La muchacha que pasaría a la posteridad como Luzia vivió hace alrededor de 11 mil años en alguna cueva de lo que actualmente se conoce como Lagoa Santa, en el estado de Minas Gerais. Ella no habría podido imaginarse que en el siglo XXI su apariencia y ascendencia serían misterios que desvelarían a los expertos. La secuenciación del material genético de sus coterráneos y contemporáneos –no el de ella– ahora sugiere que ese rostro de labios gruesos y nariz ancha con el que se la identificó en el relato sobre la ocupación humana de América probablemente no represente la realidad. “Luzia era una india, sus antepasados no eran africanos”, sostiene la genetista Tábita Hünemeier, del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP). “Los datos genéticos revelan que los ancestros del pueblo que habitó en Lagoa Santa son 100% amerindios, con la posible excepción de un individuo cuyo genoma presenta un índice de un 3% de origen en otra población”, añade el arqueólogo André Strauss, del Museo de Arqueología y Etnología de la USP, sobre ese período de hace alrededor de 10 mil años. Él y Hünemeier son coautores de un estudio que salió publicado en la revista Cell, y él participa en otro publicado en la revista Science, ambos el 8 de noviembre. Esos estudios escriben una nueva página en cuanto a la descripción de la colonización de América. La cultura de Lagoa Santa tiene mucho para contar.
Arqueogenética
Cuando había indígenas en Lagoa Santa
ADN antiguo revela que hace alrededor de 14 mil años hubo una colonización humana veloz en América del Sur
Un macizo rocoso en el municipio de Matozinhos, en Minas Gerais, constituye el refugio de Lapa do Santo
Léo Ramos Chaves
Estas conclusiones generaron un cimbronazo en la arqueología brasileña, pues el pueblo de Luzia 30 años atrás fue tomado como base para la propuesta concebida por el bioantropólogo Walter Neves, quien recientemente se jubiló en el IB-USP, sobre la ocupación humana en América. Según lo que pudo observarse y a partir de las mediciones, los cráneos recuperados en la región eran diferentes a los que se habían hallado en otros lugares y por eso él propuso que la teoría de una primera oleada migratoria con características físicas similares a las de las poblaciones aborígenes actuales de Australia y de África habían sido el origen de aquella población, sin dejar descendientes. Basándose en esa interpretación, en la década de 1990, el experto forense británico Richard Neave, de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, reconstruyó lo que habría sido el rostro de Luzia. Los nativos americanos (o amerindios), que luego se tornaron típicos del continente, serían descendientes de una oleada migratoria posterior, con una fisonomía típica del este asiático: ojos achinados, cabellos lacios y oscuros. En opinión del antropólogo brasileño Mark Hubbe, de la Universidad Estadual de Ohio, en Estados Unidos, y uno de los autores del artículo de la Cell, los nuevos estudios no desestiman necesariamente ese enfoque. “La morfología de los aborígenes de Lagoa Santa se ajusta a parámetros generalizados, similares a otros grupos del Pleistoceno tardío y se mantiene en poblaciones de origen africano”, afirma. “Aunque la población de América del Norte haya sido el resultado de una única expansión demográfica, el modelo de Neves puede sostenerse también para América del Sur, en donde el proceso fue más complejo”.
Pero esa complejidad reviste matices, que ahora quedan revelados por el genoma completo de representantes de esos pueblos a partir de los análisis del ADN antiguo, lo cual permite reconstruir su historia más minuciosamente. Desde 2012, cuando Strauss cursaba el doctorado en el Instituto Max Planck, en Alemania, arrancó con el proyecto de secuenciación del ADN de los huesos hallados en Lapa do Santo, una caverna de la región de Lagoa Santa. El trabajo lo llevó a cabo el bioquímico alemán Johannes Krause, quien también firma como coautor el trabajo publicado en la Cell y actualmente dirige el Instituto Max Planck de Ciencia de la Historia Humana. “Al principio no tuvimos mucho éxito”, recuerda Strauss. Hasta que otros científicos demostraron que una parte del hueso temporal, denominada porción petrosa, en la zona del oído, era una fuente mejor de ADN. El problema radica en la necesidad de extraer ese hueso denso, un procedimiento destructivo que difícilmente podría permitirse en una pieza tan importante como el cráneo de Luzia, que el grupo de Strauss minimiza generando imágenes tridimensionales en alta definición. El trabajo incluye ADN antiguo de 49 individuos de 16 localizaciones en América Central y del Sur (siete de Lapa do Santo y ocho de otros tres lugares en Brasil) y plantea un cimbronazo en el modelo de Neves.
En 2015, el estadístico y bioinformático estadounidense David Reich, de la Universidad Harvard, convocó a los genetistas Francisco Salzano (1928-2018) y Maria Cátira Bortolini, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), pues había hecho un análisis exploratorio del ADN de los pueblos amazónicos surui y karitiana a partir del ADN de células cultivadas in vitro, pero le faltaba conocimiento de las poblaciones indígenas como para interpretar los datos. “Las dos poblaciones son muy cercanas y sus integrantes están emparentados”, explica Hünemeier. Una muestra mejor distribuida en ese entonces apuntó una contribución a la ocupación sudamericana proveniente de pueblos originarios de Australia y de Melanesia, en Oceanía, que habrían llegado a través de Beringia, el puente de tierra que conectaba a Siberia con Alaska. También se apunta una oleada migratoria posterior, de mestizos entre nativos de Oceanía y de Asia, a la que los investigadores denominaron población Y. Sin embargo, según el estudio presentado este mes en la revista Cell, coordinado por Reich, su existencia no se sostiene.
Él apunta que el pueblo de Luzia era similar a la cultura de Clovis, que se originó en lo que actualmente es América del Norte y en el estudio está representada por osamentas de 12.800 años que se hallaron en el yacimiento arqueológico Anzick, en Estados Unidos. Esa ascendencia también aparece en los cráneos más antiguos examinados en Belice, en Centroamérica, y en los de Los Rieles, en Chile. De 9 mil años para acá, el panorama cambia. “Ese linaje fue sustituido completamente por una nueva oleada migratoria que se difundió rápidamente y la rama de Luzia fue desapareciendo”, dice Hünemeier.
La similitud es genética, pero no es posible estimar la apariencia de los representantes de la cultura de Clovis. “Tan sólo se cuenta con la bóveda craneal del hombre de Anzick, un individuo juvenil”, dice la arqueóloga Mercedes Okumura, del IB-USP, quien no participó en los estudios y actualmente se desempeña como coordinadora del laboratorio montado por Walter Neves. Hacen falta más cráneos y esqueletos para tener una idea sólida de cómo era la población Clovis, pero para Lagoa Santa, la británica Caroline Wilkinson, de la Universidad John Moores de Liverpool y experta en reconstrucción forense propuso –en sintonía con Strauss– una nueva fisonomía, a partir del cráneo digitalizado y basándose en una ascendencia no australoide.
Proceso de reconstrucción facial a partir de un cráneo hallado en Lapa do Santo, de un hombre que vivió hace alrededor de 9 mil años (arte en 3D de André Strauss, con base en la reconstrucción de Caroline Wilkinson)
Caroline Wilkinson/ Universidad John Moores
En el artículo en la revista Science, coordinado por el genetista Eske Willerslev, de la Universidad de Copenhague, se describe una historia bastante parecida de la colonización de América del Sur. A partir del ADN que se extrajo de 15 esqueletos hallados en localidades ubicadas desde Alaska hasta la Patagonia, seis de ellos con más de 10 mil años de antigüedad, quedó claro que ni bien consiguieron atravesar el área glacial de América del Norte, hace más de 14 mil años, las poblaciones humanas se esparcieron rápidamente por América del Sur. Dicha rapidez queda en evidencia gracias al ADN de las cinco osamentas de Lagoa Santa halladas en el siglo XIX por el danés Peter Lund en la gruta de Sumidouro y que se conservan en el Museo de Historia Natural de Dinamarca, la misma colección que analizó Neves y que inspiró su modelo. El genoma de esos esqueletos es muy similar al del hombre de Spirit Cave, en el sudoeste de Estados Unidos, contemporáneo de los fósiles más antiguos de Lagoa Santa.
“Ambos artículos coinciden en cuanto a la expansión rápida y el atisbo de una segunda oleada migratoria hacia América del Sur”, resume el genetista mexicano Víctor Moreno-Mayar, quien realiza una pasantía de posdoctorado en el Centro de GeoGenética de Copenhague y autor principal del estudio. “Un asentamiento en Mesoamérica, probablemente en México, también contribuyó movilizándose tanto hacia el norte como hacia el sur hace unos 8 mil años”, añade, subrayando a este como un resultado distinto a lo que había vislumbrado el otro grupo. Él explica que el modelo clásico describe un desplazamiento desde el norte hacia el sur, en el cual los humanos colonizaban un sitio y se quedaban allí. La historia parece que habría tenido más vaivenes. “Esa ocupación probablemente haya ocurrido a través de una ruta costera por el Pacífico, y habría dado origen tanto al pueblo que ocupó Monte Verde [un sitio arqueológico en Chile] como al pueblo de Lagoa Santa”, dice el genetista Fabrício Santos, de la Universidad Federal de Minas Gerais y coautor del estudio. “Ellos iban ocupando un continente sin competidores humanos”.
Santos hace hincapié en la importancia histórica de analizar el material de Lund. “Hoy sabemos que todos esos pueblos antiguos de América, hace más de 8 mil años, presentaban una morfología similar, sin demasiados rasgos mongoloides”, dice. De cualquier modo, todos los paleoamericanos analizados –un término que se utiliza para los habitantes más antiguos del continente, con apariencia distinta a los posteriores– son genéticamente más parecidos a las poblaciones indígenas actuales que a cualquier otro grupo humano actual o del pasado. En uno de los individuos de la gruta de Sumidouro, el ADN reveló tramos similares a los que pueden encontrarse en poblaciones de Australia y de Asia, es decir, aquellos pobladores Y descritos por Reich en 2015. Todavía no queda muy claro lo que significa este hallazgo, dado que no se ha detectado nada similar en las muestras norteamericanas por donde habría pasado la migración. Tampoco en Spirit Cave. “De cualquier modo, tampoco existe ninguna relación entre la morfología craneana del pueblo de Luzia y esos vestigios de la población Y”, dice Strauss.
Un aspecto importante de los estudios fue la confluencia de áreas tales como estadística, genética, arqueología y bioantropología, tradicionalmente contrapuestas. Mercedes Okumura subraya la importancia del trabajo interdisciplinario. “Los análisis genómicos del ADN antiguo abren una ventana hacia algo que hace 20 años era ciencia ficción, pero los resultados deben interpretarse a la luz de lo existente, como son los estudios de arqueología y morfología”. Para ella, es normal que distintas fuentes de información aporten pistas discordantes. El reto pasa por descubrir cómo encajan las piezas para dilucidar la historia de los pueblos en su conjunto.
Proyectos
1. Los orígenes y la microevolución humana en América: un abordaje paleoantropológico (III) (nº 04/01321-6); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Walter Alves Neves (USP); Inversión R$ 2.032.925,83.
2. Estudios arqueológicos y geofísicos de los concheros fluviales de la zona de Vale do Ribeira de Iguape, en el estado de São Paulo (nº 99/12684-2); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Levy Figuti (USP); Inversión R$ 339.681,66.
3. Los concheros y el paisaje: modelado de la interrelación entre procesos formativos culturales y naturales en la costa sur del estado de Santa Catarina (nº 04/11038-0); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Paulo Antônio Dantas de Blasis (USP); Inversión R$ 1.341.927,19.
4. La diversidad genómica de los nativos americanos (nº 15/26875-9); Modalidad Joven Investigador; Investigadora responsable Tábita Hünemeier (USP); Inversión R$ 582.984,34.
Artículos científicos
POSTH, C. et al. Reconstructing the deep population history of Central and South America. Cell. 8 nov. 2018.
MORENO-MAYAR, J. V. et al. Early human dispersals within the Americas. Science. 8 nov. 2018.