En el año 2016, la historiadora estadounidense Barbara Weinstein, de la Universidad de Nueva York (NYU), publicó un artículo en la Revista Brasileira de História, en el cual se preguntaba: “¿Sigo siendo una brasileñista?” En dicho artículo, la historiadora reconoce que su campo de investigación científica sigue siendo Brasil, pero plantea sus dudas acerca de la pertinencia del brasileñismo como noción. En ese trabajo pone en palabras una cierta extrañeza al respecto del referido término, cuya definición más generalizada es la de un investigador que estudia Brasil desde el exterior, tanto si es extranjero como si es brasileño. Al entendérselo así, hace alusión a una rama de los “estudios de área” comunes en Estados Unidos: entre los “latinoamericanistas” también hay “mexicanistas” y “cubanistas”. En este caso, el brasileñista es aquel que estudia el país con la intención de explicárselo a un público extranjero. Sin embargo, los estudios sobre Brasil presentan particularidades, merced a las cuales el término brasileñista es más habitual.
“Aún es un concepto pertinente, más, sin duda, que otras especializaciones latinoamericanas”, analiza Weinstein. “Aunque en Estados Unidos es casi imposible especializarse o hallar un empleo exclusivo en historia de Brasil, especializarse en este país tiene sentido, en el marco de los estudios de Latinoamérica, de la diáspora africana u otros. Es más fácil moverse entre los países hispanohablantes, por ejemplo, pero Brasil tiene otro idioma, otra historia y una dimensión muy grande”, añade.
Weinstein, que es autora de libros tales como The Amazon rubber boom (Stanford University Press, 1983), sobre el ciclo del caucho en la Amazonia, For social peace in Brazil (University of North Carolina Press, 1996), que aborda los servicios sociales creados por la clase empresarial de São Paulo, y The color of modernity (Duke University Press, 2015), sobre el papel de las ideas raciales en la construcción de la imagen autopercibida de São Paulo, añade que la manera actual de estudiar Brasil es diferente a la del siglo pasado, cuando se procuraba entender un país como una totalidad con un proceso histórico propio. “Las nuevas generaciones están más preocupadas por los temas. Ya no se piensa en términos de la historia de una nación. Por eso se habla de una ‘historia del mundo atlántico’, de la diáspora africana, de los movimientos indígenas y así sucesivamente. Es algo que escapa a los contextos nacionales”.
La historiadora explica que hoy en día difícilmente se haría una investigación llamada “historia de las relaciones de género en Brasil”, por ejemplo. “¿Por qué se llamaría así? ¿Qué tienen de particular las relaciones de género aquí?” En cambio, podría investigarse la “historia del sufragio femenino en Brasil”. “En este caso, lo que se estudia son las singularidades acerca de cómo se logró y evolucionó en el país el voto de las mujeres, algo que no puede entenderse mirando solo a Brasil e ignorando la trayectoria internacional”, dice. “Temas como este, a un mismo tiempo caben y no caben en la nación”.
Según Weinstein, el final de la Guerra Fría (1947-1991) representó, por un lado, un enfriamiento del interés de Estados Unidos por Brasil y por América Latina en su conjunto, ya que la amenaza de la expansión soviética se diluyó. Por otro, amplió el abanico de temas que los investigadores analizan mediante temáticas transnacionales como la trata de esclavizados, las relaciones de género y raza o el desarrollo urbano. De este modo, si las generaciones anteriores estaban compuestas mayormente por historiadores, a los que se sumaban algunos politólogos y economistas, entre los expertos actuales también hay geógrafos, antropólogos y críticos literarios.
Son estos cambios de perspectiva los que plantean dudas sobre la pertinencia del concepto. El geógrafo estadounidense Jeff Garmany, de la Universidad de Melbourne, en Australia, dice que no se considera un brasileñista, pese a que investiga temas urbanos en Brasil y a haber escrito en 2019 el libro Understanding contemporary Brazil (Routledge, 2019), en coautoría con el politólogo estadounidense Anthony Pereira, director del Kimberly Green Latin American and Caribbean Center, de la Universidad Internacional de Florida, en Miami (EE. UU.).
“No utilizo ese término cuando hablo de mí, pero otras personas me definen así. Soy un geógrafo que estudia el desarrollo urbano y político, específicamente aquellos temas vinculados con la desigualdad. Mis investigaciones siempre han tenido raigambre en Brasil y mi trabajo tiene que ver con los debates internacionales en teoría política y urbana, a partir del contexto empírico brasileño”, resume. “En la actualidad, creo que brasileñista es un término más utilizado para clasificar el trabajo de otras personas que para definir una verdadera disciplina de estudio”.
Así y todo, el concepto se sigue utilizando, incluso en la prensa brasileña, que a menudo consulta a expertos extranjeros sobre las cuestiones nacionales. Su uso refleja un proceso histórico que entraña cierta dosis de rivalidad, pero también una amplia colaboración. En 1990, el historiador José Carlos Sebe Bom Meihy, docente jubilado del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP), publicó el libro intitulado A colônia brasilianista: História oral da vida acadêmica (editorial Nova Stella), en el cual realizó entrevistas con extranjeros dedicados al estudio de Brasil. Sebe Bom Meihy llega a afirmar que el “antibrasileñismo” es “una enfermedad infantil de la historiografía brasileña” y critica el rechazo de los intelectuales brasileños al trabajo de los investigadores forasteros.
Además de historiadores, politólogos y economistas, actualmente entre los brasileñistas también hay geógrafos, antropólogos y críticos literarios
Parte de esta resistencia proviene del hecho de que, tras el golpe de Estado de 1964, se impuso a los investigadores brasileños restricciones distintas a las de los extranjeros para acceder a los archivos públicos. Este fue el caso del historiador estadounidense Robert M. Levine (1941-2003), de la Universidad de Miami, quien desde los primeros años del régimen de excepción tuvo acceso a los documentos del Departamento de Orden Político y Social (DOPS) de la dictadura de Getúlio Vargas (1882-1954), entre 1930 y 1945. Ese episodio generó malestar entre los colegas brasileños de Levine, quienes protestaron contra lo que consideraron un favoritismo hacia un extranjero. Aun así, el libro que publicó se convirtió en una de las principales referencias sobre el período varguista, aunque en Brasil estuvo censurado hasta 1980.
Por otra parte, los estudiosos extranjeros, a menudo en colaboración con investigadores brasileños, no solo contribuyeron para proponer interpretaciones sobre Brasil al resto del mundo, sino que también estimularon algunas áreas de investigación en el país. El estadounidense Werner Baer (1931-2016), economista de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, realizó un importante aporte institucional en ese sentido. Entre las décadas de 1960 y 1980, participó en la creación de programas de posgrado en la disciplina en universidades brasileñas, entre ellas la USP, la de Brasilia (UnB) y la Federal de Minas Gerais (UFMG). Baer también fue uno de los fundadores de la Asociación Nacional de Centros de Posgrado en Economía (Anpec).
Este tipo de colaboración se produjo cuando Brasil todavía no disponía del vasto sistema universitario actual, con su amplia producción intelectual y su inserción internacional. En la actualidad, no obstante, la interacción entre brasileños y extranjeros es aún más intensa y necesaria, analiza el historiador brasileño Sidney Chalhoub, de la Universidad Harvard y presidente de Brasilian Studies Association (Brasa). “Nadie puede ser tomado como un brasileñista en serio en Estados Unidos, escribiendo para lectores estadounidenses, sin tener en cuenta la producción realizada en Brasil y sin un profundo diálogo con la literatura académica brasileña”, sostiene, y añade que una de las misiones de Brasa es funcionar como nexo entre los extranjeros y expatriados y los investigadores instalados en las universidades brasileñas.
La entidad, fundada en 1992 a partir de la Latin American Studies Association (Lasa), es la más importante en cuanto a la difusión de estudios brasileños en el exterior. “Brasa es un reconocimiento a la posición sui géneris de Brasil en el continente”, dice Chalhoub. “En Lasa, Brasil se diluye. En los programas de las carreras de historia latinoamericana, Brasil representa el 10 % o menos de las clases, aunque tenga el 40 % del territorio y de la población. En Brasa, Brasil ocupa el lugar que le corresponde por su importancia”.
El historiador estadounidense Kenneth Serbin, de la Universidad de San Diego, en California (EE.UU.), quien fue presidente de Brasa entre 2006 y 2008, además de haber coordinado la sección de Brasil en Lasa, dice que “una entidad de brasileñistas sirve para generar más brasileñistas”, frase que atribuye al politólogo estadounidense Timothy Power, de Oxford. “Esa era mi misión cuando fui presidente de Brasa. ¿Cómo cumplirla? Promoviendo lo que yo mismo hice en 1986: los viajes a Brasil”, sintetiza Serbin. “Logramos reunir presupuesto suficiente como para crear una beca de iniciación en Brasil llamada BIS, que financia a dos o tres personas por año en el país para realizar investigaciones de campo”. La entidad organiza congresos bienales y concede distinciones como el Premio Roberto Reis para libros que tratan sobre Brasil.
Daniel Almeida
En Europa se creó una institución similar a Brasa en 2017, durante el primer Congreso Europeo de Brasileñistas celebrado en Leiden, en los Países Bajos: la Asociación de Brasileñistas de Europa (Abre). La iniciativa partió de la neerlandesa Marianne Wiesebron, coordinadora de la cátedra de Estudios Brasileños de la Universidad de Leiden, y de la historiadora brasileña Mônica Raisa Schpun, de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. “Los brasileñistas europeos normalmente colaboran con sus pares de Brasil, pero ellos mismos a menudo no se conocen entre sí. La asociación se propone modificar esta realidad”, dice la checa Šárka Grauová, docente de literatura portuguesa en la Universidad Carolina, de Praga, y actual presidenta de la entidad, que actualmente está integrada por 237 investigadores residentes en Europa, distribuidos en 16 países del continente. Abre también organiza congresos bienales y cada año concede un premio a la mejor tesis doctoral.
Para Grauová, la particularidad principal del brasileñismo en Europa, en comparación con Estados Unidos, reside en que el Viejo Continente, conformado por varios países, tradiciones e idiomas, produce interpretaciones más variadas de Brasil, su objeto de estudio. “En el marco del Tercer Congreso de Abre, celebrado en Praga, hubo un panel dedicado a la recepción de Machado de Assis [1839-1908] en diversos países europeos. Aprendimos mucho, no solo sobre los distintos historiales, sino también sobre la riqueza de interpretaciones posibles, suscitadas por los diversos contextos”, resume. Grauová sostiene que la historia del brasileñismo europeo es diferente a la estadounidense porque sus raíces indagan más en los estudios de la lengua y la literatura que en las ciencias sociales.
En su libro de entrevistas, Meihy propone una clasificación de las generaciones de brasileñistas empezando por los “pioneros”, que estudiaron el país por distintas razones, incluido el interés personal. Una de las primeras referencias a un brasileñista en una publicación académica extranjera menciona al estadounidense Samuel Putnam (1892-1950), quien tradujo en inglés la obra Os Sertões, de Euclides da Cunha (1866-1909). En 1971, el historiador estadounidense C. Harvey Gardiner (1913-2000) publicó un artículo académico argumentando que el traductor cumplió un rol preponderante en la difusión del interés por Brasil en estados Unidos. El antropólogo Charles Wagley (1913-1991) y el historiador Richard Morse (1922-2001), ambos estadounidenses, son representantes de esa generación.
Los de la segunda camada de brasileñistas fueron llamados “hijos de Castro” por Meihy, y dicha tanda corresponde al momento en el que el término brasileñista se volvió habitual en la prensa brasileña. La denominación surge a partir de la respuesta de Estados Unidos a la Revolución Cubana de 1959, que llevó al poder a Fidel Castro (1926-2016): para evitar que otros regímenes comunistas se instalaran en el continente, el Departamento de Estado pasó a financiar estudios sobre los países de la región, especialmente del más rico y extenso de todos, Brasil. Las fundaciones Ford y Tinker, así como el Consejo de Investigación de Ciencias Sociales (SSRC, por sus siglas en inglés) instituyeron becas de investigación para estudios latinoamericanos, mientras que el Congreso de Estados Unidos sancionó el National Defense Education Act para financiar estudios sobre áreas sensibles del mundo, entre ellas América Latina. En una entrevista, el historiador brasileño José Honório Rodrigues (1913-1987) relata que en aquel período recibió ofertas para trabajar en universidades estadounidenses con un sueldo equivalente al de un general del Ejército del país.
Muchos de los “hijos de Castro” eran historiadores. Entre ellos, despuntan el británico Kenneth Maxwell, de la Universidad Harvard, y los estadounidenses Warren Dean (1932-1994) y Stuart Schwartz, de la Universidad Yale. De este período sobresale la obra del historiador y antropólogo Ralph Della Cava, también estadounidense, del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Columbia, en Nueva York, quien publicó una de las obras principales sobre el Padre Cícero (1844-1934): Milagre em Joazeiro (Paz e Terra), en 1970. Sin ambages, al ser entrevistado por Meihy, el también estadounidense Thomas Skidmore (1932-2016) declaró que “la motivación que [lo] llevó a estudiar Brasil dependía del contexto político estadounidense y sus repercusiones en el sistema universitario del país”.
Weinstein forma parte de la tercera generación, que comienza a publicar allá por la década de 1980: corresponde a los especialistas, según la clasificación de Meihy. Los investigadores de este período ya no tienen tanto vínculo con la coyuntura estadounidense y mayormente se centran en Brasil por Brasil mismo, profundizando el diálogo con la producción intelectual brasileña. El libro Além do Carnaval: A homossexualidade masculina no Brasil do século XX [Más allá del Carnaval: la homosexualidad masculina en Brasil durante el siglo XX (editorial Unesp, 1999), del historiador estadounidense James Green, de la Universidad Brown, se considera un hito de los estudios de la cultura homosexual en Brasil.
Según la clasificación de Meihy, los brasileñistas se dividen en “pioneros”, “hijos de Castro” y “expertos”
Otro historiador estadounidense, John French, de la Universidad Duke, relata que, a finales de la década de 1970, cuando se aprestaba a comenzar su doctorado sobre México, bajo la dirección de la historiadora brasileña Emilia Viotti da Costa (1928-2017), en la Universidad Yale, esta le preguntó si tenía interés en algún otro tema, ya que sería una dedicación para toda la vida. “Por entonces, el movimiento obrero del ABC paulista [la zona industrial conformada por siete municipios del Área Metropolitana de São Paulo] tuvo una gran repercusión en la prensa, porque estaba haciendo las primeras huelgas contra el régimen militar (1964-1985). Y así fue que me especialicé en el tema”, recuerda. Su libro más reciente es una biografía de Luiz Inácio Lula da Silva, el líder principal de las huelgas, quien más tarde sería electo en tres oportunidades presidente del país.
Fue en aquel período que Serbin conoció Brasil. “Ese viaje cambió mi vida. Yo quería estudiar México y terminé casándome con una brasileña y hoy en día me considero una persona bicultural. Brasil se convirtió en mi segundo hogar”, dice. Comenta que, gracias a su amistad con una novicia luxemburguesa enviada a São Paulo, le presentaron a miembros del clero de la época. Así fue que se convirtió en autor de libros sobre la Iglesia Católica brasileña.
En la actualidad, un tema recurrente en los estudios sobre Brasil lo constituyen las relaciones raciales, ya sea en el análisis de las particularidades de la esclavitud que se practicaba en el país o en sus repercusiones actuales. “Es imposible estudiar Brasil sin tratar la cuestión de la esclavitud y el tema racial”, dice French, de la Universidad Duke. “Brasil es un país de jerarquías muy marcadas: regionales, raciales, de género. Esto hay que tenerlo en cuenta”. En este campo indaga la obra de la politóloga estadounidense Gladys Mitchell-Walthour, de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee (EE. UU.), presidenta de Brasa entre 2018 y 2020. Actualmente ella estudia las políticas de transferencia de ingresos y acciones afirmativas en Brasil, en comparación con iniciativas paralelas en Estados Unidos.
French también desarrolla una investigación sobre acciones afirmativas, en colaboración con el jurista Silvio Almeida, de la Universidad Presbiteriana Mackenzie. Sus estudios se centran en el dictamen del Supremo Tribunal Federal (STF), la Corte Suprema de Brasil, sobre la ley de cupos, en 2012. “Analizamos quiénes fueron las personas que participaron en las audiencias. La mayoría eran blancas, pero también estaban los grupos del movimiento negro. Lo que procuramos responder es: ¿cuál fue el discurso? ¿Y su estrategia? ¿Cómo lograron imponerse y que se promulgue la ley de cupos?”, resume.
También hay brasileñistas que trabajan con la obra de grandes escritores o pensadores brasileños. Es el caso de Grauová, que escribió varios artículos sobre Lima Barreto (1881-1922), y además publicó artículos sobre autores tales como Machado de Assis, Mário de Andrade (1893-1945) y Chico Buarque de Holanda. En Estados Unidos, la crítica literaria estadounidense Peggy Sharpe, de la Universidad del Estado de Florida, se dedica a investigar escritoras brasileñas, entre ellas Marina Colasanti, Adalzira Bittencourt (1904-1976), Júlia Lopes de Almeida (1862-1934) y Nísia Floresta (1810-1885). En Alemania, el teórico literario alemán Berthold Zilly acumula una extensa producción sobre Euclides da Cunha (1866-1909).
Otro tema que ha ido ganando terreno y actualmente atrae a muchos estudiosos es la cuestión ambiental, sobre todo desde la perspectiva de la ocupación de la Amazonia. “Los estudiantes de grado y de posgrado muestran un interés creciente por la cuestión amazónica”, dice Serbin. “La preocupación por la selva refleja la comprensión cada vez más generalizada de que lo que sucede en un lugar repercute en todo el planeta”, coincide Garmany.
Artículos científicos
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Libros
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GARMANY, J. y PEREIRA, A. Understanding contemporary Brazil. Londres: Routledge, 2019.
MITCHELL-WALTHOUR, G. The politics of blackness. Racial identity and political behavior in contemporary Brazil. Cambridge: Cambridge University Press, 2018.
SERBIN, K. From revolution to power in Brazil. How radical leftists embraced capitalism and struggled for leadership. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 2019.
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