Nunca olvidaré la primera vez que pisé el Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de São Paulo (IEB-USP), en abril de 2005. Parafraseando al filósofo francés Jules Michelet [1798-1874], cuando entré en las “catacumbas manuscritas”, percibí que allí había un susurro de algo que no pertenecía a la muerte. Desde entonces, los archivos me han tomado de una manera tal que no he podido revertirlo. Cambié mi ciudad natal por São Paulo, las aulas infantiles y una carrera modesta pero exitosa en el magisterio, por el amor a los documentos y la investigación.
Nací en Jundiaí [São Paulo], en 1981. Mi padre, la primera generación de su familia que cursó estudios superiores, se graduó en la Facultad de Tecnología de São Paulo. Mi madre, poseedora de una habilidad artística impresionante, trabajó durante más de 30 años vendiendo bananas en los mercados callejeros de Jundiaí. Nunca tuvimos la posibilidad de viajar al exterior, pero mi hermana menor y yo siempre tuvimos libros e hicimos muchos sacrificios para poder estudiar. Ella se graduó en Derecho y fue la primera de la familia en obtener un doctorado.
En cuanto egresé de la enseñanza fundamental, en la segunda mitad de la década de 1990, vi en la docencia una oportunidad profesional y también una forma de superar mi timidez. En 2001 ingresé a la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo [FFLCH-USP], en la capital paulista. Como seguía viviendo en Jundiaí, iba y venía de São Paulo cada día, junto a un grupo de estudiantes de otras carreras de la USP.
En simultáneo a mi ingreso a la universidad, me invitaron a trabajar como asistente de los docentes de enseñanza fundamental en el colegio católico privado donde había estudiado en Jundiaí. Como en la carrera había optado por especializarme en español, poco tiempo después empecé a dar clases de este idioma a los seminaristas de la escuela donde trabajaba, así como de inglés a los niños de la educación infantil. Un murmullo interno porque mi formación no era en inglés me llevó a poner el cargo a disposición. Sin embargo, lo que asomaba como un problema se tradujo en una oportunidad. La dirección del colegio no quiso dejarme ir, pero redujeron mi carga horaria: empecé a trabajar cuatro días en Jundiaí y pasaba los viernes completos en la USP.
Eso me permitió una participación mayor en las actividades universitarias. En teoría, mi carrera duraría cuatro años, pero se extendió a siete. En la carrera de letras me topé con asignaturas estupendas como, por ejemplo, tupí, literatura infantil y cultura judía, y asistí a varias de ellas. En ese trayecto, obtuve la licenciatura y el profesorado en portugués y español. A la par, trabajaba en escuelas de Jundiaí.
En 2001, durante el primer año de la carrera, ingresé a un grupo de estudios en la FFLCH sobre el escritor pernambucano Osman Lins [1924-1978], coordinado por la profesora Sandra Margarida Nitrini. Cuatro años después, ella me invitó a sumarme al equipo que iba a organizar la colección de Lins, que se conservaba en el IEB. Posteriormente, en 2006, la profesora Marta Rossetti Batista [1940-2007], del IEB, me convocó para colaborar igualmente con el archivo de la artista modernista Anita Malfatti [1889-1964], que también se está a resguardo en la institución.
Enterada de mi pasión por el área, la profesora Flávia Camargo Toni me ofreció una beca en el curso de Organización de Archivos del IEB, que acepté de inmediato. De 2007 a 2008 asistí a clases con el triunvirato de profesoras de la archivología paulista de la USP, Heloísa Bellotto [1935-2023], Ana Maria de Almeida Camargo [1945-2023] y Johanna Smit. Ellas balizaron nuestra escuela de documentación en São Paulo.
Me fui dando cuenta de que esa actividad tenía todo que ver conmigo, porque la archivología es un área tan interdisciplinaria como yo. Asimismo, en el caso del IEB, podía aunar dos cosas que me encantan: artes y literatura. Así, entre 2005 y 2008, repartí mi tiempo entre esos trabajos temporales en el IEB y mis dos empleos fijos como docente en Jundiaí. Pero el amor por los documentos y la investigación fue más fuerte y decidí arriesgarme: presenté mi renuncia a los dos empleos en mi ciudad natal y en 2008 me mudé definitivamente a São Paulo.
La suerte quiso que, mientras hacía equilibrio con trabajos informales, se abrió un concurso para el IEB y conseguí el puesto en 2009. Pocos meses después, producto de una reestructuración interna, tuve mi prueba de fuego al asumir la coordinación del archivo. Por entonces, hacía mi investigación de maestría en teoría literaria y literatura comparada en la FFLCH-USP sobre Osman Lins. Entonces asumí una importante misión: trasladar el archivo del IEB de la antigua sede al complejo Brasiliana, ambos en la USP. El proceso demandó unos cinco años y, entre 2010 y 2015, se trasladaron alrededor de 500.000 documentos en 5.000 cajas.
Muchas de las colecciones en las que tuve la oportunidad de trabajar me han marcado sobremanera. Después de Osman Lins y Anita Malfatti, empecé a organizar, junto con el profesor Alexandre de Freitas Barbosa, el archivo del historiador Caio Prado Junior [1907-1990]. En este trajín con los archivos, descubrí, por ejemplo, otras facetas del escritor Mário de Andrade [1893-1945], quien también fue funcionario público y en la década de 1930 dirigió el Departamento de Cultura de la ciudad de São Paulo, un cargo equivalente a una secretaría municipal. Otro momento inolvidable fue cuando me encargaron, por primera vez, retirar un archivo personal de una vivienda. En este caso, se trataba de la colección de objetos que habían pertenecido al geógrafo Milton Santos [1926-2001].
En 2020 comencé a desarrollar mi investigación doctoral en el Departamento de Ciencias de la Información de la Unesp [Universidade Estadual Paulista]. Estoy investigando las políticas de incorporación y gestión de los archivos personales de los matrimonios de intelectuales. La idea surgió cuando fui a retirar para el IEB los documentos de la diseñadora Emilie Chamie [1927-2000] y del poeta Mário Chamie [1933-2011], y se me dificultó discernir dónde terminaba una colección y comenzaba la otra. Poco después, el instituto recibió las colecciones del crítico literario Antonio Candido [1918-2017] y de la ensayista Gilda de Mello e Souza [1919-2005] y me topé con el mismo interrogante. Me fijé en otras colecciones de este tipo, como las de Osman Lins y su segunda esposa, la escritora y publicista Julieta de Godoy Ladeira [1927-1997], e incluso en las colecciones de la funcionaria pública Aracy de Carvalho [1908-2011] y el escritor y diplomático Guimarães Rosa [1908-1967]. Pude notar que esta intersección entre dos conjuntos de documentos representaba un problema práctico que imponía un reto a la teoría archivística y así nació mi investigación. Tengo previsto defender mi tesis a principios del año que viene.
En los últimos años, cambié la coordinación del archivo por la asistencia a la investigación, una labor que me ha hecho muy feliz y en la que he podido hacer mi aporte a una serie de estudios. Ahora estoy cumpliendo otra función, en la que estoy a cargo del procesamiento de documentos y la gestión de proyectos. Para mí, independientemente del cargo, es un gran honor ser una de las guardianas de la memoria nacional depositada en el IEB.
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