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Datos cuestionados

Científicos apuntan fallas en estudio sobre contaminación por transgénico

En una carta enviada a la Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), 11 investigadores de renombre internacional cuestionan la calidad y la validez de los resultados de un estudio sobre posibles efectos dañinos al ambiente de una variedad de maíz transgénico. Publicado el 9 de octubre de 2007 en la PNAS, respetada revista científica editada por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, el estudio del equipo de la ecóloga Emma Rosi-Marshall, de la Universidad Loyola de Chicago, sugería que residuos del llamado maíz Bt -genéticamente modificado para producir una proteína de la bacteria Bacillus thuringiensis tóxica para orugas que se alimentan de esas plantas- no se acumulaban solamente en las plantaciones, como se imaginaba hasta entonces. También podrían alcanzar los riachos próximos y diseminarse por el ambiente (lea EN Pesquisa FAPESP nº 143).

Liderados por el bioquímico Alan McHughen, de la Universidad de California en Riverside, los autores del cuestionamiento identificaron varias fallas metodológicas y omisiones en la investigación conducida por Emma Rosi-Marshall que comprometerían los resultados del trabajo. El principal cuestionamiento es que el equipo de Emma extrapoló para riachos y para el ambiente próximo a los maizales un supuesto efecto tóxico del maíz Bt observado en testes hechos en laboratorio.

En sociedad con biogeoquímicos y zoólogos, Emma recolectó hojas, tallos, espigas y polen de maíz Bt cargados por el viento para 12 riachos de un área agrícola del estado de Indiana entre la colecta de 2005 y la siembra de 2006. Calculó el cúmulo de restos de maíz en el agua y en el fango de los surcos abiertos por las aguas corrientes y midió la distancia a la que eran transportados por la corriente. Con base en esos datos, el grupo estimó la cantidad de residuos transgénicos que alcanzaban los surcos abiertos por las aguas corrientes a lo largo del año y, en laboratorio, ofreció niveles semejantes para orugas de la mariposa Helicopsyche borealis, común en los riachos de Indiana. Resultado: las orugas alimentadas con maíz Bt crecieron menos que las que consumieron maíz normal. En los niveles encontrados próximo a las plantaciones, el maíz transgénico no aumentó la mortalidad de las orugas. Pero cuando los investigadores aumentaron en dos o tres veces la dosis de polen transgénico en la dieta, la mortalidad prácticamente duplicó, eliminando un 43% de las orugas.

Otro punto de cuestionamiento: Emma y su equipo no habrían llevado en consideración trabajos anteriores mostrando que las proporciones de toxina producidos por el maíz Bt son extremadamente bajos – tanto en las plantas de maíz como en el agua, donde se degradan rápidamente – al punto de no afectar la salud de orugas de la mariposa monarca que se alimentan de plantas que crecen en medio de los maizales. Los investigadores tampoco presentaron datos de testes toxicológicos en los que fuesen usadas dosis conocidas de la toxina Bt, ni informaron las variedades de maíz usadas en la investigación -diferentes variedades pueden producir niveles de toxina distintos.

En la carta en  que cuestionan el estudio, McHughen y los otros firmantes afirman también que en el artículo de la PNAS no se levantaron otras posibles explicaciones para efectos que puedan llegar a ser observados en los riachos, como el uso de insecticidas a base de toxina Bt en las plantaciones. Tampoco fueron hechos testes comparando los efectos del maíz transgénico y de otros insecticidas normalmente empleados en plantaciones sobre las orugas de la mariposa Helicopsyche borealis. “¿Cuántos científicos ocupados y cuánto de los escasos recursos serán necesarios para deshacer ese nuevo pánico?”, pregunta el grupo liderado por McHughen.

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