco, en compañía del grupo que creó en el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa), Val fue desentrañando los inusitados mecanismos fisiológicos y bioquímicos de diversas especies, especialmente de la cachama negra o tambaquí, como es más conocida en Brasil (Colossoma macropomum), que toma aire con sus labios en la superficie de la columna de agua, y del paiche, que posee una vejiga natatoria modificada, mediante la cual absorbe oxígeno del aire cuando emerge a la superficie.

En los últimos años, a raíz de los cambios que se han producido en la zona, tales como la explosión demográfica, la contaminación y la deforestación, agravados por el calentamiento global, empezó a ver si los peces podrían sobrevivir a otro cambio radical en el ambiente, como los que han vivido a lo largo de millones de años. Y descubrió que algunas especies son más resistentes que otras, pero que, en general, los organismos acuáticos son bastante sensibles a las variaciones de la temperatura. Esta constatación explica la mortandad de peces y delfines amazónicos ‒estos últimos conocidos como delfines rosados o bufeos‒ durante la sequía que azotó la Amazonia en 2023, cuando el agua alcanzó una temperatura de 40,9 grados Celsius (ºC).

Val y su esposa Vera son padres de dos hijos, Fernando y Pedro, también investigadores. Coordinador del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología para las Adaptaciones de la Biota Acuática de la Amazonia (INCT-Adapta), miembro de la Academia Brasileña de Ciencias (ABC) y ganador del Premio Fundación Bunge 2023, en la categoría Vida y Obra, en junio mantuvo la siguiente conversación con Pesquisa FAPESP.

Edad 68 años
Especialidad
Peces amazónicos
Institución
Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa)
Estudios
Título de grado en ciencias biológicas por el Centro Brasileiro Barão de Mauá (1980), maestría (1983) y doctorado (1986) por el Inpa

¿Por qué decidió estudiar los peces de la Amazonia?
Para responder a eso debo remontarme a mi infancia. Nací y me crie en una granja en Campinas, en el interior de São Paulo. Uno de mis pasatiempos de los fines de semana era ir a pescar a una laguna en donde había pocas especies de peces, básicamente tilapias y mojarras. De tanto ir allí, sentí curiosidad por saber cómo viven los peces bajo el agua. Cierto día, atrapé unos peces con un colador, los introduje en una botella de boca ancha, la tapé y me la llevé a casa. Al principio nadaban, pero al día siguiente estaban todos muertos. Debía tener unos 12 años. Quedé consternado y decidí: quiero aprender más sobre los peces. Necesitaba entender cómo lograban vivir bajo el agua.

¿Y qué hizo?
Insistí hasta colmarle la paciencia a mi padre, que acabó regalándome algunas revistas sobre peces. Cuando pasé al ciclo intermedio [la actual enseñanza media], decidí hacerlo en la técnica en bioquímica. Al terminarlo, me mudé a São Carlos, me presenté a un concurso como técnico y me contrataron en la Universidad Federal de São Carlos [UFSCar] para trabajar con un investigador que estaba estudiando la sangre de los peces. Era un buen comienzo, pero todavía necesitaba hacer una carrera superior. Decidí estudiar biología. Para entonces estaba de novio con Vera, que también era de Campinas. Ella estaba concluyendo una maestría y había recibido una invitación para trabajar en el Inpa de Manaos. Yo estaba por graduarme. Ella fue a visitar el Inpa y yo la acompañé. Recuerdo que quedé maravillado al ver una enorme colección de peces. En un mercado de Manaos encontré muchas especies, mucho más grandes que las que solía ver en São Paulo. Entonces tomé una decisión: es aquí donde quiero vivir. Nos vinimos los dos a Manaos. Hice la maestría en el Inpa y luego me contrataron en el instituto. Eso fue a principios de la década de 1980.

¿Qué fue lo que más le llamó la atención al llegar a Manaos?
Enseguida me di cuenta de que la Amazonia es un ambiente extremadamente dinámico. El nivel de las aguas de los ríos y lagunas está sujeto a grandes variaciones, al igual que su temperatura y el oxígeno disuelto. Incluso hay ríos de aguas ácidas, como el río Negro. La primera pregunta que me hice fue cómo se las afrontan los peces estas fluctuaciones. También me intrigaba la diversidad de peces de la región ‒unas 3.000 especies‒, mientras que en la granja de Campinas solamente había dos o tres. En la maestría estudié las dos especies de yaraqui [Semaprochilodus insignis y S. taeniurus], unos peces con características peculiares. Durante su época de reproducción, recorren unos 1.600 kilómetros, desde el alto río Negro hasta su confluencia con el Solimões. Cuando nacen, los pececitos son arrastrados por la corriente, río abajo, y se dispersan por las llanuras aluviales inundadas, las vegas. Aún pequeños, comienzan a nadar de regreso, ingresan al río Negro y remontan la corriente hacia su cabecera. Esto me intrigaba sobremanera. ¿Cómo es que estos peces saben que deben migrar hacia las aguas blancas del Solimões y, después, a las aguas negras del Negro? Lo triste fue que concluí mi tesina de maestría sin haber hallado respuesta a mis interrogantes principales, aquellos que me había planteado cuando tenía 12 años y que bosquejara al llegar a Amazonas. Añadí otras preguntas y así fue que dediqué mi vida al estudio de los peces de la Amazonia. Llevo aquí 45 años.

En el curso del tiempo, los peces de la región han desarrollado respuestas morfológicas para adaptarse a los cambios del ambiente

¿Qué especie estudió en su doctorado?
Me centré en la cachama negra [Colossoma macropomum], que aún hoy en día sigue siendo nuestro modelo de estudio. Estudié las hemoglobinas de estos peces. Hice el doctorado bajo la dirección del profesor Arno Rudi Schwantes [1939-2014], de la UFSCar, quien también me había dirigido en la maestría y estaba acreditado como profesor colaborador en el Inpa. Durante esa etapa, empecé a relacionarme con dos investigadores extranjeros que desempeñaron un papel importante en mi carrera. El primero fue Grant Bartlett, del Laboratorio de Bioquímica Comparada, de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.). Él estudiaba unas pequeñas moléculas del interior de los glóbulos rojos, los fosfatos orgánicos, que regulan la función de la hemoglobina. Por intermedio de él conocí a David Randall [1938-2024], de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver (Canadá), experto en fisiología de los peces. En 1976, Randall había coordinado una de las principales expediciones científicas de investigadores extranjeros a la Amazonia, que se conoció como Alpha Helix. Uno de sus objetivos centrales ‒que fue lo que más me atrajo‒ era la fisiología de los peces. Por entonces, las expediciones científicas exigían la participación de un representante brasileño. El elegido fue Schwantes. Esto me abrió la posibilidad de acercarme a Randall y buscar una oportunidad de hacer el posdoctorado con él, ya que mi propósito era especializarme en fisiología. Este acercamiento resultó fantástico y fructífero, tan es así que pude publicar el libro intitulado Fishes of the Amazon and their environment [Springer Verlag, 1995], que durante mucho tiempo fue muy citado.

¿Cuáles fueron sus principales hallazgos en lo que se refiere a los peces amazónicos?
A grandes rasgos, esos peces no soportan las grandes variaciones de temperatura. Es al contrario de lo que se pensaba. Las aguas de los ríos de la región se encuentran siempre por encima de los 28 ºC o 30 ºC. Pensábamos que, si la temperatura subiese, los peces se las arreglarían. Pero no es así. Son más sensibles que los de zonas templadas. Esto tiene diversas implicaciones para su fisiología y para su cría en cautiverio. Hace poco publicamos un artículo en la revista Nature sobre los efectos de la sequía que afectó la Amazonia en 2023, cuando la temperatura del agua llegó a 40,9 ºC. Esa fue probablemente la causa de la gran mortandad de peces y delfines rosados. Cuando la temperatura alcanza este nivel, la cantidad de oxígeno en el agua desciende y el ritmo metabólico de los animales aumenta bruscamente. Los peces son incapaces de regular su temperatura corporal, por lo que la temperatura del ambiente tiene un efecto directo en todos sus procesos bioquímicos y fisiológicos. Así que no tienen manera de satisfacer su demanda metabólica. En el caso de los bufeos o botos ‒como también se conoce a los delfines del Amazonas‒, al ser mamíferos, la cuestión es diferente. Son capaces de regular su temperatura corporal como nosotros, pero ello les impone un gasto energético adicional que implica una sobrecarga cardiológica. La presión sanguínea aumenta y, en algunos casos, el animal puede sufrir accidentes vasculares.

¿Qué otros efectos tienen las variaciones ambientales sobre los peces?
Los peces han desarrollado un conjunto de respuestas morfológicas a los cambios del ambiente. La cachama negra es un caso interesante. Expande sus labios inferiores para canalizar la capa superficial, más oxigenada, desde la columna de agua hacia sus branquias. En el interior del organismo de los peces tienen lugar otras modificaciones. Por ejemplo, son capaces de controlar la unión de la hemoglobina con el oxígeno. En el caso de la cachama negra, del yaraqui y otras especies, ellos regulan la cantidad de fosfatos orgánicos en el interior de las células, en función de las variaciones del volumen de oxígeno en el agua. De este modo, mantienen estable la transferencia de oxígeno del medio acuático a los tejidos. Este descubrimiento ha sido fenomenal, porque respondió a aquella pregunta que me hice cuando tenía 12 años: ¿cómo logran los peces vivir bajo el agua? Durante el día, la luz permite la fotosíntesis, que produce oxígeno. Por las noches, sin embargo, hay menos oxígeno en las aguas mansas de lagos, lagunas y vegas. Pero los peces poseen mecanismos que regulan la unión de la hemoglobina con el oxígeno y elevan la capacidad de la sangre de extraer oxígeno del agua. Incluso las especies que recurren a otras estrategias necesitan de este mecanismo. Este hallazgo fue fundamental, porque demostró que una única respuesta no siempre es suficiente para minimizar el efecto de la variación del oxígeno ambiental en el organismo.

¿Existen otros ejemplos?
Sí. El cascarudo o tamoatá [Hoplosternum littorale], una de las especies conocidas como viejas del agua o plecos [Liposarcus multiradiatus] y algunos bagres o peces gato tienen partes del estómago y los intestinos vascularizadas y adaptadas para el intercambio de gases. Salen a la superficie y tragan agua mezclada con aire. El intercambio gaseoso ocurre en la transición entre el estómago y el intestino, sin afectar la regulación de la afinidad de la hemoglobina con el oxígeno. Hemos descubierto que algunos peces, en lugar de tener los fosfatos orgánicos convencionales ‒ATP [trifosfato de adenosina] y GTP [guanosín trifosfato]‒, poseen otros. El tamoatá tiene 2,3-DPG [ácido 2,3-difosfoglicérico], un compuesto que nosotros, los seres humanos, también poseemos. La producción de 2,3-DPG no responde a la disponibilidad de oxígeno, sino a la variación de la temperatura. A medida que la temperatura aumenta y la cantidad de oxígeno en el agua disminuye, el pez aumenta su producción de 2,3-DPG. Ciertos genes implicados en estas adaptaciones controlan las proteínas esenciales que actúan en este proceso.

¿Y sobre el paiche, que ha descubierto?
Se trata de un pez por demás de extraordinario. De respiración aérea obligatoria, nace con la capacidad de sintetizar ATP y GTP. Pero durante su primer año de vida, sustituye estos dos fosfatos por un tercero llamado inositol pentafosfato que, sorprendentemente, también se encuentra en los glóbulos rojos de las aves. El paiche es el único pez con este fosfato. Respira gracias a una vejiga natatoria modificada, y no a través de pulmones. El pez de barro americano [Lepidosiren paradoxa] es el único pez pulmonado de la Amazonia.

El paiche (a la izq.), uno de los peces más grandes de la Amazonia; la cachama negra (al centro), el modelo de estudio de Val, y el yaraqui (a la der.), una especie migratoriaCitron / Wikimedia commons | Wikimedia commons | Fiver, der Hellseher / Wikimedia commons

¿La capacidad adaptativa de los peces de la Amazonia les permitirá capear los retos que traerá consigo el cambio climático?
Ése es el principal interrogante de nuestro proyecto INCT-Adapta. Durante millones de años, desde que se elevaron los Andes, hemos tenido todo un historial tectónico y de cambios climáticos en la Amazonia. Gran parte de lo que vemos hoy en día aquí surgió durante el proceso de formación de la cuenca amazónica. Estos movimientos propiciaron las condiciones para la diversificación de las especies en la región, a la vez que permitieron que los organismos desarrollaran adaptaciones en el transcurso del proceso evolutivo. Los que mejor se adaptaron a los desafíos ambientales sobrevivieron mejor. Ahora queremos saber si los peces amazónicos conservaron en su genoma la información que les permitió enfrentar los cambios climáticos del pasado y si pueden volver a expresar esas características. No tenemos una respuesta definitiva. Sabemos que algunas especies son capaces de hacer ajustes y sobrevivir hasta cierto límite. Otras no. A veces, las diferentes especies de un mismo género responden de manera distinta. Esto indica que algunos grupos han perdido la información que les permitiría sobrevivir, en parte, a los retos que plantean los cambios en el medio ambiente. Y digo en parte por la siguiente razón: los procesos de adquisición de estas adaptaciones acaecieron durante millones de años. Y las oscilaciones actuales del clima se están produciendo muy rápidamente, sin darles tiempo a los organismos para adaptarse.

¿Podría citar un ejemplo?
La cachama negra es uno de ellos. Si fuera solamente por la temperatura, pueden sobrevivir en un ambiente de hasta 40 ºC. Pero cuando a la ecuación le añadimos el dióxido de carbono, una de las causas del efecto invernadero, en un 40 % de los casos los alevines empiezan a mostrar deformaciones esqueléticas y derrames pericárdicos. Serán depredados y desaparecerán. Los que sobrevivan y no presenten esas deformaciones, quizá consigan tener descendencia, de la cual saldrán algunos que tendrán deformidades y otros sobrevivirán, lo que generará un nuevo proceso evolutivo, cuyo resultado no conocemos.

¿Qué otros impactos en la fauna acuática como resultado de las alteraciones antrópicas del medio ambiente ya se conocen?
Estudiamos los efectos sinérgicos del cambio climático con otros factores, tales como la contaminación causada por metales, plásticos, petróleo y medicamentos. Cuando la temperatura del agua aumenta y el oxígeno disminuye, los peces baten más de prisa sus opérculos [las estructuras que protegen las branquias o agallas], haciendo pasar más agua por las branquias para mantener la oxigenación de la sangre. Pero al pasar más agua contaminada por las agallas, estas recogen más contaminantes. Y entonces se presenta un agravante. Algunos peces han aprendido durante su evolución que cuando no hay oxígeno en el agua, pueden subir a la superficie para respirar o tragar agua mezclada con aire. Pero si el río está contaminado con petróleo, acaban ingiriendo más petróleo y lo incorporan a su organismo. Cuando el ser humano interfiere en el medio ambiente, algunas de las adaptaciones surgidas durante el proceso evolutivo pueden jugarle en contra a los animales.

¿La deforestación también constituye una amenaza para los peces?
Así es. La cubierta forestal protege a los animales, ya que ayuda a reducir la temperatura del ambiente acuático. A mayor deforestación, mayor es el aumento de la temperatura del sistema. Como los peces son vulnerables al aumento de la temperatura, ello supone una amenaza. Lo peor es que el ser humano también corre riesgo, ya que el 90 % de la proteína que consumen las poblaciones que habitan en la Amazonia proviene de los peces. La merma de la producción pesquera causará un grave problema de seguridad alimentaria. La contaminación de los ríos con aguas cloacales también es preocupante. El sistema de tratamiento de aguas residuales de las grandes ciudades de la zona es rudimentario. Todos los vertidos van a parar al río. Cuando se trata de una ciudad de 10.000 habitantes, un río del tamaño del Amazonas puede soportarlo. Pero cuando la ciudad tiene 2,1 millones de habitantes, como Manaos, la cosa es diferente.

El paiche es un pez excepcional. Su respiración es aérea, por encima de la superficie del agua, gracias a una vejiga natatoria modificada

¿Cuál es el objetivo del INCT-Adapta?
El proyecto Adapta cuenta con unos 30 grupos de investigación y 100 investigadores, muchos de ellos en el exterior, incluso en países amazónicos. Nuestro Laboratorio de Ecofisiología y Evolución Molecular (LEEM), en el Inpa, es la sede del INCT. Disponemos de cuatro salas climáticas para reproducir las condiciones ambientales proyectadas para 2100. El objetivo es estudiar cómo los peces, insectos y plantas harán frente a estas nuevas condiciones. Una sala reproduce la temperatura, los niveles de dióxido de carbono, la luminosidad y la humedad de la selva en tiempo real con base en los datos transmitidos por una torre instalada en el monte. Las otras tres reproducen escenarios futuros ‒leve, intermedio y extremo‒ según el modelo del IPCC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático] para 2100. Hemos descubierto que los hongos proliferan mucho más en escenarios extremos. Si son hongos comestibles, es fantástico, tendremos más comida. Pero si son hongos infecciosos, habrá más problemas. En el caso del mosquito que transmite el paludismo, los hallazgos son preocupantes. Cuanto más extremas son las condiciones ambientales, mayor es la cantidad de generaciones de mosquitos en un intervalo de tiempo determinado. Como resultado de ello, la cantidad de mosquitos aptos para transmitir la malaria, por ejemplo, es mayor por unidad de tiempo.

Uno de sus proyectos recientes comparó los efectos de los cambios climáticos sobre los peces de la Amazonia y del Bosque Atlántico. ¿Cuáles fueron las conclusiones principales?
Analizamos peces de agua dulce de la región de Santos y São Vicente, en el litoral paulista, y de la reserva biológica Ducke, en la Amazonia. En la reserva, gracias a que el monte se encuentra preservado, hay estabilidad térmica, con temperaturas que promedian los 25 ºC. En el Bosque Atlántico, la misma varía naturalmente a lo largo del año. Hemos constatado que los peces del Bosque Atlántico son capaces de soportar un mayor rango de temperatura que los de la Amazonia. El segundo apartado se refiere al carbono orgánico disuelto, que confiere su característica coloración a las aguas del río Negro y a los cuerpos de agua del Bosque Atlántico. Las propiedades de ese carbono varían según la época del año y la región. También funciona como protector del índice respiratorio de los organismos acuáticos en lo que se refiere a los metales, principalmente los de ambientes ácidos, como son los peces del río Negro. Pretendíamos saber si el carbono orgánico disuelto del Bosque Atlántico, que es diferente al que se encuentra en la Amazonia, también tenía estas propiedades. Su efecto es diferente aquí y allá. Estamos monitoreando y describiendo estas diferencias. La cuestión del carbono orgánico disuelto es de interés mundial. El aumento del dióxido de carbono presente en el ambiente a escala mundial está causando un oscurecimiento de los cuerpos de agua en diversos lugares del planeta, lo que es preocupante. A partir de este estudio que compara el Bosque Atlántico con la Amazonia, estamos intentando comprender mejor este problema.

¿Qué opina de la posible explotación petrolífera en la desembocadura del Amazonas?
Es algo muy preocupante. En caso de que se produzca un derrame, parte del petróleo, cuya densidad es inferior a la del agua, sube a la superficie. Un estudio reciente de nuestro grupo demostró que para las especies de respiración aérea, ya sea opcional u obligatoria, el petróleo se interna en sus organismos. Además, cuando el hidrocarburo queda expuesto a la radiación solar, se forman compuestos altamente tóxicos para los peces, que causan altas tasas de mortandad. En caso de un accidente en el que se produzca un vertido, dependiendo de las condiciones meteorológicas, de los vientos y otras variables, el crudo que flota en la superficie de la masa de agua puede ir a parar al interior de la cuenca amazónica y afectar profundamente a la fauna. Las corrientes marinas pueden transportar el petróleo derramado hacia el norte, alcanzando el litoral de los países vecinos y ocasionar problemas diplomáticos. Y tampoco debemos olvidar que en la desembocadura del Amazonas existen corales sensibles a los cambios ambientales.

La deforestación eleva la temperatura del agua de ríos y lagos. Como los peces son vulnerables a esta variación, se encuentran bajo amenaza

¿Es cierto que ya se han hallado microplásticos en los peces de la Amazonia?
Sí. Desgraciadamente, la contaminación con plásticos es alta en la Amazonia, debido al desechado inadecuado de los residuos sólidos. Se han encontrado plásticos en los músculos, huesos, hígado e incluso en los otolitos, los huesecillos que se encuentran en el interior del oído de los peces. Los otolitos suelen formar anillos mediante los que es posible calcular la edad de los peces. Cuando los investigadores los sometieron a un raspaje para analizar esos anillos, encontraron plástico en algunos puntos. Si los peces contienen plástico, la gente que se los come está consumiendo plástico. El problema se agrava debido a la alta capacidad del plástico de absorber contaminantes y medicamentos. Transportan estas sustancias hacia el interior de los organismos.

¿Cómo han contribuido sus estudios a la seguridad alimentaria en la Amazonia?
Apuntamos a optimizar los procesos de producción, para que los peces crezcan más en menos tiempo. También hemos proyectado producir carne de pescado en laboratorio. Otra de nuestras metas es reducir el impacto de la temperatura y de los metales, principalmente el cobre, en los procesos de cría. Ampliamente utilizado en la agricultura, el cobre se infiltra en los tanques de cría. Estamos estudiando nuevas composiciones de piensos, la cría en consorcio y la administración de ciertos productos que sustituyan a los antibióticos. Este es un problema serio en las granjas de cría de peces. Esa agua cargada de antibióticos se derrama en los ambientes naturales y causa estragos, sobre todo en los pequeños animales que son vitales para la cadena trófica. A partir de la información fisiológica, bioquímica y genética de los peces, podemos manipular las condiciones de cría.

¿Qué transformaciones tuvieron lugar en la Amazonia en los 45 años transcurridos desde su llegada a la región?
En primer lugar, diría que la zona ha experimentado una revolución demográfica. Cuando llegué, Manaos tenía alrededor de 500.000 habitantes; en la actualidad son más de 2 millones. Una ciudad de este porte requiere de una infraestructura y una serie de productos y procesos que ejercen presión sobre el medio ambiente. También ha habido un aumento de las explotaciones mineras, incluso en tierras indígenas, lo que ha llevado a una contaminación del ambiente acuático con mercurio, entre otros metales. Se ha incrementado la contaminación de los ríos con medicamentos, otra de las consecuencias del crecimiento demográfico. Pero también hubo cambios positivos.

¿Cuáles?
En el campo de la ciencia, por ejemplo. Cuando llegué aquí, la cantidad de profesionales con doctorado en Manaos podía contarse con los dedos de la mano. No existía una fundación de apoyo a la investigación científica en ninguno de los estados amazónicos; hoy en día, todos tienen una. La única carrera de posgrado del Inpa era la de botánica, heredada del Museo Emílio Goeldi, de Pará. Enseguida se crearon otros tres: ecología, entomología y biología de agua dulce y pesca interior. En el estado de Pará, la UFPA tenía un posgrado en geociencias, una carrera estupenda que produjo información relevante para los procesos de producción mineral en la región. Después de un tiempo, todo el mundo empezó a tener gran interés en la Amazonia. Esto condujo a un aumento de la demanda de cooperación científica en la región, que desgraciadamente no ha sido atendida en forma totalmente simétrica. La concientización al respecto de la necesidad de preservar el medio ambiente en la zona ha aumentado considerablemente, pero ha sido difícil que se traduzca en acciones. No obstante, hay proyectos que merecen ser destacados, como el Semear Leitores, de la Fundación Bunge, que socializa las prácticas regenerativas en la agricultura familiar.

¿Qué más debería hacerse?
El gobierno brasileño debe entender que es necesario realizar una inversión estratégica en ciencia y tecnología en la región, es decir, fortalecer la investigación científica y la formación de personal en las universidades e institutos de investigación, como así también arbitrar los medios para ampliar la cooperación internacional. La inversión en ciencia y tecnología en la Amazonia no supera el 3 % o 4 % del total destinado a este segmento en todo el país. Esto se traduce en una endeble producción de información para el desarrollo y la conservación de la Amazonia. La región necesita inversiones estratégicas, no el mantenimiento de los índices históricos de gastos.

¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
El problema es tener ese tiempo libre. Pero hay dos cosas que aprecio mucho. En primer lugar, caminar. Camino bastante, incluso de madrugada. Y luego leer. Ahora mismo estoy releyendo Arrabalde – Em busca da Amazônia, de João Moreira Salles. Es un libro que aborda el problema del desmonte y los retos de la conservación ambiental en la región.

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