Una pequeña empresa de análisis de datos médicos llamada Surgisphere Corp., con sede en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, y su presidente, el cirujano vascular Sapan Desai, están en el centro de un escándalo que reveló fragilidades en el proceso de revisión de artículos durante la pandemia en dos prestigiosas revistas científicas, The Lancet y The New England Journal of Medicine (NEJM), lo que también tuvo eco en el debate sobre la eficiencia de la hidroxicloroquina –un fármaco que se utiliza para combatir el paludismo– contra el covid-19.
Desai, de 41 años, fue el coautor de un artículo que salió publicado el 22 de mayo en The Lancet, que generó gran repercusión por sugerir que la hidroxicloroquina, además de no ser eficaz contra la infección causada por el nuevo coronavirus, incluso aumentaría el riesgo de mortalidad debido a complicaciones cardíacas. También firmó un artículo en NEJM, publicado el 1º de mayo, en el cual se evaluó el efecto de algunos medicamentos para enfermedades cardíacas en pacientes afectados por el nuevo coronavirus. Ambos estudios fueron retractados el 5 de junio, debido a la imposibilidad de asegurar la veracidad de sus hallazgos. Sucede que Desai se rehusó a dar a conocer los datos brutos en los cuales se basaban las conclusiones de ambos artículos, haciendo inviable la comprobación de los resultados. “Como no pudimos verificar los datos primarios ni sus fuentes ya no puedo confiar en el origen ni en la veracidad de los datos y los hallazgos que mencionan”, dijo en un comunicado a la prensa el autor principal de los trabajos, el cardiocirujano Mandeep Mehra, del Brigham and Women’s Hospital, con sede en Boston. Estados Unidos.
La participación de Sapan Desai y su empresa en ambos papers se basó en la recolección de datos atribuidos a 96 mil pacientes cuyos test dieron positivos para el virus Sars-CoV-2 en 671 hospitales de diversos países entre el 20 de diciembre de 2019 y el 14 de abril pasado. Luego de eso, Surgisphere empleó herramientas de inteligencia artificial para extraer tendencias de ese volumen de información. Así fue como se decantó por asociar el uso de la hidroxicloroquina con el aumento de las muertes por colapso cardíaco. Cuando surgieron las primeras dudas, Desai dijo que permitiría una auditoría en su banco de datos, pero finalmente comunicó que los datos eran secretos y que no estaba autorizado por los hospitales a compartirlos. Pero ni siquiera esa información pudo corroborarse. Ninguno de los hospitales que atienden pacientes con covid-19 admitió haber suministrado datos de sus pacientes a Surgisphere.
Inmediatamente después de la publicación del artículo referido a la hidroxicloroquina, surgieron críticas relacionadas con registros inconsistentes. La empresa tenía datos sobre 4.400 pacientes hospitalizados en África, una cifra que se consideró exagerada comparada con tan solo 15 mil casos reportados en el continente hasta mediados del mes de abril. Las dudas aumentaron cuando se constató que el origen de los datos era una empresa con solo seis empleados y escasa trayectoria en el mercado de la inteligencia artificial. Lo que generó extrañeza es que dicha empresa pudiera tener acceso a las historias clínicas de pacientes provistas por cientos de hospitales en todo el mundo. Las sospechas también recayeron sobre otros trabajos científicos que utilizaron los datos de Surgisphere. Ese fue el caso de un preprint, también firmado por Desai y sus colaboradores, publicado el 14 de abril, que sugería la eficiencia de un medicamento vermífugo, la ivermectina, contra el covid-19, lo que impulsó a varios países a poner a prueba ese fármaco. Luego de la retractación del artículo sobre la hidroxicloroquina, la prepublicación que alude a la ivermectina también fue eliminada por los autores.
Sapan Desai fundó Surgisphere en 2007, cuando cursaba su residencia médica en la Universidad Duke. Al comienzo, la empresa producía manuales de medicina y libros didácticos. Con el tiempo, se especializó en el análisis de registros hospitalarios. En una entrevista concedida a una emisora de televisión de Turquía, cuando se publicó el artículo en The Lancet, él llegó a decir que sus herramientas de big data aplicadas a los datos de los pacientes podrían tornar prescindible “la realización de ensayos clínicos aleatorios”.
Entonces la conexión del dueño de Surgisphere con el resto de los autores de los artículos comenzó a investigarse. Hasta ese momento, nunca habían trabajado juntos. El autor principal de los trabajos, Mandeep Mehra, es un renombrado experto en trasplantes cardíacos. El hecho de que dos revistas hayan aceptado evaluar los artículos bajo el régimen de fast-track, en el cual se realiza una revisión rápida por pares para disponer rápidamente de resultados de interés público, se atribuyó a su prestigio. Mehra ya conocía desde hacía un tiempo a otro de los autores, el cirujano torácico Amit Patel, cofundador de una empresa de terapias genéticas denominada Triple Gene, para el tratamiento de enfermedades cardíacas y disfunciones sexuales. Patel se había desempeñado como cirujano en la Facultad de Medicina de la Universidad de Miami y como profesor voluntario en la Universidad de Utah, ambas en Estados Unidos. Mehra había trabajado en Triple Gene en un proyecto sobre el uso de células madre para el tratamiento de enfermedades cardiovasculares. Y fue Patel quien le presentó a Mehra a Desai.
Para Jerome Kassirer, quien fuera editor en jefe de NEJM en la década de 1990, la falla de las revistas consistió en no haber sometido los trabajos a un análisis más exhaustivo. En una entrevista que le concedió a la revista Science, calificó como algo “completamente extravagante” a la colaboración entre investigadores con actividades aparentemente dispares, algunos de ellos con vínculos débiles con instituciones, y que jamás habían trabajado juntos anteriormente. En circunstancias normales, dice, ese conjunto de características ajenas a lo habitual sería suficiente como para estar prevenidos en la revisión por pares y reforzar los cuidados. La experta en bioética Wendy Rogers, de la Universidad Macquarie en Sídney, Australia, le dijo a la revista Nature que los editores de las revistas deberían haber sido más inquisitivos ante una recolección de datos tan amplia, en hospitales de todo el mundo, y realizada en medio de una pandemia. “Hay tanta prisa en la investigación que se lleva a cabo sobre el covid-19 que se está publicando todo tipo de trabajos”, advirtió. Los editores de The Lancet y de NEJM no se pronunciaron al respecto de las críticas.
Pero la retractación del artículo sobre la hidroxicloroquina resultó insuficiente como para rehabilitar al medicamento. A comienzos de junio se publicaron tres estudios científicos realizados con una gran cantidad de pacientes, dos de ellos con personas expuestas al virus y en riesgo de contagio y una con pacientes con covid-19 internados en estado grave. En los tres casos, la conclusión es que no existe ningún beneficio en la utilización de la droga. “Sería mejor prestarle atención a otros medicamentos que realmente puedan funcionar”, expresó Eric Topol, director del Instituto Scripps de Investigación Traslacional en la ciudad de San Diego, California (EE.UU.), en la revista Science.
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