Aproximadamente el 60% de las especies de primates del mundo, incluidos chimpancés y orangutanes corre riesgo de extinción debido a la reducción de hábitat causada por la expansión de las fronteras agrícolas y, en menor escala, por la explotación maderera y la caza de animales silvestres. Si los gobiernos locales y los organismos internacionales no hacen nada en las próximas décadas, esos primates, que en algunos casos ya presentan una disminución poblacional significativa, pueden desaparecer hasta finales de este siglo. Esta advertencia surge de un estudio desarrollado por un grupo internacional de 72 expertos en primates, entre ellos investigadores de diversas instituciones de Brasil.
Los cuatro países en situación más delicada son justamente los que concentran la mayor cantidad de especies. Indonesia, Madagascar, República Democrática del Congo (RDC) y Brasil albergan dos tercios de las 439 especies de monos conocidas en el mundo, de acuerdo con un mapeo publicado en junio en la revista PeerJ. Brasil tiene 102 especies de primates; y el 39% de ellas se encuentra bajo amenaza de extinción.
En el estudio, los investigadores analizaron datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) sobre el estatus de conservación de las especies de primates en el mundo y del Global Forest Watch, que lleva a cabo un trabajo de seguimiento de la expansión o retracción de los bosques. Utilizaron asimismo informaciones del Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sobre la dinámica de expansión de las fronteras agrícolas y de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies de la Flora y de la Fauna Salvajes Amenazadas de Extinción (Cites).
La expansión de las fronteras agrícolas constituye la principal amenaza a la conservación de esos animales en todos los países analizados. De 1990 a 2010, alrededor de 1,5 millón de kilómetros cuadrados de las áreas con presencia de monos se destinaron a la agricultura, poniendo en riesgo a muchas especies en Brasil y en Indonesia. Durante las dos últimas décadas, esos países han perdido 46,4 millones y 23 millones de hectáreas (ha) de cobertura forestal, respectivamente. En el mismo período, la República Democrática del Congo registró una pérdida de aproximadamente 10 millones de ha de área forestal. En Madagascar ese número fue de 2,7 millones de ha.
Una de las consecuencias de la deforestación, según los investigadores, es la transformación de áreas continuas de bosque en trechos aislados. Ese efecto, llamado fragmentación, está obstruyendo las rutas de dispersión usadas por ciertos titíes (Callicebus spp.) para migrar de un sitio a otro en las selvas del sur del estado de Rondônia, en Brasil, por ejemplo.
“Los primates mantienen una amplia y compleja red de interacciones ecológicas en las selvas tropicales, actuando en la dispersión de semillas de árboles grandes, cazando algunos animales y sirviendo de presa para otros”, explica el biólogo Júlio César Bicca Marques, de la Escuela de Ciencias de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUC-RS). “La reducción de las poblaciones de esos animales desestructuraría los sistemas ecológicos que habitan, con impactos en el proceso de regeneración de los bosques”, subraya el investigador, uno de los autores del estudio publicado en la PeerJ.
Sobre la base de los datos recogidos, los investigadores desarrollaron un modelo computacional capaz de generar proyecciones sobre la expansión de las fronteras agrícolas hasta fines de este siglo en los cuatro países, y el impacto que tendría sobre las especies de primates en esas regiones. El escenario más pesimista, basado en el actual ritmo de degradación ambiental experimentado por ellos, estima que los hábitats de los primates se encogerán un 78% en Brasil, un 72% en Indonesia, un 62% en Madagascar y un 32% en la República Democrática del Congo hasta 2100. Según el estudio, Brasil tiene más que perder que los demás países porque el agronegocio aquí es mucho más fuerte y tiene un carácter más expansionista que en los otros países analizados.
Para el médico veterinario Danilo Simonini Teixeira, investigador de la Universidad de Brasilia (UnB), los datos presentados en el estudio son pertinentes y plausibles. “Las proyecciones se basan en informaciones de proyectos desarrollados desde hace más de 20 años en los países evaluados, de modo que las estimaciones tienen fundamento y son confiables”, destaca el investigador, que no participó del estudio en la PeerJ.
Una diversidad bajo amenaza
La situación es particularmente preocupante en Madagascar e Indonesia, donde viven 148 de las 439 especies de primates del mundo. Alrededor del 90% de ellas muestra un rápido declive poblacional. En Madagascar, la expansión de los campos ilegales de minería de cobalto, níquel y oro en los bosques, inclusive en áreas de protección ambiental, pone en risco a primates como el lémur de cola anillada (Lemur catta), reconocibles por su cola de rayas negras y blancas y ojos saltones de tono anaranjado. En Kalimantan, Indonesia, la minería informal de oro amenaza a los monos narigudos (Nasalis larvatus) y al taciturno gibón gris (Hylobates muelleri). “Muchos primates se capturan y se venden en las ciudades como mascotas, para el uso en la medicina tradicional o con fines místicos”, comenta Bicca Marques.
Otro enemigo de los primates es la caza comercial o de subsistencia, que se expandió en los últimos años en función del crecimiento urbano cercano a sus hábitats. Se estima que el 85% de las especies de monos son cazadas en Indonesia, el 64% en Madagascar, el 51% en la República Democrática del Congo y el 35% en Brasil. Es el caso de los monos araña (Ateles geoffroyi), frecuentemente abatidos en la Amazonia. En el Bosque Atlántico, los principales blancos son el mono capuchino de pecho amarillo (Sapajus xanthosternos) y el mono araña muriquí del sur (Brachyteles arachnoides). En la República Democrática del Congo, la caza está diezmando a los gorilas (Gorilla gorilla) y los bonobos (Pan paniscus).
“La caza es una práctica con fuertes raíces culturales y más difícil de fiscalizar que la deforestación”, asevera el bioantropólogo Mauricio Talebi, del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), campus de Diadema, uno de los autores del estudio. Él explica que la caza reduce el potencial de reposición de las poblaciones de monos de ciclo reproductivo lento. “El tiempo para que las hembras de algunas especies alcancen el período fértil puede ser de hasta 15 años”, resalta.
La contaminación por enfermedades infecciosas también favorece el declive de algunas especies de primates. Entre octubre de 2002 y enero de 2004, brotes de ébola mataron a más del 90% de los gorilas y casi el 80% de los chimpancés del Santuario de Fauna Lossi, en la República Democrática del Congo. En Brasil, de acuerdo con Talebi, desde 2016 el brote de fiebre amarilla que se abatió sobre la región Sudeste del país diezmó a miles de monos, incluidas especies amenazadas, como el sauá (Callicebus personatus) y el mono guariba (Alouatta guariba mitans).
El ecólogo Márcio Port Carvalho, del Instituto Forestal de São Paulo, recogió, él solo, a finales de diciembre de 2017, a 65 monos guariba muertos por el virus de la fiebre amarilla en el parque Huerto Forestal, en la zona norte de la cuidad de São Paulo. “El riesgo de transmisión de enfermedades es preocupante en el caso de los primates que viven cerca de regiones densamente habitadas”, explica Talebi. En Indonesia, muchos macacos cangrejeros (Macaca fascicularis) están muriendo por sarampión y rubéola.
Teixeira recuerda además que el brote de fiebre amarilla en el estado de Rio Grande do Sul entre 2008 y 2009 diezmó a más de 2 mil monos guariba y carayá negros (Alouatta caraya). “La epidemia de 2016 y 2017 fue más preocupante”, afirma Teixeira. “Tras décadas sin ser identificado en el Bosque Atlántico, el virus de la enfermedad llegó a la región y puso en riesgo a algunas especies de monos ya amenazadas por otros factores”. Para e médico veterinario, presidente de la Sociedad Brasileña de Primatología entre 2016 y 2017, es fundamental invertir en investigaciones y en la mejora de los servicios de vigilancia en salud, por medio de la expansión de los laboratorios de diagnóstico, para mitigar el impacto del virus en las poblaciones de primates en Brasil.
“Las enfermedades infecciosas representan un enorme desafío para la conservación de los monos en el mundo”, destaca el primatólogo Paulo Henrique Gomes Castro, del Centro Nacional de Primates, en Belém. “Esas poblaciones son sumamente vulnerables a los virus y sus posibles mutaciones. Aunque logremos desarrollar una vacuna apropiada para ellos, las dificultades de inmunización de las poblaciones silvestres serían un desafío”, advierte el investigador, que no participó del estudio en la PeerJ.
Acciones articuladas
Frente a todo esto, los autores del estudio abogan por una articulación entre diferentes sectores sociales, desde legisladores nacionales e internacionales hasta organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil, en pro de la conservación de los primates. “La creación de áreas de protección ambiental constituye la principal herramienta de conservación”, argumenta Talebi. Hoy en día, tan solo un 17% de las áreas de presencia de primates en Indonesia y un 14% en la República Democrática del Congo están dentro de los límites de las áreas de protección ambiental; en Brasil y Madagascar ese número se eleva al 38%.
En Indonesia, un grupo de 25 investigadores ambientales, miembros de la Alliance of Leading Environmental Researchers and Thinkers (Alert), ya se articula en ese sentido. En julio, enviaron una carta al presidente del país pidiendo la suspensión de los planes de construcción de una central hidroeléctrica en el norte de la isla de Sumatra con el argumento de que el proyecto, de costo estimado en 1.600 millones de dólares, destruirá el bosque Batang Toru, hábitat del raro orangután de Tapanuli (Pongo tapanuliensis).
Artículo científico
ESTRADA, A. et al. Primates in peril: The significance of Brazil, Madagascar, Indonesia and the Democratic Republic of the Congo for global primate conservation. PeerJ. v. 6, p. 1-57. jun. 2018.