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ENTREVISTA

Cuatro décadas con los muriquíes

La antropóloga estadounidense, cuya labor ha contribuido a la recuperación de esta especie de primates del Bosque Atlántico, ha formado a casi 80 investigadores brasileños

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

En 1982, al visitar por primera vez los bosques del municipio de Caratinga, en el estado brasileño de Minas Gerais, la antropóloga estadounidense Karen Strier, quien entonces tenía 23 años, quedó fascinada con los muriquíes o muriquíes del norte, primates también conocidos como monos araña lanudos del norte (Brachyteles hypoxanthus), una especie endémica del Bosque Atlántico y la de mayor tamaño entre todos los monos brasileños. “Son muy acrobáticos, carismáticos, encantadores”, tal como recordó, y exhalan un agradable aroma a canela, pues son vegetarianos. Pacíficos, con los machos del mismo tamaño que las hembras, los muriquíes contradecían los supuestos de dominancia que había visto años antes entre los babuinos, en África. Desde entonces, Strier ha repartido su tiempo entre su labor docente en la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, y sus investigaciones de campo en Brasil.

Quizá por la cálida acogida que le brindan los primates (los humanos inclusive), o bien por los aires tropicales del Bosque Atlántico, que contrastan con los rigores del invierno en el norte de su país natal, ella dice sentirse más viva cuando está en Minas Gerais. Los habitantes de Caratinga le han prometido una fiesta en su honor el año que viene para celebrar sus 40 años de estudio de estos monos en peligro de extinción, de los cuales se sabía poco cuando ella llegó. La población se ha recuperado notoriamente, aunque aún se encuentra lejos de una cantidad que asegure la continuidad de la especie.

Edad 62 años
Especialidades Antropología y primatología
Institución Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos)
Estudios Título de grado en sociología / antropología y biología en la Swarthmore College (1980), maestría (1981) y doctorado (1986) en antropología por la Universidad Harvard, ambas en Estados Unidos
Producción 144 artículos y 14 libros

Presidenta de la Sociedad Internacional de Primatología hasta comienzos de este año, Strier regresó a Brasil en el mes de febrero. Participó en una reunión con la mira puesta en un plan de recuperación de los muriquíes de los montes de São Francisco Xavier, un distrito del municipio de São José dos Campos (São Paulo), y luego, junto a otros primatólogos, se dirigió a la comuna de Ibitipoca, en Lima Duarte (Minas Gerais), para reencontrarse con los muriquíes, a los que no veía desde hacía más de seis meses. Fue desde su alojamiento en Vila do Mogol, en Ibitipoca, que conversó a través de una plataforma de video con Pesquisa FAPESP, antes de regresar a Madison, donde da clases y vive junto a su marido bioquímico y un gato.

¿Qué tal fue la reunión en São Francisco Xavier, a principios de febrero?
El gobierno municipal de São José dos Campos se puso en contacto conmigo porque tenían información sobre la presencia de muriquíes en los montes de la zona. Habían leído mi libro Faces na floresta [Rostros en la selva] y querían conocer mi opinión. Normalmente, son los propios biólogos quienes inician los proyectos de investigación de campo, pero en este caso nos convocó la comunidad local para desarrollar un plan de conservación con los primates, fundamentalmente con los muriquíes. Sobrevino la pandemia de covid-19, pero seguimos trabajando. En junio de 2021 ya había sido vacunada y vine acá para proseguir con mi investigación a largo plazo y colaborar con mi colega Fabiano de Melo, de la Universidad Federal de Viçosa (UFV), y avanzar en las conversaciones sobre este proyecto en São Francisco Xavier. Lo retomamos ahora en febrero, todos con mascarillas y respetando un distanciamiento de dos metros, con una intensa participación a través de YouTube. Lo primero que hay que hacer para poder emprender un plan de conservación es entender mejor a las poblaciones de primates de la zona: su tamaño, su distribución espacial y las conexiones entre ellas. Fabiano de Melo pretende utilizar drones, como ya lo ha hecho en otras áreas, para determinar cuántos primates viven allí.

¿Usted ahora se encuentra en Ibitipoca?
Sí. El trabajo aquí es un complemento independiente de mi investigación a largo plazo, que empezó hace 39 años en Caratinga, también en Minas Gerais. Es uno de los proyectos con primates de mayor duración que se hayan hecho en América, que ha permitido la formación de casi 80 investigadores brasileños. Décadas atrás, Renato Machado, un empresario rural de aquí de Ibitipoca se contactó conmigo y con mis colegas De Melo, Sérgio Lucena Mendes, director del Inma [Instituto Nacional del Bosque Atlántico, por sus siglas en portugués], y Leandro Jerusalinsky, del CPB [Centro Nacional de Investigación y Conservación de Primates Brasileños]. Aquí había una población pequeña, que contaba solamente con cuatro machos, y luego solo quedaron dos, lo que hizo necesario un refuerzo para restablecerla. En Caratinga, ya había visto que son las hembras las que abandonan el grupo y los machos se quedan. Por lo que en un grupo aislado puede que queden solamente machos y así, ya no nacen más crías. En este proyecto, al cual denominamos Muriquí House y que coordinan Fabiano de Melo y Fernanda Tabacow, buscamos hembras de otras poblaciones aisladas –en casi todas había al menos una intentando salir– y mis colegas las trajeron para que convivan con los machos del grupo y se reproduzcan. Al cabo de un año, nació una cría y el grupo se encuentra sano. El plan consiste en crear dos grupos para facilitar el intercambio genético de las hembras. Simultáneamente, hay un proyecto de restauración de los bosques en donde viven los muriquíes. Los de aquí son los muriquíes del norte; en São Francisco, son los del sur.

¿Cómo era la investigación con primates en la década de 1980, cuando empezó a estudiar a los muriquíes?
En Estados Unidos, para muchos biólogos que se especializan en antropología, los primates son buenos modelos para la comprensión de la conducta social y evolutiva del ser humano; como nosotros también somos primates, existe una conexión evolutiva. Yo estaba buscando un modelo animal para estudiar cómo podían influir las variables ecológicas, como por ejemplo la dieta, sobre el comportamiento social y la jerarquía del grupo. Pero a principios de la década de 1980, la mayoría de los primates que se estudiaban eran los de África y Asia, tales como los babuinos, los chimpancés y los gorilas. En América, los únicos que se habían estudiado con cierta constancia eran los monos aulladores. Casualmente, mi supervisor en Harvard, Irven DeVore [antropólogo estadounidense, 1934-2014], era el narrador de una película sobre los muriquíes para el Fondo Mundial para la Naturaleza [WWF] realizada por el primatólogo estadounidense Russell Mittermeier, y me preguntó si quería verla antes de que se distribuyera. Los animales me parecieron muy interesantes y, en una investigación en la biblioteca, descubrí que no se conocía casi nada sobre el comportamiento de esa especie, que ya estaba en peligro crítico. Necesitaba averiguar cuál era su dieta, la estacionalidad de su alimentación, predecir su comportamiento social y comprobar las ideas desarrolladas con otros primates. En 1982, acompañé a Mittermeier en una visita a Caratinga y me hizo conocer a los muriquíes.

¿Cómo fue su primer encuentro con ellos?
Fue en un sendero del monte. Primero percibí su olor, un aroma a canela muy agradable, porque son vegetarianos. Entonces los vi. Son muy acrobáticos, carismáticos y encantadores. Me gustaron mucho. Quedé sumamente intrigada por entender cómo se comportaban y desde el principio tuve muy claro que todo lo que aprendiera podría utilizarse para su conservación. Ese año estuve poco tiempo en Caratinga, pero luego regresé para pasar 14 meses recabando datos para mi investigación doctoral. En 1983 no existían los teléfonos móviles ni Internet. Para realizar una llamada había que ir a la ciudad y hacer cola para usar el único teléfono de la zona. Las cartas tardaban cuatro semanas en llegar. Los muriquíes eran diferentes, no eran primates típicos. En 1994 publiqué un artículo intitulado “The myth of the typical primate” [El mito del primate típico], que introdujo una nueva perspectiva sobre los primates en general.

Entre los muriquíes, no hay diferencia de tamaño entre los sexos. El macho no representa una amenaza para la hembra porque no es más grande

¿Qué característica los hace atípicos?
Se calcula una dieta con base en las proporciones de los alimentos. Entonces, si el mayor porcentaje de su dieta corresponde a hojas habría que llamarlos folívoros. Pero me di cuenta que las hojas eran importantes, aunque complementarias, porque todo su comportamiento estaba orientado a lo que preferían comer: frutos y flores. Esto modificó la comprensión de cómo debía utilizarse la dieta para interpretar el comportamiento.

¿Había alguna otra cosa que escapara a las previsiones teóricas?
Cuando tenía 19 años y todavía estudiaba en la facultad, pasé seis meses en África, en donde formé parte de un proyecto destinado el estudio de los babuinos. Gracias a esa experiencia, me había hecho una idea de cómo debía ser un primate típico. Entre los babuinos, el macho es el doble de grande que la hembra, tiene caninos enormes, son dominantes y poseen jerarquías. Son los machos los que migran entre los grupos en busca de mejores oportunidades de reproducirse. Los muriquíes, en cambio, no presentan dimorfismo, es decir, no existe diferencia de tamaño entre los sexos. El macho no representa una amenaza para la hembra porque no es más grande. Y no se agrupan por jerarquías, no pelean: el índice de agresión entre los miembros del grupo es muy bajo en comparación con otros primates. Y se abrazan con frecuencia. Su conducta sexual es abierta: los machos y las hembras pueden copular delante de los otros, o una hembra puede copular con varios machos sucesivamente. Si no quiere otro macho, se va y ninguno la sigue. Son muy tranquilos. En otras especies de primates, el macho líder es el que decide quién va a copular y cuándo.

¿Sabe por qué son distintos al resto de los primates?
Hasta ahora no puedo decirlo. Sabemos mucho de su biología, de su dieta y de su comportamiento social y sexual. Hemos recogido sus excrementos y les extrajimos estrógenos, progesterona y otras hormonas para entender su biología reproductiva. Hemos podido determinar que las hembras tenían ciclos de 21 días y que la gestación duraba 7,2 meses. También observamos que las hembras abandonan el grupo en el que nacieron al inicio de la pubertad, antes de empezar a copular, y tardan cierto tiempo en integrarse a otros grupos. Entre los machos, los niveles de testosterona no exhiben grandes variaciones. Luego realizamos los análisis de paternidad utilizando nuevamente los excrementos y siguiendo los cambios en la población, en la demografía.

¿Qué cambios pudieron observar que se produjeron en la población?
Cuando empecé, había dos grupos con alrededor de 50 ejemplares. Me concentré en el grupo principal, pero al cabo de unos 20 años decidimos estudiar a la población completa. Actualmente tenemos cinco grupos. Entre 1983 y 2015, la población pasó de 50 a 356 individuos y se está recuperando. Uno de los cambios que hemos observado es que los animales andan siempre juntos cuando el grupo es pequeño, pero cuando su cantidad aumenta y la competencia por el alimento crece ellos se dispersan, porque no todos caben en los árboles. Como la población ha crecido y no hay más bosques circundantes, han empezado a utilizar más el suelo, en principio para alimentarse y después para descansar. Este comportamiento se ha extendido dentro de un grupo y entre grupos distintos; probablemente ha sido una respuesta adaptativa al espacio limitado.

Archivo personalEn los senderos de la reserva cercana a Caratinga, Strier lleva 40 años observando a los muriquíesArchivo personal

¿Se enfrentan a otras dificultades, además de la deforestación?
Afortunadamente hemos observado una buena regeneración forestal, a pesar del desmonte. Pero 2014 y 2015 fueron dos años muy secos en Brasil, la energía casi se agotó porque las centrales hidroeléctricas se quedaron sin agua. Y la selva también. Los muriquíes excavaban en el barro para encontrar agua. En 2016 volvió a llover, pero llegó la fiebre amarilla y en seis meses perdimos más de 30 ejemplares, el 10 %. La tasa de mortalidad entre los muriquíes fue como nunca antes. Otras especies que habitan en las regiones que estudio, como los monos aulladores y los titíes, también desaparecieron. Por desgracia, en los últimos cinco años, la población ha seguido disminuyendo, no sé por qué. Ahora tenemos aproximadamente unos 240 ejemplares, que aún son cinco veces más que cuando comencé. El crecimiento poblacional fue el resultado directo de condiciones demográficas favorables, es decir, nacimientos cada tres años, con un mayor número de hembras y baja mortalidad. Además, el propietario de la finca donde se encuentra la reserva de Caratinga, Feliciano Miguel Abdala [1908-2000], prohibió la caza y preservó el bosque. De esa manera, los muriquíes estaban seguros, la selva protegida y la población pudo crecer. Cuando él falleció, su familia creó una RPPN [Reserva del Patrimonio Natural Privada] que lleva su nombre.

En octubre de 2021 usted publicó un artículo sobre el límite de resistencia de los muriquíes. ¿Cuál es ese límite?
Todavía no sabemos cuáles son los límites de resiliencia de esta especie. Lo que demuestran los muriquíes es que, si les brindamos una posibilidad, son capaces de adecuar su comportamiento y adaptarse a condiciones desfavorables. Pero eso no significa que estén seguros: debemos prestar atención a esos cambios y recabar más información. Con mis colegas y alumnos estamos viendo los cambios temporales de los muriquíes de Caratinga.

¿Tiene una relación personal con los muriquíes?
Los muriquíes de Caratinga son para mí como personas que conozco, pero hoy en día menos, porque el último individuo del grupo original murió hace algunos años. Ellos pueden vivir más de 40 años. Ahora están allí los hijos, los nietos y los bisnietos de ellos, y varios investigadores más han pasado por ahí en las últimas décadas. Los animales han sido mis compañeros durante muchos años y no me cabe duda de que me reconocían. Cuando ingresaba al bosque con otra persona, trataban de abrazarme y se mostraban amenazantes con el visitante.

¿Cómo fueron sus primeros tiempos de investigación en el interior de Minas Gerais?
La primera vez solo estuve de visita. Cuando regresé, durante mi doctorado, vine con financiación y con el visado para investigar. Brasil tiene un sistema que les exige a los investigadores extranjeros tener como contrapartida a un colaborador local. En mi caso, la persona responsable por mí era Célio Valle, docente de la UFMG [Universidad Federal de Minas Gerais], que ahora está jubilado. Él me habilitó para que conociera su laboratorio y a la gente que trabajaba en el área, como Adelmar Coimbra Filho [1924-2016], el primer director del Centro de Primatología de Río de Janeiro; cada vez que viajaba a Río pasaba por su casa. Él y otros pioneros de la conservación del Bosque Atlántico me acogieron y me ayudaron mucho. En 1983, en la base de investigaciones de Caratinga, conocí a Sergio Lucena; yo estaba haciendo mi doctorado con los muriquíes y él, su maestría con los monos aulladores. Luego tuve como colaborador a Gustavo Fonseca, por entonces también docente en la UFMG, quien después se mudó a Estados Unidos y se fue a trabajar a Conservación Internacional, y ahora está en el GEF [Global Environment Facility]. Después pasé a Sergio [Lucena], mi contrapartida hasta hoy. Recientemente hemos incluido a Fabiano de Melo, para tener a una segunda persona, porque es mucho el trabajo, además de mis otras colaboradoras: Carla de Borba Possamai y Fernanda Tabacow, que empezaron como becarias del proyecto en 2001 y 2005, respectivamente. Así fue que tuve la oportunidad de colaborar con estrellas de la primatología y de la conservación ambiental en Brasil y desde un principio me sentí parte de un grupo mayor. Era un proyecto a largo plazo, yo era la que aportaba la financiación, pero no podría haber hecho nada sin la colaboración de mis colegas brasileños.

Con un proyecto a largo plazo pudimos observar qué comportamientos son más resistentes o más flexibles

¿Y los habitantes de la zona?
Siempre me han tratado muy bien. A principios de la década de 1980, muchos brasileños no habían conocido nunca a nadie estadounidense, y les llamaba la atención que una mujer soltera, de 23 años, viniera desde otro país para vivir sola en el monte durante 14 meses. Muchos de los residentes locales se acercaron a la casa de investigación solo para verme; una de las mujeres quiso tocarme el cabello, aunque no tenía nada de especial. El señor Feliciano pasaba cada día por la casa para preguntarme si estaba bien, pero normalmente yo estaba trabajando en el monte. Poco a poco fui entablando otras amistades, asistía a las fiestas, a los bautismos y a las bodas, e incluso aprendí a beber cachaça. Algunos de mis mejores amigos son brasileños.

¿Cuáles son sus próximos planes?
Queremos que los lugareños participen cada vez más, como así también las escuelas de las regiones en donde trabajamos, para mantener las redes de comunicación entre los niños y utilizar el interés de la gente por la conservación y el monitoreo de las áreas en donde viven los primates. Recientemente, junto a Marcello Nery, presidente del MIB [Instituto Muriquí para la Biodiversidad, una organización no gubernamental con sede en Caratinga], elaboramos un proyecto de ciencia ciudadana para saber más sobre los primates en la zona de la reserva. Diseñamos un almanaque con fotografías de las cuatro especies de monos que habitan en la región y les pedimos a los lugareños que marquen allí si veían u oían a alguno. Después descubrimos que ni siquiera era necesario que hiciéramos las visitas mensuales, porque la gente podía informarnos lo que veían por WhatsApp.

¿La teoría unificada sobre la ecología del comportamiento permite estudiar a los insectos y a los primates con el mismo enfoque?
No, no se estudia de la misma manera a animales diferentes. Para aprovechar un estudio es necesario adaptar los métodos a las especies, a las condiciones y a los interrogantes que orientan el trabajo. Los principios tienen una continuidad, porque surgen de la selección de parentesco, de la ecología evolutiva y de la sociobiología. Al menos entre las especies sociales, como los primates y las hormigas, hay mucha más variación del comportamiento que lo que se había previsto. Pero los conceptos de individualidad de los primates no pueden compararse con los de las ratas, las hormigas u otras especies cuyas vidas no son tan largas como las de los primates. La vida de las ratas o de las hormigas puede ser compleja, pero los primates tienen más oportunidades para aprender a responder a las novedades. Estos aspectos de los primates, relacionados con sus historias de vida y habilidades cognitivas, son lo que los hacen tan interesantes, de la misma forma que otros animales longevos, como los elefantes. Esta es una de las mayores contribuciones del estudio a largo plazo del comportamiento de los muriquíes. Con un proyecto de estas características podemos determinar qué componentes del comportamiento son más resistentes y cuáles son más flexibles, lo que ayuda bastante a planificar el manejo de las poblaciones. Junto con la mayor comprensión de la flexibilidad de su comportamiento que hemos acumulado en estos años, hemos podido reconocer que, en la mayoría de los casos, estamos estudiando a animales en hábitats que no son los originales, sino adaptados.

¿Adaptados o degradados?
Cuando dije que iba a estudiar a los muriquíes en Caratinga, mis colegas de Estados Unidos me preguntaron: “¿Estás segura? Vas a estudiar a los muriquíes en un lugar que ha sido muy perturbado, un fragmento, ¿cómo vas a entender su comportamiento evolutivo?”. Los muriquíes del norte provienen del Bosque Atlántico antiguo, de los estados de Espírito Santo, Minas Gerais y el sur de Bahía, que en la actualidad se encuentra bastante fragmentado y deforestado. Es decir: hoy en día los primates viven cerca de las plantaciones y de las ciudades, e incluso, en el caso de los muriquíes del sur [Brachyteles arachnoides], bajo riesgo de caza. Pero este es un problema para los primates en todo el mundo. Debemos tener cuidado en las observaciones porque no sabemos con certeza cuáles eran las condiciones originales, y esto hace que un científico se sienta muy humilde cuando tiene que admitir que no tiene una previsión. Hoy en día, y esto desde hace poco, podemos decir con certeza que el muriquí del norte y el muriquí del sur son especies distintas. Los análisis genéticos muestran diferencias entre ambos, que podrían haber aparecido en épocas diferentes, unos dos millones de años antes que el otro. Se trata de una diferenciación genética similar a la que existe entre el chimpancé y el bonobo, en África.

Archivo personalCon Feliciano Abdala en Caratinga, en 1988Archivo personal

¿Tienes alumnos estudiando permanentemente a los muriquíes?
Así es. Conseguí financiación de la National Science Foundation, de la National Geographic Society, de la Margot Marsh Biodiversity Foundation, de varias sociedades zoológicas, de la propia Universidad de Wisconsin-Madison, del CNPq [Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Brasil] y de la Capes [Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior de Brasil] no solo para traer a mis alumnos desde Estados Unidos, sino también para capacitar y formar a alumnos brasileños con la idea de que los muriquíes son patrimonio de Brasil. Aquí había muchos biólogos que querían estudiarlos, pero no pudieron hacerlo por falta de financiación o capacitación. Contamos con becas, así que cada año hay dos, tres o cuatro personas en mi proyecto a quienes se les brinda la oportunidad de recolectar datos para sus maestrías y, posteriormente para producir estudios científicos que hagan su aporte para la conservación. Esta manera de contribuir me genera una gran satisfacción. Los muriquíes también han colaborado en la capacitación y la formación de la próxima generación de investigadores. Los que empezaron conmigo como becarios hoy en día tienen proyectos propios en otros lugares, como en el Parque Nacional de Caparaó [en la frontera entre los estados de Espírito Santo y Minas Gerais], en Paraná y ahora, bajo la supervisión de Fabiano de Melo, Carla Possamai y mía, también en São Francisco Xavier.

¿Su labor en la Sociedad Internacional de Primatología contribuyó a la investigación realizada en Brasil?
Mi mandato debería haber finalizado en agosto de 2020, pero a causa del covid-19 nuestro congreso [en el que se debía cambiar la presidencia de la sociedad] fue postergado. Por esta razón he presidido la Sociedad Internacional de Primatología por más años que cualquier presidente anterior, cinco años y medio. Al mismo tiempo un brasileño, Leandro Jerusalinsky, fue el presidente de la SLAPrim, la Sociedad Latinoamericana de Primatología. Pudimos trabajar más estrechamente y teníamos contacto casual porque nos conocíamos desde hace mucho tiempo. De modo que los primatólogos brasileños naturalmente han tenido bastante espacio en la sociedad interne la sociedad, son brasileños. Yo podía ayudar en el sentido de poder ofrecerles una plataforma mayor a las personas que ya eran muy activas, reconociendo y divulgando lo que hacen. Contamos con un equipo de brasileños espectacular y no me cabe duda de que alguno de ellos será el presidente dentro de algunos años. Los brasileños sobresalen en el campo de la primatología a nivel internacional.

En 2020 recibió un premio importante referido a la conservación del Bosque Atlántico, el Premio Muriquí. Eso ha tardado bastante, ¿cierto?
¡También lo pensé! Estoy bromeando. Pero entre los premiados anteriores que conozco, creo que todos lo han merecido, así que no puedo decir que debía haberlo ganado antes. Son pocos los extranjeros que lo ganan, y eso me hizo sentir aún más agradecida, al saber que mis colegas brasileños me siguen cuidando. Me sentí muy honrada con este premio, que se debe a la extensa colaboración que he mantenido con mis colegas brasileños.

¿Ha tenido ganas de volver a África, donde tuvo su primera experiencia con la primatología?
No para investigar. La única otra vez que volví a África fui a Kenia, hace algunos años. En la inauguración de un congreso, dije que había estado allí como estudiante cuando tenía 19 años y que nunca pensé que volvería, tantos años después, como presidenta de la Sociedad Internacional de Primatología. Cuando estaba redactando mi tesis doctoral, concursé por una financiación para estudiar a los primates en Asia. Fue muy competitivo y resulté seleccionada, pero rechacé la beca de 14 meses, con capacitación gratuita en otro idioma, para regresar a Brasil y seguir estudiando a los muriquíes. Aquí me “casé” con los muriquíes y nunca quise irme. A veces siento que tengo dos vidas, una aquí y otra en Estados Unidos. Aquí me siento más viva, pero allá es donde doy clases y tengo todas las responsabilidades del día a día en mi universidad. También es posible que ahora me sienta más viva porque en mi ciudad hace cero grado, y aquí es verano, con el sol a pleno.

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