Casi el 97% de las áreas deforestadas en Brasil el año pasado estaba comprendido dentro de sus dos biomas más extensos, la Amazonia y el Cerrado, la sabana tropical brasileña, que abarcan la mitad y algo más de una quinta parte del territorio nacional, respectivamente. En 2019, se deforestaron unos 12.000 kilómetros cuadrados (km2) de vegetación nativa en el país, lo que equivale a una vez y media la superficie sumada de los 39 municipios que componen el Área Metropolitana de São Paulo. Del total del territorio devastado, el 63% correspondía a la Amazonia y el 33,5% al Cerrado. En el resto de los ecosistemas del país (Pantanal, Caatinga, Bosque Atlántico y Pampa), las áreas con vegetación eliminada sumaron unos 400 km2 (vea el gráfico). La mitad de la superficie deforestada del país se concentraba en tres estados: Pará (2.990 km2), Mato Grosso (2.020 km2) y Amazonas (1.260 km2). Cincuenta municipios, la mayor parte de la región norte, concentraron la mitad del desmonte total.
Estos datos forman parte del Primeiro relatório anual do desmatamento no Brasil [Primer Informe Anual sobre la Deforestación en Brasil], presentado hacia el final del mes de mayo por MapBiomas, una iniciativa de Observatorio do Clima, una organización no gubernamental (ONG) que reúne a 36 entidades de la sociedad civil brasileña, dedicada a cartografiar del uso de la tierra en el país. Según el documento, más del 99% de la deforestación se llevó a cabo de manera ilegal, es decir, sin autorización para la tala o en zonas prohibidas. “Somos el país que más deforesta en el mundo. Indonesia, que ocupa el segundo lugar, desmonta anualmente una superficie inferior a la mitad de la suprimida en Brasil”, dice el ingeniero forestal Tasso Azevedo, coordinador de MapBiomas. Pero el territorio de este país asiático, donde viven 260 millones de personas, equivale a una cuarta parte de Brasil.
El informe hace un recuento de las áreas taladas a partir de 0,003 km2 (3 mil metros cuadrados), aproximadamente la mitad del tamaño de una cancha de fútbol. Mediante un cotejo cruzado de los datos del Catastro Ambiental Rural (CAR), de los permisos de corte de vegetación y los planes de manejo forestal, el estudio también determinó si la supresión de la vegetación se produjo en unidades de conservación y en tierras indígenas. En el año 2019, hubo al menos un alerta de deforestación en el 16% de las 1.453 áreas registradas en el Catastro Nacional de Unidades de Conservación y en el 37% de las 573 tierras indígenas ubicadas en el territorio nacional.
Mediante el uso de una metodología propia para definir la situación de cada bioma, el informe adopta tres programas de vigilancia diferentes de acceso público y gratuito como fuente de sus datos sobre la deforestación. En el caso de la Amazonia, se utilizaron las advertencias emitidas por el Sistema de Detección del Desmonte en Tiempo Real (Deter) del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) y por el Sistema de Alerta de Deforestación (SAD) del Instituto do Homem e o Meio Ambiente da Amazônia (Imazon), una organización ambientalista que opera en la región norte. Los datos del Cerrado vinieron solamente del Deter. La situación de los demás ecosistemas se tomó de la información suministrada por el Global Land Analysis & Discovery (Glad), una iniciativa de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos.
Por ser el primero, el nuevo informe no puede servir como base para hacer comparaciones con el pasado e inferir tendencias sobre el aumento y la disminución de la deforestación. Pero otros estudios indican que el desmonte ha ido en aumento en la Amazonia desde el año pasado, tras haber disminuido entre 2005 y mediados de la última década. El Inpe, responsable de medir las tasas oficiales de deforestación en la Amazonia (y también en el Cerrado), aún no ha fijó la cifra consolidada para 2019. Por el momento, solo ha publicado una estimación de que la deforestación del año pasado alcanzó unos 9.762 km2, un incremento de casi un 30% en comparación con 2018. Para este mes (junio), la cifra final de la tasa de deforestación todavía debe calcularse y divulgarse. “Seguramente la tendencia de crecimiento de la deforestación del año pasado se mantendrá”, comenta Cláudio Almeida, especialista en monitoreo remoto y coordinador del Programa de Monitoreo de la Amazonia y otros Biomas del Inpe. “Históricamente, el registro consolidado presenta una variación media del 4%, más o menos, en relación con la estimación preliminar”.
La cifra provisoria de deforestación en la Amazonia calculada por el Inpe es mayor a la que registra el trabajo de MapBiomas debido a tres grandes diferencias metodológicas. En sus análisis, el instituto federal y la ONG toman como referencia diferentes sistemas de monitoreo para la deforestación y no adoptan exactamente la misma zona geográfica ni el mismo período de observación. Además del Deter, cuya función principal consiste en emitir advertencias sobre los focos activos de remoción de bosques con el propósito de orientar las actividades de inspección del Instituto Brasileño del Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama), el Inpe mantiene el Programa de Monitoreo de la Deforestación de la Amazonia Legal (Prodes). Este programa, creado en 1998, considera como deforestación a la eliminación de toda y cualquier tipo de vegetación, lo que se denomina corte al ras, en un área de al menos 0,0625 km2 (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 283).
Copernicus Sentinel-1/ ESA
Imágenes de radar superpuestas muestran la deforestación en parte del estado de Mato Grosso: las zonas azules fueron taladas en 2015, las verdes en 2017 y las rojas en 2019; en los sectores grises no se detectaron cambios significativos
Copernicus Sentinel-1/ ESALos datos oficiales de la tasa de deforestación anual publicados por el Inpe provienen del Prodes y se refieren a la Amazonia Legal, una definición político-administrativa que, además de las áreas de selva tropical húmeda, abarca una pequeña porción del Cerrado. MapBiomas utiliza el Deter como fuente de sus cálculos y trabaja con el concepto de ecosistema amazónico, teniendo en cuenta los límites geográficos de ese bioma definidos por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Por último, MapBiomas utiliza los datos de enero a diciembre de 2019 en su informe para calcular el índice de deforestación del año pasado en todo Brasil. En el caso del Inpe, el Prodes computa los registros desde agosto de un año hasta julio del año siguiente. Por lo tanto, la tasa de deforestación de 2019 incluye la información obtenida entre agosto de 2018 y julio de 2019.
Los datos a corto plazo indican que la tala de la vegetación nativa en la región norte prosigue a un ritmo acelerado, incluso después del arribo de la pandemia de covid-19 al país. Según el último boletín informativo del Imazon, en la Amazonia Legal se deforestaron 1.073 km2 entre enero y abril de 2020. Se registró un aumento del 133% en la superficie devastada en comparación con el mismo período de 2019. Los datos proceden del SAD, creado en 2008 por el Imazon, que utiliza imágenes de observación de la Tierra proporcionadas por los satélites de la familia Landsat, pertenecientes a la agencia espacial estadounidense (Nasa), y Sentinel, de la Agencia Espacial Europea (ESA). El sistema es capaz de detectar la tala de la vegetación en áreas de 0,01 km2 (una hectárea). Los datos del Deter, del Inpe, esbozan una tendencia similar. En el primer cuatrimestre de 2020, ese sistema registró el mayor número de alertas de deforestación en la Amazonia de los últimos cinco años. Entre enero y abril de este año, la deforestación afectó a una superficie de 1.202,4 km2, un área que representa un 55% más que en igual período de 2019.
La superficie deforestada en el país durante el año pasado es un 50% mayor que la que ocupa el Área Metropolitana de São Paulo
La situación también es preocupante en otros biomas del país. En el transcurso de una década y media, el Cerrado, donde se concentra gran parte de la agroindustria nacional, ha reducido la superficie deforestada anualmente a una cuarta parte. Pero desde 2016, esa reducción significativa de las cifras viene frenándose. Oscila entre 7.000 y 6.500 km2 deforestados cada 12 meses, según apunta el sistema Prodes. En el Bosque Atlántico, el bioma más devastado históricamente, donde se concentra más del 70% de la población brasileña, la deforestación, que venía disminuyendo desde 2016, ha vuelto a aumentar. Según un estudio publicado el mes pasado por la fundación SOS Mata Atlântica en colaboración con el Inpe, la supresión de la vegetación en ese bioma aumentó un 27,2% en el período 2018/2019 en comparación con el período anterior. Se talaron 145 km2. Más de la mitad del desmonte se registró en dos estados, Minas Gerais y Bahía. En São Paulo se eliminaron 0,43 km2 del bioma, menos de la mitad de lo que se había registrado en el período anterior. “Por primera vez, dos estados fueron capaces de reducir a cero la deforestación: Alagoas y Rio Grande do Norte”, comentó Marcia Hirota, directora ejecutiva de SOS Mata Atlântica, en un comunicado de prensa.
Como todavía no hay programas específicos para monitorear continuamente la deforestación en los otros biomas brasileños (Caatinga, Pantanal y Pampa), es difícil saber con exactitud lo que está sucediendo en esos ecosistemas. “Actualmente hacemos este trabajo con la Amazonia y el Cerrado. Pero para 2022 extenderemos este servicio a los otros biomas”, dice Cláudio Almeida, del Inpe.
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